sábado, 1 de diciembre de 2012

Homenaje a Leonardo Favio (1938-2012)


Los niños del Sur

 Por Daniel Guillermo Gutman                                                

La aparición de Leonardo Favio como director en 1965 representa una punto de quiebre en la cinematografía argentina. El movimiento renovador de comienzos de la década padecía de cierta inercia creativa que sumado a los consuetudinarios obstáculos financieros daba como resultado la producción de films de variada y dudosa calidad. Para colmo la censura siempre estaba al acecho y podía hacer naufragar cualquier intención de un cine más comprometido con la temática política y social.
María Vaner, su primera esposa. Foto publicada en  100 años de cine. 
Son los tiempos de la proscripción del peronismo y la presencia amenazante del poder militar dispuesto a truncar los dispositivos democráticos en cuanto éstos se tornaran desfavorables, según sus estrechos criterios.      
La identidad peronista y popular de Favio no es un dato menor a la hora de adentrarse en su obra. Hoy queda muy clara su actitud, aunque por aquellos tiempos la filiación política en cualquier actividad artística era un auténtico tabú, dadas las negativas consecuencias que tal postura podía acarrear. Favio jamás dará la espalda a ese sentido popular en cada una de sus películas y Crónica de un niño solo es el primer ejemplo en este sentido.
Cuando Crónica... obtiene el premio de la crítica en el VII Festival de Mar del Plata aparece a los ojos del gran público un nuevo talento de la realización cinematográfica. Detrás de esta consagración existía un actor reconocido, protagonista de varias películas dirigidas por realizadores destacados del ámbito argentino. Uno de ellos, Leopoldo Torre Nilsson (Babsy) fue el gran batallador de la causa favista. Lo ponderó hasta el cansancio y no se detuvo hasta que el joven cineasta obtuviera un crédito del Instituto Nacional de Cine. También supervisó Crónica... y Favio se lo agradece en la dedicatoria de apertura del film. Sin duda Favio debe mucho a Babsy, no sólo en el terreno de los apoyos que le fue brindando sino también como fuente inspiradora. “Yo lo amaba como un padre”, recordó Favio poco después de la muerte de Nilsson, “fue lo más lindo que me sucedió en la vida”.     
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Escaparle a la realidad
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En su momento se habló hasta el cansancio de las influencias externas de Favio, de cierta intención plagista e incluso del factor suerte para explicar la eficacia argumental y estética de su obra iniciática. 
Según el propio Favio, Robert Bresson es un referente ineludible. De la misma manera puede mencionarse al neorrealismo italiano o el surrealismo de Buñuel. Pero puntualmente, Crónica... establece relaciones directas con Los 400 golpes de Truffaut y, por supuesto, la Nueva Ola francesa, deudora a su vez de las influencias mencionadas con anterioridad. 
Dirigiendo a Monzón. El boxeador de traje en Soñar, Soñar. Foto Revista Antena.  
¿Cuáles son esos nexos? Son muchos. Entre ellos la temática de la niñez, los niños marginados por la sociedad y luego arrojados a las puertas del delito. La escena inicial de Crónica... dentro del reformatorio refiere a la de Antoine en el colegio: el mismo silbato que marca la férrea disciplina y el castigo. Un señor severo, de guardapolvo gris, tomado en un primer plano con gran angular, proyecta la mirada temerosa del niño. Ambos films coinciden en la psicología del protagonista, el niño ansioso por escapar del mundo de los mayores, un mundo circunscripto a dos espacios aplastantes. En Favio esta situación es más explícita aún, ya que al niño se lo castiga colgándole un letrero: “Piantadino”, el que sólo piensa en escapar.
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La coartada de la infancia
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La misma obsesión por escapar de esos espacios pero, en el caso de Crónica... agravado por las condiciones socioeconómicas del país. El reformatorio es nada más que una cárcel de menores –no hay bellas psicólogas como en 400 golpes- y el hogar es una casilla de lata en medio de la villa miseria. 
Afiche de Juan Moreira , estreno 24/5/73 
Más aún, la madre de Piantadino ni siquiera tiene rostro, es apenas una voz en off que lo recibe indiferente cuando ejecuta su fuga del reformatorio.
En estos trazos de la realidad Favio va a fondo, con un gran manejo de la estética vanguardista –en términos de la NO- pero a diferencia del director francés y los neorrealistas italianos construye una puesta en escena muy cuidada, con la salvedad de que la puesta no embellece la existencia miserable  sino que la refleja con gran verismo, sin anestesia ni retórica. Este grado de penetración realista de Favio agudiza la percepción del dolor del chico. El drama de Piantadino transcurre al borde del abismo, y si bien el final es abierto, nadie puede imaginarse un porvenir venturoso para ese niño. Pero Favio quiere mostrar algo más: Piantadino es un símbolo del sometimiento que padecen cientos de miles de argentinos. La problemática de Piantadino no puede reducirse a la niñez. Abarca la injusticia social, el atropello de las instituciones sobre los desprotegidos, la falta de oportunidades y aún la perversión y bajeza de quienes deambulan por la marginilidad.
Afiche de Soñar, Soñar (1976)
Favio escarba en la herida social sin demagogias ni sensiblerías y también es capaz de ingresar en la inocencia infantil, siempre dentro de un esquema ambivalente, mezcla de ingenuidad y picardía, cuando Piantadino se lleva –o se roba- el caballo blanco de su amigo proxeneta.  Aquí puede verse esa ambigüedad del personaje, ligada a la visión compleja de la existencia que caracteriza las vanguardias de entonces. El chico se deslumbra por la belleza del caballo y al mismo tiempo porque presiente en ese animal un compañero que la vida le negó o que el supo rechazar (en la escena del pantano Piantadino se oculta detrás de los árboles mientras violan a su amigo).
La ventaja de Favio con respecto a Truffaut en cuanto a la profundidad lograda viene de la mano de su experiencia personal. Si bien Favio se cansó de negar que Crónica... fuese una realización autobiográfica, hay un conocimiento acabado de la problemática social gracias a las vivencias del autor que incluyen algún antecedente delictivo. “Me puse detrás de las cámaras para no verme detrás de las rejas”, ironizó Favio durante una entrevista publicada en Clarín, en 1988.
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Talento elaborado 
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Escena de Gatica, el mono (1993)
El uso de cámaras tampoco responde al prejuicio montado sobre Favio respecto del carácter intuitivo de su expresividad cinematográfica. Basta detenerse en la manera que construye el relato a partir de las imágenes para dar por tierra con ese supuesto talento accidental. Hay un trabajo muy elaborado en los encuadres, con un juego de simetrías que, en el caso del reformatorio, acentúan la noción del orden estricto y la rigidez de las normas, agravado por algunos planos cortos que producen sensación de asfixia y encierro. 
En la villa miseria los espacios son más fragmentados, con algunos planos inclinados y contrapicados que aumentan el sentimiento desesperanzador del personaje. Tampoco faltan los extensos travellings acompañando la fuga de Piantadino, en un paralelismo exacto con la del chico de Truffaut en su huida hacia la playa, ni los planos-secuencia tan caros al sentimiento de los directores rupturistas.
Otro tanto puede decirse del valor que adquieren los objetos dentro de esa nueva mirada que trajo el cine sesentista. El reloj es un buen ejemplo del uso metafórico de los objetos. Encuadrado en primer plano dentro del reformatorio, el infame aparato marca implacable las horas, la rutina, el sometimiento, el límite, la rigidez, el control y toda la cadena de asociaciones negativas que puedan emanar de él.
No cabe duda de la proximidad de Favio con el movimiento francés y su antepasado neorrealista. Pero además en Favio pueden encontrarse el retrato vivo de la parte más frágil de la sociedad local y una influencia estética determinante: la de Torre Nilsson.
A partir de esta conjunción surge un autor de enorme originalidad, capaz de construir espejos donde más de un argentino puede mirarse y sentirse identificado. O, por lo menos golpeado. La indiferencia no tiene cabida frente a  Crónica de un niño solo.



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