viernes, 30 de noviembre de 2012

PERIODISMO. Memoria y medios de comunicación.



Título del trabajo:

 

Memoria y medios de comunicación

Influencia de los medios en la conformación de la memoria colectiva. El caso particular de la televisión. La información política en los noticieros de aire en la Argentina.

Resumen
Las sociedades modernas se caracterizan por una fragmentación continua y creciente. Por lo tanto la memoria también aparece fragmentada en múltiples memorias lo que dificulta la conservación de una memoria más o menos compartida y abre serios interrogantes en este aspecto sobre las futuras comunidades y su relación con la memoria. Toda información suministrada por los medios debería llevar una carga contextual  apropiada y como elemento ineludible de esa contextualización debería contener segmentos relativos a la memoria. En el caso de la información política la falta de un contexto adecuado que incluya memoria conspira contra la comprensión misma de los hechos. En televisión la debilidad contextual en los hechos políticos conspira contra el ideal subyacente en la sociedad de construir un mínimo común denominador de memoria compartida.

Abstract
Las sociedades modernas se caracterizan por una fragmentación continua y creciente. Por lo tanto la memoria también aparece fragmentada en múltiples memorias lo que dificulta la conservación de una memoria más o menos compartida y abre serios interrogantes en este aspecto sobre las futuras comunidades y su relación con la memoria. Toda información suministrada por los medios debería llevar una carga contextual apropiada y como elemento ineludible de esa contextualización debería contener segmentos relativos a la memoria. En el caso de la información política la falta de un contexto adecuado que incluya memoria conspira contra la comprensión misma de los hechos. En los noticieros de televisión la debilidad contextual en los hechos políticos conspira contra el ideal subyacente en la sociedad de construir un mínimo común denominador de memoria compartida.

Palabras clave: Pluralismo. Diversidad. Memorias. Olvido. Televisión. Política. Noticieros.

Autor: Daniel Guillermo Gutman

                                                                                                      
Introducción.

Los medios de comunicación social aparecen con frecuencia en los trabajos de reconocidos investigadores de disciplinas diversas. Se discute su importancia ya sea en sentido positivo o negativo como portadores de cultura, instrumentos al servicio del poder, manipuladores de la información y hasta una amenaza para las identidades nacionales o por el contrario, gracias al desarrollo tecnológico serían capaces de reavivar antiguas identidades.
Y también como herramienta insustituible en la comunicación estratégica de movimientos marginales u organizaciones sociales que alcanzan una visibilidad inusitada a partir de su uso y también como instrumento de resistencia de grupos que se ven amenazados o intentan expandirse, y por último como el espacio privilegiado para la construcción de la memoria.
Antes de articular estos conceptos –memoria y medios- conviene exponer a modo de síntesis la idea de memoria que algunos autores supieron desarrollar.

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Elogio de la resistencia
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Michel De Certeau supo definir la memoria como “una presencia en la pluralidad de los tiempos que no se limita al pasado” (De Certeau, 1996, p.92). Hay allí un conocimiento que se transmite en sigilo, de generación en generación, y sirve como herramienta para dar la batalla de cada día, a la manera de las antiguas comunidades donde la sabiduría, que no requiere de escuelas ni pizarrón, puede aportar las respuestas.
De Certeau se comprometió con la realidad de su tiempo ya sea como mensajero de la resistencia durante la ocupación nazi de Francia durante la segunda guerra mundial o como líder intelectual en mayo de 1968.  Justamente, la resistencia fue la materia que identificó al autor francés. Demostró que el sujeto consumidor de medios no es un receptor pasivo, que el emisor difícilmente pueda calcular la respuesta ya que el hombre común es un hombre de acción y no un cordero manso y obediente.
El hombre común sólo cuenta con su ingenio y apela a diversas tácticas para oponerse a la estrategia de quien detenta el mando o pretende imponer las reglas. Estas tácticas tienen que ver con el oportunismo, con el escamoteo, las compensaciones ocultas, los usos no convencionales o inapropiados según el paladar de los dominadores (De Certeau, 1996).
De Certeau gusta emplear la figura del cazador furtivo, que remite al hombre primitivo y su aptitud para capturar la presa en el momento justo y, al mismo tiempo, actúa oculto en territorio ajeno y debe aprovechar la oportunidad y no dejarla escapar. ¿No son quizás los medios ese territorio ajeno donde puede darse la batalla de la resistencia?
Si analizamos por un momento la composición accionaria de los grandes conglomerados mediáticos queda claro de qué estamos hablando. De allí la importancia que tiene la articulación de los medios y el Estado cuando se trata de implementar políticas populares y darles cabida a sectores postergados de la realidad nacional. O la implementación de medios alternativos para salirse de ese territorio ajeno y caminar por un territorio propio aunque finalmente en el gran mercado de los medios globales el tamaño de estos medios será tan pequeño que habrá que jugar otra vez de visitante.

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Donde hay poder hay resistencia
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Un razonamiento similar encuentra Manuel Castells cuando analiza los movimientos sociales que se oponen al nuevo orden mundial (Castells, 2004). El poder mismo genera resistencias y estas resistencias ponen en acción las identidades de los grupos sociales. Si bien los movimientos como el zapatismo en México no logran imponer sus objetivos de máxima pueden generar una cohesión, una nueva identidad de viejos grupos. Y los medios juegan otra vez un rol relevante cumpliendo una función difusora de las ideas del movimiento llegando a impactar a nivel mundial y además como herramienta táctica para soportar el asedio de la autoridad siempre dispuesta a reprimir y aplastar las resistencias. La guerrilla informacional del zapatismo se podría asimilar al cazador furtivo de De Certeau, ingresa al terreno del adversario –los medios vía Internet- por poco tiempo y aprovecha lo mejor que ofrece el escenario global al exponer su problemática a las sociedades del mundo.
Pero el pensador de la resistencia no se quedó en los grandes números, fue a la minucia, al detalle, se sumergió en las microresistencias que alimentan la cultura popular. Aparece entonces la memoria como parte fundamental de esas resistencias. Las historias mantienen vigencia en una memoria que no se limita a un pasado sino a una presencia a lo largo de los tiempos (De Certeau, 1996).
Para De Certeau la memoria carece de un lugar propio, permanece oculta y surge en el momento oportuno, la ocasión hace al ladrón y esa ocasión es un hecho exterior que activa la memoria y produce un efecto. Pero lo hace en un sentido táctico, en territorio ajeno, es una alteración dentro de la estrategia del más fuerte (De Certeau, 1996).
Desde ya que De Certeau cuenta con una mirada crítica de los medios oponiendo el relato a la acción de los medios de comunicación.
El relato es la democracia, la diversidad, el pluralismo, el lugar donde el pueblo vuelca su verdad, el depósito de la memoria.
Los medios en cambio totalizan, homogeneizan, diluyen las diferencias, “el rumor de los medios refuerza el orden establecido”, cubre toda la ciudad y aplasta al relato de la memoria que se refugia en las casas, en las familias (De Certeau, 1996, p.120).
El relato vive en la memoria y de ella se desprenden fragmentos que nutren las leyendas populares y se actualizan frente a los hechos para servir a la resistencia, a la supervivencia.
Así se produce una dispersión de relatos de lo memorable que escapan al ojo vigilante, la memoria no puede ser alojada ni localizada y hace de contrapeso a la imposición mediática.
(De Certeau, 1996, p.128).
Los relatos son piezas claves en las tácticas urbanas. Fabrican   espacios –toda descripción funda espacios-, determinan fronteras y en tanto acto creador definen un sitio, un marco de acción que otorga certeza a la conducta humana. Los relatos explican la formación de mitos que incluyen la transgresión de los límites y la desobediencia a la autoridad, contienen el exilio y la fuga.
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Los medios, tabla de salvación de la Política
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En los siglos XVI y XVII el habla fue reemplazado por las escrituras científicas y políticas, que no hablan sino que hacen, el ser se mide por el hacer, esta nueva escritura es una práctica, ya no es una voz como fue durante siglos la voz de Dios hablando desde la Biblia. Es la escritura burguesa de la primera fase capitalista (De Certeau, 1996).
Más tarde, todas las representaciones políticas y religiosas pierden la voz autorizada lo cual crea un problema ¿Quién dice qué? pregunta De Certeau. Entonces la escritura privilegia al tecnócrata y se vuelve un principio de jerarquización social.
Con la lectura se repite el esquema jerárquico pero son otros los protagonistas. El consumo de cultura no derramó hacia todos los sectores, incrementando la desigualdad cultural, “la cultura como el dinero beneficia a los ricos”, asegura el jesuita (De Certeau, 1996, p.133).
Las mayorías casi no circulan a través de la producción cultural pero son capturadas por los medios y éstos son los que atraviesan con sus productos a esas mayorías. Es la réplica del modelo educativo del siglo XVIII y la ideología de las luces que veían en el libro escolar el instrumento transformador de hábitos y costumbres con el que las élites darían el nuevo perfil a la sociedad.
Hoy esa tarea está en manos de la tecnocracia de los medios de comunicación que siguen trabajando en base al presupuesto de una audiencia pasiva, donde sólo en el área de la producción hay creatividad e iniciativa (De Certeau, 1996).
Es la ideología del consumo-receptáculo en la que los únicos privilegiados son los productores.
La crisis de representación del poder fue otra inquietud que marcó el análisis de De Certeau, cómo se fue transfiriendo el poder desde lo religioso a lo político y desde lo político a lo mediático. Los medios fabrican todos los días un ruido, un ronroneo, es la voz de los nuevos dioses que hablan en los relatos de actualidad, la nueva creencia es la autoridad, la voz implacable de los hechos cotidianos. Y la política entró allí “los relatos asedian las calles y los edificios” instituyen la leyenda, es decir lo que hay que decir y hacer (De Certeau, 1996, p.202). El nuevo creyente está obligado a creer en lo que se ve, lo real invisible del pensamiento tradicional migró hacia lo real visible pero esta relación con lo visible es un simulacro que construyen los medios.
Inmersos en este poder manipulador los políticos cuentan con una nueva herramienta que también aportan los medios: los sondeos y las encuestas. Constituyen una suerte de doctrina moderna donde el valor de la fe está puesto en la opinión de los demás, en la cita machacosa de cifras y datos.
La verosimilitud reside en el poder, en el fondo es nada más que otro simulacro aplicado al ámbito político.

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La fragmentación de la memoria
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Coincidiendo con el análisis crítico de los medios Maurice Halbwachs observa que en el universo de imágenes que impusieron los medios de comunicación; la sobreabundancia de información, disponible en todo momento, tiende a hacer desaparecer las continuidades significativas que vuelven esta información inteligible (Danièle Hervieu-Léger, 1996, cita a Halbwachs, 1952).
En virtud de la imagen, cada suceso que acontece en la superficie del globo se vuelve instantáneamente presente para todos, y anula al mismo tiempo todo aquello que lo ha precedido inmediatamente: bajo nuestros ojos de telespectadores saturados de imágenes, una revolución desplaza a una guerra, una catástrofe aérea o un temblor de tierra llevan a un golpe de estado. Pero esta inmediatez de la comunicación "puntualiza" el acontecimiento y hace desaparecer la relación propia del relato.
Para Halbwachs, es el advenimiento del capitalismo y de la técnica que ha significado, al mismo tiempo, el alineamiento progresivo de todas las esferas de la vida social con la esfera productiva. Esta no suscita sino memorias técnicas, funcionalizadas y neutras: al término de este proceso de homogeneización, la memoria de las sociedades modernas se presenta como una memoria de superficie, una memoria rasa, cuya capacidad normativa y creativa parece haberse disuelto
(Danièle Hervieu-Léger, 1996, cita a Halbwachs, 1952).
Este proceso de homogeneización aplastante de la memoria colectiva hace posible el despliegue de una fragmentación extrema de la memoria de los individuos y de los grupos. En las sociedades modernas, cada individuo pertenece a una pluralidad de grupos: la disociación funcional de su experiencia personal impide el acceso a una memoria unificada.
La fragmentación moderna del espacio, del tiempo y de las instituciones implica la fragmentación del recuerdo, que la rapidez del cambio social y cultural destruye casi en el mismo momento en que es producido.
El interrogante presente en la reflexión de Halbwachs es el de la posibilidad, para una sociedad "que sólo puede vivir si entre los individuos y los grupos que la componen existe una unidad suficiente de visiones", de reconstituir esta unidad más allá del estallido de su memoria colectiva (Danièle Hervieu-Léger, 1996, cita a Halbwachs, 1952, pp.265-272).
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La televisión como constructora de memoria
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En la Argentina el concepto de memoria está muy fuertemente ligado a los derechos humanos y la historia de la represión estatal en los años 70. Claudia Feld, una de las más prolíficas autoras en la temática, cita a Elizabeth Jelin para definir memoria como “el proceso social de interpretar y dar sentido al pasado, desde el presente, teniendo en cuenta que este proceso se da de una manera compleja y en diversos estratos o niveles (individual, grupal, social) (Feld, 2008). Abordó el tema bajo la influencia de la televisión la que tiene según ella una lógica opuesta a la profundidad, la reflexión y la complejidad pero a diferencia de Halbwachs o De Certeau aprecia su rol memorizante, su incidencia en la memoria social de la época.
En su trabajo la autora argentina articula memoria con televisión y recorre la bibliografía existente al respecto encontrando cuatro posibles abordajes:
1. El primer abordaje considera a la televisión como tecnología de la memoria, como un espacio desde el que se construyen los acontecimientos que luego serán recordados. Pierre Nora (1986) habla de una “memoria televisiva” teniendo en cuenta que la televisión construye la actualidad y define lo que es memorable para la sociedad. O sea, la televisión sería un elemento ineludible a la hora de estudiar la memoria social de una época dada su capacidad de influir en la percepción de las personas.
2. Un segundo abordaje consiste en considerar a la televisión como vehículo (o canal o ámbito) de transmisión de experiencias del pasado a las generaciones que no vivieron los acontecimientos. Esto permite conocer la manera en que determinada generación toma contacto con el pasado a través de los relatos que hace la televisión. Predomina la televisión respecto de otros vehículos culturales por su capacidad de penetrar en todas las capas sociales (mensaje claro, sencillo y emotivo) y por la inmediatez del relato.                                                     
3. Un tercer abordaje considera a la televisión como emprendedor de la memoria. Se trata de detectar el acceso a la televisión de determinados temas o interpretaciones del pasado, quiénes son los actores y los intereses que defienden. Este abordaje resulta muy interesante porque ubica a la televisión como un campo de lucha entre memorias considerando a la memoria como objeto de “disputas, conflictos y luchas, lo cual apunta a prestar atención al rol activo y productor de sentido de los participantes de esas luchas, enmarcados en relaciones de poder” (Feld 2008 cita a Jelin, 2002).
4. El cuarto abordaje considera a la televisión como escenario de la memoria: como un espacio en el que se hace ver y oír a un público determinado. Este abordaje recorre los aspectos característicos del lenguaje televisivo en articulación con el pasado centrando el análisis en los programas televisivos mismos. Se encuentran aquí tres dimensiones: narrativa (el contar una historia), espectacular (una puesta en escena), en la que importan los lenguajes y los elementos usados en la escenificación; y veritativa (la producción de una verdad) en la que importa qué tipo de verdad sobre el pasado se construye y en lucha con qué otras verdades.
Concluye Feld que en general, los relatos televisivos tienden a privilegiar la espectacularidad de los hechos narrados, el drama por encima del contenido histórico central. Esta circunstancia es clave para comprender la comunicación televisiva que trabaja esencialmente con el factor emocional, de alto impacto por encima de otras consideraciones como pueden ser las causales políticas de fondo de un hecho relevante.
“Nada indica que al disponer de información sobre lo ocurrido en el pasado, quienes no vivieron los hechos puedan darles sentido y comprender las luchas y los desafíos propios de aquel período”, señala Feld y continúa: “Si el pasado llega al presente a través de símbolos y emblemas  “congelados” (Huyssen, 2002), y no como un proceso histórico complejo, es difícil que puedan comprenderse los retos y dilemas de cada época, y que el presente pueda examinarse a la luz de lo ocurrido en el pasado.” (Feld, 2008).
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Memoria y noticieros de televisión
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Los abordajes que recopila Feld se articulan y complementan con el análisis del estudio de campo que realicé en 2008 en el marco de mi tesis El uso de fuentes en la información política en los noticieros de televisión. Si bien la hipótesis se basa en el supuesto de que los noticieros de aire utilizan menos fuentes de lo recomendable para una buena práctica periodística, ciertos aspectos del estudio conectan con la memoria y las características propias de la televisión.
La muestra de una semana de duración (primera semana de junio de 2008) tomó los noticieros de los dos canales privados con mayor audiencia, 11 y 13, y del canal estatal, el 7 según el siguiente cuadro:




Noticiero


Horario

CANAL 7

VISIÓN 7

Lunes a Jueves de 20 a 21
Viernes de 19 a 20

CANAL 11        


TELEFÈ
NOTICIAS


Lunes a Viernes de 19 a 20.15

CANAL 13


TELENOCHE INFORMA


Lunes a Viernes de 20 a 21.15










Ante todo conviene hacer algunas aclaraciones y justificaciones respecto del trabajo periodístico en televisión. Es redundante pero  no menos cierto que la índole vertiginosa del trabajo periodístico, y más tratándose de la televisión, conspiran en contra de los mejores deseos de los propietarios, editores y productores. Muchas veces los tiempos de un editor apenas dan para salir al aire y descuida ciertos matices clásicos del periodismo gráfico como son el uso de fuentes y la debida contrastación.
En ocasiones sólo importa la imagen, una imagen cualquiera. La no-imagen condiciona por lo tanto la práctica estricta de lo que podría denominarse periodismo de calidad.
Esta justificación no abarca ciertas obsesiones del medio televisivo, ávido por una inmediatez que muchas veces aleja la comprensión del hecho presentado y cree que la simple emisión de imágenes yuxtapuestas resuelve profesionalmente la situación cuando en realidad está afectando el carácter mediador de la función periodística.
En cuanto a la detección de fuentes políticas, objeto central del estudio, mostraron una inquietante carencia: el 62% de las noticias apenas cuentan con una o ninguna fuente. Si se toma como estándar de calidad mínimo un piso de dos fuentes por noticia el resultado es más que concluyente.
No se trata solo de cuestionar la cantidad de fuentes por una simple medición sino que las fuentes además de estructurar el relato periodístico, lo hacen más comprensible, la pluralidad de voces se basa en principios democráticos pero también completa o resuelve incógnitas que se generan en la audiencia y hacen eficiente la comunicación, en particular cuando se trata de información política por su complejidad.
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Memoria es el contexto informativo
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Introducir la noción de memoria para analizar noticieros no resulta caprichosa ya que su presencia o ausencia, en particular en una serie informativa como fue el conflicto campo-gobierno de 2008, resulta clave como elemento contextualizador. 
Telefe noticias parece disponer de un esquema antimemoria casi explícito lo que parece coherente con el estilo del canal, más proclive al show business y por lo tanto a una asociación más estrecha entre los segmentos informativos y de espectáculo. Dentro de ese esquema incorporar la memoria atenta contra la simplificación comunicativa buscada.
También parecen atenerse al principio de no contaminación entre hechos y opiniones. La ausencia de comentaristas que intenten ampliar o aclarar los temas indica una preferencia por apegarse a los hechos. Sin embargo la televisión pide muchas veces a gritos  algo de claridad, muchas de las noticias dejan una sensación de incomprensión final. Los canales 7 y 13 para suplir de alguna manera esta carencia introducen otros mecanismos extra noticiosos como entrevistas, comentarios, diálogos entre conductores, para tratar de clarificar la información.
Un ejemplo de confusión lo constituye la noticia EL CAMPO EXTENDIÓ EL PARO donde hay un relato poco funcional al sentido mediador que enarbola el periodismo. La noticia se refiere a las nuevas medidas de lucha que adoptó la mesa de enlace en el día 84 de paro. Las fuentes oficiales consultadas nada dicen acerca de las nuevas medidas porque fueron entrevistadas a lo largo del día y la noticia lleva carácter de urgente. Acto seguido aparece la presidenta hablando en Europa (reunión de la FAO) sobre la renta de los grupos sojeros y a continuación el ministro del Interior, Randazzo, cuestiona la modalidad de los cortes de ruta. Rematan la noticia de dos minutos los principales dirigentes agropecuarios cuya conversación finalmente tiene relación con el anuncio del título. Como televidentes nos quedamos un tanto absortos por la cantidad de hechos reunidos en una misma noticia pero contexto cero y, dentro del contexto, de memoria ni hablar. Reina el hecho actual, sin pasado, sin explicación, sin comprensión.
Cabe recordar que el 10 de marzo de 2008, a tan solo de tres meses de haber asumido, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner firma la resolución nº 125/08 que disponía un cambio en la alícuota que debían tributar las exportaciones de granos, en particular la soja. De una tasa fija del 35% del valor de las exportaciones que el Estado recaudaba hasta entonces se pasaría a un régimen de retenciones móviles: a medida que el precio del cereal subiera el Estado recaudaría un porcentaje mayor. En la práctica esto significaba que los productores conservarían los márgenes de ganancia pero casi no percibirían beneficios adicionales por la suba del precio internacional del producto. El gobierno aducía según la resolución del entonces ministro de Economía, Martín Lousteau que “los precios internacionales de cereales y oleaginosas han registrado un significativo aumento en los últimos años, con una elevada volatilidad de sus tasas de variación interanual. Que la persistencia de un escenario semejante podría repercutir negativamente sobre el conjunto de la economía a través de mayores precios internos, menor equidad distributiva y una creciente incertidumbre en lo que respecta a las decisiones de inversión del sector agropecuario. Que la modificación propuesta del esquema de derechos de exportación aplicables a un subconjunto clave de cereales y oleaginosas constituye una herramienta apropiada para solucionar los problemas previamente mencionados”.[1]
La reacción de los sectores alcanzados por la medida fue anunciar un paro nacional agropecuario que en un primer momento se tradujo en el cese de comercialización de algunos productos y días más tarde, ante la insistencia del Ejecutivo en sostener el decreto, el corte de rutas nacionales. Pero quizás, lo más importante desde la perspectiva política fue la unión estratégica que trazaron las principales cámaras empresariales del campo al crear la llamada Mesa de Enlace. Allí confluyen al día de hoy los representantes de organizaciones tradicionalmente enfrentadas como son la Sociedad Rural Argentina (SRA) -cuya presidencia a la fecha del conflicto correspondía al veterinario y criador de caballos Luciano Miguens- vocera de los grandes propietarios y la Federación Agraria Argentina (FAA) -liderada por Eduardo Buzzi, pequeño productor santafesino-  que representó desde 1912 a pequeños y medianos productores y fue la base del movimiento cooperativista agrario en la Argentina o Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), ligada a sectores medios y altos de la producción agropecuaria, encabezado por Mario Llambías con la Confederación Intercooperativa Agropecuaria (CONINAGRO) representada por Carlos Garetto. La discusión por la renta extraordinaria tuvo expresiones discursivas altisonantes que alcanzaron su punto cúlmine al año siguiente del conflicto, después de la derrota electoral del oficialismo y en ocasión de quedar inaugurada una nueva muestra del campo en el palco de la SRA. Fue su presidente, Hugo Biolcatti, quien arengó a los ruralistas a no bajar la guardia y torcerle el brazo al gobierno[2].
En tanto Telenoche mostró un esfuerzo por atender la confusión general con la inserción de comentarios a cargo de los periodistas Marcelo Bonelli y Gustavo Silvestre. Pudieron mostrar un rostro más político del conflicto toda vez que estas incursiones genéricas -una suerte de género híbrido comentario-noticia- permiten contextualizar el hecho con otros hechos no registrados cámara mediante y la mención de otros actores, principalmente del arco político, aportando una visión más completa para la audiencia.
Sin embargo en ningún tramo de la semana de estudio introdujeron elementos de memoria, jamás una alusión a conflictos anteriores entre sectores del campo y los gobiernos de Alfonsín o más atrás todavía, en tiempos del primer peronismo. Toda la serie parecía reducirse a una lucha entre dos actores políticos dentro de un conflicto casi espontáneo, sin antecedentes históricos de importancia. Quizás el ocultamiento más nítido de la memoria estuvo dado, en particular en los canales privados, por la inexplicable ausencia de la Sociedad Rural y su papel conspirativo y de grupo de presión agresivo, siempre ligado a intereses antipopulares, y muy activo a la hora de enfrentar gobiernos democráticos de base popular.
Visión 7, el noticiero de la emisora estatal no eludió la cuestión y de la mano de los comentarios de Adrián González, el columnista más combativo del noticiero, recordó los períodos de enfrentamiento con la Sociedad Rural, su resistencia a los gobiernos populares y el aliento entusiasta por el retorno del orden conservador, ya sea bajo formato militar o civil, invocando la necesidad de salvar a la patria en peligro.
El noticiero emitió fragmentos de la memoria social y política bien significativos como el ingreso del general-presidente Onganía en la carroza Cadillac descapotada o los discursos de Martínez de Hoz (apellido ilustre y constante en la conducción de la Sociedad Rural) durante su gestión como ministro de economía del ex general-presidente Jorge Videla. También los silbidos del público interrumpiendo el discurso de Alfonsín en 1988 y la respuesta enfática del presidente radical recordándole al público agropecuario su adhesión o temor a la dictadura.
También hubo una entrevista en el piso del noticiero a un dirigente rural que denunció el empleo en negro dentro del sector y la falta de propuestas de los dirigentes de la mesa de enlace para resolverlo.
Sin duda otras memorias podrían entrar en juego pero los canales privados prefirieron obviarlas y dedicarse a construir las memorias del presente, las escasas referencias a las luchas históricas de la Federación Agraria fueron más que elocuentes.[3] De todos modos el mensaje queda incompleto.
Y en esta cuestión también la discutida ley de radiodifusión tiene algo que decir. En un contexto más pluralista de medios de comunicación seguramente las audiencias podrían tener más alternativas y oportunidades de activar sus memorias.





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De olvidos benévolos
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La memoria y su contracara, el olvido, pujan permanentemente a lo largo de la historia. El período 76-83 y sus secuelas son un tiempo excepcional de construcción e intento de destrucción de memoria, semejantes por su importancia a otras luchas civiles del siglo XIX pero hoy con un resultado diferente: las memorias diversas rellenan el esqueleto de la historia como no pudo hacerse en aquella época cuando la historiografía liberal construyó a gusto el relato de la nación sin la contrapartida de otras memorias que años más tarde se fueron desempolvando.
Ya en pleno proceso el ex general Videla había montado un marketing civilizador y político de su persona que desembocaría en una democracia sana y limpia de contaminantes subversivos. La pantera rosa fue uno de los juegos de imagen montados en ese entonces cuya proyección futura, si hubiese triunfado la bestia, debiera significar la figura de un general libertador, lleno de grandeza que garantizó el tránsito gradual (15 o 20 años, escalonando elecciones municipales primero, luego provinciales y por último –una vez alcanzada la madurez cívica necesaria, las presidenciales) hacia la nueva Argentina. La incapacidad política y las contradicciones internas de la junta de comandantes dio por tierra con el sueño y la caída estrepitosa del final, vía Malvinas, dejó muy pocos rastros. Sin embargo la necesidad de ocultar/olvidar siguió vigente hasta la entrega del poder en manos de Raúl Alfonsín. El último presidente de la dictadura, el ex general Reinaldo Bignone, y su lugarteniente, el general Cristino Nicolaides ordenaron la quema de todos los archivos de la represión, en un acto de extrema pasión por el olvido y la memoria, como se dijo anteriormente, se construye además en los relatos, en la oralidad y allí uno de los errores fue dejar sobrevivientes de los centros clandestinos. Curiosamente Massera y su plan político que integraba ex Montoneros aportó un número de sobrevivientes de la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) que luego serían clave a la hora de testimoniar en la CONADEP (Comisión Nacional de Desaparición de Personas) y los juicios a las juntas de comandantes en 1985.
Precisamente la CONADEP y los juicios que estamparon su huella histórica en el NUNCA MÁS fueron otro punto de controversia en la disputa memoria-olvido: la célebre teoría de los 2 demonios que sirvió a los fiscales para condenar a los máximos responsables de las desapariciones y también, en un mismo plano de responsabilidad, a los líderes de las organizaciones guerrilleras.
La batalla por la memoria tuvo en este punto dos capítulos, uno con la redacción del Nunca Más original (1984) y otro con la redacción del segundo Nunca Más (2006) durante el ciclo kirchnerista, cerca de conseguir las nulidades de las leyes del perdón y con la reapertura de los juicios a militares y cómplices civiles de la dictadura.
Las críticas al prólogo del Nunca Más, escrito nada menos que por  Ernesto Sábato fueron muy duras pero pocas veces trascendieron hacia el público masivo y aún peor: durante casi todo el período de la recuperación democrática la convicción generalizada, en especial para amplios sectores juveniles fue la de la existencia de dos males enfrentados que llevaron en su lógica demoníaca a la catástrofe inevitable. Justamente ése fue el argumento justificatorio que utilizaron los represores para llevar adelante la masacre.
Tal reducción de las causas de la violencia política aún están vigentes y si bien en el ámbito judicial las responsabilidades son muy claras la cuestión se vuelve mucho más turbia cuando hay que transitar por las zonas de la memoria colectiva.
Es contundente y lúcida la crítica que la escritora Elsa Drucaroff realizara al célebre prólogo. “El efecto terrorífico que produce el prólogo de Sábato está generado por la abstracción de relaciones sociales e históricas y el reemplazo de esas fuerzas vivas, comprensibles, entramadas en una lucha política, por sujetos abstractos o no humanos, incluso demoníacos.” (Drucaroff; 2002)
La autora punzaba aún más en la textualidad de Sábato porque el desatino del escritor “nos tiñe a todos con una culpa colectiva y abstracta” y además les quita a los desaparecidos una cualidad fundamental para la interpretación histórico-política de la violencia y es su “voluntad revolucionaria”. (Drucaroff; 2002)
Pero este conflicto por la memoria tuvo su página más reciente en 2006 bajo la presidencia de Néstor Kirchner y por iniciativa de la Secretaría de Derechos Humanos, se insertó un segundo prólogo a la 30º edición del Nunca Más corrigiendo el anterior: “…es inaceptable pretender justificar el terrorismo de Estado como una suerte de juego de violencias contrapuestas como si fuera posible buscar una simetría justificatoria en la acción de particulares…(…)…las injusticias sociales que son una afrenta a la dignidad humana” y también fijaba el número de desaparecidos en 30.000 personas.
Los medios con mayor dominio del mercado informativo tomaron la discusión como parte de la ofensiva política del gobierno en materia de derechos humanos y pasaron a un segundo plano la temática de fondo, es decir las causas del infierno. Eso sí, hubo voces contrarias que se manifestaron con dureza ante la eventualidad de una discusión o que otro punto de vista pudiera colocarse al lado del prólogo original, como si se tratara de un contenido pétreo e inamovible, con dueños e intérpretes oficiales de lo acontecido.
Como síntesis de aquellas reacciones valen las palabras de la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú –integrante de la CONADEP- que sentenció: "No sólo es una insolencia hacia Sábato, sino que también es una grave falta histórica creer que el «Nunca más» constituye una apología de la teoría de los dos demonios". [4]



Bibliografía

Castells, M. (2004). El poder de la identidad. Barcelona. Alianza Editorial.

De Certeau, M. (1996). La invención de lo cotidiano I. México DF. Universidad Iberoamericana.

Drucaroff, Elsa (2002). Por algo fue. Análisis del prólogo al Nunca Más, de Ernesto Sábato. Tres Galgos nº 3. Buenos Aires 

Feld, C. (2008). Oficios Terrestres. Memoria y televisión, una relación compleja. La Plata. Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP).

Halbwachs, M. (1952). Les cadres sociaux de la mémoire. París.

Hervieu-Léger, D. (1996), “Sociedad y Religión” nº 14/15. París.
Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales.

Nunca Más (1984). Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Buenos Aires. Eudeba.


[1] Resolución nº 125/08.http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/anexos/135000-139999/138567/norma.htm
[2] Fragmentos del discurso de Biolcatti.."El campo argentino sigue siendo el eje central del desarrollo";  "El campo ha dejado de ser la mansa vaca lechera para cubrir el costo de las ineficientes políticas equivocadas”; "Cuántas cosas pasaron... una de las peores sequías, la crisis, epidemias predecibles e impredecibles, y un predador insaciable, el Estado",http://www.perfil.com/contenidos/2009/08/01/noticia_0026.html y http://www.notiexpress.com.ar/news.cgi?accion=vernew&id=63887

[3] La Federación Agraria Argentina se creó en 1912 para enfrentar a los terratenientes por las duras condiciones que imponían en cuanto a los arrendamientos de los campos. Se trataba de chacareros que habían iniciado una huelga después de la asamblea conocida como el Grito de Alcorta. Varios  dirigentes agrarios fueron asesinados. A pesar del violento accionar de los terratenientes, los huelguistas fueron logrando cada vez más adhesiones. Al apoyo inicial de los anarquistas y socialistas, de los curas y los pequeños comerciantes, fueron sumándose los profesionales y amplios sectores populares. Ante el temor de tener que afrontar grandes pérdidas económicas, los terratenientes fueron cediendo lentamente y hacia mediados de 1913 la inmensa mayoría de los arrendatarios había logrado una importante rebaja de los arrendamientos. De todos modos, la oligarquía logró mantener cláusulas leoninas en los contratos, que imponían restricciones a la libertad de comprar y vender.
El Grito de Alcorta, si bien no modificó sustancialmente la estructura agraria, favoreció el surgimiento de organizaciones campesinas en otros lugares del país. http://es.wikipedia.org/wiki/Grito_de_Alcorta

[4] Oliver Galak . Controversia por el prólogo agregado al informe  Nunca Más. www.lanacion.com.ar  19/05/2006. 

PERIODISMO. La penumbra informativa. (2004)


La penumbra informativa

Mitos y pecados en el periodismo de transición

Por Daniel Guillermo Gutma
                                                                                            Agosto 2004


Índice

Introducción. Mitos y pecados en el periodismo de transición.....pág.  3


1.     En el principio era la mentira.........................................................pág.  9


2.     Objetividad, el grito sagrado..........................................................pág. 24


3.  La opinión de los que publican.......................................................pág. 40


4.  Empleados del poder......................................................................pág. 57


5.  La fábrica de distorsiones...............................................................pág. 82


6.  Bajo la ley de los multi-miedos.......................................................pág. 102


7.  Viejos y nuevos periodismos..........................................................pág. 125


8.  Salven al periodismo......................................................................pág. 149


Anexo I.  Entrevistas-Conferencias....................................................pág. 175

Anexo II.  Principios éticos y deontológicas.......................................pág. 223

Anexo III. Estadísticas-Cuadros.........................................................pág. 233



La penumbra informativa

Mitos y pecados en el periodismo de transición

La carga parece demasiado pesada. El periodismo debe cumplir con un sinnúmero de requisitos para que el público pueda convalidar la existencia de empresas productoras de información. ¿Debe atender el periodismo semejante demanda? Sí, porque el imaginario social percibe una brecha creciente entre ese modelo y las expresiones cotidianas que emiten las empresas de comunicación. Ese ejercicio espontáneo, exacerbado por la sofocación informativa, permitió el desarrollo de una audiencia crítica, deseosa de un periodismo auténtico. Un periodismo que responda por un lado a parámetros de ética y calidad y por otro que sea capaz de dar cuenta de esa demanda y avanzar en una línea de sinceramiento frente a sus lectores. Lectores. Porque el diario es ¿será? la madre del periodismo. Sin diarios, impresos o digitalizados, sólo es posible imaginar un caos informativo donde la Torre de Babel profetizada por analistas de la Comunicación se materializaría rápidamente.
Pero allí están los diarios, para contener el desorden y desde los diarios deberían partir iniciativas audaces para recomponer la relación con el público. Una relación más realista y razonable, caracterizada por la transparencia del espacio de producción de las noticias que permita visualizar las rutinas periodísticas y haga más comprensible el producto final.
Esta demanda de claridad es de particular importancia en lo relativo a información política y económica por el efecto que tiene en la vida de la nación, en la perfectibilidad de la democracia y en la difusión de la cultura. Sin democracia no habría lugar a discusión.
Pero en democracia los actores principales saben jugar y apuestan fuerte. A nadie escapa a esta altura la intensidad y el grado de presión a la que se ven sometidos los medios que, jaqueados por la escasez de recursos, intentan mantener el precario equilibrio entre los intereses comerciales y la credibilidad. Y con la credibilidad no puede haber medias tintas ni soluciones parciales.
Los últimos años muestran como la sociedad del espectáculo con la información engendró dragones comunicacionales, llamados multimedios, con una inclinación favorable hacia el show, y lo peor es que esta tendencia no se reduce al periodismo televisivo sino que avanza en dirección a la gráfica, que en su afán competidor con los medios audiovisuales está dejando jirones de su identidad y sentido.                         
Al tironeo comercial y la necesidad de supervivencia se suman anteriores patologías que no terminan de asumirse como tales y mantienen una patética actualidad. Por ejemplo, la idolatría de la objetividad, esa diosa que no termina de manifestarse y sin embargo conserva sus altares, algo mancillados, pero vigentes en numerosas redacciones. O la invocación de una opinión pública –objeto renuente a definición- a la que se dice servir y diera la impresión que se la burla cuando se diseña una agenda, muchas veces, tan distante de los supuestos destinatarios que hacen irreconocible el mensaje. O en sentido inverso la obviedad de sus ediciones que convierten a los medios en simples hacedores de folletos de agencia o newsletters de grupos de interés.
En este sentido la Comunicación Institucional exhibe importantes avances y se maneja con buena cintura en el mundo mediático ante la perplejidad, el desinterés o la conveniencia de la estructura periodística.  Las grandes empresas amplían sus áreas de comunicación, capitalizando recursos de la Universidad, con ventaja sobre los responsables de los medios que, por ahora, se atreven sólo a reclutar mano de obra calificada a precio conveniente.
Desde los círculos políticos se establecen relaciones con el periodismo un tanto carnales, oscilando entre la maternidad y el adulterio según de donde soplen los vientos del poder. Las redacciones son vistas como aliadas o enemigas, circulan rumores sobre operaciones de prensa, periodistas que perciben segundos sueldos, listas con nombres de favorecidos por los servicios. Crece la sospecha y la corrupción se mete en el ámbito informativo y se sigue barriendo bajo la alfombra, mientras la sociedad registra la escena y va dando la espalda a quienes se encargan de informarla.  
La llamada Teoría de la Comunicación sigue rascando en la superficie, con varios estudios interesantes sobre los espacios de producción noticiosa pero casi resignados a toparse con obstáculos insalvables a la hora de comprender el fenómeno. Ya desde los primeros estudios del newsmaking se reconocía esta dificultad por la preponderancia de las relaciones informales dentro de la redacción y los criterios de selección de las noticias, expuestos a cambios constantes. Quizás los aportes más lúcidos sobre el tema provienen del análisis de las distorsiones de los valores noticia, otro ítem en crisis, digno de debatirse con energía en el ámbito académico ya que están sufriendo transformaciones de peso y no pueden pasarse por alto.
Sea como fuere, el discurso periodístico no puede seguir navegando en la paradoja de exigir a las instituciones un grado creciente de transparencia y persistir en el juego de las escondidas. La hipocresía o el cinismo no son buenos consejeros.
Hubo movimientos en orden a satisfacer el deseo de una proximidad con el público. En los años 90 el periodismo cívico irrumpió con fuerza en los Estados Unidos bajo el paraguas protector de grandes diarios y en la Argentina tuvo su réplica modesta dentro de las organizaciones no gubernamentales. También aparecieron más defensores del lector, el correo electrónico abrió una nueva vía de comunicación con los periodistas, las radios dieron más cabida a los llamados de oyentes.
En Europa siguen en marcha las experiencias que permiten despejar el acceso de los periodistas a la información pública y desarmar la trama secreta de las relaciones entre el poder y el periodismo.
Mientras tanto en Internet aparecieron propuestas alternativas, en continuo crecimiento, como los portales para periodistas, agencias de noticias en línea, weblogs y sitios especializados que compiten con los diarios tradicionales los que, lamentablemente, repiten en línea los vicios de la edición impresa. Y la credibilidad sigue en baja.
Transparentar es un buen remedio. Habrá que pensar de qué manera. Pero con la certeza de que cualquier intento es válido para atenuar el descenso en la confianza y la mirada incrédula del público.
El reclamo de transparencia puede sonar a ingenuo dentro de los oídos de quienes comandan la actividad periodística. Quizás ya no crean o desistieron del rol mediador del periodismo y forman parte del poder o la resignación.
Este trabajo sólo pretende enumerar algunos aspectos que opacan la profesión y favorecen el status imperante como si se tratara de obstáculos para cualquier intento superador.
Hablar de transparencia es caminar en esa dirección, es acercarse un poco más al océano inconmensurable de la verdad.
Descorrer unos centímetros el telón de fondo no implica quedar desguarnecido frente a competidores o adversarios es consolidar las funciones esenciales del periodismo. En definitiva se trata de transparentar, de aclarar dudas y eliminar sospechas. 
Por cierto cabe destacar la naturaleza del trabajo periodístico. Es claro que el vértigo informativo deja poco espacio para la reflexión o la autocrítica lo cual constituye un atenuante pero de ninguna manera un justicativo para no modificar errores acumulados.

1. En el principio era la mentira


La mentira es una vieja compañera del periodismo. Lo acompañó y acompañará mientras exista. Es el lado oscuro por excelencia de la profesión y cobra formas diversas. A veces se presenta con apariencia burda, simple macaneo, otras es sutil y se camufla bajo el ropaje de la verosimilitud como pueden ser las consuetudinarias operaciones de prensa. También hay una mentira –la más extendida- que omite, una enorme bolsa de material descartable que por motivos diversos no formó parte de la información publicada. No se trata del buen ejercicio profesional (responsabilidad social, resguardo de la intimidad, etc) sino de la mordaza interna que impone silencio por el riesgo de rozar intereses conectados con el medio, por falta de idoneidad, por una visión distorsionada del valor informativo, por escasez de recursos humanos, distancia con los temas de la agenda pública, entre muchos otros.  
Pero la inclinación omitiva de los medios es parte de su opacidad, lo que forma parte del desarrollo del presente trabajo y se abordará más adelante.
La mentira absoluta y maléfica es a la vez excitante, porque de resultar descubierta, se convierte en una oportunidad para el público de asomarse a la entretela informativa y conocer alguna de sus prácticas.
Sin duda el caso por excelencia, no sólo de nuestros días sino proyectado hacia la historia del periodismo, es la bomba fraudulenta que explotó en el New York Times (NYT), otrora sinónimo de garantía de calidad.
Para el periodismo vernáculo no deja de ser un hecho semidulce, casi impensado de hallar en tierras del superdesarrollo. Aunque si se usaran los espejos o las cámaras ocultas podrían verse las mismas mañas de este lado del mostrador, con el agravante de que el periodismo local prefiere tapar antes que exponer la interminable ristra de pecados que acompañan a la burda mentira.
Cuando se descubrió que Jayson Blair, 27 años, periodista estrella del NYT, había plagiado partes de una nota sobre la familia de un soldado norteamericano desaparecido en la guerra de Irak y la credibilidad del diario se hizo pedazos, las autoridades debieron apelar a lo que finalmente es la mejor herramienta: la honestidad (2003) (1).
Primero forzó la renuncia de tan creativo informador, luego pidió perdón a sus lectores y finalmente destinó a cinco de sus periodistas y varios investigadores a recorrer la tarea de Blair desde 2002 hasta el período de la guerra de Irak. La investigación, publicada por el diario norteamericano en su página de Internet, detectó falsificaciones y plagios en 36 de los 73 artículos después de realizar más de 150 entrevistas con personas citadas por Blair.  Hubo además consultas a periodistas que compartieron coberturas con él, se reunieron documentos de redactores y editores del diario, detalles sobre gastos telefónicos en viajes, correos electrónicos e informes sobre gastos varios del periodista en cuestión.
Pero lo más destacado, a los fines de la transparencia, resulta el justificativo que ofrece el NYT para explicar porqué tardaron tantos meses en advertir los engaños del periodista. Allí aparecen argumentos tales como fallas en la comunicación entre editores, errores de criterio, imprevisión del estilo irresponsable del periodista y pocos reclamos de los involucrados en las notas. Frente a tanto mal el remedio no parecía suficiente y meses más tarde fue descabezada la cúpula del diario –bajo el manto piadoso de la renuncia- ya que al proseguir las investigaciones hacia atrás, del derrotero de Blair surgió nueva evidencia sobre problemas en la política informativa, las prácticas de contratación y la atribución a fuentes no identificadas (2003) (2).
Mientras tanto otros prominentes diarios norteamericanos como New Republic, Chicago Tribune y Boston Globe también padecían la inventiva de periodistas. Para colmo, por estos días –abril 2004- el USA Today, el periódico norteamericano de mayor circulación, con dos millones de ejemplares diarios, destapó una olla de mentiras elaboradas a fuego lento durante casi 10 años por Jack Kelly, su corresponsal de lujo, quien entre otros cuentos de aventuras narró, en carácter de cronista, una supuesta persecusión del terrorista Bin Laden y el escape de seis refugiados de la isla de Cuba quienes luego se ahogaron (2004) (2 b). La evidencia del embuste obligó a la editora general a renunciar  por no haber detectado a tiempo la conducta fraudulenta del periodista.
La Universidad de Columbia, dentro del “Proyecto para la Excelencia del Periodismo”  no tardó demasiado en ofrecer datos cuantitativos acerca del estado de ánimo de la población con respecto a los medios (2004) (3). El informe de 500 páginas titulado “The state of the news media 2004” señala una caída en la circulación de los grandes diarios del 11%, desde 1990, mientras que el rating de los noticieros de TV abierta perdieron el 34% durante el mismo lapso.
En el caso de los grandes diarios la causa principal del descenso sería la pérdida de credibilidad y no la competencia con nuevas tecnologías como algunos especialistas venían sugiriendo. Un dato interesante que se extrae del estudio de la universidad norteamericana es la clara percepción del público encuestado sobre la naturaleza penumbrosa de los periodistas quienes, según el 67% de los encuestados, “hacen todo lo posible para ocultar sus errores”.
Los problemas de credibilidad se agudizan. Lo que hace un lustro era un debate entre especialistas, originado en una serie de accidentes propios del oficio, se convirtió en crisis. En 1998, la American Society of Newspaper Editors (ASNE), alertaba acerca del clima de escepticismo que imperaba entre el público frente a la inexactitud de las noticias, después de encuestar a 3000 adultos en un estudio que demoró tres años en su elaboración (1998) (4). En aquel entonces existían dudas en cuanto a la índole de la desconfianza pública, como si se tratase de un fenómeno puntual, exacerbado por el sensacionalismo, errores ortográficos, desconexión con los lectores o prejuicios presentes en los periodistas. 
Y por casa no andamos mucho mejor. De los dos grandes diarios hay visiones semejantes aunque con matices. Si bien ambos guardan la norma “casi mafiosa” que impide hacer periodismo de periodistas para Clarín la cuestión, al menos de cara al público, no es tan complicada como en los Estados Unidos o Gran Bretaña mientras que en La Nación parecen estar un poco más preocupados.
Precisamente, la tribuna mitrista reporta y lamenta la desconfianza del público, por razones éticas o de idoneidad profesional, en los medios de comunicación. Claro, las circunstancias son muy desfavorables desde fines de 2001, en ocasión del derrumbe institucional sufrido a partir de la caída de De la Rua y del cuestionamiento generalizado de la sociedad a todas las organizaciones, tanto públicas como privadas. Y el periodismo resultó uno de los más golpeados.
La corrupción había hecho estragos también dentro de la prensa, el órgano encargado de la vigilancia republicana. Y no se trata de una defección menor, es tan grave como el policía que se dedica a delinquir. Pocos meses después del terremoto social, una encuesta del Centro de Estudios Nueva Mayoría certificaba el abrupto bajón en la imagen positiva de los medios, nada menos que un descenso de 44% al 27% (2002) (5), pero los grandes cambios imaginados para superar la debacle no vinieron. Tan sólo Morales Solá avanzó en ese entonces con su conocida autocrítica, reproducida hasta el cansancio. Quizás por tratarse de un cuestionamiento solitario, a y desde los medios, terminó por convertirse casi en pieza única para el debate sobre el comportamiento de la prensa argentina (Mitchell; 2003) (6).
Pero los trapos sucios se ventilaron afuera, en un crudo informe sobre la situación del periodismo en el mundo y La Nación recogió el guante. Fiel a su raíz cosmopolita, sintió el impacto y reconoció, nada menos que en su página editorial, gran parte de los males que retuercen al periodismo argentino (2004) (7). La crítica surgió de un informe conjunto del Instituto de Relaciones Públicas de los Estados Unidos y la Asociación Internacional de Relaciones Públicas, cuya sede está en Londres, ubicando a la Argentina en el puesto 44 entre 66 países analizados por su conducta periodística. Entre otras linduras se achaca a los argentinos publicar notas a cambio de favores o compensaciones económicas poco transparentes.
Encomiable fue la postura del tradicional diario, al que se debe reconocer la cobertura de seminarios o conferencias de crítica de medios y la existencia de la columna Medios que ofrece de modo rasante las novedades sobre el tema.  
En tanto, entre displicente y socarrón, el diario Clarín expresa desde su particular columna Del editor al lector la complacencia con los datos que arrimó, casualmente, una consultora local mostrando la confianza del público argentino en sus medios de prensa (2004) (8). Confianza que alcanzaría al 50% de los encuestados, una medida que no da para festejos si tenemos en cuenta que la credibilidad de un diario es su patrimonio primordial, o sea que la mitad de ese patrimonio está comprometido.
En lo que a fraudes se refiere, no puede pasarse por alto el capítulo argentino sobre la guerra de Irak protagonizado por la revista TXT y su corresponsal, el periodista argentino Jorge Zicolillo (2003) (9). La editora María O Donnell demandó a Zicolillo por tentativa de fraude después de verificar que el periodista no había estado en los lugares de referencia de sus coberturas. Para los editores de la revista las alarmas comenzaron a funcionar a partir del seguimiento de la competencia, en este caso Clarín que insistía en afirmar que era el único medio nacional en Bagdad.
Más tarde el periodista ensayó una defensa desde las páginas del mismo matutino, alegando la raíz gremial del problema porque la editorial le reclamaba una tarea mucho más amplia de la que él había acordado.
Está a la vista: hay mucha mentira dando vuelta por el mundo. Pero la buena noticia es que sale a la luz. La mala es que no se ponga mayor esmero en la crítica de los medios sobre sí mismos, sin aguardar por el escándalo y en vez de padecer en silencio sus malas prácticas y errores podría fortalecerse bajo la sólidez del autocontrol y la transparencia, abriendo al ojo del público los mecanismos de obtención y difusión de noticias.
Este esfuerzo autocrítico constituye un imperativo ético ya que la difusión de la verdad –toda la verdad- es un bien social. Lo contrario, llámese ocultamiento o deformación significan un claro perjuicio para la sociedad (2003) (10).
“Si el pueblo espera que se le digan verdades y acusa cuando no le llegan o le llegan de mala manera es porque cree que la verdad existe y que alguien puede conocerla y comunicarla con fidelidad” (11).
A veces nos enfrentamos a fuertes discusiones acerca de la Verdad. Es incuestionable su sentido filosófico, pero para evitar tamaño despropósito –debido a la ignorancia de quien escribe en la materia- podríamos resumir la cuestión a una simple dicotomía: la verdad para un periodista equivale a no mentir (en los términos expuestos con anterioridad, con el más amplio sentido). De este modo puede evitarse cualquier tentación de debate metafísico y partir de un principio elemental: negar la mentira.
La democracia no puede vivir sin la verdad o no-mentira, y el oxígeno de una democracia es la circulación de la información. Entonces, si la información que circula es verdadera, la democracia respirará aire puro con los consiguientes beneficios para la ciudadanía.
Otro inconveniente, después de saltar con brutalismo el meollo filosófico, es la presencia inevitable de ideologías. Bajo el imperio de la transparencia la ideología de la que se reviste un medio sería un factor mas a tener en consideración pero dentro de un escenario opaco adquiere otras connotaciones.
La Europa anterior a la caída del muro de Berlín (1989) es un escenario propicio para identificar el componente ideológico como elemento distorsionador. Si bien por aquellos tiempos las ideologías tenían rostros más definidos que las difusas máscaras de la actualidad, el hecho de ubicarnos en el anochecer de la Guerra Fría sirve a los fines ilustrativos y orientativos para reconocer las nuevas y viejas formas que adquiere las ideologías dentro del ámbito periodístico.
El periodista francés Jean François Revel destaca esta presencia en su libro El conocimiento inútil, donde plantea la falta de honradez intelectual de las derechas hasta 1945 y de las izquierdas desde ese entonces. El autor apunta contra la cuádruple función de la ideología: 1) instrumento de poder, 2) mecanismo de defensa contra la información 3) pretexto para minimizar los valores morales y 4) se sustrae de la experiencia, el criterio de acierto o fracaso está supeditado al refuerzo ideológico (Revel; 1989) (12).           
El periodista francés ensaya una definición de ideología, siempre considerada dentro del espacio de la producción de noticias, a la que achaca su condición de exculpadora de aberraciones éticas, como si fuese una llave para abrir las puertas de la impunidad profesional (13). Frente a la pregunta ¿qué es una ideología? Revel la define como una triple dispensa: la primera es intelectual y permite seleccionar e incluso inventar los hechos que son coherentes con los ideales que se propugnan y, por otro lado, sirven para ocultar, omitir o negar los hechos que la contradicen; la segunda es la dispensa práctica que elimina cualquier intento de refutación, las explicaciones son muchas veces simples eslogan sin discusión posible, las cosas son así como se enuncian aunque se den de patadas con la realidad; la tercera dispensa es de índole moral y pone la ideología por encima de las nociones del bien y del mal como fuente de la verdad.
Desde ya, frente a tales prácticas, son muchas las organizaciones y las personas que se ven afectadas y piden permiso para cuestionar la veracidad de las noticias difundidas. La respuesta frente a semejante atrevimiento es la reacción corporativa que advierte sobre los supuestos riesgos a la libertad de expresión, al derecho a la información y otros derechos agraviados por alguna voz irresponsable que se atrevió a cuestionar o tan sólo a dudar de determinada información (13).
Si regresamos a nuestros pagos por un momento, tenemos un ejemplo al alcance de la mano en el cruce de opiniones entre el ministro de Economía, Roberto Lavagna y el periodista multimedio Marcelo Bonelli, del grupo Clarín (ver diarios nacionales, semana del 11 al 18 de abril de 2004). La controversia desató la furia gremial de la Asociación de Entidades Periodísticas (ADEPA) y fue elevada al pedestal de los editoriales matutinos en nombre de la libertad de prensa. No hubo espacio para el debate. La oportunidad de ir al fondo de la cuestión se diluyó rápidamente entre los gritos histéricos de los campeones de la libertad. Nuevamente el mensaje hacia la sociedad fue el de inmunidad absoluta, libre de normas éticas o técnicas, cancelando cualquier discusión crítica.
Retomando el texto de Revel, éste se interroga sobre las pretensiones de los  periodistas de estar sometidos sólo a normas que emanen de su conciencia y en cambio exigen todo clase de controles a los responsables de la política, los negocios, sindicalistas, funcionarios, policías, etc. (14). Tal pretensión deviene en un acto de hipocresía, donde la crítica es una virtud para todos los actores sociales excepto para el periodismo, único grupo exento de rendirle cuentas a la sociedad a la que dice servir. El periodista puede equivocarse, nadie puede señalar el error. El error goza entonces de buena salud. Si no hay control de calidad, no hay error y el error persiste.
No se discute aquí el derecho a equivocarse que tiene un periodista, pero el error es admisible dentro de un marco de transparencia, cuando queda claro que el periodista hizo todo lo que estaba a su alcance para satisfacer las exigencias de la verdad, es decir exponer todo cuanto sabía sin inventar ni omitir los hechos que no pudieron conocerse. Esto no implica desconocer los límites que existen para arribar a una información exhaustiva, pero los estudios sobre medios de comunicación enseñan que la mayor parte de los errores y omisiones son voluntarios mientras que una fracción menor corresponde a la falta de idoneidad (15).
Para Revel el arrepentimiento no es un rasgo característico de la prensa(16), aunque el siglo XXI está dando muestras abundantes de solicitudes públicas de perdón. Para ejemplificar cabe recordar el caso citado de fraude en el NYT y lo mismo aconteció con la revista TXT. De todos modos, si fuera por la cantidad de errores cometidos quizás habría que imprimir un diario paralelo con las excusas por mala praxis; Internet es una buena alternativa para intentar la absolución pública.
Otro camino es la autocrítica, muy poco frecuentada por los medios locales, salvo honrosas excepciones, y en todo caso se trata de autocríticas blandas (intromisión en la vida privada, imágenes inconvenientes, difusión de noticias negativas, entre otras) que no se refieren a la verdad o falsedad de la información o al conocimiento del mundo que nos ofrecen (17).   
La inmunidad periodística que cobija la mentira también aporta su cuota de tragedia. Ante la ausencia de una práctica transparentista, la mentira se convierte en rutina y puede llevar a la muerte. El corresponsal del canal británico Sky News encontró en el suicidio la única alternativa al desempleo que le sobrevino después de ser obligado a renunciar por haber falseado una nota en vivo. Simulando transmitir desde un submarino nuclear inglés, el periodista relataba las incidencias de un disparo de misil crucero bajo las aguas del Golfo Pérsico en plena zona de guerra (18).
La contracara es el inminente lanzamiento del libro de Jayson Blair, el gran fabulador del New York Times, quien cobrará medio millón de dólares por contar su historia de la guerra de Irak, como si certificara la célebre frase “La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”.

Referencias del capítulo 1.
(1) Susana Reinoso, “Un periodista de The New Times plagiaba sus artículos”, Diario La Nación, Cultura, Bs.As. 11/05/2003. 
(2) Alberto Armendáriz, “Por un escándalo se van los directores de The New York Times”, Diario La Nación, Cultura, Bs.As., 06/06/2003.
(2b) Jacques Steinberg, ”Renunció la responsable del USA Today por el fraude de un periodista, Diario Clarín, Bs. As, 22/04/2004.
(3) Ernesto Carmona, “El negocio mediático está en decadencia en Estados Unidos”, www.argenpress.info, Bs.As., 2004
(4) Juana Libedinsky, “En EE.UU. se debate la credibilidad”, Diario La Nación, Cultura, Bs.As., 26/12/1998.
(5) ”Desciende la imagen de los medios en la opinión pública”, Cultura, Diario La Nación,Bs. As, 2002.
(6) Susana Mitchell, ¿Qué es el Periodismo? Bs.As.,Educa,2003, p.78-82
(7) ”Debilidades éticas del periodismo”,Opinión, Diario La Nación, Bs.As, 11/04/2004
(8) Ricardo Kirschbaum, “Ángeles y demonios en el periodismo”, Del editor al lector, Diario Clarín, Bs.As., 14/04/2004.
(9) ”La revista TXT demanda a su corresponsal en Bagdad porque nunca estuvo allí”,www.saladeprensa.org, archivos, abril 2003.
(10) Roberto Aras. “Fundamentos para una ética de la transparencia periodística”, Instituto de Comunicación Social-UCA, Boletín nº 5, pág 54-57, Bs.As. 2003.
(11) Citado en Id.pág.55
(12) Jean François Revel, El conocimiento inútil, Barcelona, Editorial Planeta,1989, p.200-201
(13) Id. pág. 144.
(14) Id. pág. 222.
(15) Id. pág. 216
(16) Id. pág.236
(17) Id. pág. 236-237
(18) ”Se suicidió un periodista que inventó una nota sobre Irak”, El Mundo, Diario Clarín, Bs.As., 7/10/2003.


2. Objetividad, el grito sagrado



Para la inmensa mayoría de los periodistas la objetividad no es posible, no existe, sin embargo sigue siendo tema de discusión y más aún revoletea por las redacciones como un ave vigilante a modo de norma inviolable del buen periodismo. Casi todos la niegan pero de repente asoma su inmensa cabeza y profiere el grito sagrado desde el fondo de los tiempos para advertir sobre los riesgos de vulnerar la regla. Es una clásula no escrita, aporta a la confusión y a veces al temor ya que sus alcances son de una imprecisión manifiesta. Pero allí permanece, y como por arte de magia siempre emerge algún representante indignado que como el ave vigilante increpa a quienes transgreden la norma. 
En el siguiente caso el reclamo trascendió el perímetro de la redacción. La Asociación de Entidades Periodísticas de la Argentina (ADEPA) representó al pájaro indignado cuando en agosto de 2003, en medio de la campaña impugnadora a la postulación de Eugenio Zaffaroni como juez de la Corte Suprema de Justicia, puso el grito en el cielo porque el jurista habría evidenciado su pensamiento contrario a la libertad de prensa (2003) (1). La prueba irrefutable: “En busca de las penas perdidas”, un texto de Zaffaroni, publicado en 1998.
De acuerdo con el análisis de ADEPA, el doctor Zaffaroni, entre otros conceptos, considera que “los medios de prensa están sujetos a los intereses de diversos factores de poder y grupos de presión....(...)....la tecnología de la manipulación es cada día mayor y que los medios no se limitan a proporcionar una falsa imagen de la realidad sino a producir la realidad”. Los analistas de ADEPA, a medida que profundizan en la textualidad herética del postulante a juez supremo concluyeron que “ello echa por la borda el principio sostenido desde ADEPA en orden a que los medios de prensa son espejos que tratan de reflejar una realidad para que ésta llegue a conocimiento de la sociedad sin tergiversar su contenido” Pero la gota que hizo rebalsar el vaso de la libertad fue la propuesta del abogado en favor de introducir “mecanismos de censura” para remediar los males de la prensa, lo que desató el pronunciamiento de la entidad y la entrega del documento condenatorio en manos del ministro de Justicia, Gustavo Béliz, y de los senadores nacionales.
El pronunciamiento –vocablo de fuerte connotación histórica: Urquiza, Caseros (1852)- podría tildarse de anecdótico e intrascendente si no se  tratara de la institución que agrupa a los diarios más importantes del país. Dejando a Zaffaroni al cuidado de especialistas en Derecho y poniendo el ojo en el texto del pronunciamiento cabe preguntarse si, efectivamente, los integrantes de la organización rectora de la prensa escrita argentina piensan que el periodismo es el espejo de la realidad. De ser así, estamos frente a un serio problema. Quedaría demostrado, entre otras inconveniencias, que los dueños de los diarios hace 40 años no leen las distintas teorías que iluminaron la función de los medios y ni siquiera curiosearon entre líneas la infinidad de artículos periodísticos publicados en los diarios del mundo y aun de la Argentina.   
“Hay allí una generación del Parque Jurásico, están congelados, les parece que decir otra cosa es una herejía y no han leído las nuevas tendencias del periodismo”, golpea Carlos Álvarez Teijeiro, profesor de Ética en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Austral (2). Según el académico “la idea positivista de la objetividad es inaplicable e indeseable, en algunas cosas hay que jugarse un poco más, prefiero una interpretación honesta. Lo que cabe es un análisis de la realidad y no la metáfora del espejo, en todo caso, haría falta un juego de espejos para ver toda la realidad.”
Desde la óptica filosófica pero tirando el ancla en suelo periodístico, otro profesor, Roberto Aras (Ética y Deontología Periodística -ICOS/UCA), describe la acción comunicativa como un proceso que nace de en medio de prensa donde un periodista transmite mediante un producto informativo una determinada visión de la realidad, la que finalmente se deposita en el ciudadano (2003) (3). En la medida en que el ciudadano es receptivo a esta transmisión estaría aceptando la óptica del periodista y por lo tanto la visión de la realidad de éste y del medio transmisor. Este proceso tendrá la impronta del órgano de prensa y llevará toda la carga de debilidades como la manipulación o el ocultamiento. Para conseguir un equilibrio debería llevar también la fortaleza de la transparencia que, para el autor, equivale a la autocrítica o la pureza informativa. Es decir, dar cuenta del ciclo de subjetividades que conforman la noticia que se puso en manos del público.
La sociología tuvo un aporte categórico sobre la objetividad periodística hacia 1978, cuando la investigadora norteamericana Gaye Tuchman habló de la construcción social de la realidad, luego de asistir a las redacciones y entrevistar periodistas por espacio de 10 años (Tuchman; 1978) (4).    
Sostiene la sociológa que el acto de producir las noticias es el acto de construir la realidad misma más que representar o reproducir una imagen de la realidad. Además, asegura que las noticias son un aliado de instituciones legitimadas que a su vez legitiman el statu quo.
Tuchman concluye que “a través de las rutinas de trabajo y la pretensión de los periodistas de arbitrar el conocimiento y presentar relatos de hechos, las noticias legitiman el statu quo.” Además los trabajos de Tuchman muestran que los rituales de objetividad generan sesgos en la información aunque pretendan lograr lo contrario. Así, por ejemplo, cuando citan los testimonios de los líderes de un movimiento controvertido o poco difundido, esos testimonios se acompañan por los de otras autoridades para equilibrar el relato. Suelen sacar de contexto las citas y las contrastan con puntos de vista más tradicionales de amplia aceptación.
Un pensamiento similar refleja Gabriel Galdón López, director del departamento de Periodismo de la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Pablo, Madrid (2000) (5). Este profesor español barre de cuajo con cualquier matiz objetivista, al que describe como un postulado falso, una supuesta neutralidad informativa que se asumió en forma acrítica por profesores, empresarios y periodistas. ”No existe en absoluto una noticia puramente objetiva. La noticia está siempre interpretada, aun cuando sólo sea por lo que omite. Ello significa que la técnica de la información sin la ética de la información es inhumana (6).” Para Galdón López es menester liberar al periodismo de la falacia objetivista ya que se trata de una costumbre y no de un principio ni de una norma valedera. Es más bien una herramienta eficaz para servir a los intereses y necesidades de los propietarios de la prensa y no la de los periodistas ni mucho menos la del público. Lo peor, en la visión del catedrático católico, es que la objetividad fue y es utilizada, con buenas o malas intenciones, por dueños de medios y periodistas individuales y lo hicieron por encima de sus convicciones cristianas, anteponiendo la diosa Objetividad al mismo Cristo (7).  
También desde la Semiótica pueden aportarse ejemplos que dan por tierra con el afán objetivista y permiten comprender el fenómeno informativo desde el plano del sujeto, de su intervención a lo largo de todo el proceso de construcción de la noticia.
En principio hay que identificar dos planos (González Requena; 1989) (8). El primero es el de los hechos, lo que sucede, lo que es en estado puro, carente de formas, inaprensible y aleatorio, es el plano de lo real. El segundo plano resulta del procesamiento del primero, es previsible e intelegible, está dotado de una determinada forma, es el plano de la realidad.
En este esquema la realidad es una construcción que toma algunos hechos, les da forma mediante el lenguaje y los transmite. Allí aparece la mano industriosa de los medios que se ocupan de construir la realidad, que son todos las noticias que serán comunicadas a la sociedad y circularán a través de ella.
Queda claro que sin la intervención subjetiva del hombre no puede haber comunicación de los hechos, los hechos no pueden transmitirse en forma mecánica o automática, sólo una máquina podría hacerlo. El hombre modela y se incorpora a este discurso llamado noticia. Es decir una vez que se decidió qué aspecto de lo real se convertirá en noticia desaparece toda posible objetividad porque se inició el proceso de construcción de la noticia y éste contiene dos aspectos absolutamente subjetivos como son la interpretación y la materialización del discurso.
El periodista interpreta la significación del hecho, le da una estructura narrativa y establece un significado según su posible grado de interés para el público y si es pasible de convertirse en noticia (condicionamientos políticos, elementos suficientes, etc).
Después vienen otras consideraciones como el género discursivo, estilo del medio, política editorial y la ubicación de la noticia dentro del discurso informativo general. ¿En qué lugar de este proceso pueden encontrarse los factores objetivos?     
El mito de la objetividad puede sanarse aplicando antiguos criterios pedagógicos que la prensa posee y debe ponerlos en alto para iluminar la profesión. La simple consigna de mostrar sin dejarse tentar por la ideología o los prejuicios, después ofrecer datos, recordar situaciones que colaboren en la contextualización y por último propiciar el debate como un aporte al pluralismo democrático (1999) (9). Y para dar el debate se requiere de honestidad, no de objetividad, a veces hay que dar información que puede ser contraria al pensamiento del medio periodístico. El periodismo debe inquietar a los lectores pero también inquietarse así mismo. Salir de una pretendida neutralidad y compartir con la sociedad los espacios de discusión, poniendo sobre la mesa la opinión del medio y además vertiendo otras ideas (10).    
Un reconocimiento explícito de la presencia del periodista en el texto informativo es uno de las virtudes que deben distinguir al profesional según lo plantea Kapuscinski (2002) (11). Luego de acumular datos el periodista debe incluir su talento imaginativo, no con una intención ficcional sino para ordenar la información y darle un sentido a los hechos, es decir la ineludible interpretación de la que resultará una historia coherente. No alcanza con una investigación profunda, ni siquiera internarse en la vida de los entrevistados  sino que toda labor periodística deberá pasar por el tamiz de la imaginación. La metáfora del espejo carece de sustento. La realidad no puede ser reflejada sólo puede ser interpretada ya que únicamente desde la subjetividad puede el periodista construir la realidad social. En un proceso donde se conjugan la intuición y la ética, la intencionalidad no es el problema, sí es un problema pretender que la versión del periodista sea la verdadera y simular desde el género, el estilo y las fuentes seleccionadas una objetividad mitológica, incomprensible. Cada periodista reconstruye los hechos desde su punto de vista particular y la mejor manera de hacer creíble ese relato es referirse de modo transparente, sin ambigüedad, al método utilizado para construirlo. Método que debe incluir los criterios de selección de fuentes, los obstáculos y presiones que limitaron el proceso y aún las emociones y la pasión del constructor de la noticia, abandonando la distancia ficticia para asumir su presencia dentro del discurso. Se trata de un hombre que hace lo que puede y lo hace de esa forma y no de otra; tan simple como reconocer la índole humana del trabajo informativo. El factor humano y no el factor objetivo es el que estira los puentes hacia el público y quizás está faltando calor humano en las redacciones de las que hoy parece soplar un frío polar que congela a los lectores, ávidos de historias verdaderas y penetrantes, pertenecientes al corazón y la mente del hombre.  Bajo esta mirada, la dicotomía hechos versus opiniones quedaría subordinada al ejercicio de una honesta subjetividad dentro de las prácticas de transparencia señaladas en párrafos anteriores.
El periodismo político es especialmente sensible a la escisión entre géneros informativos y opinativos, y este tema se conecta con la objetividad y otra vez aparecen las dudas y las indefiniciones.
Volviendo a Kapucinski, el ex corresponsal de guerra da cuenta de la existencia de dos escuelas: la del periodismo anglosajón, que se ve como un poder con capacidad de juzgar y de ahí la pretensión objetiva en el ejercicio de la profesión, lo que llevó a establecer dos esferas sin intersecciones (2002) (12). Una de ellas, la más fría, vehiculizada por la crónica informativa como género y la otra, más cálida y pasional, configurada en las columnas de opinión o análisis. En la vereda de enfrente se sitúa la escuela europea que no divide noticia y comentario; el periodista se da el lujo de opinar, dudar y apasionarse. En ambas hay riesgos y aciertos pero, para Kapucinski, la objetividad anglosajona está plagada de grietas que llenan de dudas su práctica efectiva.            
Otro periodista europeo, el francés Revel, advertía sobre la catástrofe sobreviniente para una sociedad democrática cuando el poder engaña a la opinión pública y el papel decisivo que debe jugar la prensa para impedir tal acción (Revel; 1989) (13). La democracia requiere de la concurrencia de todas las opiniones asegurando el debido pluralismo, pero para poder opinar el ciudadano debe estar informado, es decir contar con un mínimo de informaciones exactas. Aquí es donde Revel encuentra un lugar de confusión en las funciones informativas y opinativas del periodismo y como éstas últimas ocuparon un lugar privilegiado y desplazaron a las informativas. En la función opinativa debe hacerse el esfuerzo pluralista mientras que la informativa debe haber verdad o falsedad de los hechos.
Para Revel el ideal de la prensa es poner el acento en el pluralismo y no en la objetividad aunque decía que “el tópico de la objetividad imposible no es, a menudo, más que pereza... o picardía, en todo caso la objetividad no consiste en oponer opiniones contrarias en el curso de un debate; si ambas opiniones reposan sobre informaciones falsas, ¿cuál es el interés del debate?”.
El autor francés lamenta que el pluralismo se practica en la fase inicial, antes de la información, mediante una insidiosa selección que “cierra el paso, niega, apunta o amplifica, incluso las inventa, con objeto de adulterar en su fase embrionaria el proceso de formación de la opinión”.
Si bien estos temas: periodismo político y opinión pública se desarrollarán en capítulos posteriores, la noción de objetividad equivalente a pluralismo expresada por Revel resulta pertinente para incluir dentro del capítulo en curso. Además, los temas se van entrelazando y la tarea de clasificar según categorías tajantes es ardua y desconoce la complejidad del proceso.
Algo similar ocurre con el Columbia Review, publicación ligada a la Universidad de Columbia, casi un templo sagrado del periodismo norteamericano, cuyo objetivo es monitorear la actividad profesional.
En un extenso artículo cruza la objetividad con la dependencia de las fuentes oficiales que, junto a la manipulación del poder político constituyen serios talones de Aquiles para la función de los medios. 
Es que el ataque a las torres gemelas de Nueva York, en 2001, (o 11-S) y la posterior escalada belicista desatada por Bush en busca de los responsables  desataron viejos apotegmas del periodismo norteamericano. Más tarde, las imprecisiones de la Casa Blanca para justificar la invasión a Irak terminaron por enrarecer la atmósfera mediática.  Y, en gran parte, los baches en la cobertura de la guerra se relacionarían con la ancestral devoción que los norteamericanos tienen por la objetividad.
Pero el sentido de la objetividad es bien diferente del europeo. Es mucho más complicado desentrañar el misterio ya que los principios objetivistas eran inculcados con energía en las escuelas de periodismo o cuando el periodista obtenía su primer trabajo. El periodista bisoño o el estudiante de periodismo aprendieron que el mundo informativo se rige por dos principios básicos de objetivos, dos “centinelas mellizos”: la veracidad y el equilibrio y escucharon de boca de sus maestros que la objetividad es ver “el mundo tal cual es, no como yo deseo que se vea” (Cunnigham; 2003) (14).
Es claro que se trataba de una normativa difusa, amplia e incierta -su permanencia en la historia del periodismo no deja de asombrarnos- y fue recién en 1996 que la Sociedad de Periodistas Profesionales decidieron cortar por lo sano y arrancaron el vocablo “objetividad” de su código de ética y con el mismo impulso retocaron la expresión LA VERDAD para reemplazarla por una más modesta: VERDAD.
Pero la objetividad se niega a bajarse del trono y sigue instalada en la psiquis periodística y da muestras de estar con vida. El problema es que el periodismo norteamericano no encuentra quien reemplace la herramienta con la misma eficacia que hasta ahora permitía a los periodistas moverse con la conciencia tranquila dentro del terreno de las ambigüedades.
De este modo la objetividad podía resolver la cuestión de investigar a fondo pero ser neutral, conmoverse y permanecer a distancia, ser ecuánime pero tomar una posición, entre otros conflictos. No deja de llamar la atención como todavía los periodistas reaccionan cuando alguién sugiere que han vulnerado la objetividad informativa o no dicen la verdad o la noticia carece del equilibrio necesario. Por eso sigue vigente, porque la mayoría de los periodistas siguen creyendo y se aferran a ella; funciona como escudo frente a las críticas de otros sectores y al mismo tiempo es una instruemnto que facilita la tarea cotidiana en la redacción al permitir la toma de decisiones con rapidez y proteger al periodista de las consecuencias no deseadas de sus escritos (15).
Un ejemplo del uso confortable de los principios objetivos pudo advertirse durante la guerra de Afganistán. En octubre de 2001, Walter Isaacson, por entonces presidente de la CNN, envió un memo a los corresponsales en el exterior para recordarles que debían equilibrar los informes de víctimas afganas con referencias al atentado del 11 de setiembre, que después de todo había sido la causa de la guerra (16). 
Pero uno de los puntos más sensibles de la prensa norteamericana es la sospecha de parcialidad política. La contaminación partidista que padece gran parte del periodismo europeo, según la escuela norteamericana, es suficiente demostración de la necesidad de mantener vigente el concepto de objetividad.
Sin embargo, la persistencia esconde prácticas un tanto más profanas. La objetividad es la excusa perfecta para un periodismo perezoso. Ofrece la solución mágica cuando se avecina el cierre de edición y el informe no es completo o no hay elementos suficientes para el debate o carece de valor para los lectores. Aunque la nota no tenga demasiada consistencia, si se incluyeron las dos campanas –otra máxima objetivista- los parámetros mínimos se han alcanzado y la noticia puede publicarse.
Es decir, se manifiestan las peores compañías de la objetividad: la obsesión por la última noticia, por la primicia, la historia superficial mientras que lo verdadero y lo falso pasan a un segundo plano y encima, ante el imperio de la rapidez, las fuentes oficiales toman la delantera.
 El analista de medios Andrew Tyndall (17) observó que de las 414 notas sobre la guerra de Irak realizadas por NBC, ABC y CBS, todas excepto 34, o sea el 8%, tenían su origen en la Casa Blanca, el Departamento de Estado o el Pentágono.    
La rapidez junto con la necesidad de ampliar el mercado fueron los motores que dieron impulso al empresariado periodístico para adoptar la objetividad en el siglo XIX después que las agencias de noticias habían consolidado la la descontaminación política, la pureza informativa libre de partidismos.(18). A la neutralidad política se adosó la denominada prensa del penique, que puso el diario al alcance del gran público, y los problemas de velocidad del cierre de edición se resolvieron achicando los espacios de análisis e interpretación, lo que llevó al periodista a indagar y profundizar menos en la información y a recurrir a las siempre disponibles fuentes oficiales.
Además del factor económico, las corrientes positivistas se abalanzaron también sobre la prensa de mediados de siglo XIX, dando preeminencia al empirismo y las ciencias para explicar el mundo.
En su libro Just the Facts (1998), David Mindich describió las falencias del periodismo objetivo (década de 1890) en ocasión de producirse un incidente racial. El New York Times y otros diarios habían construido un falso equilibrio informativo durante un episodio de linchamiento de afroamericanos. Los diarios, en honor a los principios objetivistas, habían pasado por alto la cuestión de fondo que era la persecusión y el terrorismo psicológico que venían sufriendo los negros en todo el país (18).  

 

 




































Referencias del capítulo 2.

 (1) ”Preocupan a ADEPA las ideas de Zaffaroni sobre la prensa”, Política, Diario La Nación, Bs.As. 14/08/2003.
(2) Ver Anexo I. Entrevistas. Carlos Álvarez Teijeiro.
(3) Roberto Aras. “Fundamentos para una ética de la transparencia periodística”, Instituto de Comunicación Social-UCA, Boletín nº 5, pág 54-57, Bs.As. 2003.
(4) Gaye Tuchman, Making the news a study in the social construction of reality, New York, The Press Free 1978.
(5) Prof. Dr. Gabriel Galdón López,”Concepto, Método y Aspectos de la Información Religiosa”, Iglesia y Medios de Comunicación 1, Instituto de Comunicación Social-UCA, pág. 131-148, Bs. As. 2000.
(6) Citado en id. pág. 139.
(7) Id. pág. 136.
(8) Jesús González Requena, El espectáculo informativo, Ediciones Akal, Madrid, 1989
(9) (10) Telma Luzzani, ”En periodismo no hay objetividad, sino honestidad”, Entrevista con Edwy Plenel, director periodístico de Le Monde, Opinión, Diario Clarín, Bs.As. 17/06/1999
(11) Ryszard Kapuscinski, Los cínicos no sirven para este oficio, Anagrama, 2002
(13) Jean François Revel, El conocimiento inútil, Barcelona, Editorial Planeta,1989, p.206-207
(14) (15) (16) (17) (18) Brent Cunningham, “Re-thinking Objectivity”, Columbia Review, NY, Julio 2003










3. La opinión de los que publican


Si pudiéramos convenir en la existencia de un rol pedagógico del periodismo y que ése rol se apoya en tres instancias consecutivas: mostrar, explicar y abrir el debate, casi con seguridad nadie podría ingresar en una contradicción insalvable al respecto. Aunque seguramente aportaría elementos complementarios que enriquecerían lo afirmado (1999) (1).
Mostrar como equivalente a informar sobre los hechos ocurridos; explicar en el sentido de aportar datos que conformen el contexto informativo, y abrir el debate como instancia que allane el camino para la discusión pública de los temas esenciales, lo que remite a la esfera de la opinión pública. Y aquí comienza a complicarse la definición de los roles periodísticos, a ingresar en otro de los tantos terrenos inciertos que pisan cada día los atribulados informadores y comunicadores.
Para los expertos –sobre todo sociólogos- también es tortuoso el abordaje del tema y así, junto con los periodistas, chapucean en el barro de la complejidad, de las teorías que no cierran.
Sin duda la frase opinión pública no suena a melodía amable para los oídos del periodista, más bien lo turba, lo molesta. No cabe en un título ingenioso ni en una atractiva bajada, es casi indefinible; decenas de textos y polémicas infinitas demuestran lo vano del intento.
Dado lo extenso y turbio del tema, la salida más elegante es acotarlo a la mínima unidad de enfoque posible, lo que habilita a manifestar toda clase de objeciones. Objeciones que, en forma anticipida, se aceptan dada la índole problemática que se analiza y la síntesis que se pretende construir.
Hubiese sido más cómodo no ingresar en zona de turbulencia pero obviar un área crítica como la referida hablaría muy mal de quien intenta describir en forma somera algunas falencias de la profesión periodística.   
En principio podemos afirmar que la sociedad democrática exige debate de ideas, discusión, planteos encontrados y puntos de vista diversos que se manifiesten a través de los medios de comunicación.
De allí que el periodismo sea el actor principal en la generación del debate y para ello debe dar cabida a los diferentes actores sociales y conocer los intereses del público. Si el público no reconoce en los medios esos temas de interés comienza a ampliarse la brecha entre el periodista y la sociedad, a deslegitimarse la función informativa. Los esfuerzos del periodista por conocer a sus interlocutores siempre serán pocos ya que no puede generarse debate sobre la imagen de un público fantasmal como el que a menudo parecería dirigirse un sector de la prensa.  
La pregunta es: ¿está en condiciones el periodismo de generar debate?¿lo hizo alguna vez o podrá volver a hacerlo? ¿alcanzará a cumplir ese papel?
Y la pregunta más filosa: ¿existe la opinión pública?
-No, es una ficción institucionalizada –contestaría Habermas (Habermas;1994) (2).
Y el periodismo es parte de la ficción. Si alguna vez existió algo semejante a la opinión pública representada por una concurrencia ilustrada que daba vida a los clubes, las tertulias o el café literario de los siglos XVII y XVIII, a partir del siglo XIX la discusión pasó a ser un bien de consumo, apto para  el desarrollo editorial. Con el tiempo aquel espacio donde después de debatir en un pie de igualdad surgían las mejores ideas de los ciudadanos quedó enterrado. Más tarde el público masivo fue incorporado al pseudo-debate mediante la “prensa del peñique”, una combinación exitosa de precio popular y  despolitización del contenido, que maximizaba las ventas por encima de los cálculos más optimistas. Pero las tiradas masivas se consolidaron en base a otras ingredientes como el amarillismo, las historias de vida narradas bajo el influjo de una ficción mal entendida, la construcción de estereotipos, la dramatización de los hechos que luego dieron pie a las noticias de efecto inmediato o efectismo desplazando a las noticias relevantes o de efecto retardado.
La supremacía mercantilista ganó vuelo con los sucesivos avances tecnológicos y el consumidor receptivo se impuso al receptor pensante. Entonces la publicidad es la que avanza, la empresa periodística se hace vulnerable a los avatares políticos y económicos y lo esencial pasa a ser la pedagogía del consumo, la que hará sustentable al nuevo modelo. Para colmo, junto con el aviso publicitario irrumpen las relaciones públicas que introducen el material adecuado a los fines de sus organizaciones (3).
Son los intereses privados que escenifican una concurrencia libre de opiniones de la que surgirá algo parecido a lo que puede entenderse como opinión pública, pero esto es nada más que un escenario; la representación de los intereses privados se fue apropiando de ese espacio.
El mismo proceso se dio en el Estado, que terminó por dirigirse a consumidores no a ciudadanos, con una fuerte dotación de oficinas de prensa e información.
Por un lado los consorcios privados y por otro el Estado crearon un aparato que opina no de un modo público, en el sentido del interés público, sino de acuerdo con sus intereses, es decir una opinión de interés privado u opinión no pública. La lucha por el poder político se va a trasladar a ese terreno privilegiado de los medios que es en realidad el campo de la publicidad (4).   
Con la profesionalización de la política, los partidos se organizan y encuentran en los medios el modo de integrar a los ciudadanos en los objetivos electorales, lo que despalza la preeminencia comiteril, y capturan la atención del elector, sin remover “su minoría de edad política”. Al mismo tiempo se consolida la prensa no comprometida y la crítica pública deviene en un espacio de representatividad compuesto por los notables de la sociedad, un lugar de notoriedad e identificaciones, por encima de las argumentos que deberían constituir un proceso de opinión pública (5).
Tal desaguisado público a manos de intereses privados conforma una corriente vertical de opinión en la que los grupos más influyentes se imponen sobre los de menor peso específico. No hay discusiones de fondo y el voto, en ausencia de una disputa pública con argumentos y contraargumentos, será el resultado de un juego retórico y superficial. Encima, los grupos encumbrados discuten entre ellos para reafirmar sus convicciones, pero no lo hacen con miras al intercambio de ideas sino para influir en los votantes que vacilan o se muestran más indiferentes.
Al amparo de esta mecánica el clima de opinión es inexistente y sólo se busca captar a los indecisos, como si fueran consumidores, mediante el uso de las herramientas del marketing político y la investigación de mercado, lo que desemboca en una enorme paradoja: el grupo menos calificado –los indecisos- pasa a ser el objetivo principal de las campañas electorales. La política se vende bajo la forma del apoliticismo, un auténtico vaciamiento que garantiza la continuidad del statu quo y el periodismo se convierte así en una barrera para el cambio social .
La prensa, como institución, es un instrumento del poder, lo representa, actúa como vehículo de reclamo publicitario y en vez de opinión pública  crea una comedia plebiscitaria, por sí o por no, tal o cual candidato, donde se buscan estrategias para alcanzar notoriedad pública y después se miden los índices de popularidad, ya sea para gobernar o hacer oposición. No se satisfacen necesidades reales. Nace un producto deforme por ejercicio indebido de los medios que podría denominarse packaging político, más vistoso y menos consistente aún que el marketing politico, con una ofensiva publicitaria mucho más audaz y penetrante, donde “las ofertas con fines psicológicos publicitarios no están mediados por la voluntad y la consciencia de los sujetos, hay manipulación, no hay construcción democrática de la opinión” (6).
Concluye Habermas que la opinión pública es una instancia crítica con relación al ejercicio del poder pero se trata de una instancia “receptiva, representativa o manipulativa del poder político y social”, es lo que lo llamó la ficción institucionalizada de la opinión pública (7).
Debido a esta posición es que el autor alemán descalifica a los sondeos de opinión, no por su validez científica sino como reproductores de la ficción ya que los públicos están influenciadas por la notoriedad pública y por la manipulación psicológica. Lo que interpretamos como opinión pública sería en realidad una balanza desequilibrada donde se encuentran las opiniones autorizadas de los grupos de poder en detrimento de un público que no está organizado y por lo tanto no tiene participación en el libre juego de opiniones.  
Desde otro ángulo, décadas antes, Walter Lippman manifestó sus dudas con cierto pesimismo. Después de publicar Public Opinion (1922) y Phantom Public (1925) anotó que gran parte del problema partía de los ciudadanos comunes que no se interesaban demasiado ni dedicaban el tiempo necesario para interpretar “los hechos no visibles” del mundo de la política o de los asuntos más importantes (Price; 1994) (8). Para el autor norteamericano, la población en general actuaba como un espectador aburrido frente al inmenso espectáculo que ofrecía por entonces el mundo industrial, avasallante y complejo (9).
Estos hechos no visibles se fueron haciendo más borrosos con el tiempo y el periodismo sigue sin quebrar el desinterés por las cuestiones políticas, con el agravante de que el público percibe hoy el ocultamiento o la corrupción vulgar. Si reparamos por un momento en los jóvenes, supuestos lectores del futuro, frente a lo engorroso y turbio prefieren desviar la atención hacia temas menos espinosos y en los que tal vez encuentren una mayor cuota de autenticidad o identificación.   
Al respecto Lippman era categórico en cuanto a adjudicarle a la prensa la virtud de contribuir a los males de la opinión pública y presagiaba un fracaso absoluto del periodismo en su misión de explicar la vida republicana. La única salida para Lippman era instaurar un revolucionario sistema de transparencia capaz de garantizarle al público el acceso irrestricto a los hechos “invisibles” del acontecer político. Este sistema estaría conformado por una red de agencias de información, financiadas por fuentes independientes y en manos de expertos en temas politicos que organizarían a la opinión publica como para interpretar la información que recibe desde los órganos de prensa (9).    
Continuando con las celebridades de la Teoría de la Opinión Pública, John Dewey apostaba a la educación como la mejor herramienta para discernir las cuestiones públicas y proponía nuevos métodos y condiciones de discusión y debate. A diferencia de Lippman, no era partidario de un sistema informativo de excelencia sino de la difusión ingeniosa de los temas a través de la prensa popular, la democracia requiere de un relato más abierto y constructivo, opinaba (10).  
Como si fueran pocas las complicaciones, se suma el concepto de PÚBLICO. Muchos periodistas se arrogan su representación, “la gente dice o piensa tal cosa, el público pide tal otra...”, suelen decir. ¿Qué gente, qué público?
En principio el público existe alrededor de un tema controvertido, no es una entidad estructurada y definida, por lo contrario, es un grupo informe que varía su tamaño según el tópico a debatir. Según Blumer el desacuerdo, la discusión y los argumentos que enfrentan a los grupos involucrados atraen la atención de los menos interesados y modelan la opinión pública. Los  sectores menos interesados inclinarán la balanza por alguna de las posturas en disputa (11). Dentro de esta idea de público reaparece el rol central del periodismo, que ofrece el espacio de discusión en los medios y allí confluyen los grupos más activos a tratar de imponer sus puntos de vista. En la medida que el periodismo haga lugar en forma ecuánime y racional, sin prestarse al juego de lobbies u operaciones de prensa o cualquier otro tipo de impureza profesional estaría justificando en parte su tarea. Sólo en parte, porque aún queda sin resolver la participación de otros públicos, no tan organizados o directamente desorganizados como observaba Habermas, y hacia los cuales el periodismo se muestra renuente o impotente en cuanto a servir de medio de comunicación. Es decir, en el mejor de los casos, estaríamos frente a un periodismo correcto pero circunscripto a servir de base de lanzamiento a las ideas de los grupos con mayor peso institucional dentro de la sociedad.
Desde los medios, a veces, se transgrede este servicio mínimo cuando se instalan temas banales que no son de interés público pero se lo hace bajo la apariencia de conflictividad o bandos opuestos alrededor de un problema, lo que desvirtúa la función periodística y el proceso de opinión pública.
A propósito de esta reflexión, Mills consideraba que en la vida política moderna se producían pocas discusiones públicas auténticas y, refiriéndose específicamente a la sociedad norteamericana, indicaba que la población devino en un mercado consumidor más que en un público que genera opiniones e ideas (12).     
A simple vista existirían dos grandes franjas de público: los que debaten y los que escuchan. En tiempo de elecciones los que debaten deberán conquistar a quienes escuchan el debate. Por un lado existe un núcleo reducido o público activo, con grupos que se oponen o acuerdan, que difunde sus ideas a través de los medios y por otro un conglomerado mayor o público atento que sigue las alternativas de la disputa entre los grupos activos (13).  Quedaría un tercer grupo, los indiferentes, ajenos al debate o muy poco influenciados que actuarán con irregular responsabilidad a la hora de acudir a las urnas y pronunciarse con su voto.
Es interesante observar las estimaciones porcentuales de los tres segmentos de público identificados. Aproximadamente sobre el 70% de la población general que vota, el 50% sería público atento, es decir el 35% de toda la población está informada y se interesa por las cuestiones políticas. En tanto el grupo activo sería muy reducido, apenas 15% del público atento o su equivalente al 10% de toda la población. Este segmento suele reconocerse como élite para muchos autores, como es el caso de Almond que engloba bajo esta denominación tanto a los líderes politicos como burocráticos, grupos de interés y élites de la comunicación de masas que incluyen a los medios y a los líderes de opinión.
Las élites son las que compiten en el mercado de opinión para ganar adeptos, es decir movilizan al público que, finalmente, bajará el pulgar por alguna de las posturas. Siguiendo este esquema, puede identificarse al periodismo como parte integrante del público activo. Su actividad mediadora se vería seriamente cuestionada sino construyera con afán un espacio de pleno pluralismo, dando cabida a los sectores que menor participación habitual tienen en el debate público.
Si bien los autores antes mencionados reconocen la interacción entre los estratos de público y su conformación de acuerdo a los temas en debate  hay una coincidencia en cuanto al papel que cumple el periodismo. Se lo  ubica distanciado del gran público al que se deja fuera de los espacios de discusión y las propuestas para quebrar esa brecha son entre escépticas o inalcanzables.
Hay un público, un proceso de formación de la opinión pública pero su identificación se escurre entre imprecisiones. 
Esta dificultad se refleja luego en los medios cuando intentan delimitar sus audiencias. Si hablamos de diarios daría la impresión que conocen al detalle el perfil de sus lectores y trabajan con ardor para retenerlos. Sin embargo hasta el diario más pintado suele perder el rumbo cuando la sociedad golpea con sorpresa sobre las previsoras redacciones. La última bomba en tal sentido fue el comportamiento generalizado de los medios durante los hechos de diciembre de 2001. Cacerolas y movilizaciones no parecían resonar en el interior de los medios que en ningún momento supieron dar una explicación del quietismo del que fueron víctimas.
Durante una conferencia que ofreció a un grupo de estudiantes de Comunicación en la Universidad Católica Argentina (“La opinión pública desde la redacción”, abril 2004), Hugo Alconada Mon, actualmente corresponsal del diario La Nación en los Estados Unidos, recordó que “el tema de la seguridad no estaba en la radares de los medios gráficos, estábamos con la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), los cuadros de Bendini (el Jefe de Estado Mayor descolgó los cuadros de Bignone y Videla de uno de los pasillos del Colegio Militar), Chiche (Duhalde) vs. Cristina (Kirchner), la interna del Partido Justicialista. Descubrimos el tema Blumberg a las ocho y media de la noche cuando ya había 150.000 personas en la Plaza de los Dos Congresos y seguía cayendo gente. Entonces los editores decidieron prender la televisión y ver qué es lo que estaba pasando. Cuando fue lo de Castro (Juan), los editores dijeron que iba a ser poco leído y que no tendría repercusión pública, el espacio era de 80 líneas a una columna y ni siquiera iba en tapa; fue la noticia más leída, superó al 11 de setiembre (Torres Gemelas).”
Un profesor de la Universidad de Carolina del Norte, Estados Unidos, en un análisis puntilloso acerca de los valores compartidos por ciudadanos y periodistas mostró el grado de desconexión que existe entre unos y otros. La evidencia se basaba en la caída continua en la circulación de diarios –62 millones por día en 1990 a 56 millones en 2000- producto en gran medida de la caída en la credibilidad de los medios (Fee Jr.; 2002) (14).
La investigación examinó a dos grupos, uno de ciudadanos y otro de periodistas, e indagó sobre cuáles son o deberían ser los valores que guían al periodismo; en qué medida ambos grupos compartían o no una misma mirada y cuáles eran las diferencias. Las conclusiones revelaron una distancia más que preocupante con respecto al rol del periodismo y las expectativas que despierta en la población. Los ciudadanos expresaron su deseo de verse más y mejor reflejados en el diario, reclamaron la consulta de fuentes reconocibles para el ciudadano común y que representen sus puntos de vista sobre todo cuando se escriben artículos sobre asuntos de interés público.
Para los periodistas los reclamos de los ciudadanos son la consecuencia lógica de la práctica del periodismo tradicional u objetivista que no sólo crea una ilusoria distancia desde los géneros periodísticos sino también desde los temas que importan al hombre común.
El ciudadano espera un nuevo periodismo, más sólido, menos encorsetado, libre de intereses espúreos, y así volver a conectarse con la comunidad y servir incluso como instrumento de superación democrática. Ese periodismo renovado será capaz de atraer al ciudadano a los temas principales y estimular su participación, es decir que muchos más personas pasen de público atento a público activo y en una suerte de círculo virtuoso los periodistas irán profundizando su compromiso democrático con el consiguiente impacto en la calidad política. A mejor público, mejor periodismo, a mejor periodismo más credibilidad.
Un estudio sobre opinión pública y periodismo cívico (tema del que se hablará en capítulo posterior) de la Universidad de Nebraska, desenfunda el pensamiento del teórico norteamericano James Carey, quien pone la fecha de defunción del concepto de opinión pública a comienzos de la década de 1920 con el advenimiento de la industria de las encuestas (Wilson; 2002) (15). Los teóricos en ciencias políticas comienzan a ocuparse más por los intereses de grupos privados que por el interés público y hay allí un propósito propagandístico. Atribuye a Lippman el privilegio de haber sido el mentor de esa tendencia por insistir en su idea de utilizar expertos, en vez de periodistas, que terminaron despolitizando la esfera pública. La esfera pública quedó en manos de encuestólogos y sus patrones, los grupos de interés privado.
De allí en más el periodismo deja de cumplir su rol mediador entre los expertos y el público porque los periodistas registran hechos sin comprender la indiferencia del público hacia la política y convalidan los juicios de los expertos. Para completar el cuadro, el periodismo pretende justificar su existencia como representante del público, hablando en nombre de un público que en realidad no juega ningún papel protagónico salvo el de una audiencia silenciosa: “un receptáculo donde se vierten las opiniones de los expertos y una excusa para practicar la propaganda.”
Para Carey la esfera pública es un lugar situado entre el Estado y el sector privado donde el periodismo debe mediar, pero teniendo como sujeto principal al público: comerciantes, ciudadanos, activistas políticos, entre otros. Esa función no se está cumpliendo. Carey ve un periodismo confundido, que no sabe qué es ni dónde está el público y siendo el público la esencia del periodismo urge a redefinir la profesión. Para ello propone desechar el concepto cientificista que impuso el periodismo norteamericano, donde los periodistas reducen su función a informar a una audiencia, y pensar al periodismo como un lugar de “conversación y un ejercicio
de poesía y utopías políticas (16).”   

Referencias del capítulo 3.

(1)Telma Luzzani, ”En periodismo no hay objetividad, sino honestidad”, Entrevista con Edwy Plenel, director periodístico de Le Monde, Opinión, Diario Clarín, Bs.As. 17/06/1999
(2)  J. Habermas, Historia y crítica de la opinión pública, 4º edición, Gustavo Gili, Barcelona 1994
(3) Ibíd pág. 196-221
(4) Ibíd pág. 225
(5) Ibíd pág. 230
(6) Ibíd pág. 239-242
(7) Ibíd pág. 261
(8)(9) Vincent Price, La opinión pública. Esfera pública y comunicación, pág 31-33, Ediciones Paidós,  Barcelona 1994.
(10) Ibíd pág 33
(11) Ibíd pág 44-45
(12) Ibíd pág 36 y 47
(13) Ibíd pág 57-64
(13a) Aunque está escrito en clave humorística el sig. mail anónimo que aterrizó en mi casilla de correo (15/04/2004) muestra algunas características del público lector según los diarios argentinos:
Página 12 es leído por la gente que hoy dirige el país.
Clarin por la gente que piensa que dirige el país.
Ámbito Financiero por la gente que piensa que debería dirigir el país.
Infobae pro quienes piensan que ellos deberían dirigir el país pero no entienden a Ambito Financiero.
La Nación por la gente que no tendría problemas en dirigir el país si pudiera hacerse el tiempo para ello.
La Prensa por aquellos cuyos padres acostumbraban a dirigir el país.
Crónica por la gente que no está muy segura de quién está dirigiendo el país.
Diario Popular por gente a la que no le importa quiénes están dirigiendo el país en tanto hagan algo escandaloso.
La Razón por gente que no está segura de que haya un país o de que alguien lo esté dirigiendo.
The Buenos Aires Herald por la gente que está dirigiendo otro país.
(14) Frank E. Fee Jr., “Whose values are news values? What journalists and citizens want”, Newspaper Division of the Association for Education in Journalism and Mass Communication (AEJMC) annual meeting, Miami Beach, agosto 2002.
(15) (16) Sherrie Wilson, “How public sphere theorists have influenced civic journalism”, ponencia presentada en el encuentro anual de la AEJMC, Miami Beach, agosto 2002.













4. Empleados del poder

Si la objetividad no puede definirse y los temas de interés del público resultan esquivos, el escenario se complica aún más cuando el periodismo va al encuentro de la política. El escándalo de la corrupción política, seguido de silencios y denuncias mediáticas, manchan al periodismo y lo arrastran por el tobogán del escepticismo social.
“Tenemos que separar la paja del trigo –reclama el periodista Daniel Santoro (Clarín) - los periodistas que se han enriquecido y ahora tienen medios de comunicación tendrían que explicar cómo hicieron esa fortuna, cómo hicieron para poder estar al frente de medios de comunicación. Lo mismo se dice de los periodistas que años atrás percibían subsidios de parte de diputados y senadores o la cadena de felicidad de la SIDE, durante el gobierno de Menem, que repartía sobres con plata negra para jueces, legisladores y periodistas. Esto no se sabe, el problema es que los pagaba la SIDE, sin ningún tipo de control, y no hay una lista aunque se puede saber quiénes son: son estos periodistas que tienen una actitud camaleónica con los gobiernos de turno.”
El comentario de Santoro se suma al de otros periodistas como Daniel Tognetti que no dudó en reconocer que “hay periodistas que hacen campañas para determinados políticos, periodistas que cobran, periodistas que cooperan.” (Zukernik; 2001).1
La connivencia entre periodistas y políticos fue adquiriendo un estándar gradual bajo el imperio de una cultura exitista, donde los ideales de la profesión quedaron aplastados por el deseo consumista, los magros sueldos o la presión del entorno. ¿Qué periodista acreditado en el Congreso no enfrentó la tentación o no estrechó la mano cómplice de algún legislador? Difícil saberlo. Sí se conocen  algunas modalidades como la publicación regular de los comunicados del legislador; la aparición frecuente del legislador dentro del panorama informativo; la oferta de puestos de trabajo bien remunerados en época de campaña electoral; acordar pauta publicitaria a cambio de suavizar las críticas; cobrar un sueldo paralelo por hacer prensa para el legislador; hacer notas a cambio de una retribución o directamente pagar sueldos mensuales a periodistas para compensar determinados servicios. A esto se sumaba (¿se suma?) el nombramiento de familiares de periodistas en el Congreso o en organismos públicos y gran cantidad de pasajes aéreos para que los familiares puedan recorrer diferentes destinos turísticos (Ruiz; 2001)2.
La corrupción es un emergente. La enfermedad se fue gestando a lo largo de años de prácticas irregulares pero su cronicidad la convirtió en rutina y de allí que para muchos de los protagonistas sólo se trate de gajes del oficio.        
No parecen inocentes las reuniones en la intimidad del despacho del legislador o la preferencia por confraternizar en los restaurantes y cafés cercanos en vez de utilizar los espacios abiertos como el Salón de los Pasos Perdidos, el comedor del Senado o los pasillos del Congreso. 
Aún así hay lugar para la desconfianza. Los legisladores desconfían de la idoneidad de los acreditados y los periodistas temen ser parte involuntaria de las abundantes operaciones de prensa de las que incluso los editores son víctimas en razón de la complejidad del funcionamiento del cuerpo legislativo.
Algunas jornadas se cargan de rumores, trascendidos y dudas que confluyen en sala de prensa y de allí se cocina la información del día que, con ligeros matices, es la misma para todos los medios (Ruiz; 2001)3. La homogeneidad informativa estaría actuando como reaseguro frente a la incertidumbre, como si se tratase de un juego de cortesanos donde cada periodista cuida el pellejo y la garantía de supervivencia pasa más por aprender las mañas de los políticos que por conocer a fondo el oficio y la metodología parlamentaria.
Es más redituable, en términos de permanencia, ser parte del tráfico de favores, o sea acuerdos entre el funcionario que entrega información clasificada a cambio de un trato amable por parte del periodista. En contraposición surgen las filtraciones o información confidencial que se pasa en forma anónima al periodista, con el riesgo de que estas filtraciones sean puestas adrede para servir a una línea política determinada (De Masi; 2001)4.
El juego de enredos se manifiesta con mayor nitidez en el off the record. Es uno de los métodos más utilizados en el intercambio informativo y sin embargo provoca  numerosos equívocos ya que gran parte de los usuarios no tienen una percepción clara de su significado o implementación, lo que puede llevar a situaciones de alta conflictividad (Ruiz; 2001)5. Ni todos los periodistas coinciden en la instrumentación –aunque ninguno niega su valor como herramienta fundamental de la actividad- ni los legisladores o funcionarios políticos lo valoran de igual modo. Quizás los jefes de prensa son los que obtienen mayor provecho de esta herramienta. Pero a lo largo de los últimos años se abusó del instrumento y hoy se publica en exceso información off the record, con una mezcla bizarra de información falsa y verdadera, otro agravante en la resentida credibilidad de periodistas y políticos (Ruiz; 2001)6.    
Relaciones por demás complejas gobiernan el entorno político. El trato con las fuentes, la dependencia excesiva de las fuentes y los riesgos de manipulación acosan al periodista político.
En la arena internacional hay ejemplos recientes como la Guerra de Irak o el atentado de Atocha, en España, que revelan que el primer mundo está lejos de superar el entramado. En Irak aparece la patraña burda: una comedia cuya puesta reveló el talento escénico de la soldado Lynch a la que se quiso mostrar durante los primeros días de la invasión como modelo de heroína, rescatada por sus compañeros luego de un feroz ataque de las fuerzas de resistencia iraquí7.
Y también las revelaciones de Christiane Amanpour, la periodista espectáculo de la CNN  (espectáculo se prefiere al vocablo estrella ya que este empequeñece a periodistas con semejante rating) que lamentó decir que “las cadenas estadounidenses fueron intimidadas y amordazadas por la Administración Bush, se creó un clima de temor y autocensura”. La periodista, el día de la ocupación de Bagdad, había ingresado como una suerte de embajadora norteamericana más que como cronista ya que se la vio ingresar al Hotel Palestina acompañada por tres marines que portaban sus bártulos y oficiaban de hecho como sus custodias personales. Todo un ejemplo de convivencia8.
La parcialidad, el temor a perder el acceso a las fuentes oficiales y la imposición de la agenda política por parte del gobierno quedaron patentizados en las principales cadenas de televisión norteamericanos. Según el analista de medios Andrew Tyndall, sobre 414 notas sobre Irak, a cargo de las cadenas NBC, ABC y CBS, entre setiembre de 2002 y febrero de 2003, todas excepto 34 tuvieron origen en la Casa Blanca, el Pentágono o el Departamento de Estado9. Para Washington un logro en materia de comunicación política; paupérrimo para el periodismo.
La misma parcialidad se reflejó en el análisis de las consecuencias que tendría una futura invasión a Irak: sobre 574 notas de las mismas cadenas sólo 12 especularon con las posibles consecuencias de la guerra.
Mucho más penoso para la profesión resulta el modo en que el diario The New York Times camufló las denuncias de torturas padecidas por prisioneros iraquíes. En un artículo del 14 de mayo de 2004 el diario encuentra en la frase “la utilización de métodos coercitivos en los interrogatorios”, a cargo de la CIA y el Departamento de Justicia, una manera de argumentar a favor de la buena tortura o una cuasi tortura, que según estas fuentes “no llega a causar graves daños en los detenidos”10 .
Lo de España fue simple y brutal. Seguramente, más de un editor no habrá sabido dónde esconderse después de la “bomba etarra” como titularon por amplia mayoría los diarios españoles, señalando la autoría de los separatistas vascos en el atentado del 11 de marzo de 2004 en Atocha (11-M).
“Nadie imaginó jamás un escenario de ese tipo –intenta explicar Álvarez Teijeiro, profesor de Ética en la Universidad Austral- el presidente llamó a los medios y bueno, lo dieron por cierto, no aclararon que eso lo dice el gobierno”.  Agrega Teijeiro: ”Aznar ha querido aprovechar el desconcierto y la ingenuidad de que iba poder mantener en secreto el tema hasta después de las elecciones. Me cuesta creer que los organismos de inteligencia no hayan barajado otra posibilidad que no fuera ETA. Fue un intento de manipulación. Los medios españoles se deben una autocrítica, no alcanza con que digan que creyeron en el gobierno. Los medios compraron esa historia a priori, en parte se explica por la idea de fomentar la unión de la sociedad española en torno a una sola hipótesis, pero la responsabilidad del periodista es también analizar la realidad, recurrir a otras fuentes”.
El paso en falso de Aznar fue capitalizado sin demoras por el Partido Socialista que recibió en bandeja el error y lo convirtió en la victoria que llevó a Zapatero al poder. Si bien la derrota del Partido Popular no puede explicarse en un 100% desde el episodio 11-M es innegable que tuvo un peso importante en la decisión final del electorado apático o indiferente.

El huevo de la discordia

En comarcas menos glamorosas como la nuestra pero con la misma o mayor intensidad mediática pueden encontrarse curiosidades fuera de género -parafraseando al periodista Alfredo Serra cuando se refiere a la realidad argentina- como fue el enfrentamiento entre el ministro de Economía, Roberto Lavagna y el multiperiodista Marcelo Bonelli durante la Pascua de 2004. Es que frente a la cerrada política comunicacional del ministro, reacio a ofrecer información confidencial y privilegiada a Clarín –casi una herejía- el periodista económico lo aguijoneó desde el noticiero de Canal 13 ofreciendo un análisis de la escalada de precios en ciernes para lo cual dio como ejemplo incontrastable la suba sideral del precio del huevo de Pascua: alrededor de un 100% respecto de las pascuas de 2003. Curiosamente, el resto de los precios comparados no mostraban mayores subas, al parecer el huevo de Pascua se había convertido por obra y gracia de Bonelli en un precio testigo, como un termómetro que marca la tendencia de la economía. Ofuscado, el ministro salió a decir que se trata de “información basura, él (Bonelli) está volcando su agresividad de esta manera, que lo haga, a lo mejor le sale más barato que ir al psicoanalista”11.
Menos risueño fue el comentario del ex director del Buenos Aires Herald, Robert Cox, quien en 1997 decía: “ser un periodista en la Argentina es muy difícil, pero durante los años 70 lo era todavía más”12. El periodista de origen inglés, casado con una argentina, abandonó el país en 1980 tras ser amenazada su familia.
“En el Herald –continúa Cox- y no puedo creer que los otros periódicos no lo hayan hecho, descubrimos rápidamente que se estaba secuestrando, torturando y asesinando gran número de personas. El gobierno nos dijo que sólo se permitiría publicar la aparición de cuerpos a través de la información oficial; nosotros lo ignoramos.”
Cox recuerda las presiones sufridas los meses previos a su partida de la Argentina: “Massera me llamó una vez a su despacho y casi sin levantar la vista del escritorio me dijo que no quería ver más su nombre en mis editoriales. En cambio Videla tenía reuniones informales con dos o tres periodistas, traté de abordar el tema de los desaparecidos pero él sugería que no pasaba nada, se notaba que estaba al tanto de todo. Lo que me inquietó más era ver que los otros periodistas no se interesaban por seguir el tema. Eran reuniones donde todos se comportaban simpáticamente, el periodista hacía preguntas inofensivas y recibía respuestas inocentes, y todos terminaban felices.”
Si bien el caso se ubica en un extremo de coerción y censura,  Cox observa estos episodios como la continuidad de viejas prácticas corruptas dentro del oficio. El ex director del Herald recordó que en su primera experiencia como periodista en el país, en 1959, se topó de frente con el soborno cuando una compañía de automóviles convocó a conferencia de prensa y, previamente, les dio un sobre con dinero a cada uno de los periodistas. “Los periodistas acá saben que si se portan bien recibirán toda clase de premios, se convierten en funcionarios de gobierno, en embajadores, en...”, lamenta Cox.
Es inevitable recorrer con la memoria tantos nombres de celebridades del periodismo que gozaron y gozan del favor oficial, que enterraron los ideales en la puerta de algún despacho y fueron al encuentro del confort. Siempre hay excusas. Los dueños alegan el posible retiro de la pauta oficial y los periodistas los magros sueldos, mientras tanto la casa de la información se sigue construyendo sobre arena en vez de piedra.  
La TV por cable vino a ponerle otro ingrediente a la recargada mezcla de poder e información. Lejos de aliviar la condición del periodista común, el recurso de la transmisión cerrada abulta el bolsillo de muy pocos en desmedro de la credibilidad de todos.
Pablo Mendelevich, periodista político y docente, supone que el público no percibe claramente lo que se orquesta detrás de la pantalla. Opina Mendelevich que estos programas reciben publicidad “de una lista limitada de empresas de servicios y de reparticiones gubernamentales; lo que no ve el televidente común es que ese periodista que aparece en cámara es muchas veces un alto editor o jefe de uno de los grandes diarios. La pregunta es por qué razón un periodista que ocupa una función jerárquica en un diario está haciendo un emprendimiento privado, como es un programa de cable, donde recibe dinero de determinadas empresas. ¿Cómo logra ese periodista mantener la imparcialidad cuando vuelve al diario y escribe? Y la otra pregunta es ¿por qué el diario le permite hacer eso? Lo más grave es que el diario lo estimula, le paga un sobresueldo al tolerar que el periodista reciba dinero de empresas”.
Por otra parte en la TV abierta parece predominar la versión que ubica a la política en el estante de los productos aburridos, casi como decir ¡atención: veneno! Para afrontar el desafío de hacer comercial el despreciable pero ineludible objeto se apela a la satirización o al comentario despectivo antes que intentar una explicación de temas complejos que requieren por lo menos de un análisis simple, capaz de ser comprendido por audiencias masivas.
La cuestión se vuelve crítica, por lo patético, en tiempos de campaña electoral, donde incluso se llegan a desechar las opiniones de los candidatos sobre la problemática nacional y se reemplaza la información por las posiciones que van ocupando los candidatos en el tablero de las encuestas, el gesto desafortunado que mueve a risa o en las miserias de las internas partidarias.
Los candidatos terminan por componer una imagen hípica de la carrera electoral donde lo único importante es llegar primero al disco y cobrarse los boletos ganadores13 .   
Las relaciones entre la política y el periodismo ponen sobre el tapete otra controversia: los obstáculos para acceder a la información pública. Precisamente dentro de esas barreras poco visibles nacen buena parte de los actos irregulares, con el entorpecimiento de la vida democrática, ya que esa información no pertenece a individuos o grupos sino al conjunto de la sociedad.
Para contrarrestar estos desvíos puede ser ilustrativa la modalidad que desde 1949 iniciaron los periodistas alemanes mediante el Bundespressekonferenz14. Los periodistas establecieron un sistema de conferencia de prensa que no es un dádiva gubernativa, ni está financiado por el Estado, es una asociación libre de periodistas, un club de periodistas cuya dedicación principal es la cobertura política.
Ellos imponen las reglas y no los gobernantes de turno y entre otras características las conferencias se realizan tres veces por semana, se invita –no vienen por cuenta propia- a las más altas autoridades junto con sus voceros y representantes de las organizaciones intermedias; ningún político conoce de antemano qué periodistas estarán presentes ni las preguntas que se prepararon. El derecho a preguntar es ilimitado en tiempo y tema y no se admiten estrategias comunicacionales como las presentaciones en Powerpoint, lanzamientos de libros o debates sino el esquema tradicional de información, es decir pregunta y respuesta.
Desde ya se respetan las reglas de confidencialidad mediante códigos muy sencillos o niveles (uso compartido del on y off the record) que establecen cuáles son las limitaciones en el uso de la información y la identificación de la fuente.  
La única observación al modelo, si se pensara en uno similar para la Argentina, es el pago de una cuota mensual por cuenta de los socios que, en sociedades pauperizadas, implicaría una suerte de barrera informativa.
El modelo parte de considerar a la información pública como un bien social y los funcionarios que la retienen en forma indebida estarían cometiendo un “un robo del mismo calibre que el de cualquier otro bien público”15. Los criterios para clasificar información también deben encuadrarse dentro del marco legal, aplicarse en forma excepcional, ser pasibles de revisión y despejarlos todo lo posible del arbitrio de las autoridades de turno.
Las consecuencias de la práctica regular del ocultamiento, de las que los argentinos tenemos amplia experiencia, son nocivas en el terreno político y por extensión al económico. La sociedad padece muchas veces una combinación de estragos materiales por el daño concreto causado y psicológicos por el efecto sorpresa y la impresión de haber sido engañada.

Escritores de la novela económica

El periodismo económico utiliza a menudo la información privilegiada como una herramienta de corrupción, donde el soborno es rutinario y los pactos secretos entre medios y empresas aplacan los intentos de inducir a un periodismo crítico e idealista, que promueva otros valores por encima del éxito y la riqueza.
Los medios de comunicación colaboraron muchas veces sin pudor en la construcción o el respaldo de modelos económicos que promueven la codicia y endiosan las leyes de mercado y la maximización de las ganancias. Bajo estos parámetros la dignidad de las personas pasa a un segundo plano o directamente es desconocida. Algunos medios argentinos, a lo largo de los años 90, veneraron eufóricos el omnipotente modelo económico de la denominada segunda década infame.            
Es justo reconocer que la empresa periodística padece una debilidad creciente, dependiendo de anunciantes privados y oficiales que la condicionan. El periodista debe resistir entonces las directivas editoriales y encima acudir a fuentes estandarizadas, con escaso margen para apartarse del esquema que garantiza los ingresos del medio.
La dependencia de las fuentes en el periodismo económico es casi absoluta. Dispone de indicadores económicos provistos por organismos oficiales o consultoras que a su vez dependen de grupos económicos o dirigentes políticos, las noticias del sector que se originan en las cámaras empresariales (lobbies), las gacetillas de prensa como punta de lanza de la comunicación institucional, con la información que cada empresa ofrece de sí misma y, por último, la información financiera en la cual el periodista conserva cierta capacidad de maniobra (Colombo; 1997)16.
Bajo estas circunstancias pretender un periodismo crítico es poco más que irrisorio, mucho menos todavía si se busca una explicación o una prospectiva capaz de examinar acontecimientos futuros. Es una información fragmentaria y subordinada a las oficinas de prensa de las compañías. Esta función simplemente transmisora que caracteriza al periodismo económico queda patentizada en la forma de presentar las noticias económicas en la actualidad.
En palabras del ensayista y periodista Furio Colombo “la noticia económica es un rostro, un perfil, es la imagen de alguien que domina un sector financiero o productivo; nos hallamos ante un relato novelado de la economía contemporánea, donde los lectores son invitados a seguir las aventuras del gran protagonista de la hazaña, una especie de nuevo héroe que compite con los líderes políticos y con unos pocos héroes más del mismo calibre”17.
La figura del ignoto periodista empequeñece ante el famoso de la película económica. Si además ingresa en la actividad movido por ínfulas vedetistas o sueños de volumen dinerario, la función periodística en sí misma queda arrumbada en el rincón de los objetos inútiles. 
“El medio y los protagonistas presionan a los periodistas con zanahorias más que con garrotes –apunta Tristán Rodríguez Loredo, periodista y docente- ofreciéndoles el oro y el moro. No en un sobre sino en publicidad o esponsoreo de programas de cable o de radio o algún asesoramiento. Esto hace que el periodista económico esté más tentado que el común de los periodistas para ser influenciado en lo que tiene que decir. El gran vicio del periodista económico en nuestro país es que cuanto más influyente es el medio en el que trabaja más invitaciones tiene a ser civilizado o amansado, tiende a perder independencia de criterio.” 
En un segmento inferior de la tentación quedan las invitaciones a restaurantes, los obsequios para el día del periodista o año nuevo y los viajes al exterior o de miniturismo por el país. Muchos periodistas que no habían experimentado determinados consumos parecerían sentirse plenos por la oferta del mundo empresarial.
En resumidas cuentas se trata de un club de amigos, donde los más acomodados se preocupan por el bienestar de los menos favorecidos quienes en agradecimiento publican lo que es bueno para los amigos.
Para el empresario, negocios son negocios. Es una amistad interesada y muy conveniente. Mediante publicidad sostienen a los medios y por vía de pequeños desembolsos mantienen contentos a los operarios de los medios.
Como parte de la estrategia de comunicación estas acciones significan para las compañías grandes ganancias en términos publicitarios ya que toda esa buena literatura que publican los amigos se traduce en miles de pesos de avisos no pagados. Los especialistas en comunicación miden con detalle y pericia el impacto de la información en el público y además pueden cuantificar en moneda constante el dinero generado en publicidad gratuita.
Quizás este valor agregado, del que sólo se beneficia el sector empresario, pueda alguna vez formar parte de un debate dirigido a generar un espacio de mayor independencia, tal vez un espacio público financiado por el aporte privado, contribuyendo con una parte de ese plus. Por qué no. Sería un espacio de debate  para orientar y transparentar nuestra escuálida democracia en reemplazo o potenciando un sistema de medios públicos que hoy dista de servir a sus verdaderos propósitos. 
Parece un contrasentido, pero la eficacia comunicacional de las empresas convirtió al vigilador en vigilado; esto revela hasta que punto el periodismo retrocedió y está a la defensiva. Los encargados de controlar estarían a un paso de ser controlados. Los descarriados agentes de la información devinieron en mansos corderos que pastan dentro de las praderas fértiles del poder.  
Mientras tanto los departamentos de comunicación de las grandes empresas observan al periodismo las 24 horas de los 365 días del año. Basta recorrer algunas pautas que establecen los encargados del área en materia de relaciones con la prensa. En líneas generales debe haber un seguimiento constante de lo que dice el periodismo sobre la empresa y de los temas relacionados como son las tendencias económicas y sociales y los datos o acontecimientos del sector (Amado Suárez; 1999)18. De allí se abren cuatro líneas de trabajo básicas:
a) Compaginar un archivo de publicaciones relevantes en base al control diario de los temas relacionados con la empresa y el sector de pertenencia junto con las tendencias económicas y sociales.
b) Evaluar las necesidades informativas generales y de la empresa para producir noticias que puedan generar un rol protagónico a la empresa.     
c) Relación directa con los periodistas para conocer sus necesidades informativas. Seguimiento de resultados (si fue o no publicado el material enviado al periodista, repercusiones, etc). Asesoramiento a directivos y capacitación a todo el personal sobre trato con los medios.
d) Producción y redacción de los instrumentos de difusión que serán entregados a la prensa como gacetillas o comunicados de prensa, carpetas de prensa, artículos redactados, solicitadas, memoria y balance, entre otras.
El material que se entrega al periodismo debe ser lo más parecido a un producto periodístico. Cabe recordar que el periodista, acosado por los tiempos de cierre, acude a estos instrumentos y transcribe textualmente importantes fragmentos en la medida que estén bien redactados y respondan a  valores noticiables.  
Una encuesta del ICOMI (Instituto de la Comunicación Institucional) muestra que los departamentos de Relaciones Públicas de las empresas argentinas consideran que su función más importante es la de establecer relaciones con el periodismo. El relevamiento entre gerentes de comunicación destacaba la preferencia por los artículos de prensa y las gacetillas por encima de la publicidad y otras formas de comunicación19
Las apariciones en los medios luego son procesadas como si se tratase de publicidad –en realidad es publicidad gratuita- y se obtiene una cifra en pesos que los encargados de la comunicación exhiben con orgullo a los directores de otras áreas. La otrora cenicienta de la empresa privada, la comunicación institucional, pasó a convertirse en una simpática damisela que produce inocente y al descuido un apetecible valor agregado.
Los datos que aporta off the record una destacada consultora explican el porqué de la sonrisa de algunos gerentes de comunicación: durante el primer trimestre de 2004 las ganancias por publicidad no pagada ascendió a 730.000 pesos, en un relevamiento que alcanza sólo a 15 empresas líderes. 
Las bondades del periodismo como agente extraordinario de difusión salta a la vista; por eso no hay de qué preocuparse, el periodismo seguirá vivo aunque su función ya no esté consagrada por nobles principios humanistas sino por legítimos objetivos empresariales. 
Otro tanto ocurre con los gobiernos y sus cada vez más afiladas estrategias comunicacionales. Existe una incorporación creciente de profesionales de la comunicación que compiten en un pie de igualdad con la caballería comunicativa del sector privado.
Tampoco pueden pasarse por alto otras estrategias como las denominadas esperas societales y el lobby que permiten observar la interacción entre políticos y empresarios y en donde la sociedad casi no tiene presencia, salvo que consideremos a los legisladores como representantes acabados del interés público.
Las esperas societales se entienden aquí como un enfoque estratégico que trata de identificar problemas (leyes, políticas sociales, etc) que puedan afectar la marcha de la empresa y crear los recursos que permitan afrontar esos problemas (Beauchamp; 1998)20.
El objetivo de máxima es alcanzar una política pública que beneficie a la empresa, es una politización efectiva de la comunicación. Así la empresa, llegado el momento crítico, descargará todas sus baterías comunicacionales mediante la llamada publicidad de alegato que consiste, a grandes rasgos, en defender su postura, exigir derecho a réplica y exponer en detalle la posición de la empresa frente a un determinado problema. En esta fase de discusión y debate la empresa adquiere gran protagonismo mediático y por lo tanto de influencia en la opinión pública.
Luego viene una segunda fase en la que descollan los lobistas o representantes de las empresas que participan directa o indirectamente de la discusión política. Aquí se cruzan la financiación de campañas políticas y los encuentros con legisladores y funcionarios para influir en las futuras leyes o el alineamiento con organizaciones afines.
El menú de opciones para condicionar o influir sobre los medios y el público está plagado de manos expertas. Casi podría decirse de pies experimentados capaces de aplastar cualquier intento de construir opiniones adversas.  
En verdad el periodismo precisa para su funcionamiento cotidiano de fuentes calificadas tanto en el ámbito oficial como privado, habría que parte le toca a cada uno, cuál es el saldo a favor del periodismo y diseñar un espacio libre de presiones que sea financiado por los actores más potentes de la democracia pero sin su injerencia directa.
Notas

1 Zukernik, Eduardo, Periodismo y elecciones, los riesgos de la manipulación, La Crujía, Bs.As., 2001, p. 25.
2 Ruiz, Fernando y otros. Prensa y Congreso, La Crujía, Bs.As., 2001, p. 68-70.
3 Ibíd., p.41-47.
4 De Masi, Oscar Andrés y otros, Comunicación Gubernamental, Paidós, Bs. As., 2001, p. 171-175.
5 Ruiz, Fernando y otros, op. cit., p.53-62.
6 Ibíd.
7 Brunstein, Carolina “La prensa de EE.UU. fracasó al cubrir la guerra en Irak”, Diario Clarín, Bs.As., 17/04/2004.
8 Sierra, Gustavo, “El mea culpa de una estrella de la CNN”, Diario Clarín, Bs.As., 28/09/2003.
9 Cunningham, Brent “Re-thinking Objectivity”, Columbia Review, New York, julio 2003.
10 “Harsh Methods Aren't Torture, Says the NY Times”. Fairness & Accuracy In Reporting. Media analysis, critiques and activism, http://www.fair.org/activism/times-torture.html,14/05/2004.
11 ”El enojo de Lavagna”, Diario La Nación, Economía, Bs. As., 10/04/2004, p. 2.
12 Goñi, Uki, “La prensa argentina debe investigarse a sí misma”, Diario La Nación, Enfoques, Bs. As., 30/03/1997.
13 Casermeiro de Pereson, Alicia, ”El segundo nivel de la agenda setting”, Instituto de Comunicación Social-UCA, Boletín nº 5, Bs.As. 2003, p. 24.
14 Linnarz, Paul, “El reino del revés”, Revista Imagen, nº 65, Bs.As 2004
15 Bertoni, Eduardo, “Más información es más democracia”, Diario La Nación, Bs.As., 11/08/2003, p. 15.
16 Colombo, Furio, Últimas noticias sobre el periodismo, Anagrama, Barcelona, 1997, p.89-95.
17 Ibíd.
18 Amado Suárez, Comunicaciones Públicas, Temas, Bs.As., 1999.
19 Investigación sobre la Comunicación Institucional en la Argentina, ICOMI, Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, 2000.
20 Beauchamp, Michel, Comunicación política y empresas, cap. 14, Gedisa, Barcelona, 1998.




5. La fábrica de distorsiones

La distorsión sistemática quedó patentizada en los diversos estudios sobre newsmaking que aportó la investigación de la comunicación de masas. Cada paso en el proceso de producción noticiosa forma una cadena que va distorsionando el suceso original debido a la índole compleja del trabajo periodístico, plagado de incontables condicionamientos, algunos de los cuales fueron descriptos en capítulos previos (Wolf; 1987)(1).  
Esta cadena estaría ampliando sus efectos deformantes a medida que se incorporan innovaciones tecnológicas, se perfecciona la organización burocrática de la empresa periodística y avanzan las técnicas de márketing dentro de la redacción (Wolf; 2003)(2).
Se produjo un desacople entre el proceso productivo y el proceso de información propiamente dicho, exacerbando los desvíos, agudizando la carga distorsiva, en especial los criterios de noticiabilidad o la dependencia de las fuentes que son puntos estructurales de la distorsión informativa.
Los esfuerzos dirigidos al proceso productivo no tuvieron su contrapartida renovadora en el esquema periodístico, que se aferra a criterios más bien anacrónicos frente a la nueva realidad informativa.
La fábrica noticiosa cuenta hoy con poderosas tecnologías, redujo sus costos de producción con un fuerte aumento de la productividad pero dejó en el camino la calidad periodística.    
Se atiende la fase productiva pero no hay respuesta a las cambiantes necesidades  de conocimiento e información que demandan las sociedades de hoy, cada vez más complejas. La producción de noticias en serie ganó en velocidad y en distribución pero no puede atender las demandas de vastos segmentos del espectro social.
 Lo peor es que la redacción parecería perder el control sobre la información que será emitida o publicada. Se agiliza la recolección informativa pero a cambio de una mayor dependencia de las fuentes proveedoras. El viejo modelo de fuentes estables y fácilmente accesibles para el periodista ganan protagonismo con las nuevas tecnologías porque son parte integrante de la megaorganización noticiosa, pertenecen a la red proveedora de la redacción (agencias de noticias, bases de datos oficiales, etc).
Peor aún, el espacio que todavía quedaba para la creatividad, es decir la generación y búsqueda de información propia, está en vías de extinción. El   periodismo de calle, que pone en contacto al periodista con el público - criterio periodístico básico- está en franco descenso. Este aspecto de la función fue prácticamente tercerizado, su elaboración recae en organizaciones ajenas al aparato periodístico y no cayó en las mejores manos sino en oficinas de prensa u órganos de prensa de instituciones privadas, de corrientes políticas partidarias o de encuestólogos que también trabajan para estas organizaciones.
Como ya hemos visto, parte de esa información se publica a partir de criterios de selectividad que privilegian la información confiable de la fuente. El problema es que las fuentes se amoldaron a las necesidades productivas, proveyendo materia prima en cantidad, con un aumento exponencial de los flujos informativos, pero del lado de la redacción no hubo un desarrollo similar, se sigue seleccionando con viejos criterios que empeoran o distorsionan mucho más el producto noticioso.
No parece razonable a esta altura seguir invocando los requerimientos de simplificación o reducción de la materia prima informativa para poder avanzar en el proceso productivo. Sin duda esto se conecta con la planificación económica y las relaciones con la política que se deciden en los altos niveles de la dirección periodística y permanecen ocultos. Una vez más aparece la opción transparencia-opacidad y, probablemente, la negativa a transparentar la línea de producción es una manera de impedir el transparentamiento vertical, hacia arriba, donde los intereses determinan la inconveniencia de tales intentos.
Pero la cuestión crucial es la provisión de materia prima, es decir fuentes que suministran cantidades crecientes de información de las que resultan redacciones con periodistas más estáticos, más de salón, que en medio de la avalancha de noticias se dedican a reconocer las más potables para ser incorporados al proceso.
La red electrónica mencionada anteriormente, que conecta agencias, redacciones, oficinas de prensa y diferentes bases de datos institucionales  provocan una explosión informativa. Todo lo que hace falta está ahí, en la máquina y el periodista-operario extrae la materia prima que será transformada en noticia de esa red institucional y confiable. No hay espacio ni tiempo para suplementar ese proceso con algún tipo de material de origen dudoso o no experimentado previamente. Roto ese delicado equilibrio –un proceso que se fue dando a lo largo de varios años- aumenta la distorsión.
Hay una gran paradoja en el esquema actual. Por un lado el periodista cuenta con sobrados elementos para contextualizar y profundizar en la información, pero por otro lado no se utilizan en dirección a esos fines sino a satisfacer lo que Wolf llama la tendencia a la autorreferencialidad. En vez de enriquecerse la información se acude a la memoria propia, a lo que está archivado y se publicó –que adolesce de los problemas distorsivos ya mencionados- construyendo una historia que se repliega sobre sí misma.  
Sobre esta tendencia presionan además antiguos artificios periodísticos como levantar información de otros medios, consultas interpares, plagios absolutos, etc. Si se suma la acción sinérgica de los multimedios donde  pasan de un formato a otro los mismos datos, el resultado es un producto  ultrahomogéneo que entregan las fábricas mediáticas.
Si antes los criterios de noticiabilidad apuntaban a la eficiencia productiva hoy la eficiencia productiva está determinando los criterios de noticiabilidad. Una relación inversa que invierte los términos de la profesión. 
Otra vez vuelvo sobre un concepto anterior: la sociedad compleja. La divergencia entre el periodismo y la sociedad contemporánea parece agudizarse a medida que se introducen nuevas tecnologías. Mientras no se atienda con criterios sociales o humanistas el fenómeno informativo la divergencia seguirá aumentando. En el mejor de los casos el periodismo explicará una parte del conjunto social, ciertos temas, un mundo simple y reducido a esos criterios que en su momento alcanzaban para abarcar la realidad circundante.
De persistir en el rumbo, el periodismo tradicional podría quedar absorbido por la maquinaria mediática y la sociedad civil será para los fabricantes de noticias una figura cada vez más borrosa y lejana, ni hablar de interpretar a esa sociedad y los cambios que busca. Quizás este periodismo continúe su trayectoria y no tenga sentido insistir con la transparencia del esquema productivo y otros aspectos de la organización periodística. Habrá que pensar en un periodismo nuevo por oposición al neoperiodismo actual que seguirá inmerso en la opacidad productiva por conveniencia o incapacidad de superación. En todo caso atenderá determinadas demandas de mercado pero no podrá reivindicar para sí una visión universalista como pretendió en sus orígenes.
En numerosas investigaciones sobre comunicación masiva –las que mantienen intacta su vigencia- se pueden observar estas deficiencias o distorsiones en el proceso informativo. En el capítulo dedicado a la objetividad mencioné a Gaye Tuchman (1978) que analizó la forma en que este concepto, un ritual en términos de la investigadora, portaba el virus distorsivo que, entre otros efectos no deseados, producía un refuerzo del status quo por la insistencia del periodismo en recurrir a fuentes institucionalizadas en temas controversiales.
O los estudios de Herbert Gans (1979) (3), un pilar en la investigación de la comunicación masiva, que entre otras conclusiones pudo configurar ciertos  valores perdurables en las noticias. Entre ellos el etnocentrismo, que se traduce en una valoración superior del propio país por encima de otros, lo que incentiva el factor distorsivo por ejemplo en casos de guerra o enfrentamientos deportivos.
El rasgo patrioterista adquirió patética actualidad en los Estados Unidos luego del ataque a las Torres Gemelas en setiembre de 2001. Los periodistas se pusieron la camiseta pero no con un sano sentido patriótico sino que se montaron en la euforia revanchista impulsada por el gobierno para llevar las tropas a Afganistán e Irak (4) . De esa manera se obvió la dilucidación de una cantidad de interrogantes que el periodismo y su misión crítica no deberían dejar pasar, máxime tratándose del periodismo norteamericano y sus reconocidas cualidades. Lógicamente, siempre habrá atenuantes como la unidad nacional frente a la agresión terrorista u otras convocatorias tanto o más razonables pero los riesgos y las consecuencias de una actitud acrítica están a la vista, basta observar la realidad iraquí. 
Otro de los valores es la democracia altruista que entre sus aspectos distorsivos revela una preocupación superior por las transgresiones a la libertad de prensa sin asignarle idéntica importancia a las libertades civiles cuando son doblegadas y derivan en cuadros de pobreza masiva o las dificultades de la clase media para acceder a la actividad política e influir en el proceso democrático.
En la Argentina de los años 90 pueden hallarse varios ejemplos –una década incomparable para detectar desvíos en el periodismo- donde recién a mitad de la década el periodismo comienza a atender con energía el drama del desempleo y bastante más adelante a poner atención en la pobreza cuando los rostros de las víctimas comenzaron a inundar las calles.
En 1988, el investigador norteamericano Lance Bennett identificó cuatro formas de distorsión (analizó en particular la televisión pero estas distorsiones pueden hallarse en cualquier vehículo de la comunicación masiva) que aparecen en la operatoria cotidiana de los medios:
1.  Noticias personalizadas.
La mayor parte de las noticias se concentran en individuos ya que las personas, por lo común, se relacionan mejor con otras personas que con grupos o instituciones. La audiencia proyecta fácilmente sus sentimientos, fantasías e ideales en la vida en actores individuales, reconoce o identifica aspectos positivos y negativos sin la complicación de tener que analizar el comportamiento de las organizaciones. Es un modo práctico de acercar al lector a temas relevantes pero la contracara es la presentación novelesca de los hechos, con el riesgo de transformar la realidad en una telenovela social.
2. Noticias dramatizadas. La dramatización es un modo atractivo de presentar las noticias. El conflicto motoriza el relato que se estructura con una introducción, desarrollo y conclusión, y permite darle aires dramáticos a los hechos creando un mayor impacto en el público.
El formato narrativo en la prensa escrita, al que acudieron con maestría los popes del nuevo periodismo norteamericano en los años 60, y que reivindica el nuevo periodismo latinoamericano, es una herramienta formidable para atraer a la audiencia siempre que sea precisamente de forma, que los atributos ficcionales no terminen ficcionalizando el hecho, generando una ilusión más que una noticia.
En televisión suelen aparecer informes lacrimógenos, con un fuerte efecto emocional pero sin consecuencias en el conocimiento del problema de fondo; se canaliza el dramatismo de una situación determinada hacia el componente emocional sin ahondar en las causas.
3. Noticias fragmentadas. La televisión es la reina del fragmentado informativo, pero el periodismo gráfico tampoco escapa a este tipo de  distorsión. Los informes breves junto con la diversidad de temas que se reparten en forma aislada a lo largo de la emisión impiden conectar los hechos. La audiencia se ve impedida de contextualizar esos hechos y poder vincularlos con problemáticas más amplias. Cuando el periodista dice realizar un análisis de la información lo que hace en verdad es unir un rompecabezas donde combina algunos datos de la realidad con puntos de vista controvertidos de las fuentes consultadas. Más que de un análisis se trata de cumplir con el requisito del equilibrio –aparente- que dista de satisfacer al público que intenta captar el sentido de las cosas.   
4. Noticias normalizadas. La cualidad principal de esta distorsión es el reforzamiento del status quo. Cualquier alteración, sea una catástrofe natural o un estallido social, cuenta con las fuentes especializadas que saldrán a responder y dar calma a la población. El uso de fuentes alternativas, poco frecuentadas, casi desaparecen por completo.
La imagen del lector o la audiencia que tienen los medios está en el centro de muchas de estas distorsiones en la misma medida que los valores noticia están ligados a lo que se supone es el interés del público.
Los periodistas, aunque lo nieguen, saben poco respecto del público y la misma dificultad se encuentra en el campo de la investigación. El conocimiento de las audiencias  es uno de los baches que recién comienzan a cerrarse en el estudio de la producción de noticias (Wolf; 1987) (5).
Un estudio sobre el diario y sus lectores, realizado en la Argentina –se analizaron los diarios Clarín y Nación en base a lectores de la Ciudad de Bs.As.-, arriba a interesantes conclusiones (De la Torre/Téramo; 2004) (6). Entre las preferencias y demandas de los lectores encontraron que:
a) Los diarios privilegian las noticias actuales mientras que los lectores prefieren las atemporales . Esto se explica por la televisión –en menor medida la radio -, que ofrece la última noticia mientras que el diario permite profundizar la información. Aquí cabe revisar la preponderancia del valor actualidad para el periodismo gráfico, sobre todo en cuanto a la cantidad de espacio que se destina a la información urgente. En general, las noticias calientes llegan por vía audiovisual y para el lector se convierten en noticias frías si al día siguiente o algunas horas más tarde las encuentra en la edición gráfica. Internet compensa en parte el enfriamento ya que las ediciones on line se actualizan en forma permanente y los diarios pueden alcanzar la misma temperatura informativa.
b) Los lectores privilegian aquellos acontecimientos que provienen de fuentes externas al diario. La investigación propia del diario queda relegada por la que ofrecen agencias de noticias u otras fuentes. Esta conclusión desconcierta y preocupa, aunque si se observa la pérdida de credibilidad que afecta al periodismo esta conclusión no debería  sorprender.
c) Los lectores eligen acontecimientos de mayor impacto emocional en abierta oposición a los criterios imperantes en los medios que optan por valorar noticias de media y baja relevancia emocional.
d) Los lectores privilegian las noticias que se refieren a grandes porciones de la población. En sentido contrario, los diarios dedican mayor espacio a segmentos sociales de características más específicas.
e) Los lectores consideran que hay una sobreoferta de noticias vinculadas a deportes y espectáculos en desmedro de la información económica y social.
f) Los lectores eligen la narración cronológica mientras que los diarios otorgan la primacía, en la mayor parte de las noticias, a la tradicional estructura de pirámide invertida.
g) Al público le interesan más las consecuencias mientras que los periodistas ponen el acento en los antecedentes de las noticias.
h) Los lectores se inclinan por las noticias de interés humano y reclaman una revisión del valor conflicto al que tanto se apegan los periodistas.
i) Los lectores no consideran que las fotos agregan valor a las noticias en tanto los diarios las sobrevaloran. Lo contrario ocurre con los gráficos y las infografías.
Otros criterios de noticiabilidad mostrarían distintos grados de desactualización o por lo menos la necesidad de discutir certezas o automatismos que afectan la calidad del producto final.
Lo mismo ocurre en los estudios sobre gatekeepers (barreras o filtros) cuya misión es la de seleccionar la información que será pasible de transformarse en noticia.
Si bien todos los periodistas funcionan como seleccionadores, para los estudios de la sociología de los emisores, el gatekeeper es una o más personas ubicadas en posiciones clave para controlar el flujo informativo.
Las investigaciones sucesivas mostraron repetidamente que las decisiones del gatekeeper están orientadas por los grupos de trabajo dentro de la redacción; las fuentes y las normas de la empresa periodística pesan más que los criterios individuales (Wolf; 1987) (7).
La actividad selectora más importante se produce en el interior del medio y son los valores de la redacción los que sirven de referencia. Los colegas y los directores prevalecen sobre el público como factor de orientación. Dada esta característica cada empresa debería diferenciarse notablemente de sus competidores, pero en la práctica esto no ocurre debido a que los criterios son semejantes en todos los medios y los condicionamientos también.   
Los estudios recientes sobre gatekeepers, de la misma manera que se da en otras disciplinas, no excluyen el contexto político y social. Evitan aislar el objeto de estudio y pueden profundizar en el conocimiento del proceso de construcción de la noticia. Son los valores y prácticas profesionales -más que una reflexión sesuda sobre la realidad- los que van determinar los contenidos, pero no pueden pasarse por alto los factores contextuales.
El aporte del análisis sobre gatekeeper es útil para mostrar la índole consensuada del proceso productivo, siendo las reuniones de redacción o las reuniones de tapa, en el caso de los diarios, auténticos actos de negociación que ponen en evidencia las limitaciones comunes a la tarea noticiosa y descubren diversas distorsiones.
En un estudio realizado por ex periodistas norteamericanos (2002) (8), en un diario local con una tirada de 7.000 ejemplares, se observan cómo inciden las rutinas productivas en las decisiones que toman los editores para llevar o no una nota a la tapa del diario. Se trata de un estudio de las rutinas productivas que analiza a los individuos dentro de un contexto particular, sin hacer gala de neutralismo, donde predomina la  subjetividad y los juicios de valor cobran preeminencia. 
Queda claro que la comunicación cotidiana, los avatares propios de la actividad y las cualidades personales de los editores determinan el trabajo mucho más que las reglas y normas preexistentes. Esto no significa que los profesionales no sigan las reglas que hacen posible controlar el proceso: flujo informativo, tiempos, disponibilidad tecnológica, estructura física, número de periodistas, etc. Pero lo que puede observarse en las reuniones de editores es en qué medida se quiebran, se flexibilizan o refuerzan las normas dictadas por las rutinas noticiosas. 
El estudio también reconoce las limitaciones del análisis, que como en este caso, abarcan sólo los niveles más altos del gatekeeping.
Las reuniones de editores son centrales en el proceso de toma de decisiones, allí se coordina el ciclo productivo diario. Los editores se reúnen, bajo condiciones normales, no menos de dos veces por día, discuten qué noticias tendrán mayor o menor espacio y cuál irá a tapa, lo que se resuelve por consenso o por decisión del dueño.
Los autores del estudio –asistieron a reuniones de redacción durante seis semanas- enunciaron las restricciones básicas, comunes a todas las redacciones, allí surge un ancho margen para la subjetividad y por lo tanto para la acción distorsiva.
Una vez más puede verse en el proceso de gatekeeping el requerimiento de transparencia. Dar cuenta de los pliegues y repliegues de la actividad es casi una imposición si se pretende justificar frente al público determinadas omisiones, errores y presiones que afectan al producto final.
Las restricciones o condicionamientos descriptos en la investigación confirman hallazgos anteriores, muestran nuevamente la influencia decisiva de las rutinas y el ciclo diario de producción, pero además son útiles para repasar las circunstancias que rodean a la toma de decisiones y destilar algún pensamiento.
Tiempo y espacio son esenciales para determinar si una noticia puede ir o no a tapa. Si el hecho ocurre cerca de las siete de la tarde, horario de cierre de edición, difícilmente alcance la página 1 o ni siquiera pueda publicarse, aunque se trate de información relevante.
Los editores discutían, durante los períodos normales de trabajo, con tres días de anticipación los temas de tapa, pero a partir del atentado del 11 de setiembre, ocurrido pocas semanas antes, las decisiones sobre la tapa se tomaban a medida que se desarrollaba la cobertura del día. Siendo este un período anormal, cargado de tensiones, con el agregado de las denuncias de ataques con ántrax, las previsiones se modificaban y, en consecuencia, la tapa y la edición completa no pueden realizarse después de una reflexión profunda o más o menos minuciosa sino que se apelará a la práctica y la experiencia, y allí surgen los problemas y las críticas.
El mismo condicionante opera sobre el espacio. La extensión de las notas siempre es un problema y más aún bajo condiciones de presión informativa. Los redactores pelean con su editor el espacio y la cantidad de fotos y el editor a su vez pulsea en las reuniones de editores por el espacio de la sección. Después vienen los recortes al número de líneas o se suprimen determinadas fotos o se cae por completo una nota en reemplazo de otra. Estos actos sociales de negociación son clave para analizar un diario pero es poco probable que durante una investigación pueda penetrarse en esa realidad, en ese proceso negociador que atraviesa toda la redacción.
Las relaciones entre editores y redactores pueden ser muy ásperas y si entre ellos no predomina cierta cultura democrática o se aceptan determinados valores éticos y morales, las sucesivas decisiones desembocarán en un producto impuesto más por la fuerza del jefe que por las ideas del conjunto de los participantes.
Los testimonios de periodistas son provechosos para entender este proceso que en países como el nuestro suele alcanzar ribetes de escándalo. Excelentes informes o propuestas renovadoras pueden tropezar con un jefe de escasa estatura profesional o moral –bastante común en nuestras latitudes- y quedar cajoneado a la espera de un hecho fortuito que obligue a su publicación. Es demasiado frecuente el criterio jerárquico o la obsecuencia para decidir una cobertura o estimular la creatividad de los redactores.
Este es un tramo del proceso que debería transparentarse dentro de la redacción porque allí se pierden en el camino ideas y talentos. Pero se debe transparentar de modo que no se ponga en riesgo la continuidad laboral, si es que se quiere transparentar en serio, y no es suficiente algún gesto aperturista como las reuniones abiertas dentro de la redacción, donde participan editores y redactores como si fuese un simple ritual formalista. Otra cosa son las reuniones de editores donde las decisiones responden más al consenso del grupo que a la determinación individual y las sugerencias y opiniones tienen una razonable cabida.
Retomando el análisis del diario norteamericano, cabe aclarar que se trata de un diario matutino cuya competencia es un vespertino, también local y con una tirada de 20.000 ejemplares. Es interesenta observar las consideraciones respecto de las imágenes contenidas en el diario y en especial la tapa. Los investigadores notaron que muchas veces la falta de material fotográfico decide a los editores a no incluir en tapa una información aunque ésta adquiera cierta preponderancia en el conjunto informativo de la edición.
Las infografías, gráficos y otro tipo de ilustraciones cobran similar importancia. Hay una preocupación especial por explicar los hechos al lector en toda su amplitud, y las ilustraciones permiten completar la historia, hacerla más comprensible. Como ejemplo de la función complementaria de las ilustraciones se destaca por esos días un mapa que identifica las ciudades donde fueron denunciados los casos de ántrax, dentro del territorio norteamericano.
La obsesión por las imágenes, sobre todo la fotografía, se explica por la competencia con la televisión y las revistas. Sin embargo, el golpe mayor de una tapa lo da su titular principal. Rara vez se comenta la foto de tapa. Esto debería llevar a un replanteo del celo puesto a la hora de colocar una noticia en la primera página.
A veces se hacen esfuerzos ingentes para plasmar la idea completa, según el concepto de los editores, algo más que discutible si partimos del análisis de Roland Barthes sobre la fotografía y su noción de mensaje paradójico. La foto contiene un mensaje denotado y connotado al mismo tiempo, portador de una cadena infinita de asociaciones que sólo es posible detener mediante el ancla tipográfica, es decir el epígrafe que hará comprensible esa imagen.    
Las infografías y los gráficos aportan mucho más como servicio al lector y también cumplen una función retórica, ya que los buenos diseños pueden ser tanto o más atractivos que una fotografía. Conviene recordar la sentencia de un maestro de Diseño (no recuerdo el autor de la expresión quizás es anónimo o por qué no apócrifo): una imagen vale más que 1.000 palabras pero un signo vale más que 1.000 imágenes.
La índole de la noticia es otro factor determinante en la confección de la tapa; las denominadas malas noticias tienen prioridad. Durante el tiempo que duró la investigación las cuestiones referidas a la lucha contra el terrorismo y las denuncias por ántrax mantuvieron la preferencia.
Con el correr de los días, a medida que esta información permanecía en el tiempo y su volumen iba en aumento, la temática cayó bajo otra denominación, noticias problemáticas. Se admite entonces otro tratamiento: los editores pueden sortear la urgencia y pensar en alternativas para sus lectores, mostrando modos de enfrentar el problema más que de crear pánico o miedo.
Los editores se cuestionaban el rol de vendedores de pesimismo y buscaban historias positivas para ofrecer, aún a costa de sacrificar la estrechez de algunas normas de redacción. Pero, normalmente, los editores acuerdan en los temas principales y las noticias que irán a tapa sin necesidad de debatir. Predominan los condicionantes de tiempo, cierre de edición, rareza, accesibilidad, malas noticias, conflicto, etc.
La publicidad es un tema excluyente. Una edición puede estar a punto de ser enviada a impresión pero si entra un aviso sobre la hora una parte del texto noticioso será inmolado en nombre de la supervivencia del diario. Y aunque no sea un aviso de último momento la competencia por los espacios es constante –salvo períodos de sequía de avisos- y es el texto el más perjudicado. A veces en un minuto se cae toda una diagramación que había sido el resultado de preparativos y discusiones en la cobertura previa. 
El  proceso de toma de decisiones tiene en la competencia otro punto fuerte de distorsión. En las reuniones vespertinas de redacción, el director ejecutivo del diario jamás deja de consultar por los temas comunes con el diario competidor. Esto a veces se lleva al límite del sentido común ya que no es infrecuente que una buena nota duerma el sueño de los justos hasta ser resucitada por la sospecha o el conocimiento de que la competencia se interesó por el tema y entonces, rápidamente, se decide actualizar la nota y darla antes que el competidor. La pregunta es: ¿qué grado de importancia tenía esa información para la sociedad?








Referencias del capítulo 5

(1) Mauro Wolf, La investigación de la comunicación de masas, Paidós, 1987.
(2) Mauro Wolf, Traducción de Rosa Martín Sabarís para La iniciativa de Comunicación (Internet), nov. 2003.
(3) Herbert Gans, Deciding What´s News. A Study of CBS Evening News, NBC Nightly News, Newsweek an Time, New York, Pantheon Books, 1979
(4) The Press Effect, Politicians, Journalists and the Stories that Shape teh Political World, www.oxfordscholarship.com, 2002.
(5) Idem (2), pág. 242.
(6) De la Torre/Téramo, La noticia en el espejo, Educa, Bs.As., 2004.
(7) Idem (5), pág 207
(8) Adhikari, Everbach, Fahmy, “Making At A Small Midwestern Newspaper”, AEJMC, annual convention, Florida, ag.2002.











Bajo la ley de los multi-miedos

La década de los 90 marcó un cambio definitivo en la historia de los medios de comunicación masiva. Empresas de diarios, radio y televisión como portadores de noticias fueron absorbidos por conglomerados gigantes o multimedios que les dieron un nuevo soporte económico pero al mismo tiempo debilitaron su función natural.
Pasaron a ser parte del inventario de estudios contables multinacionales que echaron mano al periodismo como producto de entretenimiento o como un activo interesante para su reventa a otros grupos del mismo tenor.
En medio de las conveniencias financieras, siempre atendibles y legítimas, rodaron las cabezas de miles de periodistas asalariados, globalizados en un abrir y cerrar de ojos, sin empleo o precarizados. La unión AOL-Time Warner suena emblemática en el nuevo contexto mundial dominado por una decena de megaemprendimientos a los que se sumaron empresas de menor tamaño en todo el mundo.
Podría decirse que la conducta multimediática se repite en cualquier país del planeta, en una réplica de procedimientos y estrategias que reproducen los mismos efectos a escala local.
Hay una conducta multimediática que trasciende la mera relación de tamaño, y con el favor de las condiciones e ideas imperantes en la economía mundial aún la pequeña y mediana empresa periodística reproduce las acciones de los grandes emporios. Hacia afuera le ofrece al cliente (antes ciudadano) un surtido excepcional de productos y hacia adentro impone controvertidas condiciones laborales a los operarios de cuello azul (antes periodistas).    
Para Ignacio Ramonet la información finalmente fue devorada por el mercado y es apenas un ingrediente en el pastel de la comunicación. Ahora se mezclan las noticias con la publicidad, telenovelas, cine, espectáculos deportivos, márketing, música, juegos en red y toda la gama de alternativas de la información y el entretenimiento pero servidas en un único plato informe (Ramonet; 2003) (1).   
Hasta los diarios, que dieron mayor cabida a las noticias “racionales” por encima de las “emocionales” provocaron un giro hacia el estilo televisivo, mucho más propicio para la venta masiva. Y no sólo incorporaron el color, un elemento valioso para la gráfica, sino que además se inclinaron al amarillismo –o por lo menos al sensacionalismo- y al ornamento farandulesco de la información. Con la farandulización gana el espectáculo y pierden la política y la vida pública (García Canclini; 2003)(2).
El edificio del periodismo libre, el guardián de la democracia se tambalea y los grupos mediáticos van por más. No sólo pierden el interés por la denuncia o el derecho de los ciudadanos sino que su objetivo es mantener y en lo posible engordar sus estructuras. Así pasan a ser grandes jugadores en la lucha por el poder y su voracidad los lleva a reclamar la derogación de claúsulas o leyes que impiden el ensanche monopólico (Ramonet; 2003) (3).      
Dentro de este esquema la información estaría jugando del bando contrario al interés público. La tortilla se habría dado vuelta a favor del hombre de negocios y dejado a pie al ciudadano común que de ahora en más deberá optar por alguno de los productos de mediana o baja calidad que se le ofrecen. La información sobreabunda “envenenada por todo tipo de mentiras, rumores, deformaciones, distorsiones, manipulaciones (4).”
Un ciudadano desarmado deberá enfrentar al nuevo superpoder con armas novedosas. Ramonet propuso crear el Observatorio Internacional de Medios de Comunicación en el Foro Social en Porto Alegre, Brasil (2003) para contrarrestar el poderío de los industriales de la comunicación. El director de Le Monde Diplomátique llamaba a combatir el mercantilismo informativo y su ideología, el neoliberalismo mundializado, para devolver la información a sus auténticos propietarios, los ciudadanos.    
El Observatorio debería reunir a periodistas en actividad o retirados, profesionales o no, de cualquier medio de comunicación, a investigadores y universitarios de todas las disciplinas, en especial de la comunicación y ciudadanos comunes, y personalidades de reconocidas cualidades morales.
Este organismo rector, en el que la Universidad tendría un rol protagónico “porque es uno de los pocos lugares parcialmente protegidos contra las ambiciones totalitarias del mercado”, alcanzaría una legitimidad de la que carecen los sistemas de regulación de los medios o las organizaciones de periodistas, dependientes o vinculados a los intereses corporativos.   

El tributo de los gigantes


Con el ojo puesto en el funcionamiento de la economía, un investigador norteamericano desmenuzó distintos análisis sobre concentración mediática y concluye que la única manera de modificar la estructura actual es aplicar nuevos impuestos dentro del mercado de las comunicaciones (Houston; 2001) (5).
Si se considera tan importante la existencia de medios independientes para la vida republicana, no puede dejarse librado al mercado esa responsabilidad ya que los conglomerados mediáticos tienen intereses en un abanico muy diversificado de rubros comerciales y financieros y lo peor es que no dejan de “tragar”.
Basta un solo dato para ejemplificar el afán troglodita de los multimedios: en 1983, el mercado norteamericano de medios estaba dominado por una cincuentena de compañías mientras que hacia fines de 2000 el dominio lo ejercían apenas seis compañías (6).
La concentración produce un achatamiento informativo, la democracia pierde calidad, los ciudadanos se desentienden de la agenda política, los medios no se interesan por reflejar la pluralidad de los puntos de vista y hay un discurso hegemónico que favorece a los conglomerados y las políticas que los sostienen.
Una política de ingresos que redistribuya los recursos impediría que los multigigantes continúen ganando espacio y acumulando billonarias ganancias.
Una vez asegurados los recursos públicos habrá igualdad de oportunidades para aquellos que quieran participar en los medios de comunicación y hoy no pueden hacerlo. Así la sociedad se vería recompensada por la presencia de un periodismo acorde al ideal de la libertad de prensa, expresado en la primera enmienda de la constitución norteamericana. Es decir, se privilegiaría la libertad de prensa por encima de la libertad de empresa ya que nadie puede publicar libremente sus ideas si carece de los recursos mínimos para ello; una obviedad que los defensores a ultranza de la libertad de expresión parecerían no querer comprender.    
Hacia adentro las redacciones también sufren el impacto con la reducción de los planteles de periodistas y el cierre de periódicos y pequeños y medianos emprendimientos periodísticos. En los Estados Unidos, los diarios suprimieron 2.200 puestos de trabajo desde 1990 hasta 2004 en tanto los servicios informativos de las cadenas más importantes redujeron sus planteles en un tercio respecto de 1985 (Carmona; 2004) (7).
A modo de ilustración el semanario Newsweek ofrece un ejemplo catástrofe: la mitad de su personal fue despedido a lo largo de los últimos 20 años. Si faltasen datos que relacionen la hiperconcentración y el desempleo pueden observarse los números de la radio, el sector que posee la mayor concentración de medios por estos días.
Clear Channel Communications, de San Antonio, Texas, tenía cerca de 40 emisoras en 1990; hoy reúne alrededor de 1.270 estaciones de radio en los Estados Unidos y unas 240 en el exterior. ¿Cuántos periodistas necesita este atlas radiofónico?: un 56% menos que en 1990.
La mengua de profesionales determina menor o ningún control de calidad informativa, no se acude a fuentes variadas y la contextualización es casi inexistente. Para llenar el vacío y utilizar los recursos humanos los medios invierten en la distribución y presentación de noticias, con altas remuneraciones a conductores o presentadores en detrimento del periodista general.
Un periodismo de rostros marketineros precisa de contenidos livianos y de fácil acceso como pueden ser las noticias del mundo del espectáculo o los policiales o en todo caso farandulizar los hechos políticos o económicos.             
El desinterés de los colosos mediáticos por aspectos esenciales del periodismo perjudica sobremanera a los diarios. La correlación entre personal y circulación se hace cada vez más evidente aunque no puedan darse números exactos.
La relación más difundida es de 1 periodista cada 1000 ejemplares, en términos de circulación. A menor cantidad de profesionales menor calidad periodística y caída en la ventas de ejemplares –aunque no significa caída en la venta de publicidad-, un círculo defectuoso para cualquier biblioteca de periodismo que no pareciera figurar en la mente de los propietarios de medios tan proclives a introducir el bisturí en la yugular de la tarea informativa, los periodistas.
Por suerte algunos diarios mantienen las viejas fórmulas, no por una adhesión tradicionalista sino a partir de investigaciones e índices que permiten medir la relación entre ganancias y calidad periodística. Un relevamiento sobre 400 diarios a cargo de la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU.), entre los años 1995 y 2000, demostró que los más exitosos en mantener la circulación fueron los diarios que conservaron la relación de periodistas por encima de la medida convencional de 1 cada 1000 ejemplares.
En cuanto a los que perdieron circulación, no se sabe a ciencia cierta si primero perdieron circulación y después redujeron personal. Pero sí se confirmó que aquellos diarios que redujeron en mayor medida el personal fueron los que más circulación perdieron  (Meyer, Kim; 2001) (8).
Según el filósofo argentino Mario Bunge, devenido profesor universitario en Canadá, el problema es parte de uno mayor como es la concentración de bienes en pocas manos; muy pocos disponen de un gran poder y la única forma de remediarlo es distribuir el poder. Esa distribución debe alcanzar todos los aspectos, entre ellos los medios de comunicación (Bunge, Paz; 2003) (9). 
Bunge, frente al auge concentrador de los medios de comunicación, da la voz de alarma: “hay que trabajar por una legislación contra el monopolio informativo, esto es un peligro muy grande para la democracia porque implica alimentar a la gente con información unilateral, ocultándole la verdad, distrayéndola para mostrarle aspectos poco importantes de lo que en verdad sucede en el mundo”.
En la Argentina –mientras sigue vigente la “ley Videla” de radiodifusión- las condiciones para la concentración siguen siendo óptimas.
Por ahora no hay límites porcentuales o de participación accionaria ni se restringe la adquisición cruzada, o sea un medio audiovisual puede comprar uno gráfico y viceversa sin condicionamientos (Loreti; 1999) (10).
Tamaña amplitud de criterio se alcanzó en los benditos años 90, bajo la presidencia de Menem, mediante la modificación de los art. 45 y 46 de la ley de radiodifusión (ley 22.285) que contienen una serie de limitaciones, como las que existen en otros países.
En aquel momento se consideraba la ley como un impedimento insalvable a las inversiones de capital argentino y extranjero que prometían el ingreso al paraíso primermundista por la puerta de las comunicaciones. Más competencia, más empresas, más empleo...
La historia fue bien distinta. La recesión puso al descubierto el débil esqueleto sobre el cual se construyeron tantos castillos de arena. Y en su caída las grandes empresas periodísticas arrastraron a las más chicas, que sumado a las fusiones y adquisiciones anteriores conformaron la desolación actual.
Entre 1998 y 2002 el número de empresas de medios descendió de 291 a 265, con una reducción más significativa en las de gran tamaño (de 17 a 7) que son las que absorben mayor cantidad de empleados. Dentro del mismo período 1 de cada 3 periodistas perdieron su empleo o la estabilidad laboral (11).
Las condiciones laborales de los periodistas, a pesar de la existencia del temible Estatuto Profesional (temible para el empresario de medios), se degradaron como las del resto de las profesiones en la economía argentina.
Se crearon formas legales o pseudolegales para encubrir la degradación laboral como son las pasantías a perpetuidad, con renovaciones por períodos breves, colaboraciones mal remuneradas por afuera de las normas o directamente impagas,  trabajo gratuito, en especial en producciones de radio y televisión luego de transcurridos un año o más, tercerización de redacciones, con colaboradores satélite que ante la primer restricción publicitaria pierden su espacio laboral, salarios en baja, despidos masivos invocando situaciones de crisis para eludir la acción del Estatuto, bloqueo de la actividad sindical dentro de las redacciones y otras tantas variantes de la extorsión laboral típicas de la época coparon el mercado de trabajo.
Hacia 2000, según datos del Ministerio de Trabajo, la precarización laboral se aproximaba al 40%, es decir dentro de los parámetros que afectan hoy, 2004, al empleo nacional.

El enemigo duerme adentro


Bajo estas condiciones laborales habría que analizar hasta qué punto se garantiza la libertad de expresión o el derecho a la información, dónde queda la ecuanimidad o la pluralidad democrática en materia informativa si la tendencia no se revierte.
Cómo puede la sociedad exigir calidad informativa con periodistas atemorizados. Una redacción atemorizada es una representación circense de periodismo; el periodista no puede estar cuidando el pellejo cada día, atender cada gesto del jefe de turno, lidiar con la conveniencia editorial, satisfacer jornadas excesivas de trabajo y además hacer buen periodismo.   
El periodista argentino pudo enfrentar la censura, soportó el asedio de funcionarios militares, vio como fueron asesinados muchos colegas pero no pudo con el enemigo interno, con las prácticas aberrantes dentro de su espacio de trabajo. Basta dar un vistazo a las redacciones de hoy, los rostros lo dicen todo. Quedó muy lejos la expresión de algún académico que explicaba la raíz satisfactoria del trabajo periodístico.
Sin pretender ejecutar una melodía melancólica ni desconociendo la complicidad de muchos colegas no se puede esconder la bronca y la resignación y eso significa un periodismo pobre, mucho más pobre que los pobres periodistas.  
Creciente malestar e incertidumbre predominan en un relevamiento realizado entre 2002 y 2003 por Raquel San Martín, redactora del diario La Nación y docente.
Luego de reunir a varios grupos de discusión, integrados por redactores de diarios nacionales con dos años o más de experiencia y en situación de empleo efectivo, encontró que sus previsiones acerca del estado de ánimo de sus colegas fueron ampliamente superadas.
Una auténtica paradoja que revela como el miedo y las condiciones anómalas de trabajo conspiran contra la función esencial del periodista. El encargado de averiguar qué pasa no es capaz de saber qué está pasando en su entorno de pertenencia. La falta de COMUNICACIÓN entre compañeros de trabajo lleva a esconder el problema dentro de la intimidad de cada uno hasta convertirse casi en una cuestión psíquica individual. Aislamiento fatal. Y este fue uno de los hallazgos más interesantes del trabajo de San Martín: la incapacidad del periodista para articular una salida conjunta, un cambio solidario. No sólo por temor, también aparece la ausencia de autocrítica, como si los medios o sus propietarios fueran los únicos responsables.
Ninguno se hace cargo del autismo profesional (otra severa deformación del periodista de hoy que se aísla en su silla, su computadora, su nota, sus fuentes, y otros tantos su o sus o sustos), la falta de rigor en el chequeo de fuentes, la búsqueda del impacto antes que la información, el uso casi excluyente de fuentes oficiales o recomendables, etc.
Fatalismo y temor. Los encuestados sintieron gran alivio al participar de los grupos de discusión y pudieron expresarse en voz alta, pero una vez concluido el relevamiento insistieron en que se mantenga el absoluto anonimato, que había sido la condición ineludible para prestarse al estudio de la periodista.
Entre las incomodidades más insidiosas los redactores son unánimes en cuanto a la precarización que empobrece el trabajo, redactores polifuncionales, sobreabundancia de becarios en las redacciones, escasa formación de quienes toman las decisiones (jefes) y un sentimiento de impotencia por saberse prescindibles y manipulables.
“Somos el último eslabón”, “fabricamos salchichas”, “el trabajo es rutinario, no hay sorpresa ni adrenalina”, “esto es producción industrial en serie, somos parte de una maquinaria”, son algunos de las expresiones de los periodistas.
La sesión, como si se tratara de una terapia grupal, transitó hacia las escabrosas relaciones con los jefes: “si tenés iniciativa o no es lo mismo, la falta de motivación es completa” y “vivimos simulacros de fusilamiento: hace poco me llamaron para decirme que había ganado una beca y pensé que era para echarme (un periodista gráfico muy reconocido)”          
La falacia de la línea editorial es otra de las quejas comunes a los paneles de discusión. Los periodistas no cuestionan la opción ideológica del diario sino el uso eufemístico que hacen las empresas de medios. Compromisos políticos y económicos, que vulneran principios genuinos de la profesión, se convierten en armas invisibles de control. El periodista debe acatar una serie de directivas, tácitas o manifiestas, tan cuestionables como lo que se puede o no decir, los temas que se pueden o no tocar, las personas que se pueden o no criticar, las fuentes que pueden o no citarse, focalizarse en notas que venden y otras normas controvertidas que se van aprendiendo en el discurrir cotidiano.
De este modo se va ensanchando el divorcio entre periodistas y directores, con diferencias crecientes de objetivos y aspiraciones que se detectan en la falta de identificación del personal con la empresa. Se trabaja para sobrevivir, la mística del oficio quedó en el recuerdo.   
No concuerdan los consultados cuando se intenta definir la función del periodista, si debe interpretar, opinar, exponer los hechos, y muchos de ellos caen en contradicciones. Tampoco tienen claro el sentido social del discurso periodístico. En general dicen dirigirse a un lector difuso sin reparar en demasía en la información como bien público.   

Instrumento de cambio


En línea con esta mirada crítica, Enrique Martín, ex secretario de redacción de la agencia noticiosa DyN (Diarios y Noticias) golpea sin contemplaciones sobre el estado actual del periodismo deportivo: “Pasa por el peor momento de su historia, hay falta de imaginación y talento porque los jóvenes no leen, crecieron mirando televisión, hay deficiencias para escribir y no saben interpretar los textos. A mí no me echaron del periodismo...soy un renunciante. Me harté porque el periodismo limita a un tipo que quiere escribir. Tomar lo que dice un jefe semianalfabeto es cosa de locos. No existe la repregunta, ya sea por ignorancia o complicidad (Levinsky; 2002) (12)”
Con la misma contundencia, otro periodista deportivo, Víctor Hugo Morales (Radio Continental), casi solitario por su prédica y estilo, considera que los años 90 potenciaron las patologías del gremio hasta el paroxismo. Diarios deportivos, radios de fútbol las 24 horas, auge del amarillismo, el rumor, el chisme y el escándalo junto con la persecusión de los periodistas antimonopólicos (los que no trabajan para Torneos y Competencias del grupo Clarín) y el uso indiscriminado de pasantes dieron por tierra con la ética y el papel fiscalizador que tenían los periodistas. “Ser periodista es menos que ser nada si la profesión no sirve para mejorar a la gente. Elevar las estructuras del pensamiento, la riqueza de ideas, la sensibilidad, el nivel cultural, ésa es su misión.”, define Víctor Hugo Morales  (Morales; 1999) (13).
Con mayor optimismo, el periodista Reinaldo Sietecase (Revista 23), cree que hay espacios de libertad individual en los cuales los profesionales todavía tienen margen de maniobra. “Si tenés información, la chequeás, ¿es cierta?, entonces la publicás. Ésa es la dinámica, y en lo posible tratar de que el empresario no incida en la línea periodística. Esto parece ingenuo pero es una pelea a dar. No digo que siempre la ganás pero hay que tratar que la agenda periodística surja de los periodistas. A la larga es lo mejor que le puede pasar a los empresarios.”, argumenta Sietecase que de todos modos no deja de reconocer las tensiones existentes. “Otra cosa son las diferencias que uno tiene con el medio en el que trabaja –continúa el ex redactor del diario Página 12- uno tiene que lograr que su material se publique, no escribir cosas que no escribiría, ser fiel a la verdad y, en todo caso, cuando se la quieren violar queda la posibilidad de irse. No me gusta la obediencia debida, a mí no me vengan con ese cuento de que el jefe me obligó a escribir algo que yo no quería; también se puede decir que no. Ahora, yo no cuestionaría a un compañero que sí lo hace porque le tiene que dar de comer a su familia, pero hay mucha gente que dice que no y otra que dice que sí con entusiasmo. Ésa es la diferencia.”.
Como integrante del consultorio ético de la Fundación Nuevo Periodismo (García Márquez), el periodista colombiano Javier Darío Restrepo se detiene en algunos vicios de la profesión, “hay una tendencia entre los periodistas a cambiar de status, a cambiar de carro, de zapatos y de vestido; se llenan de deudas y comienzan a trabajar en distintas partes”.
Siempre con referencia al periodismo latinoamericano Restrepo encuentra en las presiones económicas un problema común a todo el continente, “los medios adquieren compromisos de miedo con los bancos, después con los políticos y como resultado terminan imponiendo restricciones a los periodistas y recorte de salarios. Los exponen a tener que redondear sus sueldos con otros ingresos”.
Observa Restrepo que muchos periodistas “no son conscientes del poder que tiene el medio, de la responsabilidad en la información. Se trata de personas rutinizadas en el oficio con esas prisas absurdas, sin pensar en el manejo de las fuentes y documentos, lo único importante es ganarle a la competencia” (Reyes; 1998) (14). 
Dentro del reciente informe de 500 páginas que presentó el Pew Center de los Estados Unidos junto con el Proyecto para la excelencia en el Periodismo aparecen conflictos y dudas similares en el espectro laboral norteamericano.   
En uno de sus capítulos se pone la lupa sobre la desconfianza que reina dentro de las redacciones (2004) (15). Desconfianza tanto del redactor hacia su jefe como del jefe hacia los directivos y peor aún, desconfianza acerca del futuro del periodismo. Se percibe que el rumbo de los medios no es el correcto, la presión de los propietarios y los anunciantes está limando la calidad del producto periodístico.
La mentalidad cortoplacista de quienes conducen la industria noticiosa ya dio muestras en el pasado de cometer gruesos errores al recortar en forma indiscriminada los planteles periodísticos y, al parecer, van en la misma dirección. Todos los rubros de la industria noticiosa registran caídas en los niveles de empleo, incluso las redacciones digitales pese al empinado aumento de la audiencia en Internet.  
Pero el dato más desalentador del capítulo es el pesimismo de los periodistas con respecto a sus lectores u oyentes. El periodista ahora desconfía del público. Los últimos cinco años mostraron un esfuerzo de parte de los periodistas por ir al encuentro de la sociedad, por reflejar mejor sus intereses y, sin embargo, la respuesta no parece ser la más satisfactoria en términos de reconocimiento.
Quizás se trate de un período muy breve si pensamos en la influencia del llamado infoespectáculo –todavía en pleno furor- sobre estas audiencias que el periodismo más comprometido intenta recapturar.
La conclusión del informe es preocupante. Hay una clara tendencia a la fragmentación, al distanciamiento entre los principales protagonistas del juego mediático. El público, los periodistas y los ejecutivos de medios no tiran para el mismo lado, no coinciden en las soluciones y tampoco en identificar los problemas.
Parece que en Europa la colección completa de joyas periodísticas no se consigue. En principio cuentan con mejores sueldos, las jornadas laborales se adecuan a la naturaleza humana, las organizaciones sindicales y asociaciones de periodistas tienen mayor injerencia en las cuestiones profesionales, se respetan los códigos de ética, pero la incertidumbre también revolotea por tan civilizadas redacciones.
El caso español estaría a mitad de camino entre las américas y las europas. En 2003, el Partido Socialista organizó una serie de encuentros con los actores principales del periodismo español. Concurrieron autoridades de los diarios El País y El Mundo, de la cadena Ser, representantes gremiales y de asociaciones de prensa, entre otros.
Uno de los expositores, Manuel Nuñez Encabo (uno de los redactores del Código Europeo de Deontología) pronosticó la futura desaparición del periodismo tal como lo conocemos porque los periodistas no pueden expresarse con libertad y por lo tanto el derecho a la información carece de garantías. Desde el gremialismo se asegura que el 50% de los periodistas españoles trabajan en condiciones de precariedad y se denunció la discriminación sexual que padece la actividad (paradojas del mejor y más libre oficio del mundo), con sueldos 30% inferior de las mujeres respecto de los varones. 
También se alertó sobre las relaciones peligrosas entre el poder político y los grandes grupos de comunicación. La mayoría de los periodistas se convirtieron en “esclavos mentales”, no se los forma ni se les enseña, sólo se los adoctrina en una única materia: “la sumisión”.
El cierre del acto estuvo a cargo de quien luego sería tiempo después el presidente del país, José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE), que prometió dar curso al Estatuto de la Profesión Periodística que reclaman los periodistas (2003) (16).   
Clima tormentoso bajo los cielos del periodismo español. Acechan vendavales aquí y allá. Es tiempo de transición y de pronósticos. El periodismo cae en la indefinción, en los para qué y los por qué.   

¿Periodismo vs. Libertad?

Entre apocalíptico y escéptico, Ignacio Ramonet también cree que los periodistas están en vías de extinción. Reducidos a obreros de una cadena de montaje, se hallan en medio de una regresión que los arrastra hacia el esquema taylorista de trabajo (Ramonet; 2004) (17).
Para el director de Le Monde Diplomàtique la información se convirtió en primer lugar en mercancía, por lo tanto se rige por las leyes del mercado, de oferta y demanda en vez de criterios cívicos o éticos que hasta hoy habían sentado las bases teóricas del periodismo. 
La relación entre información y verdad se descompensó; pueden decirse grandes mentiras que interesen a mucha gente y venderse a muy buen precio. Para colmo aumenta el caudal informativo pero lo hace cuantitativamente, lo que agrega confusión y se convierte, a fin de cuentas, en un elemento regresivo de la libertad. A medida que se agrega información se achica la cuota de libertad, un efecto censura –dice Ramonet- basado no ya en la supresión de otros tiempos sino en el incremento informativo.
Si tomáramos prestado de la ciencia económica la noción de rendimiento marginal decreciente y acompañando el pensamiento de Ramonet, podría decirse que cada unidad de información que se inyecta en el torrente comunicacional produce proporcionalmente menor grado de libertad.
La pregunta que surge de inmediato es: ¿el periodismo está trabajando en sentido contrario a la libertad de expresión? Siguiendo la ley de libertades marginales decrecientes la respuesta es sí. Por lo tanto, para seguir vivo el periodismo debe ofrecer calidad y la transparencia debe formar parte fundamental del componente de calidad.
En la oferta de calidad Ramonet encuentra una luz de esperanza para la profesión,  “información creíble y fiable, es decir, la que tiene un mínimo de garantías relacionadas con la ética, la honestidad, la deontología o la moral de la información”.
La cuestión ética pasó de ser una materia de estudio en el ámbito universitario, plena de curiosidades, héroes y villanos, ideales inalcanzables, para convertirse en el instrumento que asegure la continuidad y consolide la profesión. Parece mentira pero ahora el futuro es la ética; las utopías serán las futuras realidades.
Pero al retornar a la situación laboral presente Ramonet retorna al más agudo pesimismo y lamenta que en “nombre de la industrialización de la información, el ámbito de actividad se redujo considerablemente. El periodista enfrenta un sistema de jerarquía y propiedad que reclama una rentabilidad inmediata. De allí que el periodista se preocupe por lo que le van a pedir y más si lo que le piden entra en contradicción con su pensamiento. A pesar de la resistencia y la defensa de la ética muchos periodistas abandonan y se pasan al campo de las relaciones públicas, a la comunicación institucional, a ser simples canales de transmisión.”      
El periodismo está que arde. Ojalá no llegue a quemarse. La crisis se agudiza y llena de incertidumbre a los participantes; hasta resulta complicado definir al periodismo y a los periodistas. Se duda incluso de su eficacia como herramienta para el desarrollo de las democracias, tambalea el andamiaje ético y caen bajo la tiranía de las presiones económicas o políticas principios estructurantes de la actividad.
Es una transición muy dura. Algo es evidente: el periodismo está cambiando, falta que los periodistas tomen el control del cambio, que pasen a la ofensiva o se resignen a ser operarios pasivos de un neoperiodismo, servil y funcional, apéndice comercial –en el mejor de los casos- de grupos de poder o presión.
Habrá que animarse a dar la batalla o seguir perteneciendo al staff del cinismo o la corrupción. El punto medio, la reserva del espacio individual a la que apuntan muchos periodistas, es un esquema difícil de conservar. 
La comodidad o el miedo no son buenos consejeros, la marea sigue avanzando y tarde o temprano lo cubrirá todo. Es mejor ser precavido y empezar a construir la barca.    







Referencias bibliográficas.

(1) Ignacio Ramonent. “El quinto poder”, www. monde-diplomatique.es,  octubre 2003.
(2) Entrevista: García Canclini, Revista “Cinco W”, Instituto de Comunicación Social-UCA, Bs. As. 2003.
(3) (4) Ignacio Ramonent. “El quinto poder”, www. monde-diplomatique.es,  octubre 2003.
(5) Brian Houston, “Inequality of resources: The crisis of media conglomeration and the case of reform”, Universidad de Oklahoma, 2001
(6) Ben Bagdikian, “The media monopoly”, 2000, citado en (5)
(7) Ernesto Carmona, “El negocio mediático está en decadencia en Estados Unidos”, www.argenpress.info, 2/02/2004 o ver “Proyecto para la excelencia del periodismo” en www.journalism.org
(8) Philip Meyer y Minjeong Kim, “How many news people does a newspaper need?, Universidad de Carolina del Norte, 2001.
(9) Mario Bunge/Martha Paz, “Concentración mediática, peligro para la democracia”, www.argenpress.info, 2003.
(10) Damián Loreti, El derecho a la información, Paidós, Bs.As. 1999.
(11) Observatorio de medios UTPBA, “Las alambradas mediáticas. Concentración económica y degradación del trabajo”, www.observatorio.org.ar
(12) Sergio Levinsky, El deporte de infomar, capítulo 6, pág. 95-96, Paidós, Bs.As, 2002
(13) Víctor Hugo Morales y varios, Jugados. Crítica a la patria deportista. pág. 175-179, Eudeba, Bs.As. 1999.
(14) Gerardo Reyes, “Javier Restrepo. El compromiso con la verdad”, Perfiles y Entrevistas, www.fiu.edu. 1998
(15) Bill Kovach, Tom Rosenstiel y Amy Mitchell, “A crisis of confidence”, Pew Research Center for the People and the Press and the Project for Excellence in Journalism, www.people-press.org,  2004.
(16) Marisol Castro y Gaia Mega, “Zapatero se compromete a regular la actividad periodística”, Periódico electrónico Opinar, www.opinar.net, 2003
(17) Ignacio Ramonet. “El periodismo del nuevo siglo”, www.etcetera.com.mx, mayo 2004


















7. Viejos y nuevos periodismos


Hay que estar muy distraído para no advertir la crisis en la que se debate el periodismo. No parece una crisis pasajera, que pueda resolverse con algunos retoques sino más bien una crisis de fondo, un proceso con varios años de desarrollo. Lo positivo de la crisis es la aparición de expresiones novedosas, experiencias piloto en el campo de la información acompañadas por innovaciones tecnológicas y un mayor protagonismo educativo. También se produjeron manifiestos por un nuevo periodismo, reclamos transparentistas por parte de reconocidos personajes de la comunicación junto con algunas autocríticas y solicitudes públicas de perdón por la humana y falible labor profesional. 
En el terreno estrictamente periodístico, es decir excluyendo el impacto tecnológico, emergieron variantes con mayor o menor fortuna, más o menos impetuosas, con la idea de cubrir los baches que deja el periodismo tradicional.
Jaqueado por el mundo de los negocios y la intrincada realidad social, con una complejidad ascendente, el periodismo fue dejando en el camino parte de su mitología y esencia, lo que abrió la oportunidad para el periodista crítico. A veces con el ímpetu del oficio, otras con el socorro del aparato educativo y de la tecnología digital se fueron moldeando nuevos periodismos, dispuestos a ir al encuentro de audiencias olvidadas, desconocidas o inalcanzables para el periodismo instituido.     
Entre la incertidumbre y la indefinición de las empresas periodísticas y el rol del periodista en la sociedad crece la vitalidad natural del periodismo. Muchos pronostican el fin del periodismo. Es posible. Pero tal afirmación sólo puede englobar ciertas formas de periodismo porque el ímpetu del que dan muestras miles de emprendimientos desmiente cualquier visión tremendista.
Basta reparar en Internet como escenario renovador. Hubo predicciones catastróficas, de muerte inminente del diario, por ejemplo. También la televisión y la radio retrocederían ante el avance del ogro multimedia. Nada de eso. Todo lo contrario. Puede notarse un efecto potenciador de Internet en beneficio del resto de los segmentos informativos.   
Más áun, Internet es uno de los pocos lugares donde la lectura de noticias   está creciendo, con el agregado de que el público joven y el público adulto acceden a la información online en la misma proporción. La temida renovación generacional que atormenta a los periódicos no sería una amenaza y a juzgar por el número de lectores parece estar yendo por la buena senda (Kovach, Rosenstiel, Mitchell; 2004) (1).
Y del lado de los emisores la mayoría de los periodistas consideran a la red como un aliado en su trabajo dado su poder como herramienta investigativa y de actualización de noticias a cualquier hora del día (2).
Lo mismo puede decirse con respecto a los ingresos. Los diarios comienzan a recoger sus frutos en la red, en algunos casos con un incremento exponencial aunque partiendo de un piso exiguo.
Si bien no existe diario que se precie de serlo y no ocupe un espacio en el mundo virtual de las noticias, es cierto que los dueños de diarios todavía son algo remisos a invertir en sus ediciones en línea. En los debates que se habilitan durante las conferencias y seminarios las posiciones de los editores son muy heterogéneas respecto del futuro.
Recientemente, la Asociación Mundial de Periódicos (WAN son las siglas en inglés), analizó la conducta que podrían seguir los avisos clasificados –un instrumento clave en términos de autonomía financiera- durante los próximos años. El informe se basó en cuestionarios y entrevistas telefónicas acerca de las prácticas digitales de 100 diarios en diferentes partes del mundo. Se concluye que los avisos de empleo en primer lugar, seguidos por automóviles y vivienda, están marchando a ritmo sostenido desde la edición impresa hacia la versión digital. Los responsables del informe observan que la mudanza de un formato a otro es lenta –estiman que el proceso se completará en un período de entre cinco y 20 años- pero la califican de “probablemente inevitable” (2004) (3).
Y aquí aparece ese punto de renuencia que se citaba anteriormente. ¿Por qué inevitable? ¿Por qué no disponer de nuevos elementos para capturar esos avisos? En muchos casos se iniciaron acciones agresivas en este sentido, sin aferrarse a capa y espada al producto impreso lo que terminó por darle a los más innovadores “una ventaja competitiva”.       
Durante el IV Congreso Iberoamericano de Periodismo Digital –donde pude comprobar el optimismo digital-, celebrado en Buenos Aires en octubre de 2003, Roberto Guareschi, ex editor de Clarín, dio cuenta de esta reticencia: “los grandes medios no ven lo que viene, sancionan lo nuevo, son conservadores” (2003) (4).
Mientras que el consultor internacional de diarios, Calmon Alves, de la Universidad de Texas, en referencia a la web portaba una serie de conclusiones y reflexiones entre las que destacaba que la web es una transición hacia “quién sabe dónde”, para los medios se trata de una estrategia vital, “no es un lujo ni estar por estar, hay que mirar al consumidor”. Aseguraba Alves que la web está cambiando a los diarios, es un medio de comunicación indispensable, durante la jornada laboral es el medio de comunicación que registra el uso más intensivo, es un negocio viable (dio varios ejemplos de diarios norteamericanos exhibiendo ganancias provenientes de la edición digital) donde el mayor patrimonio son los lectores y no las suscripciones. El diario digital vende el comportamiento del lector a sus anunciantes. Explicó Alves que en el modelo digital del New York Times existen tres segmentos: dos son totalmente gratuitos, en uno de ellos se solicita registro obligatorio, mientras que el tercero es un modelo cerrado, de suscripción paga para productos especializados.
En tanto Miguel Wiñazki (Universidad de Belgrano) citó los últimos estudios sobre Internet en los Estados Unidos que aseguran que lo más atractivo para los usuarios es el contenido, el texto, de ahí la preeminencia en la búsqueda de información y por ende el valor de la función periodística.
Otros ponentes reforzaron el entusiasmo digital presentando experiencias a nivel de municipalidades, en particular en España es muy intensa la conformación de redacciones digitales financiadas por los municipios y la explosión de los weblogs como subproducto original de la red.
La complementariedad del nuevo medio con los tradicionales venía siendo advertido en diferentes estudios de consultoras y universidades. Las noticias necesitan canales de difusión y nadie puede imaginarse –por ahora- un mundo desconectado, funcionando sin la información que a diario mueven los gobiernos y las empresas.
Uno de esos estudios (Ricetelli, Marzulli; 2003) (5), realizado en la Argentina, muestra que más del 84% de los entrevistados utiliza Internet para mantenerse actualizado pero sin dejar de acudir a los medios habituales (diario, radio, televisión). El desagregado registra que un 80% sigue leyendo diarios en la misma medida, el 43% oye radio y el 36% sigue viendo noticias por televisión de la misma manera. 
El incremento en el uso de Internet se extiende más allá de las noticias, alcanzando el sector comercial y la educación. La Argentina, según datos que aporta la encuesta de D´Alessio Irol, es el país latinoamericano más entusiasta en el uso de la red, con 15% de la población conectada (más de 5 millones de habitantes), en tanto que para el resto de la región el promedio es apenas de 3%. En los Estados Unidos ese porcentaje llega al 40% (2004) (6). Según la misma encuesta Internet tiene un nivel de penetración similar al de la televisión.  
Cuando el periodismo dio sus primeros pasos en Internet muchos creyeron ver el nuevo ágora, el retorno a la democracia griega en tiempos de la informática, con un periodismo fortalecido, libre e independiente. Fue en paralelo a la burbuja comercial de las punto com que luego estalló en un cataclismo que revirtió las expectativas.
Ni tanto ni tan poco. El andamiaje comercial se va recuperando dentro de los parámetros que impone la racionalidad económica y el periodismo encuentra en la red un espacio alternativo. Es una alternativa a ese periodismo estandarizado y conformista, a veces se convierte en refugio de viejos periodistas alejados de los medios, otras es el punto de partida en la profesión para jóvenes entusiasmados por las promesas del periodismo utópico cuyos postulados asimilaron en la Universidad.
Así, en una mezcla de amateurismo periodístico,  bohemia y ciencia surgen los weblogs, vigorosos, creciendo como hongos dentro de la espesura informática, con un estimado de cerca de 3 millones de webloggers.
El fenómeno arrancó en 1999 cuando Google adquiere Pyra Labs, propietaria de un software llamado Blogger (Welch; 2003) (7). Este programa cuenta con todos los recursos tecnológicos de una página web pero no requiere de los conocimientos técnicos o los recursos económicos que hasta ese momento demandaba la propiedad de un sitio en Internet. Desde ese entonces ocupar un lugar propio en la galaxia virtual se convirtió en gratuito y fácil.
En general se caracterizan por desarrollar un tema en particular, pueden ser personales, colectivos o comunitarios, es decir los hace el público mientras que el editor sólo ordena el tráfico de artículos. La información se presenta en un orden cronológico inverso, las últimas noticias van arriba y los textos contienen uno o muchos enlaces con otros sitios web donde se encuentran historias o notas relacionadas, lo que convierte a los weblogs en multiplicadores hipertextuales. La tecnología blogger habilita al periodista amateur o profesional o a cualquier ciudadano inquieto a escribir, diseñar, editar y publicar su propio producto editorial, el que podrá ser leído potencialmente por millones de personas.
La popularidad de los weblogs se explica en gran medida por la diversidad. Los contenidos recogen los diferentes puntos de vista de la sociedad en oposición a los homogéneos productos tradicionales, hechos por periodistas un tanto aburguesados y de estrecho margen de maniobra como para incluir temáticas controversiales o fuera de la agenda mediática. Los relatos son intensos, vívidos, se recogen infinidad de testimonios y, además, por la cantidad de personas que se conectan en determinados sitios, pueden chequear la información que dan los grandes medios. 
Desde ya que muchos editores tienen el ojo puesto en esta corriente de frescura y renovación y se dieron casos de weblogers que fueron contratados por periódicos o editoriales (2003) (8).
La guerra de Irak fue el trampolín para que un alternativo alcance la fama. (2003) (9) Salam, arquitecto iraquí de 29 años, vivía en Bagdad en tiempos de Sadam Hussein. Su amigo, un palestino que cursaba sus estudios en Jordania, no respondía los mails que a diario enviaba Salam. Pero éste no se dio por vencido y comenzó a publicar en un weblog los mismos mensajes, íntimos, incluyendo comentarios sobre familiares y otras alternativas sin mayor interés para un público masivo. Con el tiempo Salam fue por más y se explayó sobre su homosexualidad y la vida cotidiana en los días previos a la guerra. Su existencia pendía de un hilo. Por mucho menos el régimen iraquí hizo rodar las cabezas de algunos de los 200.000 desaparecidos con los cuales batió el récord genocida en el país.
De allí que Salam nunca reveló su apellido real, se hacía llamar Salam Pax (seudónimo) quien ya desde su weblog narró como ningún medio tradicional los bombardeos sobre Bagdad, las batidas y posterior fuga de las milicias iraquíes, y la llegada de las tropas norteamericanas. Cerca de 200.000 personas visitaron a diario su weblog. La posguerra lo sigue encontrando firme en sus descripciones: el desorden, los atentados, la falta de electricidad, las propuestas de los nuevos líderes, siempre en su estilo punzante y desenfadado. Pero ahora cuenta con trabajo adicional, y remunerado. Pocos después de la caída de Hussein, el novel periodista iraquí se convirtió en columnista del diario inglés The Guardian y además firmó contrato con una editorial (Grove/Atlantic) para publicar un libro de la guerra. 
Entre tantos intentos superadores el Periodismo Cívico (PC) ocupa un lugar preponderante. Por el cuestionamiento de fondo, los cambios palpables obtenidos, un cuerpo teórico respaldatorio y los actores implicados el PC es una muestra de vitalidad y coherencia dentro del mundo de la información.
El PC nació de la inquietud política -en el sentido más amplio del término- de Davis Merritt, director del diario Wichita Eagle de la cadena Knight-Ridder (Wichita,EE.UU.), quien estaba preocupado por la baja calidad del debate político y el escaso interés de la gente en los temas de interés público. Pero el alcance de esta movida periodística fue mucho más allá  (Carrasco; 2003) (10). 
El punto de partida fueron las elecciones para gobernador de Kansas, en 1990. El director del Eagle lanzó el “Proyecto Votante” con el fin de elevar el nivel de discusión, dejando de lado las peleas electoralistas y de chismorroteo político para centrarse en las propuestas de los candidatos en los temas centrales. El primer paso fue encuestar a 500 ciudadanos para que digan cuáles son las cuestiones más acuciantes, luego se seleccionaron los temas más mencionados para ser utilizados en las coberturas que se hicieran a posteriori. Una emisora local, de la cadena ABC, adhirió al emprendimiento que, finalmente, logró renovar el interés del público e incrementar su participación en el acto eleccionario.    
Ese mismo año el Pew Charitable Trusts, una organización benéfica con sede en Filadelfia, creó el Centro Pew, con la finalidad de financiar y dar respaldo técnico al experimento cívico. Fue entonces que se evidenció que el único problema no era la decadencia en la vida cívica de los norteamericanos sino que el periodismo era parte del problema. Un aspecto que por cierto caracteriza a casi todo el mundo occidental, afectado por la crisis de representatividad de la clase política unida a un periodismo que sólo reproduce las manifestaciones de esa crisis como un frío espectador. Es decir, el periodismo se asocia al fracaso y no es capaz de convertirse en un instrumento de cambio, en un agente transmisor de soluciones. Las consecuencias de esta postura, según Jay Rosen, uno de los mentores del PC se veían reflejadas en lo que se dio en llamar las campanas de alarma de la prensa americana. Alarma por la caída en los índices de lectura y circulación, el impacto de las nuevas tecnologías que convierten a la información en un bien abundante, las coberturas tradicionales de los eventos políticos con una marcada tendencia a presentarla como un juego o torneo deportivo, la visión negativa del periodista sin presentar opciones afirmativas y la percepción de que ciertos términos o conceptos que rodean a la profesión no resultan suficientes para explicar su funcionamiento. Entre otros información, interpretación y análisis o la difusa noción de objetividad.  
Con el afán de ser parte de la solución el Eagle organizó el “Proyecto del pueblo” donde se propusieron los temas de interés y además se realizaron reuniones con representantes de la comunidad para encontrar alternativas a los problemas.
El mismo propósito renovador guió la experiencia del Charlotte Observer, otro diario de la cadena Knight-Ridder, en el estado de Carolina del Norte, con motivo de las elecciones de 1992. El Instituto Poynter para el estudio de los medios (Florida) y la filial local de la cadena ABC se unieron al experimento cuyo primer paso fue construir una agenda de los ciudadanos luego de encuestar a más de 1.000 habitantes. De allí surgieron gran parte de las notas que se hicieron durante la cobertura de la campaña e incluso las preguntas que hacían los periodistas en las conferencias de prensa habían sido formuladas por algunos de los encuestados.   
Públicos que deliberan, ciudadanos que participan, el periodismo es más que una herramienta de información, es un espacio propicio para plantear iniciativas y para influir en las decisiones de gobierno.
La misión ampliada del periodista pone en tela de juicio también la teoría clásica de la comunicación como proceso unidireccional: emisor, mensaje y receptor donde éste último forma sus opiniones a partir de la información recibida. El periodista busca las conexiones apropiadas para los ciudadanos prestando un servicio de guía democrático que colabora con la gente más allá del voto y también más allá de la información. Porque cambia además la relación de la prensa con la política y en consecuencia cambia el producto editorial ya que el periodista cumple un rol doble que lo incluye como ciudadano, no como un observador frío y distante.
También entra en crisis el esquema escindido de hechos versus opiniones que no siempre funciona,  aunque éste tema requiere de un análisis a fondo que es mejor relegar para otra ocasión.
Desde ya son muchas las críticas que despierta el PC empezando por el riesgo de involucrarse en exceso en las cuestiones políticas o en identificarse sólo con las propuestas del público y no presentar otros temas, a veces perturbardores pero necesarios para el desarrollo de las sociedades democráticas.   
Aunque las críticas más punzantes apuntan al silencio del PC en materias tan sensibles como la propiedad y el control de los medios de prensa así como también al financiamiento de los medios (Houston; 2001) (11). Es que las experiencias de PC tuvieron lugar bajo los auspicios de las grandes cadenas de diarios como Knight-Ridder y cuesta creer que desde allí puedan romperse los lazos con el modelo tradicional. Tampoco parece probable que el PC propicie la discusión de ciertos temas críticos para las grandes corporaciones que, entre otros activos, disponen de medios de comunicación. Por ejemplo, una compañía propietaria de medios, con intereses en el negocio energético, ¿aceptará discutir, abierta y honestamente con los ciudadanos y plantear soluciones a las consecuencias ambientales por la extracción y el consumo de petróleo?
Sea como fuere es un modelo interesante, del que pueden aplicarse sus principios básicos, que apuntan a una mayor calidad periodística pero no puede pretenderse un trasplante completo de la experiencia a nuestras latitudes donde los obstáculos son un tanto más complejos.
De todos modos, como dice el teórico norteamericano Carey  “es hasta ahora el único movimiento que aporta al menos alguna oposición a la próxima oleada de concentración global del poder y la tiranía de mercado” (12).
Mucho antes de que el empeño cívico se manifestara dentro del periodismo norteamericano, Philip Meyer, periodista y docente, comenzó a pregonar otro periodismo. Sinceridad, transparencia y método científico figuraban entre sus postulados. Publicó un libro, sobre finales de los años 60 y después de enseñar su teoría durante más de 30 años actualizó el texto en los 90: Periodismo de precisión (Meyer; 1979/90) (13). Conocido también como periodismo científico, apela a la aplicación de los métodos de las ciencias sociales al periodismo, dejando atrás “las tradiciones del periodismo pasivo y del periodismo inocente.” Según el autor la inocencia y la pasividad en el periodismo equivale a esas mismas actitudes en una persona, es decir con absoluta facilidad esa persona puede ser utilizada por otras.
En el caso del periodismo las empresas mediáticas son presa fácil del poder político y sus especialistas o consultores que dicen cuándo un hecho es o no es noticia. La única manera de quebrar la manipulación es ingresar en el terreno del conocimiento, por ejemplo producir el propio conocimiento, dejar de contratar o pagar encuestas y formar periodistas que hagan las encuestas para sus empresas de medios. El método científico aporta al periodista una mayor capacidad de análisis y por lo tanto un camino cierto de verificación, puede objetivar, medir y reconocer los hechos de una manera más precisa, más científica.
Meyer cita a un físico quien aseguraba que “el periodismo es una ciencia, y un periodista calificado y responsable es en la práctica un científico”. Con entusiasmo, el físico veía que periodistas y científicos “marchaban juntos al servicio de la humanidad para compartir y entender el conocimiento”.
En esencia la propuesta es atender los principios básicos del periodismo, los mismos que caracterizan al científico como son la amplitud mental, la falta de prejuicios, chequear y rechequear la información, acumular datos, ser escéptico y otras coincidencias. Lo que distancia a unos y otros es parte de la invitación de Meyer a subirse a un nuevo periodismo: trazar una hipótesis, describir el método, los hallazgos y los caminos para llegar a las conclusiones. Reemplazar el método objetivista por el testeo directo de la realidad, es decir el periodista cuenta con sus propias observaciones, deducciones y experimentos y no necesita entregarse en los brazos de los expertos en la materia y en cruzar distintos puntos de vista como única alternativa. Tiene una herramienta que le permite evaluar y analizar con criterios mucho más amplios que las simples declaraciones de los expertos.  Para rematar la propuesta, el profesor y periodista ofrece un sabio y transparente consejo: “usar una cuota de humildad, no ser pretencioso ni arrogante, puede que uno cometa errores. Si estos errores son detectados hay que dejarlos aflorar ya que el combate de muchas voces es sano para la democracia pluralista y es un entorno ideal para científicos y periodistas.”            
La crisis de los periódicos y las quejas de los lectores abrieron el cauce para crear un nuevo oficio dentro del periodismo escrito. El defensor del lector debe oficiar de intermediario, tramitando las demandas de los lectores y al mismo tiempo aportando elementos al diario para enfrentar la crisis.
Si bien los orígenes del ombudsman se remontan a Suecia (1916) donde un consejo de prensa atendía los reclamos, la figura del ombudsman individual surge en 1967 en los Estados Unidos, en dos diarios de Lousville, en Kentucky, después del  fracaso del concejo de prensa local.
Desde entonces los problemas de fondo siguen siendo los mismos y además se van apilando nuevos obstáculos (Rey; 2003) (14). La sociedad se transforma, los medios tienen que acompañar y a veces pierden la brújula y encima se amontonan nuevas tecnologías. Unas se incorporan, otras se demoran, sobreabunda la información y se cuestiona la agenda mediática.  En teoría el defensor se debate en medio de estos desafíos y críticas y, en absoluta soledad, debe ofrecer respuestas que satisfagan al lector y al dueño del diario. En general, los cuestionamientos a la figura del defensor se centran en su aplicación práctica, en su impotencia para superar la órbita de los propietarios de los medios, condicionando el servicio al lector.
La dependencia es el punto crítico porque sin el apoyo de los dueños, sin esa voluntad política, la tarea del defensor no puede prosperar.
En los papeles tiene autonomía dentro de la redacción, no depende de ninguna estructura jerárquica, ya sea en relación con los dueños o a otros periodistas. Debe separarse lo más posible de los protagonistas de la información para evitar riesgos contaminantes que alteren la pureza del servicio. Habitualmente, en América Latina el defensor permanece en el cargo por un plazo no mayor a tres años, a veces cuenta con un asistente o una secretaría y en general es seleccionado entre periodistas de buena trayectoria en el diario aunque también se dieron casos de profesores o colaboradores de otros medios.
El nombramiento parte de los directivos del diario, salvo casos excepcionales como el periódico Público de Guadalajara, México, donde los concejos de lectores asumen esa responsabilidad.  Si pertenece a la planta de periodistas del diario, una vez concluido el período previsto el defensor retorna al puesto que detentaba con anterioridad y mientras dura en sus funciones está protegido por una claúsula de estabilidad para no ser víctima del malhumor empresario.
Es un error suponer que el defensor siempre está del lado del lector, hay que recordar su carácter de intermediario. El defensor analiza cada caso, profundiza en la información recibida y de acuerdo con su capacidad crítica y sus facultades interpretativas publica su posición en una columna del día domingo.
Recientemente en el país (mayo 2004), con motivo de la reconfiguración del diario, Clarín creó la sección Lectores para incluirla en la edición del domingo y según el editor general Ricardo Kirschbaum “será una página de interactividad con cartas seleccionadas que plantean problemas, críticas, señalan errores o discrepan con la información u opinión publicada por Clarín”. La página está a cargo de Osvaldo Pepe, un editor con muchos años en la empresa quien “da su punto de vista después de haber estudiado el problema planteado”.
En principio hay que darle la bienvenida a la propuesta aún desconociendo  las condiciones en las que se desarrollará la tarea y la sugestiva omisión del término defensor del lector. Quizás sólo sea una tibia aproximación al lector lo que se está buscando y no un intermediario con criterios propios. Habrá que ver en qué medida se acerca a los postulados que fundamentan la existencia del cargo. Probablemente sea una réplica aggiornada de la cálida columna que atiende Octavio Paz en La Nación.
En cuanto a formas de participación de lectores, la Argentina viene rezagada. Un concejo del lector con 10 integrantes, creado por el diario Do Grande de San Pablo, Brasil muestra la ventaja de nuestro vecino en la materia (15). El concejo está regulado por un reglamento que orienta la evaluación de todo el material publicado y sugiere cambios. Los consejeros son elegidos por editores del diario, duran en el puesto seis meses y se reúnen con otros miembros de la redacción cada 15 días. Allí pueden  presentar ideas de notas y proponer líneas de acción aunque sus decisiones no tienen carácter obligatorio para el diario, son funciones consultivas.
El diario O Globo de Brasil cuenta con paneles de lectores que son convocados todos los días y se los entrevista mediante un cuestionario que abarca los distintos aspectos del periódico. Los resultados se publican en la página editorial.
Una de las experiencias participativas más destacables se lleva adelante en Perú. Al destaparse la olla de la corrupción bajo el gobierno de Fujimori y su operador, el recién condenado a prisión, el ministro Montesinos, se creó la Veeduría Ciudadana de la Comunicación Social con el fin de establecer un escudo contra futuras manipulaciones. En su declaración de principios, la organización apuesta al “rol protagónico del ciudadano, independiente del control de los dueños de medios”, muchos de los cuales habían sido “comprados por el gobierno fujimorista”, mientras que otros guardaron silencio o fueron perseguidos. La veeduría es auspiciada por organismos nacionales e internacionales y además de “la indignación que existe ante la miseria moral y política de nuestros medios” las líneas de trabajo abarcan la educación y participación de ciudadanos en la crítica de medios, exigencia de cambios, propuestas legales, acciones compartidas con los medios y funciones de observatorio de medios.
La referencia anterior a la Argentina como un país refractario a la participación ciudadana en los medios no es gratuita. Desde los medios algunos periodistas se animan, en punta de pies, a exponer esta falencia. 
Al respecto, el acta fundacional del Foro de Periodistas Argentinos (FOPEA) -una idea que agrupa a reconocidos profesionales y docentes conscientes de la transición por la que atraviesa el periodismo- puntualiza entre otros aspectos negativos que rodean a la profesión  “la ausencia de un consenso sobre postulados éticos y de calidad, con malas prácticas que pueden dañar al periodismo y la democracia; crisis del periodismo con su audiencia que lleva a menos lectores y al crecimiento del infoentretenimiento” (16). Además el foro invita a debatir los estándares profesionales como el abuso del off the record, la búsqueda de fuentes alternativas, el exceso de opinión sin sustento informativo, recursos ilegales en la búsqueda informativa y la exclusión de temas relevantes de la agenda de los medios.
Por ahora buenos muchachos y buenos propósitos. Estamos en el principio.
Otra muestra de la impotencia del periodismo argentino para cabalgar la crisis fue el documento autocrítico “Examen de conciencia” que con motivo del día del periodista (06/2004) emitió el Club Gente de Prensa, entidad que agrupa a periodistas católicos.
“Es tiempo que los periodistas, que pedimos autocrítica a todo el mundo, hagamos la propia y delante de Dios y los hombres queremos pedir perdón por nuestros errores”. Más adelante, el documento expresa una serie de faltas en las que incurren a diario y desde hace demasiado tiempo los periodistas  “porque no siempre evitamos manipular la información con fines espurios o ceder ante presiones e intereses ideológicos, partidarios, sectoriales o económicos... Porque no siempre tuvimos en cuenta a los pobres y excluidos o defendimos claramente un orden económico y social que tenga como centro a la persona humana...Porque no siempre nos preocupamos por formarnos profesional y espiritualmente, ni por ser solidarios con nuestros colegas”, entre una extensa lista de yerros.
 Un gesto de humildad y honestidad, valedero y necesario, pero que quizás termine enlazando con una declaración similar el año próximo y no pase de ahí. Muy poco para una sociedad tan lastimada por la corrupción. Más que voces se necesitan gritos. Los jóvenes periodistas y los estudiantes de periodismo que observan con minuciosidad cada gesto de los mayores esperan el ejemplo valiente, el no al miedo y al silencio pero a voz en cuello. 
Como animó a los periodistas, ese mismo día, monseñor Mario Maulión, arzobispo de Paraná y presidente de la Comisión Episcopal para las Comunicaciones Sociales, durante la misa celebrada en la Catedral Metropolitana: “transmitan los hechos en toda su amplitud y riqueza, sin ocultarlos o parcializarlos y eviten las tentaciones permanentes del soborno y el miedo a las consecuencias o al dueño o amo circunstancial” (2004) (17). 
Dentro del capítulo argentino de respuesta a la crisis, no pueden pasarse por alto dos hechos. El primero –que pasa bastante desapercibido para el público común- fue la creación en julio de 2000 de la agencia noticiosa Infocívica por parte de la Fundación Poder Ciudadano, organización que funciona como control ciudadano de la actividad política, con interesantes aportes en lo que hace a patrimonio de dirigentes y legisladores.
La agencia produce notas referidas a la actividad de las organizaciones no gubernamentales apuntando a una repercusión mayor de las actividades solidarias en los medios como una manera de promover el llamado periodismo social. 
El otro hecho destacable, por tratarse de Morales Solá, periodista político  del diario La Nación, fue la autocrítica que publicó en su columna y que hoy figura como referente de la crisis del periodismo en numerosas publicaciones (2002) (18). Quizás por esto de que son tan escasas las manifestaciones públicas cuando surge una gota en el desierto se convierte en un mar crispado. Reconocía que la catástrofe de 2001 sorprendió al periodismo porque “los conflictos se incubaban ante nuestra mirada indiferente... la desocupación y el hambre en un país rico no fueron un designio de la naturaleza ni la perversión de los de afuera”. La corrupción no pidió permiso y se abatió sobre “sectores del periodismo aunque la inmensa mayoría son honestos y esforzados y a veces trabajan más de lo humanamente tolerable, cuando trabajan.”
La crítica atraviesa rasgos típicos del profesional, irritativos para la sociedad como son la soberbia, la autocomplacencia y cierto aire de infalibilidad. No pasa por alto Morales Solá el cuadro de endeudamiento externo de las empresas mediáticas pero “el medio periodístico no es una empresa cualquiera porque concierne a la identidad histórica y cultural” ante el riesgo de una masiva extranjerización del mercado de la comunicación. Recomienda el periodista un retorno a las fuentes, “a las viejas prácticas de investigar, chequear y reconfirmar antes de consignar y publicar los hechos...más importante que opinar es la veracidad de lo que se cuenta y la forma como se lo hace.” 
El lector como guía insistuible de la ética aparece con un sentido claro en la pluma de otro periodista argentino, Tomás Eloy Martínez cuando proclama el “pacto de fidelidades” que debe establecerse entre el periodista y el lector. “Fidelidad a la propia conciencia, fidelidad a la verdad, a la avidez de conocimiento del lector que se sacia con la investigación honesta, no con el escándalo; con la narración de cada hecho dentro de su contexto y antecedentes” y continuaba el escritor y periodista radicado desde hace muchos años en los Estados Unidos: “El periodismo no es un circo para exhibirse ni un tribunal para juzgar ni una asesoría para gobernantes ineptos o vacilantes sino un instrumento de información, una herramienta para pensar, para crear, para ayudar al hombre en su eterno combate por una vida más digna y menos injusta. El periodismo nunca es un mero modo de ganarse la vida sino un recurso providencial para ganar la Vida. (Ignacio López; 2003) (19)”














Referencias del capítulo 7.
(1) Bill Kovach, Tom Rosenstiel y Amy Mitchell, “A crisis of confidence”, The Internet as a place of confidence and cuts. www.people-press.org. 2004
(2) Bill Kovach, Tom Rosenstiel y Amy Mitchell, “Today´s changing room”,  Internet´s impact mostly positive. www.people-press.org. 2004
(3) Asociación Mundial de Periódicos, “La migración de anuncios hacia Internet es lenta”, www.wan-press.org, abril 2004
(4) www.congresobsas.clarin.com
(5) Teresa Ricetelli/Paula Marzulli, “Internet: Una nueva forma de comunicación”, Instituto de Comunicación Social, Periodismo y Publicidad-UCA, Boletín nº 4 – 2002.
(6) “Internet: más usos y más conexiones”, Editorial, Diario Clarín, Bs.As. 15/05/2004.
(7) y (8) Matt Welch, “The new amateur journalists weigh in”, Columbia Review, 2003.
(9) Rory McCarthy, “Reapareció el joven iraquí que escribió su diario de guerra desde Bagdad por Internet”, www.clarin.com.ar, 6/06/2003
(10) Sabrina Carrasco, “Periodismo cívico: la gente define la agenda y delibera sobre políticas”, www.cambiocultural.com.ar, junio 2003
(11) (12) Brian Houston, “Inequality of Resources: The Crisis of Media Conglomeration and the Case for Reform, Universidad de Oklahoma, 2001. Bhouston@openboxllc.com
(13) Philip Meyer, The new precision journalism, cap. I
(14) (15) Germán Rey, “El defensor del lector: un oficio en construcción”, www.saladeprensa.org, 8/05/2003
(16) Foro de periodismo argentino, La idea fuerza, www.fopea.org.ar
(17) ”Maulión instó a decir la verdad, anque cueste” Diario La Nación, Cultura, pág. 20, 4/06/2004
(18) Morales Solá, “La hora de la autocrítica”, Diario La Nación, Bs.As, 2002.
(19) José Ignacio López, “Pluralismo y Compromiso”, Iglesia y Medios, Instituto de Comunicación Social-UCA, Bs. As. 2003


8. Salven al periodismo


A lo largo de las últimas décadas la discusión sobre la ética y la responsabilidad social de los medios transita entre los pedidos de regulaciones o normas jurídicas, posición que sustentan en general sectores externos a la profesión, y el de la autorregulación, fogoneado desde las usinas del periodismo. Quienes se oponen a cualquier tipo de intervención en la actividad periodística advierten sobre los riesgos a los que se expone la libertad de expresión. Quienes favorecen una normativa aducen las mismas razones: garantizar la libertad de expresión controlando los desvíos que atentan contra la libertad proclamada.
Es difícil imaginar en una sociedad como la argentina la eficacia de una norma de contralor de la calidad informativa habida cuenta de la prontitud para eludir o vulnerar normas que nos caracterizan. Esto no significa abandonar la idea de ponerle un cauce razonable a la actividad periodística, por el bien de la sociedad y de quienes hacen periodismo.
La autorregulación es la palabra que convoca más adeptos dentro del gremio y suena en principio como un camino apto para la custodia de la libertad de información. El punto débil de la salida autorregulada es la prontitud con la que se encuentran excepciones y excusas para no cumplir con lo estipulado. 
El discurso de los medios se caracteriza por la defensa encendida de la libertad, una condición imprescindible para la sociedad moderna que costó y cuesta aún vidas y patrimonio. Todavía son muchos los países donde hay control estricto de prensa o en casos como el nuestro donde se garantiza esa libertad pero caen periodistas asesinados, con alguna periodicidad, en particular en el interior del país.
Pero a diferencia de períodos anteriores, los medios alcanzaron la mayoría de edad y ahora son un poder en sí mismos. Forman parte de organizaciones económicas y políticas poderosas y por lo tanto su grado de influencia en la sociedad no puede minimizarse. No es de extrañar que frente a semejante grado de libertad y poder juntos, desde distintos sectores de la sociedad, se pida la intervención del Estado para regular la actividad informativa.
El uso irresponsable de los medios por parte de algunos comunicadores abona esa idea, es comprensible. Allí habría que poner el acento, en el uso responsable. El problema es quién o quiénes son los encargados de establecer las pautas para el uso de los medios, donde la libertad y la responsabilidad puedan equilibrarse. Y nadie mejor que los propios interesados para establecer criterios regulatorios en sintonía con las inquietudes que expresa la sociedad. En el caso argentino parece estar claro que nadie puede asumir la tarea. Tantas son las divergencias que no se pudo avanzar ni a tranco de pulga: no hay colegiación, ni códigos éticos ni deontológicos, ni siquiera otras formas de control como los concejos de lectores o los defensores del lector. Las únicas herramientas son los manuales de estilo y ética, que a partir de 1997, implementaron los diarios Nación y Clarín, y las normas internas, tácitas o expresas que cada medio tiene pero que son insuficientes de cara al público.
Tampoco el Estatuo Profesional (ley 12.908) tiene incidencia ya que de hecho los periodistas ingresan a la profesión sin los requisitos previstos en la ley (Loreti; 1999) (1).
El problema es que tarde o temprano pueden aparecer controles no deseados con el argumento de la falta de iniciativa de los profesionales. Es sintomático que desde el Derecho se produzcan los primeros escarceos regulatorios con el nombramiento de un perito en temas periodísticos (2004) (2). El desconocimiento general que existe en temas periodísticos lleva habitualmente al abogado a consultar a los especialistas de las universidades. Si bien la incumbencia del perito es aportar luz, a pedido de un juez, sobre temas tan complejos como son el plagio, los derechos de autor, uso de fuentes, doctrina de la real malicia y otros puntos de conflicto que se plantean en la práctica periodística, lo sugestivo es que el perito estima que su misión principal será la mensura (medir). Medirá el alcance de una noticia y analizará su contenido, decodificará el mensaje para determinar si es claro o si por el contrario presenta señales tergiversadas u ocultas. Y más aún, podrá trazar una línea de interés, que divida noticias y negocios, es decir podrá auscultar si una publicación funciona como producto comercial o como medio de comunicación. Por ahora actuará sólo en jurisdicción de la Ciudad de Bs.As. –lo nombró la Cámara en lo Criminal y Correccional porteña- pero en otros distritos ya lo deben estar mirando con cariño.  
Algo mucho más sofisticado, pensando en novedosas formas de control es el que propone Mike Smith, director del Media Management Center de Chicago, Estados Unidos (2004) (3). Después de la racha de fábulas que se destaparon en grandes diarios norteamericanos se intentará diseñar un nuevo modelo de entrevista laboral, que incluya el perfil psicológico del postulante, para poder así evaluar su personalidad y acotar el advenimiento  de futuros escándalos. 
Cuando se habla de regulaciones dos grandes grupos se dividen la opinión: privatistas y estatistas. Como un modo de zanjar la disputa se propone la autorregulación, no con una finalidad sustitutiva de la acción del mercado (privatistas) ni del Estado (estatistas) sino con un rol complementario (Aznar; 1999) (4).
Los privatistas defienden a ultranza la regulación natural del mercado en el funcionamiento de los medios. Pero, como se vio con anterioridad, el mercado impone la búsqueda de beneficio por encima de otras consideraciones lo que da por resultado una hiperconcentración de medios, baja calidad de contenidos, homogeneidad del discurso informativo, entre otros efectos no deseados. Dentro de un esquema de alta competencia entre medios, los valores éticos y deontológicos que deben observar los periodistas se ven disminuidos con la consiguiente pérdida de calidad informativa y, en última instancia, con un perjuicio sobre el conjunto social ya que se ve afectado el derecho a la información. La autorregulación sería un compromiso de los periodistas frente a la sociedad para garantizar el cumplimiento de este derecho básico. 
Los estatistas piensan en una serie de normas legales, de valor universal, capaces de enmarcar la información y la comunicación. Como vimos en la designación del perito en el ámbito de la Ciudad de Bs.As., existe una gran  dificultad para entender en cuestiones álgidas como determinar si un mensaje transmitido a través de un medio corresponde a una intención comercial o informativa o en expedirse en tiempo frente a otro tipo de reclamos que afectan la libertad de expresión o la reputación de personas. Una norma legal no parecería ser el mejor instrumento para contener los desvíos en la práctica profesional.
Además existe el riesgo de que un cuerpo normativo restrinja en parte un derecho tan sensible como la libertad de expresión. Es cierto que esta  prevención deja vacíos legales que la autorregulación no puede llenar, sobre todo, frente a situaciones graves donde finalmente deberán actuar los tribunales competentes, pero los valores éticos autoimpuestos pueden servir como auxiliares.
Para que este criterio de autocontrol prospere se necesita la concurrencia libre de todas las partes interesadas, de lo contrario no dejará de ser una alegre posibilidad. Es decir, empresas públicas y privadas de medios, periodistas y el público a través de formas organizadas. La única manera de hacer efectiva la autorregulación es su impacto en la opinión pública ya que carece de aptitud coercitiva. Claro, sólo en una sociedad con cierto grado de maduración y gimnasia democrática la iniciativa puede alcanzar sus objetivos esenciales.
Son muy diversos los instrumentos que contemplan medidas autorregulatorias (5). En nuestro país sólo se conocen los manuales de estilo y códigos internos de las redacciones mientras que en el continente europeo es donde se encuentra la mayor cantidad y variedad de instrumentos sin dejar de resaltar la declaración de principios de la Unesco de 1982 (el código deontológico europeo y los principios éticos del periodismo de la Unesco se reproducen en forma completa en Anexo II).
Estos códigos tienen entre otras finalidades formular públicamente las normas éticas y deontológicas que emanan de la profesión y que contienen las obligaciones y responsabilidades del periodista y del dueño del medio. También crean las condiciones que harán posible el cumplimiento de esas normas sin que esto implique el martirologio de algún héroe aislado sino una práctica común en la tarea del periodista. Además sirven para informar al público -de la manera que lo hacen los defensores del lector o los consejeros de prensa- denunciando faltas y corrigiendo errores y para discutir el accionar ético de los medios y quienes trabajan en ellos. Así se  favorece el conocimiento del público de los vericuetos más controvertidos de la información.    
Después de analizar 68 códigos de ética, el periodista colombiano Javier Darío Restrepo buscó los elementos más simples para trazar una síntesis y encontró cuatro principios consecutivos que llevan al periodista, en cualquier parte del mundo, a servir a la comunidad: compromiso con la verdad, independencia, libertad y responsabilidad (2003) (6).  Ese compromiso es el que distingue al periodista del simple transmisor, porque al comprometerse servirá a la sociedad por encima de facciones sobre todo cuando se trate de relatar conflictos de intereses (2003) (7).
Un “mandadero” sólo necesita del grabador para reproducir declaraciones y contenidos sin procesarlos ni responder por ellos. El periodista no debe ser un instrumento pasivo porque uno se vuelve “un espejo mecánico -reflexiona Restrepo – que refleja la imagen que se le pone delante; el periodista tiene que ser un espejo inteligente.” 
Digresión: romper los espejos, deberíamos decir. Este término asociado al periodismo es a esta altura un espejo roto o en todo caso un juego de espejos, miles de espejos deformantes, plagados de imágenes engañosas. Se necesitan palabras, sentimientos y cuanta expresión humana nos acerque a la realidad de carne y hueso y no a una pretendida mediación aséptica. 
Las definiciones del maestro colombiano ponen otra vez el dedo en la llaga. ¿Qué es el periodismo? ¿qué es un periodista? ¿qué papel desempeñan las escuelas y las universidades en la formación de estos...? ¿Cómo se escribe o se narra una historia?
Miles de periodistas, investigadores y profesores opinan y opinaron al respecto. Cómo en todos los ámbitos hay coincidencias y divergencias.
Muchos de ellos fueron citados previamente, ya sea a través de entrevistas realizadas a los fines del presente trabajo o en seminarios o simplemente acudiendo a textos publicados en Internet.
Otros nombres, no presentados con anterioridad, aparecerán en el siguiente resumen y agregarán ideas, viejos y nuevos consejos y por qué no puntos controversiales.   Me reservo, con modestia, una opinión y propuesta final.
Umberto Eco: “La batalla por la supervivencia del hombre como ser responsable en la Era de la Comunicación no se gana en el lugar de donde parte la comunicación sino en el lugar adonde llega. Si he hablado de guerrilla es porque nos espera un destino paradójico y difícil, a nosotros, estudiosos y técnicos de la comunicación: precisamente en el momento en que los sistemas de comunicación prevén una sola fuente industrializada y un solo mensaje, que llegaría a una audiencia dispersa por todo el mundo, nosotros deberemos ser capaces de imaginar unos sistemas de comunicación complementarios que nos permitan llegar a cada grupo humano en particular, a cada miembro en particular, de la audiencia universal, para discutir el mensaje en su punto de llegada, a la luz de los códigos de llegada, confrontándolos con los códigos de partida (Eco; 1996) (8).”
Furio Colombo: “El primer precepto profesional del periodista americano dice que nunca se puede dejar de publicar lo que se sabe, sea cual sea el modo de saberlo. Pero demasiadas noticias comienzan con un parece que...está a punto de ser conocido...se ha sabido...Así pues, el segundo precepto es que la fuente debe ser siempre manifiesta mostrando a los ojos del público la noticia entrecomillada en las manos de quien la está ofreciendo renunciar por conveniencia, para no estropear el contacto, significa transformarse en agentes pasivos. Da lugar a un humillante recibimos y publicamos (Colombo; 1999) (9).”
“Nadie está más profundamente ligado a los rasgos formativos de su país que un periodista. Si estuviera aislado del ambiente cultural que lo rodea, la relación con los lectores llevaría a la desorientación y al desequilibrio. La identidad nacional no la utilizo para exaltar la matriz nacional de una persona que trabaja como periodista, sino la conciencia de una formación y un background histórico, psicológico y cultural que son el único modo de identificar a un profesional de la comunicación (10).”
William Woo (profesor invitado en la Universidad de Stanford, EE.UU): “El propósito del periodismo no es hacer periodismo sino servir a la confianza pública. Los periodistas jóvenes que ignoran el contexto social, histórico y teórico de su profesión están condenados a vivir en la superficialidad. La gran tarea de los profesores de periodismo, además de ofrecer capacitación práctica y un amplio alcance académico, es equipar a los estudiantes con una buena comprensión de lo que es la confianza del público, cómo se adquiere, cómo se manifiesta o se traiciona en la labor del periodista y de las empresas periodísticas. Es necesario que los programas de estudio, los departamentos y las facultades de periodismo sean lugares donde tales conceptos se nutran, protejan y defiendan sin cesar (Woo; 2003) (11).”   
Robert Cox (ex director del Buenos Aires Herald):  “Un buen periodista es una persona de vocación. No es una profesión, es una labor de artesano, se asimila a un escritor. Las escuelas de periodismo son muy buenas pero el periodismo se aprende trabajando y no en la Universidad.
Un buen diario se hace con buenos periodistas que salgan a la calle a buscar noticias.
Es importante que los medios den a conocer los nombres de sus dueños. En los Estados Unidos, una vez al año se publica la integración de los medios de comunicación. Los dueños de los medios, a veces, son peores que los banqueros o los empresarios, no quieren ser transparentes y eso es inmoral.
Restringir la cobertura de información excede el daño de difundir una noticia errónea, comparto la afirmación de Katherine Graham (ex directora/propietaria del Washington Post) (2002) (12).”
Pierre Bordieu: “Hay una paradoja de base: el periodismo es una profesión muy poderosa compuesta por individuos muy frágiles. Es un oficio muy duro –no por azar hay allí tanto alcoholismo- y los jefecitos son terribles. Se quiebran carreras y conciencias. Los periodistas sufren mucho y terminan transfiriendo su dolor hacia fuera, bajo la forma de la violencia o el menosprecio.
La televisión ejerce una competencia furiosa, una coacción terrible y contamina todo el campo de los medios. Entre los periodistas, los más afectados son los jóvenes y las mujeres, no por culpa exclusiva del jefecito, el cual por su parte no es demasiado sagaz, por eso se lo eligió, sino por la existencia de una estructura que los oprime. Esta toma de conciencia puede ayudar a soportar la violencia, a organizarse y a proporcionar instrumentos para una comprensión colectiva (2002) (13).”
Carlos Álvarez Teijeiro (profesor de Ética, Universidad Austral) : “Durante mucho tiempo estuvimos muy separados el mundo académico y el profesional. En realidad, todavía el periodista piensa que el profesional se hace en las redacciones y que los académicos son una especie de delirantes. Mientras que los académicos piensan que los periodistas son unos asnos; si les hablan de Rilke no saben si es un jugador de fútbol o un poeta, entonces para que nos vamos a juntar con esta chusma que sabe escribir más o menos bien y hasta por ahí nomás, a duras penas. Pero poco a poco se van tendiendo mas puentes: se comprende que el mundo profesional tiene la experiencia y el mundo académico no tiene la urgencia del día y puede reflexionar sobre distintos temas y nosotros podemos aprender más del mundo profesional. Ese vínculo en las sociedades desarrolladas está consolidado, nadie ve de un modo negativo a las facultades de Comunicación o Escuelas de Periodismo, eso le va a hacer mucho bien al mundo de los medios en la Argentina (14). “
Daniel Santoro (periodista, Clarín): “La sociedad civil debería crear un observatorio de medios para monitorear lo que se publica, cómo se publica, lo que no se publica, así puede cumplir su rol de perro guardián de la democracia como existe en Colombia.
Los temas éticos deberían interesarle a los periodistas, a mí la cobertura de Juan Castro me dio vergüenza, por lo menos habría que debatir estos temas, es una tarea pendiente de los periodistas, las universidades y otros sectores de la sociedad, sino vamos a perder la credibilidad que conseguimos bajo el gobierno de Menem; hay un bajón preocupante.
El periodismo es una profesión que te congela el conocimiento. Yo soy especialista en las cuentas de Menen, las armas , María Julia Alsogaray, pero todavía no pude leer, por ejemplo, La Fiesta del Chivo, de Vargas Llosa. Es necesario que las empresas paguen la capacitación del periodista (15).”
Pablo Mendelevich (director licenciatura en Periodismo, Univ. de Palermo): “Para enfrentar la corrupción y la pérdida de credibilidad hay que volver a las fuentes, lo que se hacía en el periodismo hace 20, 30 o 40 años, aquella estricta división entre publicidad y periodismo era sabio, en definitiva no es mas que eso. No soy partidario de códigos, porque hay muy malos antecedentes. En la Argentina, los que se preocuparon por los códigos y la colegiación normalmente eran los que querían amordazar a la prensa, no podemos apelar a esas herramientas. Hay que instalar modelos: por ejemplo, yo pido que un periodista no sea amigo de la fuente, el que es amigo, es un corrupto (16).”
Tristán Rodríguez Loredo (director lic. en Com. Periodística - UCA): “El ejemplo debe darse de arriba para abajo, los jefes no deben hacer lo que no quieren que hagan los subordinados. Hay que establecer una política clara de lo que pueden y no pueden hacer los periodistas, no porque sí, sino por la credibilidad y además pagarle al periodista lo que corresponde. Ahora, si a un periodista no le interesa ganar un buen sueldo, a lo mejor no le interesa el periodismo. También hay que mejorar la selección de los periodistas, tanto por conocimientos como por actitud, hay capacidades que no son sólo conocimientos.
Tener un código de ética general no me preocupa porque en un país donde las leyes no se cumplen tener un código no me asegura que se cumpla. Es preferible que cada medio tenga uno, explícito o implícito. Nosotros hicimos un código especial para la revista Negocios, se publicó en doble página, claro, sencillo y de cumplimiento efectivo. Los redactores lo leyeron, comentaron lo que debían y firmaron que estaban de acuerdo; el no cumplimiento era causal de despido.(17). ”
Alfredo Serra (redactor jefe gral. Editorial Atlántida): “Un periodista es un gran curioso que fracasó en media docena de carreras, leyó media tonelada de libros, ama la noche, fuma como un escuerzo, bebe como un sarraceno, se divorcia cada dos años, usa la corbata floja y suelta, se lustra los zapatos con papel de diario, gana muy poco, y a veces es un
genio como Roberto Arlt.
Sin embargo, y a favor de la prensa, es justo decir que el más mentiroso y menos creíble de los medios suele ser más veraz que un
político en campaña. Que cuando no está acariciando a un niño, ¡le está robando el chupete!
El periodista no tiene amigos: tiene contactos. Cuando se subvierte esta relación y se transforma en amistad, que no es lo mismo que confianza, ¡se pudrió todo! Conviene que el periodista renueve sus contactos, ya que la larga frecuentación de los mismos lo mimetiza con ellos, y pierde la esencial distancia que debe haber entre ambos (18).”
Ryszard Kapuczinsky: “El reportaje (la nota periodística en la Argentina) surgió de lo que Aristóteles llamó la tendencia a adquirir conocimiento. Y en este deseo humano, la pasión del periodista se encuentra con las expectativas de sus lectores, de sus oyentes y espectadores. Por ello un buen reportaje es tan apreciado en el mundo contemporáneo. El hombre de hoy vive en un mundo pensado por los medios, de ilusiones y apariencias, simulacros y fábulas, y siente instintivamente que se lo alimenta con mentiras, hipocresía, falsedad y manipulación virtual, por lo que busca algo que tenga el poder de la verdad y de la realidad. Es decir, cosas auténticas.
Yo  me valgo de las sugerencias de escritores como Truman Capote, Norman Mailer y Gabriel García Márquez, cuyos escritos cabalgan en el borde de la ficción y la crónica periodística. Ellos introdujeron la expresión Nuevo Periodismo. Se referían al tipo de escrito en el que acontecimientos auténticos, historias y accidentes verdaderos se describen con un lenguaje que contiene las opiniones y reacciones personales del escritor y a menudo con condimentos tales como el agregado de color, es decir con técnicas y formas de la ficción (2003) (19).”
Tomás Eloy Martínez:  “El lector busca identificar los destinos ajenos con su propio destino. Hegel y Borges escribieron que la suerte de un hombre resume, en ciertos momentos esenciales, la suerte de todos los hombres.
La única dictadura técnica de las últimas décadas es la que imponen los diagramadores, y éstos, cuando son buenos periodistas, entienden muy bien que una historia contada con inteligencia tiene derecho a ocupar todo el espacio que necesita, por mucho que sea: no más, pero tampoco menos.
Prevalecerán los diarios que encuentren el equilibrio entre ofrecer a sus lectores informaciones que respondan a las seis preguntas básicas e incluyan además todos los antecedentes y el contexto que esas informaciones necesitan para ser entendidas sin problemas, pero también, sobre todo, un puñado de historias, seis, siete o diez historias en la edición de cada día, contadas por cronistas que también sean eficaces narradores.
Ningún periodista puede cumplir su misión si cada vez que enfrenta la pantalla de su computadora no repite: lo que escribo es lo que soy, y si no soy fiel a mí mismo no puedo ser fiel a quienes me leen. Sólo de esa fidelidad nace la verdad. Y de la verdad, nacen los riesgos de esta profesión (2001) (20).”
Gabriel García Márquez: “Hay que volver a contar el cuento. Al lector se llega por la historia más que por la metáfora o el análisis. Relato de un naufrago fue una historia que se publicó en serie en el diario El Espectador, de Bogotá, que llegó a agotar miles de ejemplares. El secreto de ese relato lo descubrimos al segundo día de hablar con el naúfrago. Él me dijo que ya no había nada más para contar, entonces le contesté: cómo no hay nada más, en esta historia no has cagado ni meado. ¿Pero eso importa?, me dijo. Y entonces me contó su angustia, lo que hacía en la borda, y los peces lo miraban y él no podía comerse a los peces ni los peces, su mierda. A partir de allí salieron la historia, la clave, los detalles. Aprendimos a descubrir juntos el cuento (1999) (21).
La mejor noticia no es siempre la que se da primero sino la que se da mejor.
El gran desafío de los diarios es hacer interesante lo importante, sin caer en la frivolidad ni en la espectacularidad  (1996) (22).
En política no hay que ceñirse sólo al periodismo declamatorio, discursivo, con el que solemos seguir la actividad de los políticos, hay que cubrir más lo que hacen, no lo que dicen (1998) (23).”
Indro Montanelli (1997) (24):”La regla de oro del periodista debería ser la absoluta independencia, que cuesta cara, muy cara y hay que estar dispuesto a pagar ese precio. Aún dentro de un diario que no lo es, el periodista puede ser independiente, porque sólo es responsable de su firma.
La imparcialidad no existe; es una de esas bobadas que se cuentan por ahí...cada uno ve las cosas con sus propios ojos. Tuve un maestro norteamericano, Web Miller, que decía que la imparcialidad es un engaño técnico para hacer creer al lector que somos objetivos, y es el distanciamiento con respecto a lo que se escribe. Es una técnica que se aprende fácilmente.
La independencia es una cuestión de honestidad, uno tiene el deber de decir claramente cuál es su punto de vista político para que el lector lo sepa.”
Ben Bradlee (ex editor de The Washington Post) (25):”La verdad es complicada, no es simple. Nosotros debemos ser esencialmente escépticos. Debemos entender que la gente miente. Y que miente por varias razones: ya sea porque no conoce la verdad o porque pretende cambiarla en su beneficio. No podemos creer en lo primero que nos dicen.”
Conclusión.
El periodismo, desde un enfoque institucional, atraviesa una crisis  estructural comparable a otras instituciones fundamentales. La sociedad y los propios actores cuestionan, a veces con ferocidad, aspectos que años atrás eran considerados inamovibles, casi científicos. Pero además del rol dentro de la democracia y la república, complican al periodismo las nuevas tecnologías, los pases de mano en la propiedad de los medios, con el predominio de las funciones de entretenimiento y publicidad más el perjuicio que recae sobre los periodistas. Y esta circunstancia se da en todo el mundo, o por lo menos donde se ejerce el periodismo dentro de ciertos parámetros  mínimos de libertad.     
En la Argentina, un buen punto de partida es reconocer públicamente, todos, propietarios y periodistas, donde se está pisando. Al menos quienes todavía creen que un periodismo sano es posible. De allí que la transparencia, en sentido vertical y horizontal, se impone como una precondición para encarar soluciones o propuestas.
Si el arte del periodista es contar, hoy más que nunca tiene la obligación de contarle al prójimo, al ciudadano la realidad externa pero también la interna. La mediación tiene que ser puesta en caja de vidrio, que pueda ser observada por la sociedad y se identifiquen sin vergüenza los legítimos intereses o ideas con que se mueve cada organización informativa. La mediación comprometida sigue siendo mediación, pero sin camuflaje y dejando a salvo un espacio de libertad para el periodista individual, que también debe explicar su proceder a la vista del público.
Hoy, como quizás nunca antes, vale el dicho la mentira tiene patas cortas. La gimnasia mediática de la gente dificulta cada vez más ese accionar distante, de observador imparcial que oculta sus intenciones e intereses debajo del artilugio de la tercera persona.  
Urge tomar la iniciativa, y hacerlo en todas las dimensiones. Hacia el público, mediante la transparencia de los espacios de producción informativa, y desde ese concepto ético marcar el tono de las relaciones comerciales de los medios con el entorno y de los dueños de los medios con los periodistas. Seguir esperando es arriesgarse a un deterioro más profundo en una actividad que de por sí viene muy golpeada. Si se reconoce la gravedad de la situación, todos los actores deberían ser permeables a una gran asamblea periodística nacional donde comiencen a discutirse todos los temas y a proponer soluciones prácticas e inmediatas y planes de más largo alcance para estabilizar al periodismo dentro de un esquema sustentable.
La Universidad puede intervenir como observador imparcial, como árbitro en la resolución de disputas inevitables, dar el espacio para el debate y también en la integración de estructuras de vigilancia y control de la actividad. Quizás un consejo interuniversitario que dictamine u opine en controversias, a modo de tribunal de ética, y que al mismo tiempo sea órgano de consulta en cuestiones judiciales. Desde luego tiene que haber una voluntad delegativa por parte de los protagonistas, que respalde las decisiones de ese concejo.  Si fracasara la intentona multisectorial las organizaciones de periodistas, superando ideologías, deberían confluir en una megaasociación que dé batalla por sus reivindicaciones y ofrezca a la comunidad alguna norma capaz de medir su actuación.
En principio habría que confeccionar un código deontológico general que sirva de referencia a la profesión y cuyo incumplimiento quede reflejado en los medios, a consideración de anunciantes y público. No satisface el escéptico argumento cristalizado en la frase los argentinos somos desorganizados ni la oposición a un código por suponer de antemano su incapacidad para evitar per se o disuadir las malas conductas. En el peor de los casos actuaría como un placebo, pero jamás irá en desmedro de los periodistas. Con que se cumplan sin ambigüedades algunos puntos de un código general de por sí sería una conquista.
La Constitución Nacional tampoco se cumple a rajatabla, se discuten muchos artículos, otros son mal interpretados o se desconocen por completo, pero quién puede atreverse a decir que no necesitamos del texto constitucional. En todo caso hagamos la prueba y veamos si dotando al código de los mecanismos pertinentes se produce un cambio cualitativo, aunque sea de menor envergadura pero que sirva de inicio, de un primer escalón en la buena senda.
Un segundo paso sería crear, bajo los mismos auspicios y criterios, un observatorio de medios que se ocupe del monitoreo cotidiano de los medios. Éstos podrán responder a las objeciones, justificando o refutando los argumentos del observatorio y generando así el necesario debate sobre el funcionamiento concreto de los medios.
De todos modos, creo que no alcanza con crear estos institutos de control y debate sino que sería deseable la conformación de espacios públicos, ajenos a los diversos intereses, donde pueda practicarse un periodismo más radicalizado, es decir mucho más apegado al espiritu del periodismo vocacional y de servicio, con la idea de información como derecho, como un bien a disposición de la comunidad.
Estos espacios pueden completar los vacíos informativos que tanto se cuestionan desde distintos sectores de la sociedad y al mismo tiempo servirían como la puerta de acceso al gran público para pequeños emprendimientos periodísticos, acechados por la escasez de recursos.
Los espacios públicos podrían funcionar dentro del sistema de medios oficial o incluso dentro del circuito privado pero manteniendo su independencia y autonomía absoluta respecto de cualquier factor de poder. Para ello es necesario dotarlos de fuentes de financiación continuas y relacionadas con la actividad del resto de los medios, a través de la tributación que se impondría a la publicidad no pautada (gratuita) que genera la comunicación institucional de las empresas. Discutir un porcentaje de ese excedente publicitario, que saborean con orgullo los encargados de la comunicación por su impacto positivo en la construcción de imagen de las empresas, suena ingenuo pero no descabellado. Los medios actuarían como agentes de retención –igual que el IVA- y el cálculo debería surgir de las mediciones efectuadas por un organismo oficial, auditado por expertos privados siguiendo las técnicas de las agencias de monitoreo de medios.
El Estado, que también usufructúa los beneficios de la comunicación, en especial funcionarios y dirigentes políticos, administraría los recursos, y una comisión integrada por representantes independientes –aquí también sería relevante el aporte universitario- vigilaría la transparencia en cuanto a la admisión de proyectos y destino correcto de los fondos. 
Los medios deberían cargar con una cuota para sostener una institución que mida la transparencia, semejante al IVC, pero mucho más modesto, para elaborar un índice anual de transparencia que contenga varios de los aspectos mencionados a lo largo del presente trabajo como la de identificar a los propietarios de los medios, relaciones con los anunciantes y el gobierno, margen de maniobra de los periodistas, acceso a fuentes variadas, relato de las instancias de producción noticiosa, entre otras muchas consideraciones caracterizadas como atributos de transparencia. La divulgación de estos datos debería tener un impacto positivo en las audiencias que de esta manera contarían con un instrumento de medición adicional al tan difundido ráting, en el caso de los medios audiovisuales, o al no tan reconocible basado en el número de ejemplares que emplea el periodismo gráfico. 
En lo que atañe estrictamente al periodismo académico sería de gran provecho la implementación de una catédra dedicada con exclusividad a indagar estos temas que integre en una sola materia las cuestiones controvertidas. Si bien la temática no es extraña a las facultades de periodismo, tampoco se encuentra sistematizada e integrada en un cuerpo de estudio.
Los alumnos pueden asomarse al periodismo desde una visión realista -algo así como el otro lado de la profesión- que se integraría al estudio del resto de las disciplinas presentes hoy en los programas de estudio. El estudiante se alejaría de la figura de mano de obra mansa y acrítica que va a engrosar las redacciones sin aires renovadores ni espíritu de cambio.
Queda en el tintero el replanteo del uso de la primera persona,. especialmente referido al periodismo escrito. En un planteo transparentista, con la intencionalidad de ofrecer a los lectores un relato más pormenorizado de los hechos, se hace imprescindible incluir elementos de la ficción. Como lectores no sólo estamos reclamando una temática más cercana al hombre común sino también naturalizar el estilo.
Con el nuevo periodismo norteamericano de los años 60 se dio un gran salto pero sigue siendo inexplicable el rechazo a la primera persona en el texto periodístico. Salvo casos aislados y para cuestiones muy puntuales el periodismo gráfico no emplea esta herramienta básica para aproximarse al lector. Si queremos superar el objetivismo, ninguna acción más clara y directa que incluir el punto de vista del escritor en el enunciado mismo. El periodista acorta la distancia comunicativa porque puede alternar, sin falsos pudores, fragmentos de opinión en temas de interés público, contribuyendo a contextualizar y darle coherencia a la información (26).
En el mismo sentido, el uso de la primera persona facilita la descripción de los estados de ánimo, las emociones y también de ciertos rasgos de las fuentes consultados o ciertos obstáculos que debieron sortearse desde el inicio mismo del artículo.    
Todas estas propuestas tienen un único objetivo: transparentar. Si el periodismo atraviesa un período de penumbra, entonces a iluminar las redacciones. El periodismo es un medio para clarificar, la oscuridad es la negación absoluta de su existencia.





Referencias del capítulo 8.

(1) Damián Loreti, El derecho a la información, Paidós, Bs. As. 1999.
(2) Hugo Alconada Mon, “Designan a un perito en temas periodísticos”, diario La Nación, Política, pág. 8, 19/04/2004
(3) Miguel Wiñazki, “Por los fraudes, hay más controles en la prensa de EE.UU.”, diario Clarín, Sociedad, 14/05/2004
(4) (5) Hugo Aznar, Ética y periodismo, pág. 30-68, Paidós, Barcelona, 1999
(6) Gerardo Reyes, “El compromiso con la verdad”, www.fiu.edu, 1998.
(7) ¿Periodista o mandadero?, ADEPA nº 214, Bs.As., ag/set 2003
(8) Umberto Eco, La estrategia de la ilusión, Bs.As., Lumen, 1996.
(9) (10) Furio Colombo, Últimas noticias sobre el periodismo, Anagrama, Barcelona, 1997.
(11) William Woo, “El periodismo y el servicio a la confianza pública”   Cuestiones mundiales, Vol. 8, nº 1, EE.UU., feb. 2003.
(12)         Susana Reinoso, “Robert Cox y su visión del periodismo”, diario La Nación, Bs.As.,2002.
(13)          Pierre Bordieu, “Riesgos de la televisión”, Cultura, diario La Nación, Bs.As., 01/09/2002.
(14)         Entrevista con Alvarez Teijeiro , Anexo I.
(15)         Entrevista con Daniel Santoro, Anexo I.
(16)         Entrevista con Pablo Mendelevich, Anexo I.
(17)         Entrevista con Tristán Rodríguez Loredo, Anexo I.
(18)         Entrevista con Alfredo Serra, Anexo I.
(19)          Ryszard Kapucinski, “El legado de Herodoto” , Enfoques, diario La Nación, Bs.As., 23/11/2003.
(20)          Tomás Eloy Martínez, “El periodismo vuelve a contar historias”, Cultura, diario La Nación, Bs.As. 21/11/2001.
(21)         Claudio Jacquelin, “El periodismo busca acercarse a la gente”, Cultura, diario La Nación, Bs.As, 11/02/1999.
(22)         Gabriel García Márquez, “Periodismo: el mejor oficio del mundo (I)”, Notas, diario La Nación, Bs.As., 8/10/1996.
(23)         Fernán Saguier, “Lecciones de periodismo con García Márquez”, Notas, diario La Nación, Bs.As., 9/12/1998.
(24) Isabel San Sebastián, “En Italia todos roban”, Enfoques, diario La Nación, Bs.As., 13/04/1997.
(25) Jorge Elías, “La prensa debe ser escéptica”, La Entrevista/Ben Bradlee, diario La Nación, Bs.As.
(26) Hiley Ward, Book reviews, “News values: Ideas for an Information Age”, author Jack Fuller, AEJMC.















Anexo I





Entrevistas-Conferencias
   







Carlos Álvarez Teijeiro
Profesor de Ética de las Comunicaciones (Universidad Austral).
Periodista y escritor.

Código mafioso
El periodismo mundial contiene un argumento sofista: podemos criticar a las instituciones porque somos independientes, estamos fuera del poder político y económico y eso legitima nuestra crítica. Ahora cuando uno critica los medios el argumento es: no lo que pasa es que usted está fuera, no entiende, usted está atentando contra la libertad de expresión.
En la Argentina no hay una crítica de medios seria, está centrado en la estética o la incoherencia (por ejemplo Televisión Registrada). Es una profesión muy corporativa en la que funciona una consigna un tanto mafiosa de no se hace periodismo de periodistas salvo casos muy aislados.
Transparencia.
Mi propuesta de transparencia pasa por conocer quiénes son los propietarios de los medios y quienes son los auspiciantes de los medios. De la misma manera que un diario puede criticar a un senador porque tiene acciones en Repsol y al mismo tiempo integra la comisión parlamentaria que trata las regulaciones al mercado petrolero, si el Estado o una empresa pone una torta publicitaria de ocho millones de pesos para todo el año uno puede suponer que el medio va a tener más benevolencia.
Hay casos como Le Monde, donde parte del diario es propiedad de los periodistas, pero hay pocas experiencias, sigue siendo una profesión muy corporativa.

El negocio monopólico

La reforma que hizo Menem fue un error. No puede ser que se permita la existencia de monopolios informativos y además cruzados como Nación y Clarín, socios en Papel Prensa, la Voz del Interior, Los Andes, Página 12, etc. La crítica entre medios es más aparente que real. La competencia haría más transparente la crítica entre medios, cuanto más abierto el mercado mas crítica.
Hay un divorcio cada vez más grande entre los que es la cultura gerencial de los medios, ligados a grandes corporaciones con el objeto de obtener la máxima rentabilidad en el menor tiempo y otros principios de la lógica empresaria que no pueden aplicarse a la información. No puede compararse una fábrica de ropa con una sala de redacción.

Asnos contra ilusos

Durante mucho tiempo estuvimos muy separados el mundo académico y el profesional. En realidad, todavía el periodista piensa que el profesional se hace en las redacciones y que los académicos son una especie de delirantes. Mientras que los académicos piensan que los periodistas son unos asnos; si les hablan de Rilke no saben si es un jugador de fútbol o un poeta, entonces para que nos vamos a juntar con esta chusma que sabe escribir más o menos bien y hasta por ahí nomás, a duras penas. Pero poco a poco se van tendiendo mas puentes: se comprende que el mundo profesional tiene la experiencia y el mundo académico no tiene la urgencia del día y puede reflexionar sobre distintos temas, y nosotros podemos aprender más del mundo profesional.
Ese vínculo en las sociedades desarrolladas está consolidado. Nadie ve de un modo negativo a las facultades de Comunicación o escuelas de Periodismo, eso le va a hacer mucho bien al mundo de los medios en la Argentina.
Hay indicadores como la maestría de Clarín y Nación, es un intento, las cosas van a ir mejorando poco a poco.

Se van al pozo

El periodismo sigue siendo una de las instituciones más creíbles pero perdiendo credibilidad. Si yo como profesor tuviera el 38% de credibilidad –creo que ésos son los últimos datos- quiere decir que de 100 alumnos, 38 me creyeron. Mejor me voy a casa, es lamentable.
Yo creo que pasará como en otros países, los medios van a ir a un pozo, se verá quien es corrupto, quien no, quien es bueno, malo, etc.
El periodismo aportó mucho durante la lucha contra la corrupción, ahora que se exponga la corrupción de los medios. Todavía los medios tienen mucho poder, aunque estén tan endeudados.

La bomba etarra

Nadie imaginó jamás un escenario de ese tipo. Aznar llamó a los medios y bueno, lo dieron por cierto, no aclararon que eso lo decía el gobierno.
A mi me pareció extraño. Por ejemplo nadie sacó cuentas de lo que fue la reconquista española de la isla de Perejil, cuando la invadieron los marroquies el año pasado. Un peñón perdido, con la vigilancia de dos soldados españoles, fue invadido por una lancha con ocho soldados marroquíes, reclamándola como propia. España mandó submarinos y aviones y eso está vinculado con el atentado del año pasado en Rabat (Marruecos) y con que buena parte de la célula de Madrid es de origen marroquí.
También hay un resentimineto de Marruecos con España por lo que pasó en el Sahara, sobre el final del gobierno de Franco. Aznar ha querido aprovechar el desconcierto y tuvo la ingenuidad de que iba poder mantener en secreto el tema hasta después de las elecciones. Me cuesta creer que los organismos de inteligencia no hayan barajado otra posibilidad que no fuera ETA.
Fue un intento de manipulación, los medios españoles se deben una autocrítica, no alcanza con que digan que creyeron en el gobierno. Que los medios hayan comprado esa historia, a priori, se explica por la idea de fomentar la unión de la sociedad española en torno a una sola hipótesis pero  la responsabilidad del periodista es también analizar la realidad, recurrir a  otras fuentes.

La objetividad habita en el Parque Jurásico

Hay dos paradigmas en el periodismo tradicional. Uno sería el científico o epistemológico y el otro sería el paradigma ético. El científico lleva la objetividad, un poco heredado del positivismo y creo que ese paradigma tiene como correlato en el plano ético, la neutralidad. Quizás ha sido muy útil en el siglo XIX un periodismo -vinculado en su nacimiento a los partidos políticos- como cierta garantía de imparcialidad. El periodista decía no valoramos la realidad, cuando la valoramos es editorial y cuando no la valoramos es información. Somos neutrales, no nos involucramos en la vida partidaria ni en nada.
Hoy, debería ser reformulado. Yo considero que esa idea positivista de la objetividad es inaplicable y además, indeseable. Prefiero una interpretación honesta, decir: yo interpreto desde aquí, estas son las noticias que consideramos más relevantes y son las que quisimos dar.
En algunos cuestiones hay que jugarse un poco mas. Está perimido el concepto de objetividad, es una especie de ritual para mantener el statu quo, defienden la objetividad cuando en realidad están defendiendo su punto de vista. Como dice el cuento de Borges: un campesino uruguayo se cae del caballo y la consecuencia de ese accidente es que le queda una memoria prodigiosa, tan prodigiosa que recordar un día le lleva exactamente un día.
Lo que cabe del periodismo es un análisis de la realidad y no la metáfora del espejo. Incluso si uno aceptara la metáfora del espejo, tendría que pensar en un juego de espejos para ver toda la realidad, un espejo sólo muestra una parte.
Ahí en ADEPA (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas), hay una generación del Parque Jurásico, están congelados, les parece que decir otra cosa es una herejía y no han leído las nuevas tendencias del periodismo en los últimos años. Hay una gerontocracia ahí que sigue sosteniendo esas prácticas conservadoras. El razonamiento que hacen es: somos los paladines de la transparencia pero nosotros no la practicamos; dentro del imaginario público somos una profesión trasgresora cuando en realidad nuestra práctica profesional es la más conservadora que hay, para qué vamos andar cambiando si la imagen es la de estar en la cresta de la ola de la innovación.

Opinión pública en decadencia

En este momento hay una intersección de agendas: el gobierno quiere imponer su agenda y los medios la suya.
Con Blumberg hubo un punto de inflexión, no estaba previsto por el gobierno ni por los medios. Hasta hay una supuesta opinión pública mayoritaria a favor de Kirchner y uno nunca sabe muy bien si es una opinión pública o una opinión publicada, no se sabe cuantas voces quedan fuera, de pronto irrumpió esa voz y tocó una sensibilidad, y creó una fisura en esa opinión pública o publicada o controlada.
El triunfo de las encuestas y los sondeos de opinión más que el triunfo de la opinión pública significa la decadencia de la opinión pública, si uno mira retrospectivamente los tiempos de la Ilustración. Opinión pública era lo que quedaba una vez que todos habían discutido publicamente los temas de interés publico. Lo que hay hoy -y se ha acentuado mucho con el gobierno de Kirchner, sobre todo en el primer tramo- es una simulación de que esa exigencia de debate público se ha satisfecho, hay una habilidad del gobierno para lograr ese consenso inicial. Sin opinión pública no se puede gobernar. Ahora hay una duda: ¿realmente la gente esta tan conforme con lo que hace Kirchner?, ¿lo que dicen los medios es lo que piensa la gente? ¿Cómo se puede medir? Uno empieza a desconfiar de las encuestadoras, a mí me parece que ahí si tiene un papel importante el mundo de la academia, que es independiente del poder político y mediático. Es cierto que hay un problema  porque hay una opinión pública muy voluble, pero me parece que antes no deberían estar tan entusiasmados con el nuevo gobierno ni ahora debieran dispararle tanto por el tema de la seguridad.

Telesimplismo

La televisión se refleja a si misma. No representa los valores promedio de la sociedad. Todo lo que responda a una esquema narrativo fácil va; los temas complejos no se abordan: por ejemplo en cuestiones de seguridad, subo penas y resuelvo, bajo la imputabilidad de la pena y así. Existe un maniqueísmo para dividir aguas, la realidad es mucho más compleja y los medios deberían hacerse cargo de esa complejidad.          

















Daniel Santoro
Subjefe de Política, diario Clarín
Presidente de FOPEA (Foro de Periodistas Argentinos)

 

Cadena de felicidad

La corrupción afecta a todad la sociedad. Hay ejemplos históricos de periodistas que se han enriquecido y ahora tienen medios de comunicación. ¿Cómo hicieron esa fortuna para poder estar al frente de medios de comunicación?
Después están los periodistas que años atrás, en el Congreso de la Nación,  percibían subsidios de parte de diputados y senadores. Durante el gobierno de Menem existía la cadena de felicidad de la SIDE, recibían sobres con plata negra jueces, legisladores y periodistas. El problema es que los pagaba la SIDE, sin ningún tipo de control, no hay una lista, pero se puede saber quienes son: son estos periodistas que tienen una actitud camaleónica con los gobiernos de turno. Le pedimos indicios a la SIDE, queremos separar la paja del trigo, no tenemos porque sentir vergüenza por los demás, esto preocupa, el hecho existe.
Además no tenemos un código de ética voluntario, sin intervención del gobierno que diga estos son nuestros parámetros: por ejemplo, tenemos prohibido recibir plata de los gobiernos o los legisladores, o el periodista que tenga su programa de tevé por cable o radio y cubra temas directamente relacionados con anunciantes que deje el tema en otro periodista o siga teniendo una actitud crítica frente al anunciante.
De a poco los periodistas tenemos que depurar el periodismo y recuperar la credibilidad que cayó tanto despues de la renuncia de De la Rúa.

Observatorio de medios

Los medios deberían decir quienes son sus accionistas. La sociedad civil debería crear un observatorio de medios para monitorear lo que se publica, cómo se publica, lo que no se publica, así el periodismo puede cumplir su rol de perro guardián de la democracia, como existe en Colombia.
Los temas éticos deberían interesarle a los periodistas. La cobertura de Juan Castro me dio vergüenza, por lo menos habría que debatir estos temas, es una tarea pendiente de los periodistas, las universidades y otros sectores de la sociedad, sino vamos a perder la credibilidad que conseguimos bajo el gobierno de Menem; hay un bajón preocupante.

Somos muy malos, comparados con Europa

Hay un problema de idoneidad en algunos periodistas. Por ejemplo el abuso del off the record , que es para un caso extremo de información caliente no para situaciones habituales. En los diarios ponen: el presidente Kirchner viajará mañana a N. York , informaron fuentes de la casa rosada, ¡no tiene sentido!, el lector tiene derecho a saber quien lo dijo, hay que adjudicar los hechos a alguien. Lo mismo en una causa judicial, ponen fuente judicial, no se sabe qué documento, de que juez, es un problema de estándard profesional. El nuestro es muy bueno comparado con América Latina pero muy malo comparado con Europa, habría que crear la figura del defensor del lector.
Otro problema hoy es Kirchner. Nunca dio una conferencia de prensa, dio contadas entrevistas a determinados medios y toda la información la centraliza en él, los dos Fernández, Nuñez. Hay que reclamar. Por un lado el gobierno sancionó un decreto de acceso a la información pública y por otro pasa esto. Se le da información al periodista que no provoca problemas, sería bueno que el presidente diera conferencia de prensa a todos los medios,  abrir el juego a otros funcionarios para conocer lo que pasa en el gobierno. Yo no tengo problema, por Clarín, pero los medios chicos no pueden entrar.
Hay precarización que lleva al multiempleo. Veo en radios muy pocos periodistas, hacen de todo, se pierde nivel profesional, se contratan periodistas sin experiencia para pagar menos salario, eso se nota, los sueldos son bajos...

Conocimientos congelados

En FOPEA iniciamos la autocrítica. El periodista es demasiado individualista, está en su carrera, en ver si logra un ascenso pero si perdemos la credibilidad...
Hay que hacer autocrítica, implementar un código de ética voluntario, autorregulado, los periodistas tiene que actualizarse...el periodismo es una profesión que te congela el conocimiento. Yo soy especialista en las cuentas de Menen, las armas , María Julia Alsogaray, pero todavía no pude leer, por ejemplo, La Fiesta del Chivo, de Vargas Llosa. Es necesario que las empresas paguen la capacitación del periodista


















Pablo Mendelevich
Director de la Licenciatura en Periodismo (Universidad de Palermo).
Periodista, colaborador diario La Nación.

Se pueden contaminar los flujos 

Faltan paradigmas sobre lo que está bien y lo que está mal, lo correcto y lo incorrecto, es un problema cultural argentino. Así como no hay una línea divisoria clara entre legalidad e ilegalidad, tampoco la hay en materia moral y ética.
En las relaciones del periodismo con el poder uno de los pecados capitales es la amistad con las fuentes. Hay muchos periodistas muy famosos que se han jactado de ser amigos de la fuente, lo cual es un disparate, un periodista debería tener vergüenza de ser amigo de la fuente, mucho más de jugar al tenis con la fuente y mucho más hacer negocios con la fuente si la fuente es el gobierno.
Del lado del gobierno, en la Argentina, la administración de la información se contamina con intercambio de favores y ahora está especialmente contaminada por lo vulnerable que son las empresas periodísticas ya que en muchos casos dependen del Estado para resolver sus problemas económico-financieros. Eso las hace mucho más débiles, y cuando ese elemento entra en relación con el flujo informativo se convierte en un elemento contaminante muy severo.
Una forma de mejorar es discutir. Poner el tema sobre la mesa, no en términos de aquel periodista es corrupto y yo soy impoluto, sino para crear consensos y paradigmas sobre lo que se debe o no hacer, para que el sistema sea transparente y democrático.

Corrupción cruzada

La lista de la SIDE (pagos  en negro a periodistas) es un método muy grosero y salvaje de corrupción pero quizás sea una pequeñez –sin mitigar la culpa de los funcionarios que coimean periodistas- comparado con la corrupción de origen privado.
En el área política hay varios modelos de corrupción. En el periodismo político hay sistemas mucho más sutiles, por ejemplo que un sindicato afín al gobierno reparta dinero o favores entre periodistas a los que se quiere tener de amigos, y no sabemos si eso sigue o no, no me extrañaría que siga, es una pista para dirigir la publicidad privada a pedido de funcionarios políticos, es un método indirecto que permite sostener programas periodísticos por TV.
Otro método consiste en progamas políticos por cable que reciben publicidad de una lista limitada de empresas de servicios y de reparticiones oficiales. Lo que no ve el televidente comùn es que ese periodista es, muchas veces, un alto editor o jefe de uno de los grandes diarios. La pregunta es ¿por qué razón un periodista que ocupa una función jerárquica en un diario está haciendo un programa de cable, con dinero de determinadas empresas?,  ¿no es un elemento contaminante?, ¿cómo logra ese periodista mantener la imparcialidad cuando vuelve al diario y escribe?
Y la segunda pregunta es ¿por qué el diario le permite hacer eso? Lo más grave es que el diario no sólo le permite hacerlo, sino que además lo estimula, lo cual es mucho más grave. Es como si le pagara un sobresueldo ya que tolera que el periodista reciba dinero de empresas. Eso sí, lo hace de una manera muy elegante, como es de la de los auspicios publicitarios, pero  eso no es precisamante un sistema de pureza que preserve la independencia.

Desprecio por la palabra escrita

Otro error de los editores es desdibujar la línea divisoria entre publicidad y contenidos periodísticos. Empezaron vendiendo las notas de la periferia,  hicieron la vista gorda con los suplementos específicos: campo, hobbies, jóvenes, mujer, y ahora se fueron cebando porque venden más y tienen más clientes. Ahora están trasladando el modelo a las zonas calientes del diario, a las noticias, por el momento va fenómeno y además la pérdida de lectores se puede atribuir a la crisis. Pero acá, en la Universidad, veo que los jóvenes desconfian, en general, o tienen desprecio por el diario, se perdió esa convicción sagrada que tenía nuestra generación y la de nuestros padres y abuelos respecto de la letra de molde.
Los diarios nunca se excusan, no tienen compromisos que ventilar a sus lectores, no dicen en este tema somos parte, nada, como si tuvieran la objetividad garantizada per se, y eso, a largo plazo, es suicida.

Primero el márketing

Otro factor contaminante es el márketing, no por el márketing mismo, sino por el uso excesivo que se hace dentro del periodismo, es invasivo, las oficinas de márketing son las únicas que crecen en los diarios. Los diarios se achican, despiden periodistas y toman empleados de márketing, éso es muy llamativo. En segundo lugar estos departamentos de márketing cada vez tienen mayor poder interno. Antes no se atrevían a entrar en la redacción, ahora no sólo entran sino que dan indicaciones.
Yo trabajé en el diario La Prensa con el último caudillo del periodismo argentino: Félix Laíño. En ese entonces el dueño del diario era el hijo de Peralta Ramos y no entraba en la redacción, si entraba lo hacía en punta de pies, el que tenía la soberanía dentro del diario era el subdirector, Laíñó.
Eso no significa que La Prensa no haya tenido sus pecados políticos e ideológicos. Pero ahora ya no es el dueño del diario el que va a la redacción a dar las indicaciones sino una señorita de 24 años, licenciada en márketing, con un estudio demoscópico en la mano que “prueba” que los títulos de tapa del domingo tienen que ser amables porque eso es lo que el lector espera. No sé si en La Nación, en Clarín pasa. 
Por empezar al diario se lo llama producto, palabra perversa que intenta arrinconar la esencia ideológica del diario, es decir lo equiparan con la zapatilla o la gaseosa.
Hasta que esto no toque fondo, que la pérdida de lectores es por la sumatoria de todas estas cosas, hasta que ésto no se meta en la cabeza de los dueños de los diarios, las cosas no van a cambiar. 

La televisión mide a un enano comevidrio con un noticiero

La TV esta mucho más contaminada. El principal factor de contaminación del periodismo es el entretenimiento, que impuso sus leyes a toda la TV.
Los diarios no tienen un soporte fuerte para el entretenimineto, a diferencia de la televisión y la radio, hay que ir a comprarlo al quiosco y nadie va a comprar el diario sino es por noticias; al margen de los formatos y otros conceptos, esa esencia no se puede traicionar.
La televisión tiene la perversa costumbre de medir la viabilidad de un espacio periodístico con el ráting, esto es muy perverso, es como medir naranjas contra botellas. Si a mí me miden un noticiero contra Susana Giménez, que llevó ese día un enano que comía vidrio, no puedo competir, entonces ¿qué hago?: o levantan el noticiero o me obligan a conseguir otro enano que coma vidrio. Lamentablemente, eso es lo que está pasando, por eso se vulgariza tanto y el noticiero que se precia de ser el más serio tiene un fuerte contenido amarillo, sensiblero, lacrimógeno, etc.
Así los editores pierden la obligación de seleccionar cuál es la información importanate desde el punto de vista del ciudadano, lo que hacen es capturar el mayor número de televidentes –no ciudadanos- y lo hacen apelando a  golpes bajos, masificación o cualquier recurso.

Multidespidos

Cada 5 o 7 años Clarín produce un despido masivo, lo hizo sistemáticamente durante 30 años, es un criterio empresario. En la segunda mitad de los noventa hubo una fuerte expansión de Clarin en todos los órdenes, la redacción estaba sobredimensionada, era parte del criterio de comprar empresas de todo tipo y reclutar gente, muchas veces ni sabían para qué compraban, primero se compraba y después se pensaba el negocio.

Sin códigos, pero sin mezclas peligrosas

Hay dos corrientes: el periodismo ideologizado del tipo Página 12 y, en el otro extremo, una corriente que no tiene prurito en mezclar periodismo y negocios, que está más cerca de la corrupción que de la discusion sobre  objetividad. A la derecha no le interesa la discusión, ahí se produce una peligrosa mezcla de periodismo y publicidad.
En la televisión aparece esta figura inquietante que son los PNT (publicidad no tradicional), esa mezcla es muy riesgosa desde el punto de vista de la credibilidad de los medios porque nos termina afectando a todos, el resquebrajamiento del contrato de credibilidad entre el publico y los medios  nos toca a todos..
Para enfrentar la corrupción y la pérdida de credibilidad hay que volver a las fuentes. Lo que se hacía en el periodismo hace 20, 30 o 40 años, aquella estricta división entre publicidad y periodismo era sabio, en definitiva no es mas que eso.
No soy partidario de códigos porque hay muy malos antecedentes. En la Argentina, los que se preocuparon por los códigos y la colegiación, normalmente, eran los que querían amordazar a la prensa, no podemos apelar a esas herramientas. Hay que instalar modelos: por ejemplo, yo pido que un periodista no sea amigo de la fuente, el que es amigo es corrupto,
 eso contribuye a que el público tenga más armas para saber quien dice la verdad. Con algunas ideas básicas de las cosas que no pueden hacerse es suficiente.
Lo que verdaderarmente sostiene a los diarios son los contenidos y la calidad informativa, y por eso con el tiempo, la calidad va a volver a tener prevalencia, cuando los diarios toquen fondo tendrán que acudir a la calidad, a los buenos periodistas.



Tristán Rodríguez Loredo

Director de la Licenciatura en Comunicación Periodística (Universidad Católica Argentina).

Profesor de Organización de la Empresa Periodística (UCA).
Periodista económico.

 

Zanahorias para el periodista de Economía y Negocios

El periodismo económico no escapa a los vicios comunes del periodismo argentino.
El primero es no conocer el campo en el que se trabaja, cómo funciona la economía, no digo que sea economista pero... al no conocer, se cae muchas veces en un periodismo acrítico; vamos para un lado o para otro en función de lo que dice el entrevistado o en el sentido que viene la información.
Segundo, la información es interesada, legitima o ilegítimamente y, por lo tanto, tengo que lidiar con intereses mucho más fuertes que en otro campo; en esto se parece al periodismo político.
Tercero, el medio y los protagonistas presionan a los periodistas más que con garrotes, con zanahorias, ofreciéndoles el oro y el moro, no digo en un sobre sino en publicidad, esponsoreo en programas de cable o de radio, asesoramiento, etc.
Creo que el gran vicio del periodista económico en nuestro país es que cuanto más influyente es el medio en el que trabaja más invitaciones tiene a ser civilizado o amansado con las zanahorias que mencionaba, con lo cual el peridismo tiende a perder independencia de criterio.
Si estoy trabajando en un diario de gran circulacion y al mismo tiempo estoy trabajando en un programa de cable, en el que soy productor comercial de ese programa y hay una empresa que me está poniendo una pauta -que puede ser casi mi sueldo completo con un solo aviso- voy a pensar tres veces antes de dar una información que pueda disgustar a esa empresa. Ése me parece que es un vicio común a todo el periodismo económico.
El periodista económico puede ser multimediático, pero veo difícil que pueda ser productor comercial de su propio servicio y esto es habitual.
Los medios se aprovechan de esta circunstancia para pagarles menos a sus redactores y los periodistas quieren ganar casi como sus entrevistados, se olvidan que ellos son periodistas.
A las empresas este tipo de comunicación les resulta más barato que la pauta publicitaria y los medios se hacen los distraídos porque, a veces, los editores mismos hacen este tipo de cosas.

La ética de la burla

El ejemplo debe darse de arriba para abajo: los jefes no deben hacer lo que no quieren que hagan los subordinados, establecer una política clara de lo que pueden y no pueden hacer sus periodistas, no porque sí, sino por la credibilidad y, desde ya, pagar lo que tengan que pagar. Porque si un redactor de tal sección gana un determinado dinero, quizás haya que pagarle el doble.
Además hay que mejorar la selección de los periodistas, tanto por conocimientos como por actitud, hay capacidades que no se reducen sólo a conocimientos. Una actitud crítica que signifique no dejarse influenciar rápidamente por el entorno, no dejarse llevar por invitaciones a restaurantes o viajes por el mundo, es muy importante.    
Las atenciones desmedidas vienen atadas con alguna intencionalidad pero el editor dice yo mando a alguien y publico si hay algo interesante sino no. En general, contra lo que uno cree, las empresas respetan esa decisión, la entienden y les cae bien. Los que entienden menos son los periodistas. A veces les molesta que alguien diga no a algo que otro dijo sí, y son los que se burlan cuando hablas de código de ética, las burlas son de los colegas y no de los anunciantes.

Cada cual atienda su código

Tener un código de ética general no me preocupa, porque en un país donde las leyes no se cumplen tener un código no me asegura nada. Es preferible que cada medio tenga uno, explícito o implícito. Nosotros hicimos un código especial para la revista Negocios, se publicó en doble página, claro, sencillo y de cumplimiento efectivo. Los redactores lo leyeron, comentaron lo que debían y firmaron que estaban de acuerdo; el no cumplimiento era causal de despido.
Para el periodista económico lo más complicado es el conflicto de intereses, por ejemplo ser asesor de un banco y al mismo tiempo tener que informar sobre ese banco, o tener inversiones sobre las que hay que informar, influir en la suba de una acción...
El último vicio, acá y en el mundo, es confundir los intereses de la empresa periodística con el interés informativo. La colisión de intereses va a estar siempre, hay que tener cintura para eludir las presiones, sino me parece mucho más digno trabajar en un Mc Donald´s que trabajar haciendo notas a pedido y diciendo mentiras.

Pequeño inventario del diario económico argentino

Como lector me parece que el Cronista es el más serio; el más divertido es Ámbito e Infobae es...no es confiable en algunas cosas.
Ámbito es un diario de autor, va detrás del pensamiento de su dueño, director y pluma principal. El Cronista es más corporativo, se trabaja en equipo, trasladaron el modelo español a la Argentina y les costó bastante hacer pie. Infobae es un diario con una línea que fue cambiando, en algunos temas saca primicias y tiene hallazgos, en otros no.
Ninguno de los tres diarios adhiere al IVC (Instituto Verificador de Circulaciones). Supongo que Ambito vende más que el Cronista e Infobae juntos; a la hora de la pauta publicitaria Ambito se lleva las tres cuartas partes, pero que ninguno de los tres quiera estar en el IVC es sugestivo, habla de la falta de transparencia.
Hay ratios de periodistas por página, el Cronista tiene la misma cantidad de periodistas por página que en Madrid. Después esta la calidad un diario elabora notas de un dia para otro es obvio que un periodista con mas horas de vuelo puede resolver las cosas mejor y mas rapido por contactos, tiene que ver la edad media de cada plantely tambien tiene que ver la cantidad de horas que el per dedica a su tarea ya que a veesc comparte con conduccion de programas de radio, de cable, corresponsalías que a veces son sinergicas y a veces no, los buenos per. No cobran lo que deben entonces se resiente loa calidad, algunos tiene acuerdo de exclusividad
En el periodismo económico se confunde seriedad con solemnidad. Se hace un periodismo más acortonado de lo que debería, y menos serio. Hay que trabajarlo más, una redacción más pulida, jugar con la ironía, el humor, la creatividad...en eso De Pablo fue un maestro, periodismo económico relativamente divertido y bien hecho.
. Muchas cosas no se publican porque el periodista debe andar detrás de la primicia y la última noticia o no puede publicar porque le falta documentación respaldatoria o el medio tiene las manos atadas –especialmente los de mayor difusión- por pautas publicitarias, por presión, por autocensura de los periodistas.
A la gente también le interesa conocer las tendencias y las proyecciones -no sólo la información urgente- hacia dónde vamos, es decir un periodismo de anticipación, y para eso hay que investigar y saber.

Economía en los diarios de información general

Los diarios generales podrían hacer muchas cosas para mejorar la información económica. Podrían transmitir desde la redacción, los suplementos podrían acercarse más a los temas que le interesan al público; se habla mucho de política economica, que es importante, pero se habla poco de lo que tiene que ver directamente con el lector.
Para hacer un buen periodismo económico se necesitan más periodistas y gastar más en la sección. La sección Economía, en cualquiera de los diarios, subvenciona otras secciones más deficitarias. Habría que invertir más en Economía, lo que pasa es que no le quieren pagar al periodista o no saben como venderlo.

El Estatuto del  Periodista incentiva la mediocridad

El encuadre legal de nuestra profesión es anacrónico. Para el buen periodista es contraproducente, para quien es poco afecto al trabajo o busca lucrar con la industria del juicio es conveniente. El Estatuto Profesional nivela para abajo. Es mucho más proteccionista que en cualquier industria, y comparado con cualquier legislación de otros países también.
Hay gente que no le interesa cambiar: a los empresarios les interesa cambiarlo, no sé si para pagar menos, pero lo cierto es que así no se fomenta la renovación en las redacciones que tienden a ser más anquilosadas.
De ahí que se tomen más pasantes de lo que se debería, no por gusto sino porque es una forma más barata. Lo lógico es que un periodista profesional pudiera tener un contrato por un año, hoy no se puede. Es para discutir.
Uno conoce gente que compró autos o casas gracias a los juicios contra las empresas, con o sin razón. Esto no se ve en el promedio de las industrias; estamos gozando de un privilegio que no tienen otras profesiones.      






 







Hugo Alconada Mon (1)

Reynaldo Sietecase  (2)

Conferencia dirigida a estudiantes de Periodismo, auditorio Derissi-UCA, 11/06/2004.
(1) Periodista político, diario La Nación.
(2) Periodista político, revista 23.

Sietecase.
- Hay una enorme diferencia entre Kirchner y Menem. El otro día Lanata me decía: la gente se olvida que la opción no era entre Sartre y Kirchner sino entre Kirchner y Menem; en ese sentido estamos mejor. 
En lo que hace a la revista 23 y a nuestro grupo, consideramos que el periodismo, en un sistema democrático, tiene un rol de contralor del poder político y económico, sin importar el signo ideológico.
Cuando asumió Kirchner nos dijeron a ver cómo hacen ahora, y yo les recordaba a los colegas que nosotros fuimos los primeros en publicar un caso de corrupción de la Alianza: la adjudicación que hizo Meijide, desde el Pami, a su cuñado Togneto. Esa información llegó a la revista mediante un llamado telefónico, se favorecía en 5000 pesos a dos geriátricos que eran de la mujer de Togneto, lo chequeamos y lo dimos. Nos dolió. La discusión era si iba o no a tapa, recuerdo esa reunión porque fue como una suerte de manual de periodismo básico porque, si bien teníamos nuestros reparos por la simpatía que le teníamos a Meijide, sabíamos lo que implicaba, era el cuñado de la Meijide, por lo tanto existía la probabilidad de que cayera la  ministra. La discusión fue muy fuerte ya que éramos el segmento periodístico más cercano al gobierno en términos ideológicos. Si lo daba La Nación o Ámbito no tendría la misma repercusión.
Finalmente decidimos que fuera a tapa. Primero porque el gobierno había declamado durante toda la campaña que iba a hacer un culto a la transparencia. Otra de las preguntamos que nos hacíamos era: si este fuese el gobierno de Menem ¿qué haríamos?, todos dijeron ¡tapa, tapa!.
La fidelidad es con la información, si la fidelidad pasa por otro lado estamos en problemas, nos estamos alejando del periodismo.
Lo mismo pensamos de Kirchner. Tenemos cierta afinidad, sobre todo en derechos humanos. Pero no vamos a ocultar lo de (general) Bendini. Nosotros publicamos en enero (2004), en tapa, la cuenta ilegal que abrió. Una de mis fuentes me dijo eso es una operación de prensa, y yo le pregunté: ¿pero es verdad? Es una operación de prensa de los generales desplazados como Brinzoni, insistía la fuente. Supongamos que sí, la mayoría de las informaciones surge por operaciones de prensa, por tipos que quieren perjudicar a otros, yo no puedo ocuparme de si es o no una operación de prensa, la pregunta era ¿es o no cierto?
Si hay una información hay que publicarla. Si está en relación con el poder político hay que publicarla, de hecho todos los medios tienen intereses pero no se puede tergiversar la información. Por ejemplo las encuestas pro Menem de Ámbito Financiero la última semana de campaña no, ahí están los límites: lo que no puede hacerse es mentir.
Lo mismo con Betini. Yo le tengo simpatía porque pobre, le mataron a toda la familia, pero no debe ser embajador en España porque hay elementos que indican que no.
La credibilidad y la independencia son, a largo plazo, un buen negocio. Los dueños de los medios, a veces, no lo entienden, y muchas veces emponzoñan la agenda periodística. Pero se equivocan. A la larga lo que hace que un medio subsista es que la gente te crea y para que te crea hay que ser fiel con la verdad, no con el funcionario de turno.

Alconada

- Creo que la principal diferencia con el gobierno de Menem es que tenía tal laxitud moral que todo le resbalaba. Entonces no le podías decir nada porque él te miraba, se reía y te decía: ¿y? Si total tenía la justicia controlada, los fiscales controlados; uno podía publicar y no pasaba nada, ahora los vientos soplaron para otro lado y se le complica.
De la Rúa era un conservador. Conservador es aquel que tiene virtudes públicas y vicios privados; el liberal tiene vicios públicos y virtudes privadas; y De la Rúa ...
Kirchner en cambio es un calentón. Un tipo que se maneja más como un patrón de estancia, un tipo que está acostumbrado a la provincia de Santa Cruz, con pocos habitantes, donde el poder es bastante hegemónico; esa dinámica ahora se le complica.
La segunda gran diferencia con los años 90 es económica. Antes florecía el dinero, se mandaban periodistas a cualquier lado. Ahora es al revés, cambian las bombitas de luz por otras de menor tensión y cuando hay que negociar algunas notas, que pueden ser urticantes, se piensa un millón de veces.
La relación con el gobierno te puede complicar, capaz que el gobierno te está ayudando a renegociar la deuda. Con las grandes empresas que te ponen la publicidad no podés tener demasiados problemas; en los 90 no pasaba tanto.
Otra diferencia es que Menem te mandaba algunos aprietes, creo que hay muchos muertos que todavía hay que explicar. En el caso de Kirchner no se llega a eso pero la intolerancia, a veces, es bastante dura. Sé de dos colegas míos en el diario, y yo mismo, que tuvimos amenazas: a mí y a otro periodista con un secretario de estado; al otro periodista, un ministro. A uno de los nuestros el ministro le dijo que le iba a romper las piernas, a otro lo bajaron del tango 01 porque había publicado una serie de artículos y cuando iba a embarcarse le dijeron: usted no sube. A mí me dijeron que me iban a  cagar a trompadas con un bastón porque por el lado jurídico no me podían hacer nada.  Me recordó una famosa frase de Alfonsín que decía cuando alguien es afectado en su honor tenés que ir con un bastón a la casa del injuriante, tocar el timbre y, cuando sale el injuriante, con ese mismo bastón actúas en consecuencia.
Hubo discusión en el diario porque el 80% de los redactores queríamos publicarlo; el 60% de los editores quería publicarlo, pero no se publicó.

Sietecase

- Nosotros no tuvimos ningun incidente de ese tipo, es de una tremenda gravedad. Hay algo que es común y me sorprende que les moleste a los periodistas: yo tengo algunas fuentes en gobierno que a veces me llaman por algún comentario, pero no lo siento como un apriete, no me parece mal enojarse, discutir. Por otro lado, no me parece mal que el funcionario proteste, tiene  derecho a enojarse, no pasa nada mientras vos publiqués lo que quieras. El punto es ése, creo que ahí la responsabilidad está en los medios. Es muy fácil achacarle la culpa al gobierno; si te levantan la pauta, mala suerte, publicá.
El menemismo hacía mucho eso de levantar la pauta.  El laburo nuestro es  informar. Tenés información, la chequeás, ¿es cierta?, la publicás. Esa es la dinámica, y en lo posible tratar de que el empresario no incida en la línea periodistica. Esto parece ingenuo pero es una pelea a dar. No digo que siempre la ganás pero hay que tratar que la agenda periodística surja de los periodistas, a la larga es lo mejor que le puede pasar a los empresarios.
Otra cosa son las diferencias que uno tiene con el medio en el que trabaja, uno tiene que lograr que su material se publique, no escribir cosas que no escribiría, ser fiel a la verdad y, en todo caso, cuando se la quieren violar, la posibilidad de irse. No me gusta la obediencia de vida, a mí no me vengan con ese cuento de que el jefe me obligó a escribir algo que yo no quería; también se puede decir que no. Ahora, yo no cuestionaría a un compañero que lo hace porque le tiene que dar de comer a su familia. Hay mucha gente que dice que no y otra que dice que sí con entusiasmo, ésa es la diferencia.
Lo de (Jorge) Lanata fue muy extraño porque había un contrato firmado. El empresario dijo que no quería poner al aire ese programa, hubo algo muy raro, le dijeron a Jorge que tenía que ir a hablar con el gobierno. Creo que Lanata cometió un error al hablar con el gobierno. Para mí no correspondía, es un problema del canal, es un canal privado, Jorge decidió hablar con el gobierno, lo cierto es que el programa no está en el aire.
Es malo. Si no estuviera Grondona, también sería malo. La pluralidad debe contener todas las voces, sobre todo en un momento de debate ideológico: qué hacer con el estado, la deuda, las privatizaciones.
Ahora, si eso es censura o no, no sé. Lanata, de hecho, no dijo me censuraron. A lo mejor tiene que ver con el medio de comunicación, que es afín al gobierno.
Hay una cosa muy cruda sobre los medios, me lo dijo una vez Vernet, ex gobernador de Santa Fe: es tan tonto estar contra los medios durante los dos primeros años de gobierno como estar a favor los dos últimos.
Los medios están tan cuidadosos para evitar un bolonqui poniendo un programa como el de Lanata. El año pasado le pidieron por favor a Jorge que no tocara el tema del PAMI... y le hicimos un programa especial. No sé si es un defensor de la libertad de prensa o está loco, si está loco es su principal defecto y su mejor virtud al mismo tiempo.
Los empresarios de medios además tienen otra rareza: son de los pocos empresarios que pueden hacer mal su producto. Acá hay dueños de medios que mandan al freezer a un redactor, por más bueno que sea, porque hizo algo que creen es incorrecto. Cambian una sección o un tipo o no hacen investigación para no tener problemas cuando está demostrado que la investigación realza un medio. Es raro ¿no?

Alconada

- Hay un truco más en el periodismo gráfico: no firmar. Cuando fui secuestrado trabajando para el diario El Día, de La Plata, había escrito 10 notas y se publicaron siete, porque después mis jefes terminaron arreglando con las empresas que yo denuncié. Es decir, pusieron avisos. Los que me habían pegado el apriete se convirtieron en anunciantes o financistas del diario donde yo trabajaba, y no tenía demasiado margen de salida porque el periodismo no te da de comer en forma floreciente.
Consulté con el sacerdote con quien me confesaba y me dijo que tenía que seguir trabajando, siempre y cuando tuviera que mantener a mi familia, y en cuanto tuviera la oportunidad de irme, a cualquier lado, me fuera.
En principio dejé de escribir en Política, me fui a Breves hasta que pasé a  La Nación.
Cada vez hay más libertad de empresa y menos de prensa. El empresario decide lo que se publica y lo que no se publica y el combate entre el área comercial y periodística es cada vez más duro.
Pero hay episodios que te favorecen. Por ejemplo, hacía un mes que tenía terminado el tema de pesca, lo de Conarpesa que, ahora con Kirchner, no la publicaban. Pero tuve la fortuna de enterarme que (revista) 23 la sacaba en tapa un jueves, el martes les digo que la va a sacar 23 y ahí la dimos: el miércoles, 24 horas antes que lo dé revista 23.
La mejor presión es decirles: ojo que la competencia lo da, si lo tenés vos solo te dicen no, esperá. Es una lógica increíble.
Me gusta trabajar en La Nación. Cuando fui a Suiza a cubrir la reunión de Davos pedí que me dejaron chusmear lo de Menem. Me dejaron dos meses negociando con la agenda de la jueza que investiga las cuentas de Menem y tuve tres entrevistas off the record. Después los tipos dijeron esto es on the record y en enero publicamos que Menem estaba en la lista de los doce políticos más corruptos del mundo y que en Suiza investigan a 200 argentinos por corrupción y lavado de dinero. Hector D´Amico (editor de La Nación) se encontró con el ex juez Salvi, éste bajó la vista. D´Amico me llamó a Suiza y me dijo dale para adelante porque les estás pegando donde duele; hay días que son fabulosos.

Sietecase

- Soy muy optimista con el periodismo que viene. El que hacemos es mejor que el que hacíamos hace 10 años. Veo en las redacciones un manejo de idioma y tecnología muy interesante pero como defecto veo que cada vez hay menos gente que lee y va la cine, y esto, sobre todo en gráfica, es muy importante.
El periodista que lee puede entrevistar a cualquier persona porque tiene una mirada amplia, escribe mejor. Ahí estamos en un retroceso. No sé como se puede mejorar eso, por lo menos cumplo diciéndolo.
Hay chicos que le comentas, por ejemplo lo de Semana Santa en el 87 y te dicen y yo tenía cinco años o y les constesto que durante la primera presidencia de Perón yo no había nacido, pero eso no me exime de conocerlo; son conocimientos básicos en los que noto ciertas flaquezas. Igual soy opotimista.
Hay más espacio para la investigación –esto en la televisión es muy notable-, ciclos como Telenoche Investiga en el marco del grupo Clarín es un dato interesante, después podemos encontrarle mil reparos: que las cámaras ocultas nunca le tocan a un empresario sino a “Juan Bondiola”, bueno eso es hilar más fino, pero es interesante que un programa de investigación tenga 30 puntos de ráting.
Lo mismo pasa en gráfica. En La Nación y Clarín se ve claramente el cambio, Página 12 en un momento le dio importancia a temas propios, hay excelentes periodistas de investigación en la mayoría de los diarios de la Argentina.
Creo que no hay retroceso. Nunca más va a ver funcionarias posando con tapados de piel, ¿soy muy optimista? Es como que la sociedad por fin se va hartando, es menos tolerante hacia esas manifestaciones. Un presidente en una Ferrari roja, violando normas de tránsito me parece que ya no lo celebramos como una viveza, y bueno, nos han pasado cosas graves y terribles.
El periodismo, como dice Eloy Martínez, es como un sismógrafo: detecta cosas, puede leer los cambios que ocurren en la sociedad.
El periodismo que les toca a ustedes va a ser como siempre, sigue siendo muy difícil entrar en los medios, hace 10 o 15 años también era difícil, es cíclico.
Lo importante es sostener el deseo, ponerle toda la energía, pasión, sacrificio, como en toda profesión. En este país es difícil trabajar, más difícil es trabajar en lo que uno quiere, pero me parece que vale la pena intentarlo.

Alconada

- Papá decía que cuanto más gasolero sos más chances tenés de hacer lo que te gusta. Si la expectativa de ustedes es tener a los 35 años una casa en un country y una 4x4 cambien ya de profesión...
-Eso sólo le pasa a Hadad -interrumpe Sietecase.
...sí y, obviamente, él no hace periodismo, hace otra cosa. Quizás ustedes se imaginan que, como nosotros trabajamos en periódicos, ganamos una fortuna...yo trabajo como abogado para poder llegar a fin de mes; si quieren ganar guita en esta profesión se equivocaron.
Quiero leerles algo que tengo anotado sobre la situación del periodismo catalán, es un profesor catalán de periodismo:
Los textos que se publican en los diarios pasan en general por 5 filtros:
1. No son contrarios a los intereses económicos de la empresa editora.
2. No son contrarios a los intereses de las empresas que contratan publicidad en esas páginas de esos diarios.
3. La mayor parte de las fuentes de información utilizadas por los diarios son del gobierno o de las grandes empresas.
4. Los gobiernos y las grandes empresas son las instituciones mejor situadas para presionar a los periódicos.
5. Los diarios se ven constreñidos por la ideología dominante.

   



Raquel San Martín

Periodista, redactora diario La Nación.
Profesora de Introducción al Periodismo (Universidad Católica Argentina)

Periodismo bajo protesta.
Conferencia 29/04/2004. Auditorio Derissi-UCA
Investigación sobre las condiciones subjetivas del trabajo de los periodistas de los diarios nacionales. (resúmen con las ideas centrales)
Creciente malestar por presiones
1.Concentración de los medios, recortes a la autonomía del periodista dentro de espacio laboral, precarización, cuestionamiento del público hacia el trabajo periodístico.
2. Sentimiento de impotencia, sentir que no se puede influir en los aspectos sociales.
3. Diferencias de aspiraciones, objetivos y percepciones de la tarea entre los directivos de los medios y los que trabajan todos los días. Brecha creciente.
4. Los periodistas comparten este malestar pero no son capaces de articular una política de cambio conjunta y solidaria, queja individual y en voz baja.
Crisis estructural  
(En base al análisis de 20 estudios demográficos de distintas regiones y países)
Sustento común de críticas: inadecuación de las técnicas, prácticas y principios tradicionales para contar una sociedad cada vez más compleja y multifácetica.
Cambios en las tecnologías y en la propiedad de los medios. Conglomerados mediáticos y precarización del trabajo. No se cumplen los contratos, falta personal en las redacciones, jornadas laborales muy extensas, falta de infraesctrura para cumplir la tarea, cae la calidad informativa.
Cambios en el concepto de información, se multiplican los emisores. Si todos pueden comunicar y llegar directo al público, ¿para qué sirve el periodista?
Cambios dentro de la profesión: ¿qué es la objetividad?, ¿qué es la neutralidad?, ¿cómo deben ser las relaciones con el poder político?. Incapacidad para definir roles, valores, principios comunes.
El periodismo ¿es una profesión?. Incertidumbre, no hay escalafón dentro de la carrera, no se precisan cuáles deben ser los elementos para la formación profesional, continúa la distancia entre la academia y el campo profesional,  se habla de oficio, arte o técnica; se discute si es o no una profesión.
El periodismo es una indefinición, hay gran incertidumbre.
La incertidumbre por el camino profesional y el malestar son fenómenos comunes a los periodistas de todo el mundo.


Grupos de discusión con periodistas argentinos

(Redactores pertenecientes a diarios nacionales, con dos años como mínimo de experiencia y en condiciones de empleo efectivo)
Alto nivel de desvalorización. Se perciben como prescindibles y manipulables, sin margen de maniobra.
Algunas expresiones de los entrevistados: “Somos el último eslabón”, nos “sentimos como fabricantes de salchichas”, “trabajo rutinario”, “se parece al  empleo público, no hay adrenalina ni sorpresa”, “somos parte de una maquinaria”, “línea de producción industrial”, “falta un día menos para cobrar“.
Con respecto a la precarización y su incidencia en la calidad hubo una coincidencia del 100%. El trabajo se empobrece por las condiciones de producción: “redactores polifuncionales”, “abundancia de becarios en las redacciones”, “gente poco formada en lugares de decisión”,
Otra queja es “la falta de motivación”, “poco incentivados por el jefe, si hay o no iniciativa es lo mismo”, “incertidumbre”, “simulacros de fusilamiento: me llamaron para decirme que había ganado una beca y pensé que era para echarme”.
Otro factor de presión es de índole comercial, hay que enfocar los temas que “venden”.

Línea editorial

El periodista no percibe la línea editorial como una opción ideológica genuina, son directivas más o menos explícitas que se van aprendiendo, lo que se puede o no decir, las personas que se pueden o no criticar, temas que se pueden o no tocar. Hay un rechazo a la llamada línea editorial porque es factor de presión, revela los acuerdos que hace el medio y es ajeno a ellos, se opone al periodismo genunino, es percibido como una serie de compromisos políticos y económicos que se impone al periodista, y éste debe acatar.

Fatalismo individualista

Las condiciones económicas son inquebrantables, “hay que adaptarse”.
Nace una actitud de oposición simbólica, se buscan grietas donde insertar las propias ideas, es la única posibilidad de independencia.
“Uno no es responsable de la línea editorial”, “soy responsable en mi pequeña nota”, “resisto en mi nota”, “no estoy de acuerdo, pero en las entrevistas destaco las frases que más se identifican con lo que yo pienso o pongo fuentes que al diario nunca se le ocurrirían”.
El periodista no hace autocrítica, la culpa es del periodismo o del medio, y sobre todo, la televisión. Los periodistas consideran que los medios perdieron credibilidad, no ellos.
No se cuestionan las malas prácticas como la falta de rigor en el chequeo de fuentes, acudir sólo a fuentes oficiales, buscar más el impacto que la información,.etc. El periodista se encierra en el microclima profesional.

Divergencias

Aparecen muchas disidencias en cuanto a las funciones del periodismo.
La objetividad está completamente descartada. La opinión se desvía del periodismo que debe hacerse, no hay que influir. El periodista debería ser un intérprete, explicar la realidad compleja. No opinar sino contar lo que pasa. Aparecen muchas contradicciones, no está claro qué es opinar y qué es interpretar, entre otros interrogantes.
Es gratificante ser periodista por lo urgente, ser testigo de la historia. Hay una vocación muy fuerte, son conscientes de la influencia que tienen, nadie dejaría de ser periodista, se consideran como actores sociales importantes.
Hay una actitud fatalista, “no hay nada que hacer”.
Mucho miedo, individualismo, baja sindicalización.
Sólo se consideran periodistas si trabajan en los medios.
A pesar de todo, se quedan. Critican mucho a sus editores, con mucha dureza, sobre todo sus actitudes personales. No tienen control del trabajo, el editor hace lo que quiere con la nota.
No hay identificación con el medio, esto es un cambio histórico, no hay mística, hay una oposición a los acuerdos del medio.
Todos los periodistas consultados pidieron garantías de reserva de la identidad, mantener el anonimato.




















 
Alfredo Serra
Redactor jefe general de Editorial Atlántida.
Redactor jefe revista Gente.
Profesor de Introducción al Periodismo y Redacción Periodística (Universidad Católica Argentina).

Entrevista vía correo electrónico.

1) La mentira en la prensa. Credibilidad.
Como en el comercio, en la prensa también existe el kilo de 900 gramos, los titulares que anuncian el Apocalipsis día por medio, la libertad de empresa disfrazada de libertad de prensa y hasta el delirio de algún cablero el sábado o el domingo a la tarde, días y horas propicias para inventar serpientes de veinte metros o anunciar que el monstruo de Loch Ness existe. La prensa es una vidriera a veces, de cambalache-, y por su ritmo y su urgencia comete pecados cotidianos. Pero los hay veniales (la serpiente, el monstruo del lago) y mortales. Entre los últimos está en primer lugar, creo, la libertad de empresa disfrazada de libertad de prensa. Por fortuna, no todos los lectores son incautos: algunos saben usar el cernidor. Sin embargo, y a favor de la prensa, es justo decir que el más mentiroso y menos creíble de los medios suele ser más veraz que un político en campaña. Que cuando no está acariciando a un niño, ¡le está robando el chupete!
2) Objetividad. ¿Qué es? ¿Es posible?
No. La prensa no está hecha por objetos sino por sujetos. Ergo, la objetividad absoluta es imposible. En cambio, es posible y deseable- la imparcialidad. Como bien decía un célebre editor made in USA, En materia política soy absolutamente imparcial: a priori, estoy en contra de todos
los candidatos. Adhiero, en esta materia, a la teoría de las dos campanas (darle la misma oportunidad a tirios y troyanos), y a la más sabia de las fórmulas que nos enseñaron los viejos, escépticos e iconoclastas jefes de los diarios: No creas nada de lo que te digan, y sólo la mitad de lo que veas.
3) Relación de los medios con el poder. Dependencia de la publicidad.
Caso argentino: mientras Papel Prensa sea una empresa formada por Clarín, La Nación y el Estado Nacional, nunca habrá independencia total de los medios respecto del poder. Caso Publicidad: sus ingresos son fundamentales, pero la independencia depende del coraje y la firmeza de
los editores. Si un editor no publica informaciones sobre el daño que hace el tabaco para asegurarse una campaña millonaria de las tabacaleras (por ejemplo), la independencia pierde la batalla. Los editores habrán de tener muy en cuenta que, más allá de valores y de contravalores, la
publicidad sólo vende productos, consumo, y la prensa, mal que bien, ideas, instrucción, cultura, ética, arte, ciencia, etcétera. No es lo mismo decir Dentol deja los dientes más blancos que denunciar un escándalo político o un hecho de corrupción. Se trata de otra jerarquía moral.
4) Relación del periodista con las fuentes.
Me atengo a otra verdad de mis viejos maestros diarieros: El periodista no tiene amigos: tiene contactos. Cuando se subvierte esta relación y se transforma en amistad, que no es lo mismo que confianza, ¡se pudrió todo! El periodista pasa a ser un correo de su contacto. Máximo peligro:
que esa relación esté lubricada por el sobre ($ o u$s o euros). Conviene que el periodista renueve sus contactos, ya que la larga frecuentación de los mismos lo mimetiza con ellos, y pierde la esencial distancia que debe haber entre ambos.
5) ¿Qué es un periodista?
Un gran curioso que fracasó en media docena de carreras, leyó media tonelada de libros, ama la noche, fuma como un escuerzo, bebe como un sarraceno, se divorcia cada dos años, usa la corbata floja y suelta, se lustra los zapatos con papel de diario, gana muy poco, y a veces es un
genio como Roberto Arlt. Y si no es un genio, de todos modos pertenece a la profesión más divertida y riesgosa del mundo. Desconfiar de los periodistas vegetarianos o excesivamente gimnastas
6) Cómo es un periodista joven de hoy, y cómo debería ser.
Es todo lo contrario del modelo anterior, y no lee. Lo último es gravísimo. ¿Cómo debería ser? Un poco parecido a mi periodista del punto 5)
Consejo: no usar corbata, dejarse la barba y fumar en pipa sólo es desaliño, no credencial de talento. Pibe: ¡cachá los libros, que no muerden!
7) Situación laboral del periodista.
Es una variante de una estrofa de tango: Mi sueldo es una herida absurda.
8) Multimedios.
Un invento para acumular poder a tres bandas (gráfica, tele, radio) y hacer trabajar a los periodistas en tres medios al precio de uno, y el triple de horas.
9) Internet y prensa alternativa.
Internet: para mi gusto, demasiadas faltas de ortografía y sintaxis a lo bestia. Consumo poco y nada. Prefiero el viejo archivo de una vieja editorial. Amo el papel: quien lo sabe tocar conoce incluso su
sensualidad, su erotismo, su parecido con la buena piel de una mujer.
Prensa alternativa: paso, no sé qué es.
10) ¿Cuál es el futuro del periodismo para los próximos cinco o diez
años?
Volvé entonces, y te contesto.
Alfredo Serra, el buen pingüino.



Anexo II







Principios éticos y deontológicos









Código europeo
de deontología del periodismo
Resolución 1003 del Consejo de Europa sobre ética del periodismo
Estrasburgo, 1º de julio de 1993.

I. NOTICIAS Y OPINIONES

1. Además de los derechos y deberes jurídicos que están recogidos en las normas jurídicas pertinentes, los medios de comunicación asumen en relación con los ciudadanos y la sociedad, una responsabilidad ética que es necesario recordar en los momentos actuales, en los que la información y la comunicación revisten una gran importancia para el desarrollo de la personalidad de los ciudadanos así como para la evolución de la sociedad y la vida democrática.

2. El ejercicio del periodismo comprende derechos y deberes, libertad y responsabilidad.

3. El principio básico de toda consideración ética del periodismo debe partir de la clara diferenciación, evitando toda confusión, entre noticias y opiniones. Las noticias son informaciones de hechos y datos, y las opiniones expresan pensamientos, ideas, creencias o juicios de valor por parte de los medios de comunicación, editores o periodistas.

4. La emisión de noticias debe realizarse con veracidad, a través de las actividades verificadoras y comprobadoras oportunas y con imparcialidad en la exposición, descripción y narración de los mismos. Los rumores no deben confundirse con las noticias. Los titulares y enunciados de las noticias deben subrayar lo más fielmente posible el contenido de los hechos y datos.

5. La expresión de opiniones puede versar sobre reflexiones en relación con ideas generales o referirse a comentarios sobre noticias relacionadas con acontecimientos concretos. Si bien es cierto que en la expresión de opiniones por ser subjetivas, no debe ni es posible exigirse la veracidad, sin embargo se debe exigir que la emisión de opiniones se realice desde planteamientos honestos y éticos.

6. La opinión referente a comentarios sobre acontecimientos o acciones de personas o instituciones, no debe intentar negar u ocultar la realidad de los hechos o de los datos.

II. EL DERECHO A LA INFORMACIÓN COMO DERECHO FUNDAMENTAL DE LAS PERSONAS, EDITORES, PROPIETARIOS Y PERIODISTAS

7. Los medios de comunicación efectúan una labor de "mediación" y prestación del servicio de la información y los derechos que poseen en relación con la libertad de información, están en función de los destinatarios que son los ciudadanos.

8. La información constituye un derecho fundamental reconocido como tal por el Convenio europeo de los derechos humanos y las Constituciones democráticas, cuyo sujeto o titular son los ciudadanos, a quienes corresponde el derecho de exigir que la información que se da desde el periodismo se realice con veracidad en las noticias y honestidad en las opiniones sin ingerencias exteriores, tanto de los poderes públicos como de los sectores privados.

9. Los poderes públicos no deben considerarse propietarios de la información. La representatividad pública legítima para actuar en orden a garantizar y desarrollar el pluralismo de los medios de comunicación y para asegurar que se creen las condiciones necesarias para el ejercicio de la libertad de expresión y el derecho a la información, excluyendo a la censura previa. El Comité de Ministros es consciente de ello como lo prueba su Declaración sobre la libertad de expresión y de información adoptada el 24 de abril de 1982.

10. El tratamiento del periodismo debe efectuarse teniendo en cuenta que éste se ejerce desde los medios de comunicación, que están sustentados en un soporte empresarial y donde se deben distinguir editores, propietarios y periodistas, por lo que además de garantizar la libertad de los medios de comunicación, es necesario también salvaguardar la libertad en los medios de comunicación evitando presiones internas.

11. Las empresas periodísticas se deben considerar como empresas especiales socioeconómicas, cuyos objetivos empresariales deben quedar limitados por las condiciones que deben hacer posible la prestación de un derecho fundamental.

12. En las empresas informativas debe existir transparencia en materia de propiedad y gestión de los medios de comunicación, posibilitando el conocimiento claro de los ciudadanos sobre la identidad de los propietarios y del nivel de su participación económica en los medios de comunicación.

13. En el interior de la empresa informativa en relación con la libertad de expresión deben coexistir editores y periodistas, teniendo en consideración que el respeto legítimo de la orientación ideológica de los editores o propietarios, queda limitado por las exigencias inexorables de la veracidad de las noticias y de la ética de las opiniones, lo que es exigible por el derecho fundamental a la información que poseen los ciudadanos.

14. En función de estas exigencias es necesario reforzar las garantías de libertad de expresión de los periodistas a quienes corresponde en última instancia ser los emisores finales de la información. En este sentido es necesario desarrollar jurídicamente y clarificar las figuras de la claúsula de conciencia y el secreto profesional de las fuentes confidenciales, armonizando las disposiciones nacionales sobre estas materias para ejercerlas en el marco más amplio del espacio democrático europeo.

15. Ni los editores o propietarios ni los periodistas deben considerarse dueños de la información. Desde la empresa informativa la información no debe ser tratada como una mercancía sino como un derecho fundamental de los ciudadanos.

En consecuencia, ni la calidad de las informaciones u opiniones ni el sentido de las mismas deben estar mediatizadas por las exigencias de aumentar el número de lectores o de audiencia o en función del aumento de los ingresos por publicidad.

16. El tratamiento ético de la información exige que se considere como destinatarios de la misma a las personas consideradas en cuanto a tales no como masas.

III. LA FUNCIÓN DEL PERIODISMO Y SU ACTIVIDAD ÉTICA

17. La información y la comunicación que se realizan por el periodismo a través de los medios de comunicación y con el soporte formidable de las nuevas tecnologías, tiene una importancia decisiva con el desarrollo individual y social. Es imprescindible para la vida democrática, ya que para desarrollarse plenamente, la democracia debe garantizar la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos. Baste señalar que esta participación será imposible si los ciudadanos no reciben la información oportuna sobre los asuntos públicos que necesitan y que debe ser prestada por los medios de comunicación.

18. La importancia de la información, principalmente de la radio y de la televisión en la cultura y la formación fue puesta de relieve en la Resolución 1067 de la Asamblea y también es evidente su repercusión en la opinión pública.

19. Sería erróneo sin embargo deducir que los medios de comunicación representan a la opinión pública o que deban sustituir las funciones propias de los poderes o entes públicos o de las instituciones de carácter educativo o cultural como la escuela.

20. Ello llevaría a convertir a los medios de comunicación y al periodismo en poderes o contrapoderes (mediocracia) sin que al propio tiempo estén dotados de la representación de los ciudadanos o estén sujetos a los controles democráticos propios de los poderes públicos, o posean la especialización de las instituciones culturales o educativas correspondientes.

21. Por tanto, el ejercicio del periodismo no debe condicionar ni mediatizar la información veraz o imparcial y las opiniones honestas con la pretensión de crear o formar la opinión pública, ya que su legitimidad radica en hacer efectivo el derecho fundamental a la información de los ciudadanos en el marco del respeto de los valores democráticos. En este sentido, el legítimo periodismo de investigación tiene su límite en la veracidad y honestidad de informaciones y opiniones y debe ser incompatible con campañas periodísticas realizadas desde tomas de posiciones previas e intereses particulares.

22. En el ejercicio del periodismo, las informaciones y opiniones deben respetar la presunción de inocencia principalmente en los temas que permanecen sub judice, excluyendo establecer juicios paralelos.

23. Se respetará el derecho de las personas a su propia vida íntima. Las personas que tienen funciones en la vida pública tienen el derecho a la protección de su vida privada, salvo en los casos en que ello pueda tener incidencias sobre la vida pública. El hecho de que una persona ocupe un puesto en la función pública, no le priva del derecho al respeto de su vida privada.

24. La búsqueda de un equilibrio entre el derecho al respeto de la vida privada, consagrada por el artículo 8 del Convenio europeo de derechos del hombre y la libertad de expresión consagrada por el artículo 10, está ampliamente documentada por la jurisprudencia reciente de la Comisión y el Tribunal Europeo de Derechos del hombre.

25. En el ejercicio del periodismo el fin no justifica los medios por lo que la información deberá ser obtenida a través de medios legales y éticos.

26. A petición de las personas afectadas, se rectificará por los medios de comunicación, con el tratamiento informativo adecuado de manera automática y rápida, las informaciones y las opiniones que sean falsas o erróneas. La legislación nacional deberá prever sanciones adecuadas y si es necesario indemnizaciones por los daños.

27. Para que exista una armonización en el uso de este derecho en los Estados miembros del Consejo de Europa, es conveniente aplicar la Resolución 74-26 sobre el derecho de réplica: situación del individuo en relación a la prensa, adoptado por el Comité de Ministros de 2 de julio de 1974, así como las disposiciones pertinentes del Convenio Europeo sobre la Televisión Transfronteriza.

28. Para asegurar la calidad de trabajo del periodismo y independencia de los periodistas es necesario garantizar un salario digno y unas condiciones, medios de trabajo e instrumentos adecuados.

29. En las necesarias relaciones que en el ejercicio del periodismo se mantengan con los poderes públicos o con los sectores económicos, se evitará llegar a una connivencia tal que pueda repercutir en la independencia y la imparcialidad del periodismo.

30. En el periodismo no se debe confundir lo conflictivo o espectacular con lo importante desde el punto de vista informativo. El periodista no mediatizará el ejercicio de su función con la finalidad principal de adquirir prestigio o influencia personal.

31. Dada la complejidad del proceso informativo, basado cada vez más en la utilización de nuevas tecnologías, la rapidez y la síntesis, se debe exigir a los periodistas una formación profesional adecuada.

IV. LOS ESTATUTOS DE LA REDACCIÓN PERIODÍSTICA

32. En el interior de la empresa informativa deben convivir los editores, propietarios y los periodistas. Para ello es necesario la elaboración de estatutos de la redacción periodística con la finalidad de ordenar las relaciones profesionales de los periodistas con los propietarios y editores en el interior de los medios de comunicación, con independencia de las obligaciones laborales. Dentro de estos estatutos se podrá prever la existencia de comités de redacción.

V. SITUACIONES DE CONFLICTO Y CASOS DE PROTECCIÓN ESPECIAL

33. En la sociedad se dan a veces situaciones de tensión y de conflictos nacidos bajo la presión de factores como el terrorismo, la discriminación de las minorías, la xenofobia o la guerra. En estas circunstancias los medios de comunicación tienen la obligación moral de defender los valores de la democracia, el respeto a la dignidad humana, la solución de los problemas a través de métodos pacíficos y de tolerancia, y en consecuencia oponerse a la violencia y al lenguaje del odio y del enfrentamiento, rechazando toda discriminación por razón de cultura, sexo o religión.

34. En lo referente a la defensa de los valores democráticos, nadie debe ser neutral. En este sentido los medios de comunicación deben ser factores importantes para prevenir momentos de tensión y deben favorecer la comprensión mutua y la tolerancia y la confianza entre las diferentes comunidades en las regiones en conflicto, tal como se ha proyectado a través de las medidas de confianza por la Secretaría General del Consejo de Europa en el caso de los territorios de la antigua Yugoslavia.

35. Teniendo en cuenta la especial influencia de los medios de comunicación fundamentalmente la televisión y la sensibilidad de los niños y los jóvenes, se evitará la difusión de programas, mensajes o imágenes relativas a la exaltación de la violencia, el sexo y el consumo y el empleo de un lenguaje deliberadamente inadecuado.


VI. ÉTICA Y AUTOCONTROL EN EL PERIODISMO

36. Teniendo en consideración lo anteriormente expuesto los medios de comunicación deben:

Comprometerse al sometimiento de principios deontológicos rigurosos que aseguren la libertad de expresión y el derecho fundamental de los ciudadanos a recibir noticias veraces y opiniones honestas.

37. Para la vigilancia del cumplimiento de estos principios deontológicos, deben crearse organismos o mecanismos de autocontrol, integrados por editores, periodistas y asociaciones de ciudadanos usuarios de la comunicación, representantes de la universidad y de los jueces, que emitirán Resoluciones sobre el cumplimiento de los preceptos deontológicos en el periodismo, con el compromiso previamente asumido por los medios de comunicación de publicar tales resoluciones.

38. Tanto por los organismos o mecanismos de autocontrol como por las asociaciones de los usuarios de la comunicación y por Departamentos universitarios, se podrán publicar anualmente investigaciones efectuadas a posteriori sobre la veracidad de las noticias difundidas por los medios de comunicación, contrastando la adecuación o inadecuación de las noticias con la realidad de los hechos. De esta manera se obtendrá un barómetro de la credibilidad que servirá de guía a los ciudadanos sobre el valor ético de cada medio de comunicación o de cada sección o periodista en particular. Las medidas correctivas tomadas en consecuencia permitirán al mismo tiempo mejorar el ejercicio del periodismo.



















Principios internacionales de la UNESCO

Principios básicos de la ética del periodismo

21 de noviembre de 1983


1. El derecho del pueblo a una información verídica: el pueblo y las personas tienen el derecho a recibir una imagen objetiva de la realidad por medio de una información precisa y completa, y de expresarse libremente a través de los diversos medios de difusión de la cultura y la comunicación.

2. Adhesión del periodista a la realidad objetiva: la tarea primordial del periodista es la de servir el derecho a una información verídica y auténtica por la adhesión honesta a la realidad objetiva, situando conscientemente los hechos en su contexto adecuado, manifestando sus relaciones esenciales, sin que ello entrañe distorsiones, empleando toda la capacidad creativa del profesional, a fin de que el público reciba un material apropiado que le perimita formarse una imagen precisa y coherente del mundo, donde el origen, naturaleza y esencia de los acontecimientos, procesos y situaciones sean comprendidos de la manera más objetiva posible.

3. La responsabilidad social del periodista: en el periodismo, la información se comprende como un bien social y no como un simple producto. Esto significa que el periodista comparte la responsabilidad de la información transmitida. El periodista es, por tanto, responsable no sólo frente a los que dominan los medios de comuniciación, sino, en último análisis, frente al gran público, tomando en cuenta la diversidad de los intereses sociales. La responsabilidad social del periodista requiere que éste actúe en todas las circunstancias en conformidad con su propia conciencia ética.



4. La integridad profesional del periodista: el papel social del periodista exige el que la profesión mantenga un alto nivel de integridad. Esto incluye el derecho del periodista a abastenerse de trabajar en contra de sus convicciones o de revelar sus fuentes de información, y también el derecho de participar en la toma de decisiones en los medios de comunicación en que está empleado. La integridad de la profesión prohíbe al periodista el aceptar cualquier forma de remuneración ilícita, directa o indirecta, y el promover intereses privados contrarios al bien común. El respeto a la propiedad intelectual, sobre todo absteniéndose de practicar el plagio, pertenece, por lo mismo, al comportamiento ético del periodista.


5. Acceso y participación del público: el carácter de la profesión exige, por otra parte, que el periodista favorezca el acceso del público a la información y la participación del público en los medios, lo cual incluye la obligación de la corrección o la recitificación y del derecho de réplica.

6. Respeto a la vida privada y a la dignidad del hombre: el respeto del derecho de la personas a la vida privada y a la dignidad humana, en conformidad con las disposiciones del derecho internacional y nacional que conciernen a la protección de los derechos y a la reputación del otro, así como las leyes sobre la difamación, la calumnia, la injuria y la insinuación maliciosa, son parte integrante de las normas profesionales del periodista.

7. Respeto del interés público: por lo mismo, las normas profesionales del periodista prescriben el respeto total a la comunidad nacional, a sus instituciones democráticas y a la moral pública.

8. Respeto a los valores universales y a la diversidad de culturas: el verdadero periodista defiende los valores universales del humanismo, en particular la paz, la democracia, los derechos del hombre, el progreso social y la liberación nacional, y respeta el carácter distintivo, el valor y la dignidad de cada cultura, así como el derecho de cada pueblo a escoger libremente y desarrollar sus sistemas político, social, económico o cultural. El periodista participa también activamente en las transformaciones sociales orientadas hacia una mejora democrática de la sociedad y contribuye, por el diálogo, a establecer un clima de confianza en las relaciones internacionales, de forma que favorezca en todo la paz y la justicia, la distensión, el desarme y el desarrollo nacional. Incumbe al peridiosta, por ética profesional, el conocer las disposiciones existentes sobre este tema y que están contenidas en las convenciones internacionales, declaraciones y resoluciones.

9. La eliminación de la guerra y otras grandes plagas a las que la humanidad está confrontada: el compromiso ético por los valores universales del humanismo previene al periodista contra toda forma de apología o de incitación favorable a las guerras de agresión y la carrera armamentística, especialmente con armas nucleares, y a todas las otras formas de violencia, de odio o de discriminación, especialmente el racismo y el apartheid, y le incita a resistir a la opresión de los regímenes tiránicos, a estipar el colonialismo y el neocolonialismo, así como a las otras grandes plagas que afligen a la humanidad, tales como la miseria, la malnutrición o la enfermedad. Haciéndolo así, el periodista puede contribuir a eliminar la ignorancia y la incomprensión entre los pueblos, a hacer a los ciudadanos de un país sensibles a las necesidade y deseos de los otros, a asegurar el respeto de los derechos y de la dignidiad de todas las naciones, de todos los pueblos y de todos los individuos, sin distinción de raza, sexo, lengua, nacionalidad, religión o convicciones filosóficas.

10. Promoción de un nuevo mundo de la información y la comunicación:
el periodista trabaja en el mundo contemporáneo en la perspectiva del establecimiento de unas relaciones internacionales nuevas en general y de un nuevo orden de la información en particular. Este nuevo orden, concebido en tanto que parte integrante del nuevo orden económico internacional, se dirige hacia la descolonización y la democratización en el campo de la información y de la comunicación, tanto en los planos nacional como internacional, sobre la base de la coexistencia pacífica entre los pueblos, en el pleno respeto de su identidad cultural. El periodista tiene el deber particular de promover esta democratización de las relaciones internacionales en el campo de la información, salvaguardando y animando notablemente las relaciones pacíficas y amistosas entre los pueblos y los Estados.














Anexo III







Estadísticas-Cuadros









Cuesta abajo I




El semanario de noticias U.S. News & Word Report y el Wall Street Journal son consideradas como altamente creíbles por un 24% de los encuestados.
La credibilidad del W.S.Journal desciende fuertemente en los últimos años. En l998 y 2000 el 41% de los encuestados dijo que creía todo o casi todo lo que leía en el Wall Street Journal. Esa cifra cayó al 33% en el 2002 y ahora se mantiene en el 24%.
La mayor parte de empresas de medios gráficos testeadas obtuvieron índices de credibilidad similares.
Los índices de credibilidad de los diarios locales descendieron más fuertemente. En l998, casi 3 de l0 (29%) encuestados dijeron que creían todo o casi todo lo que decían los diarios locales. Esto ha declinado a un l9% según un estudio actual.


Fuente: The Pew Research Center for the People and the Press


Cuesta abajo II








La CNN ya no es considerada como la fuente televisiva  más creible; actualmente compite con el programa 60 minutos de CBS.
Desde l996 hasta el 2002 la CNN fue considerada como la emisora radial o por cable más confiable, pero su rating ha ido cayendo gradualmente. Hoy en día el 32% de los encuestados opinan que CNN es creíble mientras que en 2002 la credibilidad llegaba a  37% y en 2000 alcanzaba 39%.
La medición de 60 Minutos se ha mantenido relativamente estable durante ese período, y actualmente el 33%  de los encuestadores encuentran que el magazine de noticias por TV resulta altamente creible.
También declinaron los rating de las emisiones radiales más importantes como la NBC News, la ABC News y la CBS News.



Fuente: The Pew Research Center for the People and the Press


Imparable






La encuesta realizada por el Centro de Estudios Nueva Mayoría, en junio de 2002, ubica a los medios con un 27% de imagen positiva, lo que representa un abrupto descenso de 44% respecto de 2001.
La secuencia histórica muestra una caída progresiva de la credibilidad de los periodistas que no se detiene desde el pico alcanzado en 1996, con un 62% de imagen positiva.  




El mapa de la concentración


Grupo Clarín

Composición accionaria: 82% GC Dominio (Ernestina Herrera de Noble, Héctor Magneto, Lucio Pagliaro y José Aranda); 18 % Goldman Sachs SA.

Gráficos:
Canal Arte Gráfico Editorial Argentino SA (AGEA)
Diario Clarín; diario Olé; diario La Razón (75% Grupo Clarín, 25% Familia Spadone); Revistas Genios; Elle Argentina; Elle Decoración; Elle Novias (a las tres . Elles las controla mediante Editora de Revistas SA).
Artes Gráficas Rioplatense (fascículos, libros, etc.).
Impripost (Impresión y distribución). Grupo Clarín y Organización Techint.
CIMECO (Compañía Inversora en Medios de Comunicación ) 33,4 % Grupo Clarín; 33,3% Diario La Nación; y 33,3% el español Grupo Correo). Controla: Diario La Voz del Interior (Córdoba); Diario Los Andes (Mendoza).
Revista Nueva (dominical, asociados con otros diarios del interior).
Agencia Diarios y Noticias (DyN) (controla Grupo Clarín; La Nación, asociados con El Cronista, Buenos Aires Herald y 13 diarios del interior del país).
Papel Prensa S.A. (36,9% del Grupo Clarín; 36,9% diario La Nación y 26,2% Estado Nación).

Diario Página /12. Su editor responsable es Fernando Sokolowicz. Las versiones más serias relacionan al matutino y sus subproductos al CEO de Clarín, Héctor Magnetto. La empresa La Página S.A. no ha brindado información oficial al respecto.
Diario Rosario /12
Revista Página 30

Televisión
Canal 13 (Artear SA)
Señal Volver
Señal Magazine
Señal TN (Todo Noticias)
Señal TyC Sports
Señal TyC Max
Canal 12 (Córdoba)
Canal 7 (Bahía Blanca)
TVC Pinamar
MTV Miramar
TSN Necochea

Multicanal
Supercanal Holding (51,2% Grupo Uno -Vila - Manzano- ; 28,2% MasTec - Mas Canosa - ; 20 % Grupo Clarín).
Trisa (Telered Imagen SA / Televisión Satelital Codificada SA) 50% Grupo Clarín; . 50% Torneos y Competencias). Transmisión de fútbol, partidos en vivo o diferidos.
Teledeportes SA (Transmisión y merchandising de clubes)
Televisión Satelital paga: Direct TV (74% Hughes Entertainment; 20% Grupo Cisneros y 4 % Grupo Clarín (a través de Raven Media Investment ).

Productoras:
Pol - Ka ( 30 % Grupo Clarín)
Patagonik Film Group SA (30% Grupo Clarín; 30% Admira; 30 % Buena Vista Internacional /Disney; 10 % Pablo Bossi).
Grupo Clarín Gestión Compartida

Emisoras radiales:
Radio Mitre (AM 790);
FM 100;
Gen FM 101,5.

Digitales e Interactivos:
PRIMA - Primera Red Intercativa de Medios Argentinos - (82% Grupo Clarín y 18 % Banco Provincia).
PRIMA Do Brasil (se desconoce su % de participación)
Proveedor Ciudad Internet.
Datamarkets
Fullzero
Clarin.com (Clarín Global)
Ubbi (Clarín Global)

Telecomunicaciones
Audiotel SA (50% Grupo Clarín). Llamadas telefónicas concursos y otros.

Otros
Ferias y Exposiciones Argentinas SA













Diario La Nación

Composición accionaria: Matilde Noble Mitre de Saguier 66%; Bartolomé Mitre 10% y “otros” 24%.En el 2003, versiones periodísticas indicaban que los dueños de La Nación, eran los titulares de la banca off shore, Barton Corp. La empresa La Nación no ha fijado posición al respecto.


Gráficos:
• Diario La Nación (S.A. Las Nación reestructuró su deuda en diciembre de 2003. No difundió cifras al respecto.
• CIMECO (Compañía Inversora en Medios de Comunicación (33,4 % Grupo Clarín; 33,3% Diario La Nación; y 33,3% el español Grupo Vocento). Controla: Diario La Voz del Interior (Córdoba); Diario Los Andes (Mendoza).
• Revista Gestión (50 % La Nación y 50% Grupo HSM)
• Revista Rolling Stone.
• Revista Lugares
• Revista Linving
• Revista Ahora Mamá.
• El jardín en la Argentina.
• Agencia
Diarios y Noticias (DyN) (controla Grupo Clarín; La Nación, asociados con El Cronista, Buenos Aires Herald y 13 diarios del interior del país).
• Papel Prensa S.A. (36,9% del Grupo Clarín; 36,9% diario La Nación y 26,2% Estado Nación).


Digitales e Interactivos:
La Nación on Line (portal)









Grupo AMICH
Composición accionaria: 72,27% HMT&F (Grupo Hicks, Muse, Tate & Furst Incorporated); 23% Citicorp. Se supone que participa el empresario Raúl Moneta, se desconoce porcentaje. El 4,73% en oferta pública en la Bolsa. Actúa como fondo de inversión.
Gráficos:
• Editorial Atlántida (68% Grupo Vigil; 32 % AMICH).
Comprende a medios Gráficos e Interactivos. Gráficos: revistas Billiken; Para Ti;Gente; Paparazzi; Chacra y Rebelde Way. Interactivos: Atlántida Digital; portales de las revistas y Agritotal.com.

Gráficos, radial y TV
• Torneos y Competencias (54% Liberty; 20 % Admira; 20 % HMT&F y 6% Grupo Avila Inversora).
• Abarca medios gráficos: El Gráfico (50 % Torneos y Competencias y 50 % Grupo Uno Vila - Manzano) y la revista Golf Digest. Y medios audiovisuales: La Red (90 % Torneos y Competencias y 10% Grupo Uno Vila - Manzano. TV por cable: Trisa (Telered Imagen SA / Televisión Satelital Codificada SA (50% Grupo Clarín; 50% Torneos y Competencias). Transmisión de fútbol, partidos en vivo o diferidos. Señal TyC Sports; Señal TyC Max. Teledeportes SA (Transmisión y merchandesing de clubes).
TV:
• Cablevisión: 50 % HMTF; 10,8% VLG; 39,2 Liberty.
• Señales: Space; I- Sat; Infinito; Locomotion; Cl@se; HTV; Much Music; Venus; Playboy TV; FTV y distribuye la señal de Crónica TV al interior del país.
Productoras:
• De Contenidos: Claxon Interactive Group (45% Grupo Cisneros; 35% AMICH; 20 % accionistas fundadores del portal El Sitio, es decir, Guillermo Liberman, Roberto Vivo, IMPSAT, Ricardo Verdaguer y Roberto Cibrián).
Digitales e Interactivos:
• Fibertel Internet
• Dynamo
• Sitio Digital Channel
• El Sitio.com
• Cupido.net
• Teledigital (se extiende en la Patagonia)































Grupo Torneos y Competencias
Composición accionaria: 54% Liberty; 20 % HTM&F; 20 % Admira y 6% Grupo Avila Inversora.
Gráficos:
• Revistas El Gráfico (50 % Torneos y Competencias y 50 % Grupo Uno Vila - Manzano)
• Revista Golf Digest.

TV:
• Trisa (Telered Imagen SA / Televisión Satelital Codificada SA) (50% Grupo Clarín; 50% Torneos y Competencias). Transmisión de fútbol, partidos en vivo o diferidos.
• Señal TyC Sports;
• Señal TyC Max.
Productoras:
• Teledeportes SA (Transmisión y merchandesing de clubes)
• Entrada Plus










ADMIRA (ex Telefónica Media de Telefónica de España)
Composición accionaria: El 100% pertenece a Telefónica Internacional, dominada por Telefónica de España
Gráficos:
• Editorial García Ferré (50% Admira, 50% García Ferré).

TV
• Canal Telefé
• Telefé Internacional
• Ocho Canales en el interior del país.
Gráficos, radial y TV
• Torneos y Competencias (54% Liberty; 20 % Admira; 20 % HMT&F y 6% Grupo Avila Inversora).
• Abarca medios gráficos: El Gráfico (50 % Torneos y Competencias y 50 % Grupo Uno Vila - Manzano) y la revista Golf Digest. Y medios audiovisuales: La Red (90 % Torneos y Competencias y 10% Grupo Uno Vila - Manzano). TV por cable: Trisa (Telered Imagen SA / Televisión Satelital Codificada SA) (50% Grupo Clarín; 50% Torneos y Competencias). Transmisión de fútbol, partidos en vivo o diferidos. Señal TyC Sports; Señal TyC Max. Teledeportes SA (Transmisión y merchandesing de clubes).
Emisoras radiales:
• Radio Continental (AM 590)
• FM Hit 105.5
Productoras:
• Patagonik Film Group SA (30% Grupo Clarín; 30% Admira; 30 % Walt Disney y 10 % socios locales).
• P&P Endemol (65% Admira, se desconoce el resto).
Digitales e Interactivos
• Provedor Internet Advance
• Portal Intenet Terra
Telecomunicaciones
• Telefónica de Argentina
• Telefonía celular Unifon
Otras
• Sprayette (72% Admira, se desconoce el resto)

América Multimedios
Composición accionaria: : 50,5 % Grupo Avila Inversora; 49,50% Grupo Uno Vila / Manzano.
Gráficos:
• Diario Ambito Financiero (80 % Julio Ramos, 20% Grupo Avila Inversora).
• Revista Poder & Sociedad (antes La Primera)

TV:
• Canal América 2 (se supone que el 73% es de América Multimedios; 20% Eduardo Eurnekian; 7% Grupo Vila-Manzano).
• 4 Canales del Interior del país (10 de Junín; 6 de San Rafael, Mza.; 7 de Mendoza y 8 de San Juan)
• Señal Cablevisión Noticias (CVN) (Se supone que 73 % Grupo Avila Inversora; 17% Eduardo Eurnekian).
Radial
La Red . (compró Avila)







Grupo Uno - Vila / Manzano
Composición accionaria: : 95% Vila; 5% Manzano.
Gráficos:
• Revista El Gráfico (50 % Torneos y Competencias, 50% Grupo Uno).

Emisoras radiales:
La Red (90 % Torneos y competencias y 10% Grupo Uno Vila - Manzano).
• Radio Rivadavia ( Luis Cetrá y Grupo Uno se desconoce %)
TV
• Supercanal Holding ( 51,2% Grupo Uno -Vila - Manzano- ; 28,2% MasTec - Mas Canosa - ; 20 % Grupo Clarín). Del 51,2 % del Grupo Uno: 97,3% Familia Vila; 2,7% Manzano a través de Integra Financial Services.
Gráficos, radial y TV (Varios medios en Mendoza, Santa Fe y Entre Ríos)
• Uno Gráfica
• Diario Uno
• Revista Primera Fila
• AM Nihuil
• FM Brava
• FM Latinos
• FM Montecristo
• FM Ayer
Distribuidoras/ Señales y Cables locales
• Horizonte (Mza.)
• Supercanal (Mza.)
• Trinidad TV (Mza.)
• CTC Cable (San Rafael)
• Telecable (Godoy Cruz)
• Su Canal (Luján de Cuyo)
• Pehuenche Cable (Malargüe)
• En Santa Fe:
Gráficos:
• Diario La Capital (Rosario. Multimedios La Capital).
• El Ciudadano (Rosario. Multimedios La Capital).
• Rosario Difusión SA (LT3)
• Voces SA (LT8)
• FM Cadena 100.
• FM Estación Del Siglo.
• FM Meridiano.
• Canal 2 ( Santa Fe).
Digitales e Interactivos
La Capital.com
En Entre Ríos:
Gráficos:
• Diario Uno
• Diario Nueva Hora (De Multimedios La Capital)
Emisoras radiales:
• LT15 Radio del Litoral (Concordia)
• LT 41 Radio Gualeguaychú
• LT 39 Radio Victoria
TV
• Cablevideo
• Señales Canal 4; Canal 11 y Río Canal.
Telecomunicaciones
• Supertelco SA
Digitales e Interactivos
• Airlink

Grupo Hadad
Composición accionaria: No está estructurado como Grupo.
Gráficos:
• Diario Infobae (Daniel Hadad y en porcentajes que se desconocen se supone que participan Raúl Moneta y Claudio Belocopitt)

Emisoras radiales:
Radio 10 (AM 710)
Radio Mega (FM 98.3)
FM Amadeus 103.7 (Proxima a emitir en San Isidro, Prov. BsAs)
TV:
• HFS Media
• Canal 9 TV (ex Azul TV). Hadad y Moneta.
• Canales del interior del país.
Digitales e Interactivos
• Infobae.com










Liberty Argentina
Composición accionaria: Se comporta como una distribuidora de contenidos y fondo de inversión.
TV:
• Pramer SA
• America Sports
• Elgourmet.com
• Europa Europa
• Films and Arts
• GemsTV
• Magic Kids
• P+E
• Plus Satelital
• Río de la Plata
• Cosmopolitan TV

Gráficos, radial y TV:
• Torneos y Competencias (54% Liberty; 20 % Admira; 20 % HMT&F y 6% Grupo Avila Inversora).
• Abarca medios gráficos: El Gráfico (50 % Torneos y Competencias y 50 % Grupo Uno Vila - Manzano) y la revista Golf Digest. Y medios audiovisuales: La Red (90 % Torneos y Competencias y 10% Grupo Uno Vila - Manzano). TV por cable: Trisa (Telered Imagen SA / Televisión Satelital Codificada SA) (50% Grupo Clarín; 50% Torneos y Competencias). Transmisión de fútbol, partidos en vivo o diferidos. Señal TyC Sports; Señal TyC Max. Teledeportes SA (Transmisión y merchandesing de clubes).
• Cablevisión. (50 % HMTF; 10,8% VLG; 39,2% Liberty).

Editorial Perfil
Composición accionaria: Familia Fontevecchia.
Gráficos:
• Revistas:
• Noticias
• Caras
• Weekend
• Mía
• Hombres (H).
• Luz
• Semana Gráfica
• Fortuna
• Descubrir
• Supercampo
• Semanario
• Claro
• Look
• Salud Vital
• Joker
• Crucigramas
• Cazador
• Parabrisas (en sociedad con Editorial Abril de Brasil).

Digitales e Interactivos
• UOL - Sinectis Argentina (75% sociedad Folha - Abril ; 12,5% Fontevecchia y 12,5% América Multimedios)
• UOL.com.ar

Editorial Atlántida
Composición accionaria: 68 % Grupo Vigil; 32 % AMICH..
Gráficos:
• Revistas:
• Billiken
• Para Ti
• Chacra
• Gente
• Paparazzi
• Rebelde Way.

Digitales e Interactivos
• Atlántida Digital
• portales de las revistas
• Agritotal.com.
Emisoras radiales
• Radio El Mundo (RGB Constancio Vigil/Gustavo Yankelevich)
AM coproducción de Carlos Fioroni (Ex propietario de Radio Argentina)
FM Radio Disney

Grupo Recoletos
Composición accionaria: con sede en España dominado por Pearson (80%). 20% cotiza en Bolsa.
Gráficos:
• Diario El Cronista
• Revistas:
• Apertura
• Target
• Information Technology

Digitales e Interactivos
• Cronista.com
• Apertura.com

Grupo CIE - Rock&Pop
Composición accionaria: El grupo mejicano del CIE fué intimado por el COMFER en 2003 a acatar la normativa vigente que lo obliga a reducir la cantidad de emisoras de las cuales es propietario. En dicho proceso se encontraba en enero de 2004.
Emisoras radiales:
• AM Splendid (AM 990) el CIE la mantendría.
• FM Rock and Pop (FM 95.9) retendría el CIE junto a Cuatro Cabezas.
• Rock and Pop Net (repetidora)
• AM América, el CIE la mantendría.
• FM Aspen Classic 102.3, el CIE la mantendría.
• AM Del Plata. vendida a Ideas del Sur de Marcelo Tinelli.
• FM La Metro el CIE la mantendría.
• FM San Isidro Labrador 95.5 cedida a Shock Entertaiment (Jorge ‘Corcho’ Rodríguez)
• Nueva Radio Belgrano (AM 950), vendida a Julio Mahárbiz y asociados.
• FM Radio Show (coproducción con Marcelo Tinelli) el CIE la mantendría.


Grupo Hector García
Composición accionaria: No está conformado como grupo. Único dueño y fundador Héctor Ricardo García.
Gráficos:
• Diario Crónica (ediciones matutinas y quinta y sexta vespertinas).
• El Atlántico (Mar del Plata)


TV:
• Cronica TV

Grupo Aldrey Iglesias
Composición accionaria: Familia Aldrey Iglesias.
Gráficos:
• Diario La Prensa
• Diario La Capital de Mar del Plata

Emisoras radiales:
• LU6 Radio Atlántica
• LU9 Radio Mar del Plata
TV:
• Cable Dos La Capital

Grupo Lerner
Composición accionaria: Grupo Publiexpress (con inversiones en España, Francia, Inglaterra).
Gráficos:
• Revista Veintitrés (Controlada por Ipesa, Jorge Lanata tiene un porcentaje minoritario a través de Grupo Tres Comunicación)
• Revista Pronto Semanal
• Revista Mujer Unica
• Impacto
• Linda
• TV Guía

Otros
• Planta Impresora Ipesa

Grupo Pierri
Composición accionaria: Se supone que Alberto Pierri es el único propietario.
Emisoras radiales:
• Cadena FM Energy 101.1

TV:
• Canal 26 TV
• Telecentro Cable

Otros
• Papelera Tucumán SA (cuatro plantas: 2 en la provincia de Buenos Aires y otras 2 en Tucumán)
• Telecentro Locutorios
Digitales e interactivos
• Compañía de Internet: Dos Vías

Editorial García Ferré
TV:
• Geo
• Muy Interesante
• Ser Padres Hoy

Productoras
• García Ferré (dibujitos animados)

Editorial Televisa
Gráficos:
• Cosmopolitan
• PC Magazine
• TV y Novelas
• Mecánica Popular
• Vanidades
• Marie Claire
• National Geographic (en español)


Capital Intelectual
Composición accionaria: Se desconoce los porcentajes que retienen sus propietarios, Hugo Sigman y Ariel Granica. Sigman vinculado a laboratorios Elea, entre otros.
Gráficos:
• Revista TXT (antes 3 Puntos)
• Le Monde Diplomatique (en español)


Charleston Publishing C.O.
Composición accionaria: Evening Post Publishing Company de Carleston, Carolina del Sur, Estados Unidos de Norteamérica.
Gráficos:
• Buenos Aires Herald
• Management Herald


Grupo Kraiselburd
Composición accionaria: Familias Kraiselburd y Fascetto.
Gráficos:
• Diario Popular
• Diario El Día (La Plata)
• Diario El Plata
• Agencia Noticias Argentinas (NA)

Emisoras radiales:
FM Diez
FM La Redonda
TV:
Canal Deportivo
Canal de Noticias
TV Selectiva

Grupo Massot
Composición accionaria: Familia Massot de Bahía Blanca.
Gráficos:
• Diario La Nueva Provincia

Emisoras radiales:
• AM LU2 Radio Bahía Blanca
• FM Dos

Grupo Amfin SA
Composición accionaria: Julio Ramos es su propietario.
Gráficos:
• Ambito Financiero ( Julio Ramos controla el 80% y el Grpo Avila Inversora 20%)
La Mañana de Córdoba.

Digitales e interactivos:
• Ambito Web

Invermedia
Composición accionaria: Carlos Zabalza (60%); Luis Cetrá, Gastón Sokolowicz, Sergio Szpolski y Ramiro Agulla (todos ellos con el 40%).
Gráficos:
• Diario la U (Universitario de distrubución gratuita)
• Revista Sportbusiness.

Productoras:
• Programa y show “Caramelito”
• Informativo Plus Satelital (Lavieri-Zunino)
• Programa “Palabras sueltas” (Sebrelli)
Agencias
• Infosic.
• Infofax.


Actualizado hasta enero de 2004
Fuentes: Diarios El Cronista, Clarín y La Nación. Revistas IT; Imagen, Veintitrés, Telemática y Apertura. Servicio del portal Urgente.info y datos propios de diariosobrediarios.









1 Zukernik, Eduardo, Periodismo y elecciones, los riesgos de la manipulación, La Crujía, Bs.As., 2001, p. 25.
2 Ruiz, Fernando y otros. Prensa y Congreso, La Crujía, Bs.As., 2001, p. 68-70.
3 Ibíd., p.41-47.
4 De Masi, Oscar Andrés y otros, Comunicación Gubernamental, Paidós, Bs. As., 2001, p. 171-175.
5 Ruiz, Fernando y otros, op. cit., p.53-62.
6 Ibíd.
7 Brunstein, Carolina “La prensa de EE.UU. fracasó al cubrir la guerra en Irak”, Diario Clarín, Bs.As., 17/04/2004.
8 Sierra, Gustavo, “El mea culpa de una estrella de la CNN”, Diario Clarín, Bs.As., 28/09/2003.
9 Cunningham, Brent “Re-thinking Objectivity”, Columbia Review, New York, julio 2003.
10 “Harsh Methods Aren't Torture, Says the NY Times”. Fairness & Accuracy In Reporting. Media analysis, critiques and activism, http://www.fair.org/activism/times-torture.html,14/05/2004.
11 ”El enojo de Lavagna”, Diario La Nación, Economía, Bs. As., 10/04/2004, p. 2.
12 Goñi, Uki, “La prensa argentina debe investigarse a sí misma”, Diario La Nación, Enfoques, Bs. As., 30/03/1997.
13 Casermeiro de Pereson, Alicia, ”El segundo nivel de la agenda setting”, Instituto de Comunicación Social-UCA, Boletín nº 5, Bs.As. 2003, p. 24.
14 Linnarz, Paul, “El reino del revés”, Revista Imagen, nº 65, Bs.As 2004
15 Bertoni, Eduardo, “Más información es más democracia”, Diario La Nación, Bs.As., 11/08/2003, p. 15.
16 Colombo, Furio, Últimas noticias sobre el periodismo, Anagrama, Barcelona, 1997, p.89-95.
17 Ibíd.
18 Amado Suárez, Comunicaciones Públicas, Temas, Bs.As., 1999.
19 Investigación sobre la Comunicación Institucional en la Argentina, ICOMI, Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, 2000.
20 Beauchamp, Michel, Comunicación política y empresas, cap. 14, Gedisa, Barcelona, 1998.









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-AUTORES VARIOS, Razones de un desencuentro histórico, Iglesia y Medios, Educa, Bs.As. 2001.
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Curriculum

Daniel G. Gutman

Licenciado en Comunicación Social por la Universidad de Ciencias Sociales y Empresariales.
Cursa la Especialización en Gestión y Planificación Periodística en la Universidad de Bs.As.
Profesor de la materia lntroducción al Periodismo. Docente a cargo de las prácticas de seguimiento informativo.