Cristina y Carlos, una comparación errónea
Mientras el acoso judicial de los fondos buitre concita la
condena de países y personalidades destacadas de la política y la economía
internacionales, en la Argentina abundan las voces discordantes. Con llamativa
improcedencia, esas voces disidentes comparan
la recuperación transitoria de Malvinas bajo la conducción militar de
Galtieri con la defensa que lleva adelante el gobierno argentino en los
tribunales de Nueva York. Dicen que estamos frente a la peor combinación: populismo
(en sentido despectivo) y soberbia.
foto: taringa.net |
Lo mismo ocurre frente a la transición política con miras a
2015. Destacados analistas y periodistas, hoy marcadamente opositores, ven el
final del mandato de CFK un período de alta irracionalidad con una presidenta
abroquelada sobre su círculo íntimo, con la tentación de patear el tablero y
con la mira puesta solo en el segmento del electorado que aún la apoya. Forzando
las comparaciones, equiparan
el final de mandato de CFK con el del ex presidente Menem que, hasta en las
encuestas (con apoyos del 22% a 25%), estarían mostrando un ocaso político
semejante. Más allá de los porcentajes, que hoy varían por la pulseada que encara
el gobierno con el juez Griesa, hay notorias diferencias entre aquel menemismo
en declive irreversible y este kirchnerismo que sigue dando batalla.
Alsogaray y Boudou
Entre
otras diferencias cabe destacar el espectro social que respalda a una y a otra
figura, con sectores medio bajos y populares del lado del kirchnerismo que, aún
en tiempos difíciles, percibe al vigente como un modelo amigable -mucho más si
se lo compara con experiencias anteriores- mientras que el menemismo recibía un
respaldo signado por la bonanza económica que sobre todo sectores medios y
medio altos supieron conseguir; sabido
es que los sectores medios son muy volátiles en sus preferencias y exhiben una
enorme sensibilidad según el ciclo económico sea bajista o alcista. Otro
aspecto a considerar es la pasión que despierta la figura de la primera
mandataria, excede la pasión política habitual, con lazos afectivos de largo
plazo, mientras que lo de Menem fue apenas un enamoramiento. Quedaría por
señalar el grado de corrupción, un tema que también se quiere equiparar en
cabeza de dos personajes no comparables como son María Julia Alsogaray y Amado
Boudou, al margen de que la funcionaria fue condenada y el vicepresidente
recién ingresó en la etapa de procesamiento.
En la actualidad persiste un enojo razonable por la demora
en introducir cambios y corregir errores en una economía desacelerada, pero las
modificaciones van llegando y el próximo gobierno podrá relanzar el crecimiento
y apuntar al desarrollo. Ciertamente, haber sido grifolteados no parece un
escollo menor pero están a la vista las reformas en transporte, el aumento en
la producción energética y la recomposición del frente externo (Repsol, Club de
París, CIADI).
Para el peronismo kirchnerista este no se percibe como un
fin de ciclo sin más, seguido por la extinción
de su fuerza política. En el peor de los casos habrá un estado de latencia, a
la espera del retorno si cuadran las circunstancias, pero no cabe duda que
Cristina Fernández será un referente ineludible en el devenir político de los
próximos años. Y será el tiempo el que dará lugar a un análisis menos
apasionado sobre el activo y el pasivo de las tres presidencias kirchneristas.