miércoles, 2 de abril de 2014

MALVINAS. Entrevista a Alfredo Romero

Entrevista a Alfredo Romero, ex helicopterista del Ejército Argentino 

“La guerra no sirvió para nada”      

A más de tres décadas del conflicto del Atlántico Sur, Alfredo Romero, ex - combatiente y héroe de Malvinas cuenta cómo fueron los días de combate y las anécdotas que protagonizó.
"La rendición salvó 3.000 vidas", reconoce Romero

Por María Florencia Vidal

Una mañana soleada de octubre, Alfredo Romero abre su casa de Ranelagh, en el sur del Gran Buenos Aires para reflexionar sobre la guerra. De rasgos duros y mirada profunda, Romero, casado y padre de dos hijos, retrocede hasta los días previos a la recuperación transitoria de las islas. Romero era un joven estudiante, fue convocado a una reunión de comando entre miembros de la Armada y el Ejército, ese día le comunicaron que iba a participar de la operación “Toma de las Malvinas” y que formaría parte del primer grupo que después desembarcó en las islas. El 27 de marzo partió con su helicóptero rumbo a Calafate. El helicóptero fue embarcado en el rompehielos Almirante Irízar y aproximadamente a las 2 de la tarde zarpó desde Puerto Belgrano hacia un destino que para todos los argentinos, en ese entonces, era desconocido.

¿Cómo se podría ver la guerra desde un punto de vista más humano?

- Humana fue la toma, se podría decir, pero la guerra es lo más sucio que hay.  Cuando te hablo de la parte humana, te estoy hablando sobre las tres posiciones en las cuales el ser humano se encuentra en la guerra: La primera es el impacto que sufre, el miedo.  El que te dice que los primeros dos o tres días de entrar en combate no tenía miedo es un mentiroso. Sí, ese miedo lo ibas superando en la medida en que estabas preparado para la guerra. Después pasa, transcurrido el tiempo, si seguís combatiendo, entrás en lo que se denomina la medicina de guerra, el “estrés de combate”, en el cual superaste el miedo, el miedo te da coraje y del coraje pasás al otro extremo, llega un punto en el cual no te importa vivir o morir. Transcurridos aproximadamente 30 días, a fines de mayo, cuando se presentó un alerta para salir a bombardear, en vez de salir y con todos los demás cubrirnos en los pozos, salimos rápido y emprendíamos la tarea que a cada uno le tocaba: reabastecer el helicóptero, hacer el mantenimiento, lo que fuese.  Ese punto en el cual te entregás y decís bueno, si me toca morir que me toque y se acabó, te da lo mismo vivir o morir.

¿Cómo fue el desembarco del 2 de abril?

- Entramos en pequeños combates, porque buscamos la rendición de los ingleses, fue así que perdimos al capitán de la Armada, Pedro Edgardo Giachino, que vino a ser el primer héroe que caía en la Toma de Malvinas mientras que las bajas inglesas fueron cero. Prevaleció el resguardo de la vida y no atacar a matar. Eso fue la toma. A partir de ahí empezó el despliegue a distintos puntos de la isla, con el primer objetivo de tomar la capital.        

¿Creían que tenía sentido estar ahí?

- El sentido nacionalista patriótico era luchar por lo que se creía que era nuestro.  Pero por supuesto, tampoco era el deseo de nadie estar ahí combatiendo, peleando por sobrevivir, teniendo frío y deseando todo el tiempo volver a casa. No es la guerra la acción indicada para solucionar este tipo de conflictos.

Entonces ¿No valió la pena todo lo que pasó?

- La guerra en sí, trajo como consecuencia pérdidas de vidas humanas de ambos bandos, y me deja como militar, que hay que evitarla, hay que abocarse y poner todo el esfuerzo en la vía diplomática. La guerra, ¿valer la pena?  No, no valió nada, mirándolo desde cualquier postura no se consiguió nada excepto muertes y sufrimiento.  No obtuvimos nada, porque hay un reloj, en términos militares, el cual marca un objetivo, este tiene diferentes sectores, la aguja puede señalar, tengo poquito, tengo algo, tengo mucho y tengo todo. Y por la experiencia que tuvimos en Malvinas, ¿qué es lo que hoy tenemos? Nada, se puede decir que no obtuvimos nada.  Nuestros superiores siempre mantuvieron la aguja en querer todo.  Mientras que pudimos haber tenido algo, poquito.

¿Qué tarea cumplía el helicóptero durante la guerra?

- El helicóptero era una pieza fundamental para los traslados de víveres, municiones, personal, heridos y muertos. Este a la vez era un trabajo que presentaba varias dificultades, como los vehículos se empantanaban en el terreno malvinense, los helicópteros tenían muchas dificultades para avanzar, para unir punto con punto de diferentes lugares donde estaban las unidades desplegadas dentro de Malvinas.  Las partes que a mí me quedaron más marcadas y las que los primeros días me hicieron muy mal, fueron sobretodo la recuperación de heridos, y hasta pedazos de cuerpos, porque había soldados que murieron por efecto de una granada, de una munición de camión, y me han entregado en una bolsa un torso, nada más, sin pies, manos, ni cabeza.
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La posguerra

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¿Cuál fue el sentimiento que tuvo una vez terminada la guerra?

- Se acabó todo. Era una gran sensación de impotencia.  Reconozco el tema de que la rendición fue dura, triste, pero a la vez hay que entender por qué se rindió en ese momento el general Menéndez; si hoy podemos estar charlando, es porque con esa rendición resguardamos la vida de aproximadamente 3.000 personas. Prevaleció la vida antes que el combate. Los ex combatientes no se escondieron, porque a pesar de la derrota, tenemos el orgullo de haber representado al argentino, desde el niño, al maestro, el doctor, el ingeniero hasta el presidente, lo hemos representado con nuestro uniforme y nuestra bandera.  Con valor y heroísmo. 

Hasta el día de hoy Alfredo afirma llevar una vida “casi normal”, le llevó mucho tiempo cerrar heridas, recuerdos, angustias, cerrar visiones y audiciones de lo que fue la guerra.  Una tormenta fuerte o un rayo aún pueden conmocionarlo, llevarlo de regreso a su inconsciente, está durmiendo y se estremece, salta, se sacude, todavía quedan secuelas.