martes, 2 de febrero de 2010

El tango atraviesa la dimension social y personal de los porteños

Un compañero de hastío, de amores y de resistencia

La canción de Buenos Aires refleja cada instancia de la vida de sus habitantes y es al mismo tiempo testimonio de circunstancias políticas y sociales adversas o venturosas. Esa realidad multidimensional del tango garantiza su proyección como género de la música popular junto a las demás expresiones artísticas del país. El sentido de la tanguidad, la misiadura, el laburo repetido, el desencanto amoroso entre otras variables tangueras permanecen como rasgos de identidad.

Por Ana María Oliver


El tango es compañía y testimonio, como si fuese un ser inmaterial que va en el alma de cada habitante torturado de la ciudad, de ahí su vigor. Sus letras expresan el mandamiento y el dolor de los porteños, se pegan a la realidad cruel pero sirven también para fugarse en los cielos de la esperanza o del suicidio. El tango es un escenario donde pululan los mitos y los fracasos pero en última instancia tiene la fuerza inusitada de la vida que late por encima del desencanto.

Roberto Arlt comparó al porteño
con el mono triste del zoológico

Arlt observó cómo la clase dirigente "se aunaba para aplastar la verdad" y determinar una sociedad inestable, cargada de angustia, donde el hombre se convertía en un simio triste.
Los poetas supieron y saben cuestionar la vida porteña, sus circunstancias, las diferencias sociales, la alegría, el rencor, la burla, la soledad, en fin, los hechos que pintan el devenir ciudadano. En sus versos siempre aparecen la musa del desencanto, la queja, el reclamo, el alma fanática que abriga un resto de amor y muchas veces el grito de rebeldía, de dolor o de nostalgia. Esa nostalgia, que es uno de los rasgos definidos del sentir rioplatense, habita en la memoria con la pena por lo perdido y no se puede ocultar. Al entrar en la década infame de los años 30, Discépolo, en su Yira, Yira, asumía las tristezas, el escepticismo, el prejuicio y la soledad del alma como constantes en sus letras: “Cuando rajés los tamangos/buscando ese mango/que te haga morfar.../¡la indiferencia del mundo/que es sordo y es mudo/recién sentirás!...”



Edmundo Rivero


Treinta años después –mientras presidía el país Juan Carlos Onganía, un general con vocación imperial- Mario Battistella, junto con Edmundo Rivero, exaltan en Bronca, un tango que en su momento fue prohibido (escuchar en http://www.youtube.com/watch?v=i9tcMoylkac), el malestar social y la crisis política, económica y moral, y traduce una de las denuncias más virulentas de los tiempos en que los militares azules y colorados solían enfrentarse: “Por seguir a mi conciencia/estoy bien en la palmera/sin un mango en la cartera/y con fama de chabón/Esta es la época moderna/donde triunfa el delincuente/y el que quiere ser decente/es del tiempo de Colón/Los ladrones van en coche/Satanás está de farra/y detrás de la fanfarria/salta y grita el arlequín./Es la hora del asalto,/sírvase que son pasteles.../¡y así cuidan los laures/que supimos conseguir/”.
Dice Tulio Carella que la tanguidad es la síntesis de la vida porteña, son hechos e intensidades pasionales expresados a través de letras que no surjen de la imaginación del poeta popular sino que fueron hurgadas en un mundo corrompido y sin fe, en las sordideces cotidianas, o que encarnaron en un sentimiento de soledad y vacío moral, de quiebra de valores. El tango no es solamente verso, música, canto, baile, sino que enlaza emociones, geografía, sociedad, modos de vida, sentimientos, juicios, razón suficiente para que el hombre de Buenos Aires lo vincule con el alma de la ciudad. Es decir existiría un estado de ánimo de Buenos Aires, con una identificación tanto física como social. _______________________________________________________
Al ritmo del compás peronista
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Los cambios sociales que introdujo el peronismo se vieron reflejados en la expresión poética y musical de la ciudad, de sus barrios y calles, así como también en la situación de la mujer dentro del repertorio tanguero, pasando a ser protagonista a la par del hombre luego de ocupar un rol secundario desde el origen de la canción porteña. En los años 40 José Paradise compone Se acabó la mishiadura, con un fuerte apoyo al gobierno peronista y a su política social porque “a nadie le falta plata en la billetera y hasta los presos están contentos porque les sacaron el traje a rayas.”
En cambio, el tango gardeliano con más de 70 años de vida, se manifiesta invariable pese a los avatares y personajes -arrabales, conventillos, malevos, crímenes, junto con el descomunal desarrollo de las comunicaciones- y es una fuente válida para entender la psiquis popular, como representación cultural de un modo de ser que atraviesa toda la historia del Buenos Aires contemporáneo.
En cuanto al hombre actual quizás pueda encarnarse en El hombre que está solo y espera, de Scalabrini Ortiz, habitado por un fantasma sin voz que masticaba en silencio sus ironías, un romántico que escapaba de sí mismo a través del alcohol o la amistad, o que se encerraba en su penuria, dándole la espalda a la vida como en un ataúd “practicando una rara forma de suicidio: la de seguir viviendo”. O acaso el argentino de hoy pueda ser el simio triste de Roberto Arlt “ensordecido por la noche de comerciantes, militares, políticos e industriales aunados en la tarea de aplastar la Verdad”. Los bruscos y constantes cambios en las políticas económicas terminan afectando el ingreso y producen una inestabilidad que genera resentimientos y angustias y al mismo tiempo favorecen el desarrollo de la viveza como vicio más que como virtud, tres valores que también se encuentran en lo más profundo del tango. A propósito de estos valores, pero en referencia a la denominada segunda década infame de los años 90, Ernesto Pierro en el tango De ayer a hoy destila estas características: “Los que antaño se colgaron de la piola del Estado/del currar privatizado cuelgan hoy./Los que siempre censuraron pechos, nalgas, genitales/hoy nos muestran, a raudales, su impudor/Los que ayer nos apalearon ¡Meta y ponga, dale y dale/se hacen hoy los liberales ¡Por favor!/Los que ayer se nos mostraron como próceres morales/hoy ocupan los altares de la diosa corrupción..."
Y más aún, en la poscrisis de 2001, un joven poeta, Alejandro Szwarcman en Tiempos posmodernos describe: “A la hora que agoniza la oficina/y la gente espera el subte en el andén./allá abajo en la estación/la verdad y la ficción/toman juntas de regreso el mismo tren.../Y a lo largo de la hilera interminable/de simétricas pantallas de TV/las imágenes de un clip/multiplican un “eslip”/y a un pastor que grita más que lucifer/En un burdel surrealista/un onanista hace el amor por Internet/ y una maestra sin laburo/tuesta un cacho de pan duro/en un horno microondas japonés/Es que ya ves ¡Se pianta el siglo!/Seremos hijos del progreso/y del “estress””/ y yo no entiendo como es esto/que ando siempre con lo puesto/y jamás puedo llegar a fin de mes”. Estos versos confirman la mirada sabia de Leopoldo Marechal que alguna vez sentenció “El tango es una posibilidad infinita”.
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Fuentes consultadas
El tango, una aventura política y social, Tabaré de Paula, Todo es Historia nº ll.
Política y Tango, Alfredo Mascia.
Lo social y político en el tango. Colección de fascículos Tango, un siglo de historia. Perfil l980.
El hombre que está solo y espera, R. Scalabrini Ortiz.
Tango Nómade, R. Pelivski,
La escuela de todas las cosas.
brutalargentina