En la pista de los 200 transgresores
Habría un extenso listado de periodistas que cobraban sueldos de la SIDE. Nadie se atreve a identificarlos aunque dentro de las paredes de las redacciones rebotan sus nombres. La supuesta connivencia con jueces y legisladores serviría de protección. La opinión de periodistas reconocidos en un artículo que se reactualiza por la discusión de la ley de medios. La vieja libertad de corrupción seguramente enterró las voces de muchos periodistas cuando sonó la hora de debatir la nueva normativa.
Por Sebastián Plana
Es sintomático: cuando están a punto de encenderse las luces cae el telón salvador y tapa la escena vergonzante. La ruta de la corrupción periodística viborea entre otras corrupciones más influyentes y se diluye entre pequeños senderos y vericuetos que llevan a ninguna parte. Habría una suerte de vallado que impide penetrar esa oscura ciudadela de intereses que cruza periodistas, legisladores y jueces con servicios de inteligencia. Veteranos periodistas dirían que se trata de viejas prácticas que emergen cuando un ciclo político comienza a agrietarse o queda atrás y pueden asomar algunos testimonios. La causa por los sobornos en el Senado durante el gobierno de De la Rúa habría puesto al descubierto la red de complicidades entre miembros de ambas corporaciones. De la Rúa sugiere que esta connivencia tenía su soporte financiero en la SIDE menemista ya que según relatara el ex presidente radical durante el programa televisivo La Cornisa “cuando asumí la presidencia en 1999 suprimí sobres (con sueldos en negro) a jueces, legisladores y periodistas”A. De todos modos, en sede judicial, De la Rúa invocó el secreto que impone la ley de la SIDE y no reafirmó sus declaraciones mediáticas. Pero la cuestión parece mucho más intrincanda y el entuerto no deja de salpicar al mandatario renunciante en 2001. Es que a partir de las afirmaciones de Mattie Lolavar, una ex socia del consultor político Dick Morris –contratado por De la Rúa- las pistas vuelven sobre el ex presidente pero esta vez en la persona del entonces jefe de la SIDE, Fernando de Santibañes. Según Lolavar, Santibañes los habría contratado para extorsionar a periodistas y organizar operaciones contra opositores y que para ello “contaba con una lista de 200 periodistas que cobraban fondos de la SIDE durante el gobierno de Menem y que había sacado a mucha gente de esa lista y había agregado a otros. Nunca nos mostró esa lista, pero dijo que incluía periodistas de Clarín, Nación, Página 12, Gente y de los principales diarios y revistas.”B
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Esa costumbre de sobornar
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En 2004, tuve la oportunidad de realizar varias entrevistas con fines académico/periodísticos y la corrupción periodística aparecía como una cuestión central de la profesión, un tema recurrente de puertas hacia adentro, al tiempo que se guardaba un cerrado silencio de puertas hacia afuera. “Tenemos que separar la paja del trigo –reclamaba el periodista Daniel Santoro (Clarín) - los periodistas que se han enriquecido y ahora tienen medios de comunicación tendrían que explicar cómo hicieron esa fortuna, cómo hicieron para poder estar al frente de medios de comunicación. Lo mismo se dice de los periodistas que años atrás percibían subsidios de parte de diputados y senadores o la cadena de felicidad de la SIDE, durante el gobierno de Menem, cuando se repartían sobres con plata negra para jueces, legisladores y periodistas. Esto no se sabe, el problema es que los pagaba la SIDE, sin ningún tipo de control, y no hay una lista aunque se puede saber quiénes son: son estos periodistas que tienen una actitud camaleónica con los gobiernos de turno.” El comentario de Santoro se suma al de otros periodistas como Daniel Tognetti que no dudó en reconocer que “hay periodistas que hacen campañas para determinados políticos, periodistas que cobran, periodistas que cooperan”1.
La connivencia entre algunos periodistas y legisladores fue adquiriendo durante la década de 1990 un estándar gradual bajo el imperio de una cultura exitista, donde los ideales de la profesión quedaron aplastados por el deseo consumista, los magros sueldos o la presión del entorno. ¿Qué periodista acreditado en el Congreso no enfrentó la tentación o no estrechó la mano cómplice de algún legislador? Difícil saberlo. Sí se conocen algunas modalidades que tiñeron las relaciones cordiales entre unos y otros como “la publicación regular de los comunicados del legislador; la aparición frecuente del legislador dentro del panorama informativo; la oferta de puestos de trabajo bien remunerados en época de campaña electoral; acordar pauta publicitaria a cambio de suavizar las críticas; cobrar un sueldo paralelo por hacer prensa para el legislador; hacer notas a cambio de una retribución o directamente pagar sueldos mensuales a periodistas para compensar determinados servicios. A esto se sumaba (¿se suma?) el nombramiento de familiares de periodistas en el Congreso o en organismos públicos y gran cantidad de pasajes aéreos para que los familiares puedan recorrer diferentes destinos turísticos”2. ___________________________________________________________________
Periodismo de estado
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El comentario del ex director del Buenos Aires Herald, Robert Cox, quien debió abandonar el país en 1980 tras ser amenazada su familia- es categórico: “ser un periodista en la Argentina es muy difícil, pero durante los años 70 lo era todavía más”.3
“En el Herald –continúa Cox- y no puedo creer que los otros periódicos no lo hayan hecho, descubrimos rápidamente que se estaba secuestrando, torturando y asesinando gran número de personas. El gobierno nos dijo que sólo se permitiría publicar la aparición de cuerpos a través de la información oficial; nosotros lo ignoramos.” Cox recuerda las presiones sufridas los meses previos a su partida de la Argentina: “Massera me llamó una vez a su despacho y casi sin levantar la vista del escritorio me dijo que no quería ver más su nombre en mis editoriales. En cambio Videla tenía reuniones informales con dos o tres periodistas, traté de abordar el tema de los desaparecidos pero él sugería que no pasaba nada, se notaba que estaba al tanto de todo. Lo que me inquietó más era ver que los otros periodistas no se interesaban por seguir el tema. Eran reuniones donde todos se comportaban simpáticamente, el periodista hacía preguntas inofensivas y recibía respuestas inocentes, y todos terminaban felices.” Si bien el caso se ubica en un extremo de coerción y censura, Cox observa estos episodios como la continuidad de viejas prácticas corruptas dentro del oficio. El ex director del Herald recordó que en su primera experiencia como periodista en el país, en 1959, se topó de frente con el soborno cuando una compañía de automóviles convocó a conferencia de prensa y, previamente, les dio un sobre con dinero a cada uno de los periodistas. “Los periodistas acá saben que si se portan bien recibirán toda clase de premios, se convierten en funcionarios de gobierno, en embajadores, en...”, lamenta Cox.
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Código mafioso
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Pablo Mendelevich, periodista político y docente (colaborador de La Nación), pone la mirada en los que entregan los sobres y advierte al público que “no percibe claramente lo que se orquesta detrás de la pantalla”. Opina Mendelevich que hay programas que reciben publicidad “de una lista limitada de empresas de servicios y de reparticiones gubernamentales; lo que no ve el televidente común es que ese periodista que aparece en cámara es muchas veces un alto editor o jefe en uno de los grandes diarios. La pregunta es por qué razón un periodista que ocupa una función jerárquica en un diario está haciendo un emprendimiento privado, como es un programa de cable, donde recibe dinero de determinadas empresas. ¿Cómo logra ese periodista mantener la imparcialidad cuando vuelve al diario y escribe? Y la otra pregunta es ¿por qué el diario le permite hacer eso? Lo más grave es que el diario lo estimula, le paga un sobresueldo al tolerar que el periodista reciba dinero de empresas”.
Por su parte Álvarez Teijeiro, periodista y docente (Universidad Austral), cree en la transparencia y la autocrítica como remedios anticorruptivos. “El periodismo mundial contiene un argumento sofista: podemos criticar a las instituciones porque somos independientes, estamos fuera del poder político y económico y eso legítima nuestra crítica. Ahora cuando uno critica los medios el argumento es: no, lo que pasa es que usted está fuera, no entiende, usted está atentando contra la libertad de expresión. En la Argentina no hay una crítica de medios seria, está centrado en la estética o la incoherencia (por ejemplo Televisión Registrada). Es una profesión muy corporativa en la que funciona una consigna un tanto mafiosa de no se hace periodismo de periodistas salvo casos muy aislados”.
Precisamente, fue Morales Solá, columnista político de La Nación, quien a poco de salir de la catástrofe institucional de 2001, emitió una suerte de proclama autocrítica aunque al parecer no tuvo efectos visibles sobre la conducta de algunos profesionales4. En palabras de Morales Solá “sobre el país se abatió, en la década previa al estallido de la crisis (2001), una intensa marea de corrupción. El periodismo no resultó invulnerable a ella. Aceptemos en público lo que sostenemos en privado: la corrupción existe entre personas y entre sectores del periodismo. Aclaremos también que la inmensa mayoría del periodismo está formado por hombres y mujeres honestos y esforzados, que a veces trabajan más de lo humanamente tolerable, cuando trabajan...(...) la sociedad nos ha estigmatizado a todos por igual...(...) el riesgo es que paguemos justos por pecadores si no hacemos una autocrítica y una depuración”
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La tercera redacción
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Otro influyente columnista político, Eduardo Van der Koy (Clarín), también se internó en el matorral de las prácticas vergonzantes y reconoció que “la corrupción se infiltró en el periodismo y de manera muy profunda. Tenemos una gran capacidad para hablar de la corrupción hacia afuera y una gran impotencia para hacerlo hacia adentro”5. Van der Koy fue un poco más allá de la venalidad simplota del sobre y apuntó a la empresa periodística: “El proceso de cambio tecnológico y metodológico en la Argentina desembocó en una pérdida de transparencia en la identidad de los medios de comunicación. Hay pocos medios donde se sabe quien es el dueño y de quién es la plata, y esto tiene mucho que ver con la corrupción. Para el periodista del grupo Clarín “las revisiones de conciencia son duras y traumáticas, lo peor es no hacerlo, si uno desconoce el problema es incapaz de resolverlo y tengo la impresión que este es el proceso que todavía nos debemos en el periodismo. Creo que es un proceso que no debe detonarse por terceros, debemos producirlo los mismos periodistas aunque el camino sea largo. Nos debemos esa revisión”.
En realidad estas microcorrupciones pueden estar encontrando un elemento catalizador en el nuevo modelo de producción periodística, que se fue consolidando en los últimos diez o quince años, con el achique de las redacciones, periodistas en situación de precariedad, autoempleo, bajos salarios, entre otros males. El periodista enfrenta hoy un sistema privado con oportunidades escasas de empleo estable y un sistema público estrecho, de difícil acceso. El empleo periodístico pide un tercer espacio, autónomo, equidistintante de presiones comerciales y políticas, dentro de un entorno amigable para el ejercicio profesional. Los recursos financieros y humanos están, falta conocer a los arquitectos del nuevo sistema.
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Notas
A. Santoro, Daniel. “Piden que De la Rúa revele pagos secretos de la SIDE”, diario Clarín, Bs.As, 13/06/2006, p.10.
B. Hugo Alconada Mon. “Dick Morris pensaba que destruir a Menem podría servirle a De la Rúa”, diario La Nación, Bs.As, 9/5/2006, p.8.
1. Zukernik, Eduardo, Periodismo y elecciones, los riesgos de la manipulación, La Crujía, Bs.As., 2001, p. 25.
2. Ruiz, Fernando y otros. Prensa y Congreso, La Crujía, Bs.As., 2001, p. 68-70.
3. Uki Goñi, “La prensa argentina debe investigarse a sí misma”, suplemento Enfoques, diario La Nación, Bs.As., 30/3/1997.
3. Uki Goñi, “La prensa argentina debe investigarse a sí misma”, suplemento Enfoques, diario La Nación, Bs.As., 30/3/1997.
4. Morales Solá, Joaquín, “Los periodistas deben reflexionar sobre su papel en la crisis nacional”, publicado en el diario La Nación, Bs.As., 2002.
5. Van der Kooy, fragmento de su exposición en las jornadas “Los periodistas frente al espejo”, UCA, Bs.As, dic. 2004.