miércoles, 24 de marzo de 2010

PERIODISMO. LA SABIDURÌA GOLPISTA

Los perros guardianes de la democracia frente al golpe militar de 1976


Para los diarios, el 24 de marzo no hubo golpe

Los diarios nacionales conservan un pasado rico en actitudes golpistas. Bajo el cristal opaco del objetivismo supieron ocupar su puesto en la lucha por la libertad. Los proclives al militarismo político tuvieron su trinchera en La Razón, el intelectualismo reflexionó desde La Opinión, el racionalismo económico dio cátedra desde Clarín, la defensoría de los más afortunados se estableció en La Prensa y la expresión librecambista reafirmó su doctrina desde La Nación. Analogías con los diarios de hoy.


Por Daniel Guillermo Gutman

La serie histórica de golpes de estado en la Argentina (1930-1976) además del protagonismo de las fuerzas sociales operantes contó con el apoyo calificado del periodismo. Ciertamente las expresiones periodísticas favorables a los sucesivos quiebres del orden constitucional no habían sido unánimes hasta 1976, año en que la fila completa de la prensa dio el presente respetuoso a los usurpadores. Viejos maestros del arte golpístico como Laíño o Timmerman -entre muchos otros- derramaron su experiencia en memorables piezas periodísticas al servicio de la causa procesista. Los meses previos a marzo del 76 fueron de intensa prédica en dirección al golpe, minimizando o caricaturizando los intentos de salida política, con una colección de editoriales y comentarios apocalípticos que agrandaban las calamidades del momento. El desmanejo de Isabel Perón, la interna sindical, la guerrilla, la inoperancia parlamentaria, el descontrol inflacionario solo podían remediarse mediante un milagro o por la intervención de los salvadores de la patria, representados por el partido militar.
A más de 30 años de los hechos cabe aclarar que la prensa tenía por entonces una influencia notoria en la opinión pública por tratarse de una sociedad altamente politizada que consumía diarios en niveles sin precedentes. Los diarios habían cobrado un protagonismo social y político que jamás volverían a tener no sólo por la expansión informativa de la televisión sino también por el comportamiento durante el período dictatorial. Porque si bien la censura y la amenaza económica imperaron en aquellos tiempos, las adhesiones variaron del rango de resignadas hasta las más cálidas y aún las eufóricas. Si se repasa a vuelo de pájaro el comportamiento de los principales actores mediáticos puede verse a Clarín desplegando en tapa del 24 de marzo un titular casi publicitario: NUEVO GOBIERNO, lo que podría connotar una situación refrescante, innovadora, modernizante. Pero en la bajada acudió a un lenguaje mucho más feroz donde explicaba la caída en razón de la crisis moral del gobierno depuesto. Los editoriales de los días previos avalaban sin ambigüedad dicha tapa haciendo hincapié en la debacle económica que se explicaba por el agotamiento del modelo “estatizante y populista” del peronismo histórico que debía ser superado por otro –el desarrollismo frigerista- si quería evitarse el derrumbe institucional inminente. En el editorial del 17 de marzo Clarín apeló una vez más al discurso catástrofe observando que “la Argentina se desliza hacia abismos más profundos aún. Es hora pues de detener la caída”, mientras que en una columna del día siguiente, La hora de la verdad, el comentarista desestima el plan económico propuesto por el ministro Mondelli y sin empacho proclama que “el llamado a la defensa de las instituciones resulta desprovisto de sustancia al estar referido simplemente a su epidermis formal (...) las instituciones están amenazadas por el derrumbe de un sistema económico agotado y no podrán ser salvadas si no se ataca de frente al fenómeno con medidas que tengan efectiva relación con las causas que los producen”. Las semanas siguientes al golpe no alumbrarían tal contundencia y cuando el 1º de abril el gran diario argentino publica en su totalidad el Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional, no emite comentario ni valoración alguna y, peor aún, el 22 de abril, en tapa, bajo el título El gobierno y los diarios anunciaba para el asombro que la “rígida censura impuesta el 24 de marzo duró sólo 36 horas” marcando un “retorno a la normalidad en todos los órdenes”. De esta manera Clarín iniciaba la etapa más mediocre de su existencia. El caso del vespertino La Razón limita con el histrionismo periodístico en virtud de su pasión por el ascenso del gobierno militar. Fiel a su tradición golpista (vocero del gobierno de Justo durante la Década Infame y entusiasta predicador de la Revolución Libertadora de 1955, también dispuso de las primicias golpistas que tumbaron a Frondizi y a Illia en 1962 y 1966 respectivamente) el diario que por entonces conducía periodísticamente el hábil Félix Laíño se había convertido en un órgano de reproducción de los planes del Ejército, en especial del servicio de inteligencia de la fuerza y trabajó como ninguno por el advenimiento al poder de los reservistas morales de la patria. Sus tapas son contundentes. La tipografía catástrofe ubicada en la parte superior de la portada es más que elocuente y allí la información castrense, casi a modo de gacetilla militar, ocupa un lugar preponderante dentro de la estrategia del diario. En palabras de Laíño “los titulares...son temibles para los gobiernos de turno...sobre todo si tienen la secuencia calculada, ante acontecimientos previsibles, para crear el clima adecuado.” Sin duda en la gestión del consenso golpista La Razón tuvo un papel protagónico y la secuencia para crear el clima funcionó como un reloj. Siempre con título catástrofe titulaba el 17 de febrero de 1976: TENSA SITUACIÓN POLÍTICA; el 19: REUNIÓN DE COMANDANTES: el 20: REUNIÓN DE MANDOS. Continuaba el 8 de marzo con un insólito pero coherente ESTA MAÑANA SE HAN INAUGURADO LOS CURSOS EN EL COLEGIO MILITAR; el 17 reforzaba la secuencia con HERMÉTICO SILENCIO EN LAS FUERZAS ARMADAS; el 20 de marzo agregaba suspenso con EL EJÉRCITO ANTE LA SITUACIÓN, para concluir el 23 con ES INMINENTE EL FINAL. TODO ESTÁ DICHO.

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Extirpar la semilla de la tiranía

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Si se entorna la mirada hacia uno de los hermanos mayores de la gráfica nacional, el más que centenario diario La Prensa, su postura resulta previsible. Expropiado en 1951 por el gobierno peronista y puesto en manos de la CGT, era un enemigo natural de cualquier peronismo, más aún cuando esa corriente política tiene la osadía de ocupar la Rosada. El golpe del 76 -por el cual trabajó el diario al instalar en el debate público la sensación de estado terminal del país- produjo gran alivio dentro de la redacción por el temor constante que existía, desde la asunción de Cámpora en 1973, al cierre del medio, la expropiación, la represalia económica o la voladura por los aires, bomba mediante. El trabajo periodístico por el golpe contó con la inestimable exacerbación discursiva de sus editoriales donde descargaron más odio que argumentos. Así puede leerse la denuncia catastrófica por el destino del dinero del estado nacional junto con la prestación ineficiente de los servicios públicos o el pleno empleo que según el diario se escondía bajo la máscara de la burocracia estatal. Pero por encima de todo se apuntaba al “populismo” típico de los gobiernos justicialistas, al intervencionismo de estado en la economía y a la acción “corrupta” del ejecutivo. Por supuesto que el demonio, el enemigo público nº 1 de la república estaba encarnado en el sindicalismo que, en simbiosis pecaminosa con el ejecutivo, disputaba con funcionarios públicos “en estilo grotesco y desaforado”. Pero la cintura editorial de La Prensa encontraría en las cuestiones legislativas un lugar de privilegio, sobre todo a la hora de explicar porqué la ruptura del orden constitucional no era tal ya que el régimen justicialista vulneraba y distorsionaba las formas republicanas y oscurecía o directamente pasaba por arriba de cualquier acción legislativa como contrapeso del poder (.http://www.youtube.com/watch?v=yxEAwGM2LP4). La incompetencia legislativa quedó patentizada, de acuerdo con las convicciones republicanas del diario, en dos editoriales del 12 y 17 de marzo de 1976 bajo los títulos respectivos de Ineficacia del poder legislativo y el más expresivo aún ¿Existe el Congreso? Ubicaba al Congreso Nacional como subalterno de un Poder Ejecutivo sin rumbo, por lo tanto no podía buscarse una salida en ese poder del estado y además pintaba un cuadro terrorífico del accionar parlamentario en expresiones tales como “...desquicio institucional,...desvarío político, extravagancia ideológica,...al borde del precipicio, torpezas administrativas y despilfarros desmedidos”, y en forma concluyente determinaba que la piedra fundamental del sistema democrático, por obra y gracia de la dependencia a la que lo sometía el ejecutivo, se había convertido en un “recinto vacío de iniciativas”. Cerca de la hora señalada, el día 21, La Prensa dio por cerrada cualquier opción para salir de la crisis que proviniera del arco político o del elenco gubernamental y en un editorial lapidario Sin plan y sin rumbo desestimaba el plan económico del ministro Mondelli quien en vez de ir hacia un shock de mercado y a un proyecto de presupuesto racional prefería seguir siendo “promotor del empleo fácil y la ocupación ociosa”. El 24 de marzo optó estratégicamente por el silencio editorial y, desde la tapa, en título catástrofe reproducía, a modo de pretendida asepsia informativa, la frase EL PAÍS SE ENCUENTRA BAJO EL CONTROL OPERACIONAL DE LAS FUERZAS ARMADAS, que correspondía textualmente al primer comunicado de la junta de comandantes generales. Eso sí, al día siguiente no pudo contener el entusiasmo y el editorialista volvió a la carga para dispararle al causante de todos los males de la nación. De modo semejante al ni vencedores ni vencidos de 1955, el editorial de la fecha Sin ira y sin odio recordaba a sus lectores la “necesidad de no permitir el retoño de las semillas de la tiranía y la barbarie” que había introducido Perón desde su irrupción en la política nacional allá por la década de 1940 y volver a las prácticas virtuosas de “la generación que nos dio la constitución y logró la unión nacional”.
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Junto al general demócrata
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El diario de Timmerman encierra la tragedia y la paradoja. La Opinión hizo un trabajo diligente en pos del golpe. La supuesta existencia de militares democráticos representados por Videla justificaban ese apoyo para terminar de una vez con el caos peronista y reinstalar al país en el sendero de la racionalidad. Meses después Timmerman sería víctima de la racionalidad militarista al caer secuestrado y sufrir la tortura en carne propia. Afortunadamente la acción internacional lo salvó de integrar la lista de desaparecidos y una vez blanqueado (puesto a disposición del Poder Ejecutivo) se le retiró la nacionalidad y debió exiliarse. El destino del empresario periodístico llevaba la marca de la tragedia toda vez que Timmerman “complotaba abiertamente con los jefes militares para derrocar a Isabel Perón (...) la redacción estaba infiltrada por los agentes de los servicios de inteligencia militares” y su postura lo había llevado involuntariamente a asomarse a la interna militar. A partir de marzo la campaña de prensa de La Opinión recrudece desde el artículo editorial (2/3/76) que pone de relieve la figura de vacío político por el desgobierno, la parálisis legislativa y la crisis económica. La solución recorría clásicas expresiones de la serie golpista que asoló al país (1930-76, se exceptúa el alzamiento de 1943, una suerte de golpe del golpe, que dio por tierra con la continuidad fraudulenta de la Década Infame) como “la obligación moral de las Fuerzas Armadas para evitar la desintegración (...) puede tocarles tener el poder no para conquistarlo sino para reordenar a la República”. El 19 de marzo imprime mayor potencia al trayecto conspirativo y comienza a publicar en tapa una serie de estadísticas de la muerte bajo la forma de sueltos inquietantes, por ejemplo Un muerto cada cinco horas, una bomba cada tres para insistir al día siguiente dentro del cuerpo del diario con datos estimativos: Prácticamente un noventa por ciento de los argentinos habla hoy de la proximidad de un Golpe de Estado. También en tapa del 20 de marzo La Opinión termina por subir al partido militar al podio de las instituciones rectoras del país cuando reproduce el último comunicado castrense previo al golpe –como el resto de los medios-: DEFINE EL EJÉRCITO SUS ORIENTACIONES, donde se niega la voluntad intervencionista de los comandantes que en las horas previas habían estado reunidos bajo estricta confidencialidad. El 21 el diario apura el paso marcial y se esfuerza por mostrar su compromiso con el porvenir ordenancista mediante dos editoriales de tapa. Uno de ellos REFLEXIÓN, partía de un nuevo aniversario de la creación de los Granaderos para alentar a los comandantes en sus pretensiones, observando que San Martín primero ganó la guerra, volvió a la patria para hacer la guerra y recién después de asegurada la independencia dejó allanado el camino de la política. “Solo ganando esa guerra se aseguraba a los argentinos lo que la política no había podido ni estaba en condiciones de darles: libertad y seguridad” y remataba la pequeña y sibilina pieza con “...la celebración de ayer rescata ese gesto: llegó para la guerra y se lanzó a la guerra sin prejuicios ni timideces.” La segunda pieza de artillería editorial, BALANCE retomaba el truco de contar las horas del reloj de la muerte, que venía corriendo imparable, cargando de víctimas el escenario nacional. Hacía un raconto de los muertos por la violencia política durante la última semana y la comparaba con el período anterior, en una suerte de nivel de riesgo de asesinato político que ubicaban a la Argentina en el tope de la tabla, una posición intolerable que debía remediarse. Como si no bastara con herramientas tan idóneas para ponerle presión a la circunstancia, La Opinión pegaba en tapa, cual cartel propagandístico político, una información breve intitulada Será recordado Eduardo Lonardi, con motivo de los 20 años de la muerte del general que en 1955 derrocó a un Perón que por entonces había perdido el rumbo, de la misma manera que en ese momento lo estaba perdiendo su viuda. Para colmo de tapa la situación económica, bajo la óptica del diario, tampoco daba para la ilusión y anunciaba la DEBILITADA POSICIÓN DE MONDELLI EN EL GABINETE, después de las medidas anunciadas por el ministro para enfrentar la crisis. Si se avanza un poco más hasta el día 23, la portada de La Opinión da señales claras de que la hora por fin ha llegado. Titulaba el editorial, a todo lo ancho de página: UNA ARGENTINA INERME ANTE LA MATANZA, siguiendo con el tic tac de la metralla que contabilizaba un nuevo récord de asesinatos políticos y amonestaba a funcionarios y legisladores porque “ninguna voz oficial apareció aún por la cadena de radio y televisión para tranquilizar a los argentinos anunciándoles que no están inermes ante la matanza.” Al mismo tiempo en el editorial de tapa recordaba el emplazamiento que Videla había lanzado hacía tres meses con MAÑANA SE CUMPLEN 90 DÍAS DE LA APELACIÓN DE VIDELA, donde advertía que las circunstancias que habían dado origen al ultimatum militar seguían vigentes o aún empeoraban lo que evidenciaba “un inminente colapso de las instituciones”. En el día 26, a 48 horas de instalada la junta militar en el poder, el editorial de tapa REFLEXIÓN, ponderaba la paciencia inédita de los comandantes generales respecto del funcionamiento político y la disposición de servicio al país “con el menor grado de connotaciones políticas.” Y en una vuelta dramática de la historia el diario publicaba en tapa los comunicados militares, entre ellos el número 44 cuya normativa preveía la expulsión de extranjeros, tratamiento que poco tiempo después se le impuso al mismo Jacobo Timmerman. _____________________________________________
Golpismo transparente
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La Nación inició su tránsito golpista con cierta morosidad. Recién el 6 de marzo abandona a medias su prédica velada a favor de un corte del ciclo democrático y en uno de los editoriales apuesta por un nuevo orden republicano. La coyuntura política no podía ser peor para la inteligenzia del diario ya que “la crisis destruye el prestigio externo de la República y deshace el aparato productivo del país” pero la circunstancia sólo anticipaba un nuevo porvenir porque “el día a partir del cual se geste una política vigorosa y coherente de auténtica recuperación nacional (...) habrá comenzado un período prolongado de nuevos sacrificios, aunque necesariamente esperanzados, en nuestra capacidad de reacción.” El 19 de marzo la posición del diario es más transparente, ataca por el lado de la política económica y en un comentario editorial Coincidencias políticas para un programa económico tira sobre la mesa discursiva el repertorio liberal completo. Allí explica a sus lectores que la única alternativa para un programa económico –que por esos días alumbraba desde el gobierno- era un plan ortodoxo que incluyera la aprobación de una ley de presupuesto y una ley impositiva que fueran potables para el FMI y destrabe así un préstamo ya acordado. Desde luego el plan salvador debía restringir el gasto público y congelar vacantes en la administración ya que el aumento en la planta de la burocracia pública distorsionaba el mercado laboral por la incidencia del desempleo oculto, debían sincerarse los niveles de empleo. Respecto de las empresas públicas, si bien reconocía un equilibrio en su gestión por los recientes aumentos tarifarios, consideraba necesario devolver al sector privado muchas de las actividades que estaban en poder del Estado. Por último era menester un sinceramiento de precios y salarios para encauzar la economía por los cánones naturales, es decir hacia políticas de mercado puro. Si esto no se hacía de una vez por todas, hablar de una salida a la crisis sería ficción. En realidad, desde mayo del 73, el diario mitrista venía cargando contra la política económica que llevó adelante el ministro Gelbard. En particular se apuntaba al “avance de las regulaciones estatales sobre salarios, precios, crédito, comercio exterior y política cambiaria.” Pero a partir del 20 de marzo, las tapas de La Nación resultan más elocuentes por el uso de noticias seudopoliciales en la portada, algo poco frecuente en la edición de un diario reputado de serio al menos para el criterio de la época. Bajo el título Fue repelido un ataque extremista se daba cuenta de un hecho no confirmado en forma oficial, de la que sólo se habrían recogido versiones entre testigos respecto de un tiroteo entre supuestos extremistas y personal de Gendarmería, con un saldo de tres soldados heridos y la captura de “una bandera de un grupo subversivo que opera en la selva tucumana.” El 22, siguiendo esta línea, inicia una serie de noticias seudopoliciales originadas, todas ellas, en la ciudad de La Plata. Las tapas del 22, 23 y 24 dan cuenta de enfrentamientos de supuestos extremistas con personal policial en adyacencias del bosque platense, siempre de noche, sin víctimas de uno u otro lado y plagados de imprecisiones y versiones sin confirmar. Recién el 24, en la bajada de En La Plata la acción terrorista fue dominada dice que “habrían muerto 14 extremistas”. Pero retomando la función editorial y la empinada acción discursiva de los días previos al golpe, los editoriales de tapa desestimaban las expectativas sobre una posible solución de la crisis. Tanto el artículo La multipartidaria depende aún de algunas respuestas que se extendía en la falta de un acuerdo político concreto como en La búsqueda de acuerdos para hacer viable un plan económico donde insistía con la austeridad económica y un acuerdo general para “terminar con los mitos económicos de los últimos lustros” significaban en la visión del diario un claro mensaje de inviabilidad dentro del dispositivo constitucional. Si quedaba alguna duda La Nación se ocupó de disiparla al día siguiente en Escepticismo por el proceso en el ámbito parlamentario. Dicho artículo de tapa traía a cuento las expresiones de Ricardo Balbín, tiempo atrás, cuando declaró “no tener soluciones” luego de reunirse en el Congreso con legisladores radicales para describir la encerrona en la que se hallaba también la bancada oficialista frente a “la inminencia de un desenlace” y estar convencido de que “la instancia legislativa se había agotado”. El desenlace estaba a la vuelta de la esquina y, en la misma tapa bajo el título FF.AA.:jornada de expectativa, se consignaba el mutismo de los mandos militares pero la certeza y la esperanza resumidas en el párrafo final del artículo: “Es evidente que en las instancias actuales las Fuerzas Armadas no podrán quedar marginadas de una participación que, puede predecirse, habrá de ser decisiva en las próximas horas.” El 24 la direccion del diario respiraba aliviada y daba muestras de apaciguamiento informativo, y a todo lo ancho de tapa (primera edición) saludaba con Es inminente la asunción del poder por las fuerzas armadas mientras que en la bajada un austero Los comandantes generales rechazaron una propuesta tendiente a impedir la ruptura del proceso institucional acompañaba la versión del traslado de la presidente al sur del país en carácter de detenida. Concluía así un ciclo nefasto para la mirada purista del diario “una suerte de monarquía en la cual la viuda de un caudillo pretendió que el poder fuese un bien casi computable en el juicio sucesorio. Esta ambición femenina, propia de la reyecía del siglo XVIII, fue alentada por un pequeño grupo de amigos dispuesto a actuar como un núcleo empresario de las emociones populares atribuidas al eco del apellido convocante (editorial 25/3/1976).”

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Virtuosismo antipopular
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Ruptura del orden constitucional fue la máxima concesión semántica que desde los titulares de tapa hiciera el diario La Nación con el afán de eludir la expresión golpe de estado. Control operacional para La Prensa o la más audaz Intervención militar de La Opinión o el festivo Nuevo Gobierno de Clarín evidencian el favoritismo de los medios de prensa por la instancia castrense y el curioso velo que impedía asomarse a las consecuencias del acto sedicioso que se iniciaba. Desde los diarios, el periodismo no fue capaz de aventurar un pronóstico una vez traspuesto el límite de la legalidad. Pudo más el fastidio por ese gobierno que se aprestaba a dar pasos más decididos en dirección a un nuevo ciclo democrático, acortando plazos electorales y hasta poniendo la firma a las demandas militares en la lucha contra las formaciones guerrilleras (decretos de aniquilamiento), que el análisis equilibrado sobre las opciones políticas frente al desmanejo del ejecutivo.
Los diarios contribuyeron con eficacia, en virtud de su influencia en la opinión pública de entonces, al beneplácito o la resignación social por la irrupción militarista. Pero quizás la responsabilidad mayor es el menosprecio con el que atendieron a la dirigencia política y al andamiaje parlamentario, descartando cualquier opción por la vía de los mecanismos constitucionales.
Los tiempos cambian y las empresas también. Hoy La Razón es un vehículo comercial del grupo Clarín, en tanto el poderoso matutino Clarín dejó atrás ciertos principios economicistas y sus críticas se balancean al compás de los intereses que tiene como grupos económico dentro del país. La Prensa es casi un museo vivo del periodismo argentino, con escasa influencia en el actual vértigo informativo.
Pero el que se resiste al cambio y es fiel a su impronta conservadora es La Nación. Es cierto que muchos admiran esa coherencia editorial, que podría denominarse de golpismo auténtico y transparente que no siempre se encuentra en el periodismo opaco de la actualidad. Actor político de primer nivel, defensor de intereses inconfundibles, sin duda creíble para su lectorado, fiel a la letra escrita de la Constitución –no tanto al espíritu de algunos artículos que se alejan de los valores argentino-liberales que le dieran origen- es capaz de desempolvar vieja terminología golpista si las condiciones políticas le resultan incomódas, en particular a la hora de señalar errores de gobiernos peronistas. Bastaría con volcar algunos títulos recientes para sostener la anterior afirmación. Sería aún más ilustrativo ingresar en los editoriales o los comentarios de los columnistas políticos del diario que se dedican a golpear al actual presidente por sus defectos pero también por sus virtudes cuando anuncia medidas tendientes a amortiguar –ni siquiera rehabilitar- la caída de los sectores desfavorecidos por la estructura económica imperante. O mejor aún, recorrer todo el dispositivo comunicacional del diario, perseverante en cuanto a la temática, plagado de información y análisis que muestra a un presidente casi obsesionado por dominar a opositores y adeptos, listo para saltar sobre la norma constitucional y perpetuarse en el poder sin otras motivaciones. Y más todavía, con un elenco legislativo que solo aplaude las iniciativas presidenciales como si el régimen presidencialista fuese una aberración de estricto origen nacional y no una tendencia mundial que debilitó las estructuras parlamentarias, al margen de la crisis de representación que afecta a todos los países.

Así pueden leerse títulos sugerentes –seguimiento julio-octubre 2006- donde las apetencias hegemónicas de Kirchner serían comparables, en la extrema mirada del diario, al difunto Saddam Hussein en Irak. Intelectuales, columnistas del diario, columnistas invitados, entrevistas a personalidades extranjeras, comentarios de diarios del exterior y otras yerbas vienen como anillo al dedo para ilustrar el desmadre institucional. En títulos como “Las instituciones, ante un cóctel explosivo”; “Kirchner actúa como si él fuera un soberano”; “Confunde fortaleza con aislacionismo”; “La oposición, ¿no existe?”; “Napoleón y el poder”; “Los riesgos de gobernar a lo guapo”; “República declamada y república real”; “Los superpoderes serían permanentes”; “La oposición, en estado de alerta por la Constitución”; “El enigma de la democracia antidemocrática”; “¿Se propone Kirchner cambiar la Constitución?”, “El despertar de la conciencia republicana”; “Touraine habló del “populismo” de Kirchner”; “El aislamiento internacional de la Argentina”, todos de 2006, que parecen traer a la actualidad algunos vicios de 1976, rasgos de tradición golpista.
Lógicamente no se puede apelar hoy a la intervención salvadora de las fuerzas del orden porque estas se han subordinado al poder civil. Pero el ruido de los mercados puede ser tanto o más rudo que el de las armas y allí la prédica puede ser efectiva. Las inversiones no se subordinan a ningún civil y quieren garantías de rentabilidad aunque deban sacrificar cierta legitimidad en pos del beneficio y allí quizás, el veterano La Nación podría ofrecer los sofismas que den sustento a un nuevo orden económico.
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Fuentes consultadas

Díaz, César, La cuenta regresiva, La Crujía, Bs.As.2002.
Blaustein, Eduardo y Zubieta Martín, Decíamos ayer, Colihue, Bs.As. 1998.
Sidicaro, Ricardo, La política mirada desde arriba, Sudamericana, Bs.As., 1996.
Diarios La Opinión, La Nación, Clarín, La Razón y La Prensa, 1975-1976.

jueves, 4 de marzo de 2010

POLÍTICA. EL ARGENBOOK

Arranca el diálogo político en vísperas del festejo bicentenario

Un breve período de tiempo es como una muestra que se extrae al azar, no es una totalidad pero sí es una representación de lo que está ocurriendo en el año del bicentenario de la revolución de mayo. A la vista quedan los movimientos de los políticos profesionales y en los oídos resuenan las frases célebres de los más afectos a la exposición pública. Los últimos días de febrero y primeros de marzo de 2010 muestran el reinado de la sospecha, la desconfianza, las envidias, los resentimientos, las negaciones, las vanidades y otras tantos aspectos propios de una psiquis complicada más que de un entorno político propicio para apuntalar al país y concretar finalmente la eterna promesa de la Argentina feliz.
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De Narvaéz: - Perón me hubiese elegido a mí – confesaba el candidato a presidente (o gobernador) por Unión Pro, bajando dos tonos la voz frente a la pregunta de un periodista respecto de cuál sería la predilección del General frente a la sobreoferta de candidateables para el 2011.
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Duhalde: - Es posible, Perón bendecía a todos los candidatos - podría haber respondido el ex presidente y candidato por el PJ.
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De Narvaéz: -Perón habló de la necesaria evolución del peronismo, por eso me hubiese elegido a mí. _______________________________________________________________
Cuando en los 70 Solanas filmó Actualización Doctrinaria en Madrid, un documental donde Perón explica durante horas su ideario y estrategia se suponía que para llamar la atención del General habría que contar con argumentos más sofisticados. Claro, hoy la telepolítica simplificó el trámite y no es necesario descifrar al líder.

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Urtubey: - Yo quiero ser candidato del PJ – se agranda el gobernador salteño, un “pibe político” de 40 años que se anima a criticar a propios y ajenos y aún se le anima al mismísimo Néstor Kirchner. El respaldo del ex jefe de gabinete kirchnerista, Alberto Fernández, parece envalentonar al joven gobernador que piensa en las internas de 2011 bajo la nueva ley de reforma política.



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Pero la controversia central fue el armado de las comisiones en el Senado donde la oposición quiso hacer valer los resultados de las legislativas de 2009. La cuenta era muy sencilla: oficialismo 35 senadores, oposición 37 senadores, se alcanza el quórum y se vota la nueva composición con mayoría opositora en todas las comisiones. Pero un senador faltó a la cita: el ex presidente Carlos Menem prefirió los links de golf de la Rioja al tironeo de sus colegas a quienes les aguó la victoria.

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Menem: - No soy una cosa, soy un sujeto pensante, mucho más que la mayoría de los integrantes del Senado, por eso llegué a presidente - se descargó indignado desde una loma verde apoyándose en uno de sus palos de golf. Acumuló el desprecio de sus pares durante años y en los últimos tiempos nadie quería arrimarse a él. Al momento de hacer los números el arco opositor de senadores descontaba el voto anti K de Menem, aunque nadie lo consultó. Como si fuese una sombra indeseable, el riojano se debatía en una soledad política –que a fin de cuentas para un político es una soledad casi existencial- , sin voz, sin presencia en los medios, arrinconado en su tristeza. Pero la sombra reapareció, se corporizó, frágil pero relevante, y comenzaron los halagos y los mimos. Rodríguez Saá prometió hablar directamente con él, sin intermediarios, el diputado Ramón Puerta lo invitó a participar de su espacio político, el Peronismo Federal, y hasta el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, recordó el cariño que le tiene desde siempre, con la mínima esperanza de que Menem se dé vuelta y por esas cosas de la política se abstenga de votar.
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El clima para la apertura de las sesiones ordinarias estaba más enrarecido que nunca a partir del decreto presidencial disponiendo el uso de reservas para el pago de la deuda externa. Elisa Carrió anunció su faltazo e invitó a sus correligionarios a adherir a la medida para resguardar “la dignidad” de la política.
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Elisa Carrió: - No quiero pero debo ser Juana de Arco para vencer a Kirchner – idealizó Lilita después de reconocer que ella sería una de las dirigentes que no tendrían chance para las presidenciales de 2011 pero a partir de su sacrificio nacería la nueva república, libre del flagelo kirchnerista. Hacía rato podía adivinarse la poca disposición de Carrió de sentarse como legisladora frente a la presidenta, a esta altura la jefa de la Coalición le dijo de todo, porque la presidenta “hizo de todo”.
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Pino Solanas: -La política argentina es un tango grotesco, en vez de discutir una política de real desendeudamiento nos enfrascamos en estos mamarrachos institucionales. Es un escándalo. Tenemos el fallo del juez Ballestero que demuestra que la deuda externa es un fraude y ni los diputados ni los senadores están dispuestos a investigar - lamenta el cineasta en medio de la disputa por el DNU (decreto de necesidad de urgencia) que dispone el uso de reservas.
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El 1º de marzo de 2010 la presidenta Cristina Fernández inauguró un nuevo período ordinario con un discurso dicotómico en el que dividió a la Argentina en virtual y real. En el real puso todo el activo y en el virtual puso a los medios y su prédica alarmista: inflación creciente, bache presupuestario, crisis cercana. Al amparo de su militancia reivindicó la política tratando de lograr el beneplácito de una parte de la oposición.
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Presidenta: - La política está por encima de las corporaciones, no fuimos ni seremos gerentes de los grupos económicos.
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Sobre el final de la exposición Cristina Fernández anunció el retiro del DNU “judicializado” y la firma de un nuevo DNU que es casi idéntico al anterior. Mientras la platea opositora ardía de furia el Banco Central remitía el dinero al Tesoro para atender los pagos de deuda.
La desconfianza y el encono personal por ahora se adueñaron del escenario a pocas semanas de las celebraciones mayas, 200 años de desencuentro que se pueden resumir en el comentario de Felipe Solá, ex gobernador de la provincia de Buenos Aires y antiguo aliado de los Kirchner:
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Solá: - Yo estoy en el país real, que es el virtual de ella.
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